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Crisis climática
El Green New Deal puede y debe ser global IV
La crisis climática, cada vez acuciante, está acentuando unas desigualdades pre-existentes tanto en un plano doméstico como internacional. Las desigualdades de raza, de clase y de género juegan un papel clave en la recuperación tras una catástrofe natural, lo cual también se puede aplicar en una comparativa entre los llamados países del Primer Mundo y los más empobrecidos.
Artículo publicado originalmente en The Global African Worker.
Viene de la tercera parte.
Implicaciones para una política exterior multi y bilateral
Si los Estados Unidos diera prioridad a la crisis climática, las consecuencias no solo abarcarían su política medioambiental o energética, si no también la exterior. Las relaciones bilaterales con muchos países tendrían que cambiar.
Los efectos de la movilización activista, pero también de los lobbies, se ha hecho presente en el Partido Demócrata en los últimos meses. Sin duda, las candidaturas de Bernie Sanders y Elizabeth Warren prestaron particular atención a la política internacional. Cuando el Sunrise Movement apoyó públicamente a este, en su declaración también alababa a la senadora y puntuaba favorablemente las propuestas de ambos. Los dos reconocieron que los compromisos internacionales eran esenciales para sus respectivas visiones del Green New Deal. El plan de Sanders incluía 200 mil millones de dólares destinados al Fondo Verde del Clima de las Naciones Unidos, mientras que el de Warren apostaba por 100 mil millones para un Plan Marshall verde.
Los/as activistas por el clima saben, por supuesto, que planes tan ambiciosos requieren no solo de acción presidencial. Además es necesaria una legislación por parte del Congreso. Hay varias aliadas allí, que de hecho han introducido propuestas de ley para un compromiso de una década que financie el Fondo Verde del Clima con lo que sea necesario a escala internacional. Pero el futuro de dicha legislación, y su financiación a niveles cercanos a los que propusieran Sanders o Warren, depende de cambiar la composición de la cámara. Es por eso que hay muchos/as activistas participando en las victorias demócratas tanto en el Congreso como en el Senado por medio de presionar en el proceso de primarias para abordar la acción climática.
El plan de Sanders incluía 200 mil millones de dólares destinados al Fondo Verde del Clima de las Naciones Unidos, mientras que el de Warren apostaba por 100 mil millones para un Plan Marshall verde.
En las relaciones bilaterales se producirían consecuencias, naturalmente. Por ejemplo, los efectos de la guerra comercial de Trump han aumentado los costes de artículos relacionados con las energías renovables, que dependían del comercio entre China y los Estados Unidos. Como potencias rivales, ambos países han desarrollado importantes tensiones en sus relaciones. Pero el potencial de colaborar en la transición energética podría servir de contrapeso, además de alejar las iniciativas sino-americanas de la financiación de minas de carbón, como en Lamu. Varias empresas y científicos/as en varios países colaboran incluso cuando compiten, y las políticas gubernamentales pueden volver la colaboración más difícil. O más fácil. Entre otros factores para evitar el calentamiento global, la colaboración entre China y los EEUU es esencial, como refleja el Wood Mackenzie Energy Transformation Outlook en agosto de 2019.
De manera parecida, una estrategia estadounidense coherente que busque reducir el uso y producción de combustibles fósiles en favor de energías renovables podrían reducir el peso geopolítico de países productores como Arabia Saudí. Esto simplificaría, aunque no llegaría a solucionar, las complejidades de dicha región del mundo. Al contrario que los combustibles fósiles, cuya distribución beneficia a algunos países y perjudica a otros, hay sol y viento en todo el globo. Además, cuando un país disfruta de más horas de sol y viento, puede beneficiar a otros también. La transferencia de tecnología mutuamente beneficiosa podría tomar la prioridad por encima de las ventas y el acceso a los fósiles.
Hay que reconocer que el crecimiento verde inteligente, con su gran dependencia de las tecnologías de información y comunicación, también precisa de materiales como el cobalto y minerales raros, cuya escasez implica serios problemas. Pero los podemos afrontar, por ejemplo, investigando tecnologías de baterías alternativas, que viene motivada por la escasez del cobalto, pero también de protestas contra los abusos de derechos humanos en la minería de cobalto.
Una estrategia estadounidense coherente que busque reducir el uso y producción de combustibles fósiles en favor de energías renovables podrían reducir el peso geopolítico de países productores como Arabia Saudí.
Maximizar las nuevas tecnologías requiere decisiones políticas
En su estudio del papel de la tecnología en la historia, Carlota Pérez argumenta que la revolución tecnológica que prioriza el conocimiento por encima de los bienes materiales puede no solo afrontar la crisis climática. También la desigualdad global. Esto solo sucederá, insiste, si los estados toman la iniciativa y planifican la maximización de beneficios para el conjunto de la sociedad, en vez los de las grandes empresas.
Las personas en favor del Green New Deal en los Estados Unidos afirman que dicho cambio implica prestar atención a la transición energética y a quienes se ven perjudicados/as por desigualdades estructurales que vienen de atrás. De acuerdo con Pérez, el crecimiento verde inteligente será imposible sin un cambio radical a nivel internacional que entiende a la inmensa mayoría como productores/as y consumidores/as al mismo tiempo. “Las tecnologías capaces de impulsar una era dorada global y sostenible están a nuestra disposición”, concluye Pérez. “Desencadenarlas con éxito necesita que comprendamos el momento histórico actual y la voluntad de tomar unas claras decisiones socio-políticas”.
Primero, sin embargo, necesitamos construir un amplio apoyo político en esta dirección. Esto implica que comprendamos no solo las distintas tecnologías del pasado y del futuro; también las desigualdades estructurales, nacionales e internacionales, que han sido impuestas en el pasado y que se hacen sentir en el presente. En la última década, los Estados Unidos ha visto la emergencia de varios movimientos sociales en contra de las desigualdades de raza, clase y género. Pero los EEUU, como los demás países privilegiados, apenas ha comenzado a confrontar las jerarquías globales que se asientan sobre siglos de conquista, esclavitud, colonialismo y patriarcado. Comprender y contestar esta desigualdad global debe ir de la mano de desarrollar soluciones para la crisis climática.
Traducción de Raúl Sánchez Saura.
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Lo que se refleja en la cara de la joven de familia millonaria es que no tiene previsto trabajar en su p. vida. Hasta se permite el lujo de faltar un día a la semana a la escuela, porque ella lo vale, en un mundo con millones de niños sin escolarizar.