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Contigo empezó todo
Cuando Ucrania quiso ser libre
En agosto de 1921, un destacamento de combatientes ucranianos cruza el río Dniéster en dirección a Rumanía. Lo encabeza un hombre demacrado. A las secuelas del tifus se le suman las heridas causadas por sable o bala. Lleva luchando tres años consecutivos al frente de un ejército campesino contra facciones de todos los colores. La última fase de la guerra, en la que ha combatido junto con 3.000 hombres contra 150.000 soldados del Ejército Rojo, ha sido demasiado para Néstor Makhno, apodado batko (padre) por el campesinado insurrecto del sur de Ucrania.
La sublevación conocida como Makhnovtchina en honor a su líder surge en el contexto de la Revolución de 1917 en Rusia. En Ucrania, que hasta entonces formaba parte de Austria y Rusia, las diferentes clases sociales comienzan a tomar protagonismo. Por un lado, las clases altas organizan una Rada (Parlamento) desde la cual crear una República federada a Rusia. Por otro, las clases bajas, igual que en Rusia, comienzan a organizar sus propios organismos, los soviets, y en el campo se lanzan, además, a incendiar o tomar las propiedades de los terratenientes. Al año siguiente, con los bolcheviques triunfantes en Moscú, la burguesía nacionalista pide apoyo a los imperios centrales, mientras que Lenin y los suyos intervienen militarmente para crear una república soviética. No son los únicos actores: siguen presentes los ejércitos blancos, que buscan la vuelta de la monarquía, y diversos caudillos con intereses y alianzas variables dominan, según el momento, partes del país más o menos amplias.
El nuevo gobierno títere de Alemania, dirigido por el general Skoropadsky, se lanza a reprimir la insurrección campesina, esencialmente espontánea. Es entonces cuando entra en escena Makhno, un campesino que se ha formado en el anarquismo al compartir cárcel con el militante Archinov. Regresa a su ciudad, Guliaipolé, en el sudeste, y se dedica a unificar a los diferentes grupos insurrectos frente a las matanzas del nuevo régimen. Nace el embrión del Ejército Insurreccional Revolucionario de Ucrania o Ejército Negro.
Cada soviet era solo el ejecutor de la voluntad de los campesinos de la localidad que lo había elegido. Las unidades de producción estaban federadas en distritos, y estos, en regiones
La nueva organización militar se basaba fundamentalmente en el apoyo de las masas del campo, el conocimiento del terreno y su movilidad. La acción, centrada en la caballería, buscaba los ataques por sorpresa contra fuerzas generalmente superiores. Su organización interna también difería de la de los demás bandos presentes en el conflicto. Se componía de voluntarios, los mandos eran elegidos por las tropas y los soldados enemigos (no así los oficiales, fusilados) eran liberados de inmediato, si no deseaban unirse a la guerrilla.
Con la derrota de las potencias centrales en la I Guerra Mundial, Skoropadsky viró hacia posiciones monárquicas y renunció a la independencia, por lo que la burguesía nacionalista reaccionó constituyendo sus propias fuerzas, sin conseguir ejercer un control real del país. Ucrania se hunde aún más en el caos, y en este escenario las tropas blancas dirigidas por Denikin se convierten en el principal enemigo de los makhnovistas. Estos deciden colaborar con el Ejército Rojo, manteniendo su autonomía. Esta era una amenaza para las fuerzas dirigidas por León Trotski, quien no duda en vulnerar los acuerdos en las ocasiones que lo vio oportuno: persecución de los insurrectos, prohibición de sus encuentros, corte de suministros y calificativos de “contrarrevolucionarios” no dejan de suceder durante la ‘alianza’ entre ambos bandos.
A pesar de todo, el Ejército Negro consigue revolverse y libera el sur de ejércitos blancos y nacionalistas. Todo el sudeste ucraniano es Territorio Libre.
Los soviets libres
La clave del mantenimiento del Ejército Insurreccional Revolucionario durante tanto tiempo en condiciones tan adversas se centra en su propuesta de sociedad, que suscitó el apoyo del campesinado del sur de Ucrania, acostumbrado a ver a las instituciones como aves de rapiña dedicadas a robarles el producto de su trabajo. Los makhnovistas aplicaron allí el programa inicial de la Revolución Soviética, rápidamente asaltada por el poder del Estado. Como señalaban en un comunicado: “Expresamos nuestra idea de un auténtico régimen de soviets libres de la siguiente manera: con el fin de instaurar una nueva vida económica y social, los campesinos y obreros crearán natural y libremente sus organizaciones sociales y económicas”.
El autor francés Daniel Guérin explicaba la Makhnovtchina más en detalle: “Los campesinos cultivaban en común las tierras disputadas a los antiguos terratenientes y se agrupaban en ‘comunas’ o ‘soviets de trabajo libres’, donde reinaban la fraternidad y la igualdad. Todos —hombres, mujeres y niños— debían trabajar en la medida de sus fuerzas. Los compañeros elegidos para cumplir temporalmente las funciones administrativas volvían a sus tareas habituales, junto a los demás miembros de la comuna, una vez terminada su gestión”.
Cada soviet era solo el ejecutor de la voluntad de los campesinos de la localidad que lo había elegido. Las unidades de producción estaban federadas en distritos, y estos, en regiones. Los soviets formaban parte de un sistema económico de conjunto, basado en la igualdad social. Debían ser absolutamente independientes de cualquier partido político y no se permitía a ningún político profesional tratar de gobernarlos amparándose tras el poder soviético. Sus miembros tenían que ser trabajadores auténticos, dedicados a servir exclusivamente los intereses de las masas laboriosas.
Siempre que los guerrilleros makhnovistas entraban en una localidad, fijaban carteles que rezaban: “La libertad de los campesinos y de los obreros les pertenece y no puede ni debe sufrir restricción alguna. Corresponde a los propios campesinos y obreros actuar, organizarse, entenderse en todos los dominios de la vida, siguiendo sus ideas y deseos (...). Los makhnovistas solo pueden ayudarlos dándoles consejos u opiniones (...). Pero no pueden ni quieren, en ningún caso, gobernarlos”.
El éxito dura poco. A una epidemia de tifus se suma de nuevo la “escoba de hierro” de Trotski contra la disidencia revolucionaria. Las cosas en esta guerra, sin embargo, son volubles. El barón Wrangel dirige un ataque del Ejército blanco que fuerza a los bolcheviques a firmar un nuevo acuerdo con Makhno. Una vez vencidos en Ucrania zaristas y nacionalistas, desde Moscú solo queda algo por hacer para conseguir el dominio absoluto: limpiar a las facciones independientes. A finales de noviembre de 1920, las tropas bolcheviques se abalanzan por sorpresa sobre sus aliados. Mueren más de mil revolucionarios. El Ejército Insurreccional seguirá combatiendo hasta la definitiva derrota en el verano de 1921.
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Grandísimo y heroico el proyecto de Mano y los campesinos libres, basados en un comunismo autogestionario, y no la farsa en la que, desgraciadamente, termino convirtiéndose el modelo sovietico: Una dictadura de partido. Tomar de ejemplo la lucha de esta guerrilla es escoger el camino de la emancipación social