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Migración
El Mediterráneo, ese cementerio de la Europa desarrollada
"La palabra clave es la frontera y el miedo. Occidente tiene miedo al Islam, los hombres tienen miedo de las mujeres. Contra esto se crean dobles barreras: el visado en la frontera que separa los del sur de los del norte. Y, dentro del Magreb, el espacio público, reservado a los hombres, del privado en el que se confina a las mujeres a la obediencia. (...) El transgresor ha de saltar tres obstáculos a la vez: la frontera del país, la de su diversidad cultural y la de clase inferior y reprimida. –¿Cuál es su propuesta? –Es tan tonta como simple. En vez de cerrar fronteras, pedir visados, armarse hasta los dientes y dar lugar al nacimiento de nuevos fascismos europeos, bastaría con invertir en educación”.
(Fátima Mernissi – Escritora marroquí y feminista)
Millones de personas en todas las áreas del planeta (en su zona sur preferentemente), planifican en entornos familiares reducidos, su “viaje” fuera del país donde han nacido y, en millones de casos, ese viaje no deseado, sino obligado, impuesto, es sin retorno y sin llegada a un sitio donde poder desarrollar un mínimo proyecto de vida digna.
Este viaje no deseado ni voluntario, es consecuencia de causas conocidas: las guerras neocolonialistas que los países del Norte rico planifican de manera geoestratégica, bien para expropiar directamente sus recursos -cuando no lo pueden hacer a través del mercado libre-, bien para garantizar el intercambio de mercancías y servicios de las grandes corporaciones transnacionales, es decir, el expolio y robo de los recursos (energéticos esencialmente) de esos países que se convierten en los primeros exportadores de personas, en un mercado cerrado a cal y canto por el mundo rico y desarrollado.
La sobreexplotación por parte de las transnacionales, en cualesquiera de esos países, con políticas extractivistas o simplemente, el robo de sus recursos de manera violenta, o la imposición de una determinada agricultura por quienes tienen las patentes, comporta sequías, desertización del territorio y envenenamiento de los acuíferos, haciendo imposible la vida de las personas autóctonas.
El mercado de armas, es parte esencial de guerras internas de lucha por el poder entre élites o grupos empoderados por los países ricos e imperialistas, a la vez que intereses geoestratégicos fomentan el fraccionamiento, la división y el odio al otro, rompiendo años y años de convivencia comunitaria de las diferentes.
Los países ricos, Europa, EE.UU., China, Rusia, etc., han conformado a lo largo de la historia un orden geoestratégico en todas sus áreas de influencia, basado en la usurpación directa de los recursos (imperialismo, guerras coloniales, guerras de descolonización) y en los nuevos colonialismos a través de políticas sustentadas en el nuevo (des)orden mundial que en nombre del libre comercio y por medio de organismos internacionales como el FMI, el BM, NN.UU., la FAO, OMC, -creados “ad hoc”- impiden el desarrollo libre y autónomo de tres cuartas partes de los países que conforman el globo terráqueo.
Apareciendo, en situaciones de crisis económicas, el racismo institucional como la forma fundamental de gestión de recursos sociales vueltos escasos.
Se fomenta la guerra entre pobres, a la vez que se limita o directamente se impide su acceso de circulación y el resto de derechos esenciales: salud y educación.
Además aparecen los nuevos populismos muy cercanos al fascismo, fomentando los peores sentimientos humanos entre las poblaciones de esos países de “supuesta acogida” (xenofobia, racismo, odio…), los cuales se alimentan en el miedo al desclasamiento de las denominadas clases medias, el pavor a las personas pobres y especialmente al migrante.
Cuando las situaciones se hacen insostenibles, debido a las migraciones forzadas de millones y millones de personas del sur hacia el norte, los Estados, todos, con diferencias “humanitarias” tipo gestos de “salvamento humanitario”, cierran y blindan sus fronteras (1) a través de leyes de extranjería, donde el único derecho que se les reconoce a las personas migrantes es el derecho a ser explotadas o sobreexplotadas como mano de obra.
Sobreexplotación de esta mano de obra, la cual solamente está en función de las necesidades que tienen los países occidentalizados, ante sus sociedades envejecidas, con tasas de natalidad muy bajas y a la vez, ser necesarias estas no-personas en la economía más descualificada, la de servicios, la de los cuidados de personas dependientes.
Sus derechos como ciudadanos y ciudadanas jamás se les reconocen o se les hace imposible cumplir con las condiciones exigidas por las legislaciones racistas y excluyentes de extranjería.
La era Trump emerge lo peor de los comportamientos humanos, cuando el interés y el falso proteccionismo de lo “propio”, rige la política: son carne humana, sucios, terroristas, drogados… los muros y las expulsiones masivas, con violación flagrante de sus propias normas de derecho internacional (incluidos los más elementales derechos humanos), así como cientos de Guantánamo, es todo lo que ofrece el mundo rico a los millones de personas provenientes de otros mundos no pobres, sino empobrecidos y saqueados.
La U€, es fundamentalmente mercado y, lo mismo que permitió millones y millones de migrantes para explotarlos y que contribuyeran al mantenimiento de sus estados de bienestar, no duda en aplicar políticas migratorias excluyentes, cuando no se les “necesita”, donde los campos de concentración y control, como los CIE en el Estado español, o los campos de control y selección fuera del espacio europeo (Libia, Turquía, la isla de Lesbos, Marruecos…), o las devoluciones en caliente, o simplemente dejarles (más bien asesinarles) que se ahoguen en los mares, son las respuestas más humanitarias y solidarias que quieren hacer.
El derecho a migrar voluntariamente, donde cada persona vaya a donde quiera y se establezca donde considere, que fue un derecho humano fundamental, ha sido retirado del derecho internacional.
Las políticas de refugio y asilo, las cuales están normadas internacionalmente (guerras, persecuciones, genocidios, discriminaciones, hambrunas, etc.), se han convertido en políticas de externalización de riesgos.
En la práctica estas leyes no existen y se inventan “campamentos o refugios patera” fuera de sus fronteras, y se otorgan miles de millones de euros a Estados no solo autoritarios sino dictatoriales, como Turquía y Marruecos, para que sean estos Estados quienes controlen el no paso de las no personas y gestionen con criterios “racionales” a estas no personas.
Ningún ser humano es ilegal y cualquier ser humano, sea del color que sea, de la raza, del sexo, de la orientación sexual… tiene derecho siempre y en cualquier sitio, a ser tratado como un ser humano.
Lo anterior no deja de ser una “jaculatoria de súplica”, bien invocada por la izquierda radical, más consecuente, bien por el todo el entramado de ONG (sin las cuales el dolor, el sufrimiento y el daño aún sería mayor para las personas migrantes), y hasta por el Foro de Davos, cuando los poderosos y únicos responsables de esta barbarie realizan declaraciones sobre las políticas migratorias; ahora bien, como solución política parece que la “jaculatoria” sirve más bien nada en cuanto al cambio de situación de los millones y millones de personas obligadas a desplazarse y emprender un viaje a ninguna parte.
(1)…En la civilización del Cowboy el extranjero siempre es el enemigo porque el poder y la gloria proceden del control de las fronteras… (Fátima Mernissi)