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El crecimiento del consumo global humano de carne está teniendo un impacto devastador en la biodiversidad del planeta. Es lo que afirma el último informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), dedicado a analizar las consecuencias sobre la naturaleza y la salud humana de la producción de alimentos dedicados a nutrir la ganadería industrial.
“La inmensa cantidad de tierra necesaria para producir piensos ricos en proteínas, como la soja, está teniendo devastadores efectos sobre las especies y sus hábitats”, afirman desde la organización, que pone el foco en zonas especialmente fértiles y vulnerables como las cuencas del Amazonas, Congo, Mekong y Yangtze, además de los Himalayas.
WWF plantea que uno de los mayores y menos conocidos impactos de un mundo en el que cada vez triunfa más la dieta occidental –altamente basada en carne, lácteos y el consumo diario de alimentos procesados– es la “enorme presión” sobre los recursos globales que tiene la producción de alimentos para ganado. Una consecuencia a la que hay que añadir el consumo de enormes cantidades de agua, la destrucción de bosques para cultivos destinados a producir alimentos para animales y el aumento de las emisiones de efecto invernadero que esta industria implica.
El estudio, titulado 'Apetite for destruction' (Apetito de destrucción) se ha centrado en la producción de soja para alimentar a las industrias del cerdo, el pollo y el pescado. Según la investigación, solo el suministro de alimentos al Reino Unido está directamente relacionado con la extinción de 33 especies.
“De media, en el Reino Unido se consumen entre 64 y 88 gramos de proteínas al día, una cifra muy superior a las 45-55 gramos recomendados”, exponen desde la organización ecologista. Esto significa que en 2010 los británicos necesitaron un área del tamaño del condado de Yorkshire –15.000 km2– para producir suficiente soja para alimentar a su ganado, según los datos de WWF.
23.000 millones de aves
En el mundo existen actualmente unos 23.000 millones de aves destinadas a alimentación humana entre gallinas, pavos, gansos y patos, más de tres por persona. Desde la organización alertan de que “si la demanda global crece según lo previsto, tendríamos que aumentar nuestra producción de piensos en un 80%, lo que no es sostenible”.
La salud de los seres humanos también está afectada por esta situación, según denuncian los ecologistas. Con estas cifras, “no es sorprendente que la agricultura intensiva haya llevado a tener alimentos de peor calidad”, remarcan desde la organización, que recuerda que “usted tendría que consumir seis pollos de cría intensiva hoy para obtener la misma cantidad de ácidos grasos omega-3 saludables que se encontraban en un solo pollo en la década de 1970”.
Para revertir esta situación WWF aboga por consumir y producir alimentos de una manera diferente: “Si todo el mundo comiese la cantidad recomendada de productos animales, necesitaríamos un 13% menos de tierra dedicada a cultivo alimenticio destinado a animales. Esto significa que salvaríamos un área del tamaño dela Unión Europea de la producción agrícola”.
Además, recuerdan que actualmente se producen suficientes alimentos para alimentar a la toda la población humana mundial. Sin embargo, “el sobreconsumo, la desigualdad, el desperdicio y los sistemas inadecuados de producción y distribución impiden que haya comida suficiente para todos y espacio para la biodiversidad”.
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Debemos tener en cuenta asimismo, que el consumo de carne en el mundo además de lo muy bien expuesto en el artículo, supone un nivel de emisiones de gases de efecto invernadero superior al del transporte porque el gas metano es 20 a 30 veces más destructivo que el CO2.
Lo increíble es que los grupos ecologistas, no sé si por ignorancia, prácticamente ni lo mencionan, cuando debiera ser uno de los ejes centrales de su intervención.
Recomiendo un libro que resume muy bien las consecuencias, individuales y sociales, de la industria ganadera, al tiempo que cuestiona la hipocresía del carnismo: POR QUÉ AMAMOS A LOS PERROS, NOS COMEMOS A LOS CERDOS Y NOS VESTIMOS CON LAS VACAS de Melanie Joy (Plaza y Valdés Editores)