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Acuerdos de Paz de La Habana
“La obsesión de la extrema derecha es humillar a la guerrilla”
Pablo Beltrán, el jefe negociador de la guerrilla colombiana del ELN en Quito, habla con El Salto en momentos en que las conversaciones con el Gobierno están en un punto crítico. Las elecciones presidenciales de 2018 planean sobre la mesa tanto como el paramilitarismo o los incumplimientos del Ejecutivo con las FARC.
Han pasado seis meses, pero parece una eternidad. El sábado 10 de diciembre de 2016 el aún presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, recibía el premio Nobel de Paz en Oslo. Lo hacía tras confirmar un acuerdo de paz con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y se tradujo como un espaldarazo internacional a un complejo proceso que trataba de desmovilizar a esta organización tras cinco décadas de lucha armada.
“Hay una guerra menos en el mundo y es la de Colombia”, presumía un exultante Santos. Seis meses después, cuando los focos ya no están puestos sobre el país suramericano, la paz no parece tan cercana. Primero, porque las FARC era solo uno de los actores armados de un complejo conflicto que involucra también a la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), a los paramilitares y a diferentes grupos criminales con capacidad bélica. Pero, además, la implementación de los acuerdos con las FARC, trancada por los incumplimientos del Gobierno, por sentencias judiciales y por las tensiones políticas preelectorales desatadas un año antes de las presidenciales de 2018, son un mal ejemplo para la negociación abierta con el ELN. La segunda guerrilla del país –numéricamente hablando– conversa en Quito (Ecuador) con el Gobierno desde febrero de 2017 en un proceso presionado por el tiempo y con una legitimidad mermada por el desinterés de una opinión pública abrumada por la corrupción, la pobreza, o la violencia social que azota a las principales ciudades del país.
La política en Colombia se hace sobre la base de una ley perversa: el que más patee los procesos de paz más puntos gana en las encuestas. Ese es el régimen con el que estamos negociandoPablo Beltrán (Israel Ramírez Pineda) es el jefe negociador del ELN en Quito. También es el tercero en la jerarquía de la guerrilla que liderara el sacerdote aragonés Manuel Pérez hasta su muerte en 1998. Su pequeña estatura (155 cm) y su voz suave no ocultan la dureza de un hombre que lleva algo más de 40 de sus 64 años en la lucha armada insurgente. Duda de este gobierno y mira de reojo el proceso que viven las FARC y, aunque confiesa las dudas que hay sobre estas negociaciones en el seno del ELN, asegura que ellos no se levantarán de la mesa. Preocupado por la utilización electoral de “la paz”, Beltrán está convencido de que “la política en Colombia se hace sobre la base de una ley perversa: el que más patee los procesos de paz más puntos gana en las encuestas. Ese es el régimen con el que estamos negociando”.
La mesa de Quito está en la segunda ronda de conversaciones y anunció hace dos semanas avances en el modelo para hacer pedagogía de paz y en un fondo internacional para respaldar estas negociaciones. Esos avances ahora están “congelados” y el ELN y el Gobierno se acusan mutuamente del enésimo fracaso. El tiempo es un factor determinante. Beltrán revela que el Gobierno ha comunicado plazos imposibles. “Eso nos lo han dicho en la mesa. Hay seis meses para encontrar resultados porque 2018 es el caos electoral y esta mesa va a estar constreñida y condicionada. De esos absurdos viven ellos…”.
¿Cómo ha vivido la delegación del ELN los nuevos plazos en la implementación de los acuerdos entre el Gobierno y las FARC?
Preocupados por los incumplimientos, porque no es una cuestión de más o menos orden del Gobierno, es un asunto de voluntad política. Nos preocupa que en esa élite gobernante hay como una competencia a ver quién le recorta más cosas a los acuerdos.
¿Y qué están aprendiendo de lo sucedido en La Habana y de la implementación?
Para nosotros lo que queda claro es que debe haber un cumplimiento simultáneo. Si la guerrilla cumple el Gobierno cumple y no esto de que la guerrilla cumple y el Gobierno allá por muy lejano ve si cumple… El problema es que si parece claro que la guerrilla es la que cumple primero y el Gobierno, después, entonces debe haber alguna capacidad de presión para que el Gobierno cumpla. Y el diseño del acuerdo debe apuntar a eso, que cada parte quede con capacidad de presión para que la otra parte cumpla. Como no hay confianza, ni hay buena fe, debe de haber algo más que la mera verificación.
Las FARC han advertido de que debe ser la sociedad civil la garante de la implementación de sus acuerdos. ¿Ustedes creen que la sociedad colombiana tiene capacidad real de presión?
Hay una realidad y es que la élite dominante y sus grandes empresas comunicativas han conservatizado al extremo a la opinión pública colombiana y se produce una gran manipulación a la sociedad. A la sociedad no le está llegando el mensaje de que estamos andando hacia una solución política; le está llegando que en la mesa [los guerrilleros] son tramposos, que hay fraude, que no están cumpliendo… y como esa es la imagen y la idea que siembran en la sociedad, pues es difícil que la sociedad diga: “Vamos a apoyar”. ¡Cuántos ceses unilaterales no hizo las FARC! Para nosotros es admirable que las FARC digan “nosotros vamos a cumplir así el gobierno no cumpla”, eso es de respetar, pero ni aún así sirve para crear confianza y respeto al proceso, porque se va contracorriente.
Entonces que el proceso de paz con las FARC y que las negociaciones con el ELN se estén produciendo a las puertas de una contienda electoral… tiene que aterrarles cada mañana cuando revisan la prensa colombiana…
Vea que estamos negociando con una coalición de Gobierno que lidera [Juan Manuel] Santos. Cambio Radical es de esa coalición y ahora se ha unido a [Álvaro] Uribe para decir que hay que patear la mesa [de Quito] y cerrarla. Si eso lo esta diciendo una parte fundamental de la coalición de gobierno y es de la misma opinión que la oposición de la extrema derecha, entonces qué le esperan a estos procesos de paz.
¿No temen ser el comodín de las elecciones?
Lo que sí sabemos es que somos como el tiro al blanco de las elecciones. El que más nos aporree como que ganará más. Esa es su estrategia política.
Lo que sí sabemos es que somos como el tiro al blanco de las elecciones. El que más nos aporree como que ganará más. Esa es su estrategia políticaUstedes han dicho muchas veces que no se van a levantar de la mesa. Pero… ¿quién garantiza que el Gobierno no se levante?
Pues ellos tendrán que responder. Nosotros, el mandato que nos han dado es: vayan a la mesa y no se levantan.
¿Y ustedes siguen en esa posición a pesar del contexto negativo que describen?
Pues claro.
¿Y si llega un gobierno nuevo y dice: ese no fue un acuerdo conmigo, fue con otro Gobierno…?
Eso ya nos lo han hecho durante un cuarto de siglo… Lo hemos intentado muchas veces. Todas las veces se intenta y el gobierno nuevo hace borrón y cuenta nueva. Nosotros tuvimos un proceso con Uribe en 2005-2007 y así quedó: en el sueño de los justos. No se tienen [los procesos] en cuenta para el siguiente… Por eso ahora estamos tratando de que se avance y de que haya una presión de la sociedad para que haya continuidad, tanto en la implementación del acuerdo con las FARC como en esta mesa con el ELN. El secreto para que esto funcione es que la sociedad participe desde el principio, la gente que participa toma en sus manos esto y lo va a defender. La participación no se puede quedar en una veeduría o en una garantía final.
Pensemos en lo peor: la mesa se levanta ¿Si tienen que seguir luchando con las armas, con unas FARC desarmadas, ustedes van a seguir?
Vea, si hay algo que nos ha enseñado este conflicto es a no asustarnos de nada. Nosotros siempre calculamos todos los escenarios, incluido el peor de los mundos. Hemos dicho que no nos vamos a parar de la mesa, pero si la otra parte no quiere… ¿qué hacemos? Para luchar por el cambio, ahí nos van a tener; para estar con la gente, ahí nos van a tener. Siempre va a haber urgencia de cambios y minorías que no quieran ceder sus privilegios, eso es lo que llevamos viendo 200 años. Esa es la realidad colombiana, aquí nos tocó nacer y aquí nos toco luchar, y somos conscientes de que lo que hagamos le preparan mejores condiciones a otras generaciones. Estas revoluciones son procesos largos y hay que echar las bases para que las futuras generaciones puedan seguir luchando en mejores condiciones por una Colombia más justa. Ese es el aporte que hacemos.
¿Se puede llegar en Quito a un punto de no retorno de aquí a las elecciones?
Les digo algo peor… el estimativo del Gobierno es que el plazo es sólo hasta diciembre de 2017. Eso nos lo han dicho en la mesa. Hay seis meses para encontrar resultados porque 2018 es el caos electoral y esta mesa va a estar constreñida y condicionada. De esos absurdos viven ellos…
El secreto para que esto funcione es que la sociedad participe desde el principio, la gente que participa toma en sus manos esto y lo va a defender¿Y ustedes creen que se puede llegar a qué…?
Hemos dicho que tenemos voluntad política, pero no estamos de acuerdo con negociaciones exprés. Son cosas muy determinantes las que estamos hablando que deben quedar muy bien hechas porque si no esto va a sanar en falso. En el inicio de la agenda pactada decimos: “Hay que trabajar con celeridad y rigurosidad”. ¿Adivinen quién puso cada adjetivo? Esa es la pelea de todos los días en la mesa. Ellos celeridad y nosotros: “¡Esperen!, hagamos estos bien hecho”.
Da la sensación desde fuera que el interés del Gobierno es el acuerdo humanitario y ya… los secuestros y poco más…
Les digo algo más grave. La obsesión de la extrema derecha es humillar a la guerrilla. De ahí se desprende que el modelo de ellos es de “pacificación”. Nosotros les hemos dicho: “Esperen un poco, este es un proceso de paz y la agenda tiene dos grandes propósitos, vamos a pactar trasformaciones que alteren y modifiquen las condiciones que generan la lucha armada. Ese es el punto uno y el dos es, listo, pongámosle fin al conflicto armado”. Pero los puntos de este acuerdo son dos y cada nada se lo tenemos que recordar al Gobierno porque sus negociadores en la mesa creen que el único objetivo es poner fin al conflicto armado, que se traduce en dejar las armas. Entonces cada nada toda acudir a la agenda y decirles: “Miren, aquí dice, en el punto tres, que hay que pactar unas trasformaciones…”.
¿Cree usted que para el Gobierno y la élite colombiana el ELN es una guerrilla de segunda?
Estas son guerras contrainsurgentes con operaciones psicológicas. Desde antes del Plan Colombia, la matriz comunicacional en términos de guerra era esta: cosas que hacía el ELN atribuírselas a las FARC y hacer ver que las FARC eran todo y que el ELN no existía. Con esto buscaban: a usted le agrandan su percepción de sí mismo y a los otros se la achican… eso no es de hoy. Llegamos ahora a los tiempos de la solución política y ocurre lo mismo. Para nosotros esa matriz ya no es noticia. Ahora, en las negociaciones, lo implementan de dos formas: una es que no quisieron que hiciéramos una negociación conjunta, divide y vencerás…
Cada nada toda acudir a la agenda y decirles: “Miren, aquí dice, en el punto tres, que hay que pactar unas trasformaciones…”¿Ustedes hubieran estado dispuestos a una negociación conjunta?
Claro, claro. Y segundo, cada vez que había crisis en el proceso con las FARC le daban realce al proceso con el ELN. Con la primera táctica trataban de imponer los acuerdos de La Habana a esta mesa de Quito. Les hemos dicho que no, que lo que traiga aquí el Gobierno de La Habana lo trae como propuesta suya y lo discutimos. Esa ha sido uno de los pulsos más fuertes [en la mesa de Quito] porque quieren aplicar el mismo modelo y la misma visión y nosotros le hemos dicho que hay otra agenda y que queremos desarrollar las cosas de otra manera.
¿Y los hombres y mujeres en el terreno, en los frentes de guerra, cómo ven el proceso?
Hay un consenso de que es muy importante buscar la solución política porque el momento que vive la sociedad colombiana es de un esfuerzo por pasar la página de esa guerra interna, y en el ELN tratamos de ser consecuentes con un lema que tiene muchas décadas: “Siempre junto al pueblo”. Y si el pueblo dice ahora que busquemos una solución política la vamos a buscar, por eso no nos vamos a parar de la mesa. Ahora, en el terreno los compañeros y las compañeras ven la maquinaria del régimen volcada contra nosotros, un despliegue y una masificación del paramilitarismo contra todas las zonas nuestras y las que dejaron las FARC, ven todas las imposiciones y exigencias que trata de impulsar el Gobierno en la mesa y claro, la gente tiene muchas dudas, pero ninguna de esas dudas los ha llevado a decir “mejor levantémonos”. Nadie ha dicho que por ello recojamos la delegación del ELN en Quito.
El cese bilateral que ustedes reclaman de forma permanente sería entre el Gobierno y el ELN pero… ¿qué hacemos con los paramilitares?
Eso lo tendría que responder Santos.
Pero ustedes tendrán una posición…
Es un cese al fuego de operaciones ofensivas, no defensivas. ¿Alguien en el terreno… si hay un cese y es atacado no se va a defender? Eso es lo primero, y lo segundo es que nosotros tenemos la disposición de que se haga el cese, e incluso que se empiece a preparar en vísperas de la visita del Papa, porque le daría a las conversaciones de la mesa en Quito un ambiente más tranquilo y ayudaría a que se implemente el acuerdo con las FARC y ayudaría a que la participación de la sociedad sea más masiva y sin tantos temores. Pero hago una pregunta, ¿si toda la maquinaria militar del régimen ya deja de pensar en atacarnos a nosotros no le llegaría el día en que ataque a los paramilitares por una vez? Ahí si que compro yo la primera banca para ver qué va a pasar.
Ahora, en el terreno los compañeros y las compañeras ven la maquinaria del régimen volcada contra nosotros, un despliegue y una masificación del paramilitarismo contra todas las zonas nuestras y las que dejaron las FARC¿Por qué creen ustedes que el Estado se niega a un cese bilateral?
Yo creo que esta implícito. Las fuerzas militares y el régimen están en una encrucijada… ¿cómo puede usted pactar unos acuerdos de paz y no rebajar ni los presupuestos de guerra, ni la maquinaria militar? Eso cómo se explica. El régimen esta muy afanado en buscarle empleo a esa maquinaria, por eso andan por ahí enredando en ver en qué los emplean; pero no se les pasa por la cabeza que este es el momento de reducir la maquinaria, de reducir los presupuestos de guerra. Ese es el problema político que tienen.
* * *
“¿Quiénes somos nosotros para hacer eso?”. Beltrán no quiere plantear un programa político de futuro ni nada que se le parezca. “Nosotros hemos dicho que no vamos a sacar ninguna receta para Colombia. No es que no tengamos alternativas, es que no nos interesa”, asegura el número tres del ELN, quien vuelve una y otra vez al “diálogo nacional”, no para lograr revoluciones negociadas: “No hablamos de maximalismos ni de socialismos: ¿cuáles son los cambios básicos urgentes del país? La gente que los diga y una vez los diga y los sintetice para eso hay un Estado que debe cumplirle. Claro… ponemos en duda que vaya a cumplir, ese es el reto: que cumplan y por eso planteamos que la implementación debe ser en simultáneo, en paralelo”.
¿No es lo que estamos viendo con las FARC?
Ese es el reto.
¿Es cierto que algunos disidentes de las FARC están pasando al ELN?
No. Ni ellos han pedido venir, ni nosotros les hemos pedido que vengan, y si vienen esa no va a ser la solución. Consideramos que hay que respetar el proceso que se ha iniciado con las FARC y una forma de hacerlo es no promover que haya disidencias.
La historia del ELN con las FARC da para varios libros, algunos de terror ¿Cómo están ahora?
Las conclusiones que sacamos del encuentro en La Habana [a principios de mayo] es que tenemos un grupo de confluencias, hay divergencias, por supuesto, pero vamos a trabajar por fortalecer las confluencias. Vamos a trabajar para que todas las expresiones de lucha por la paz se unifiquen, vamos a tratar de resolver a tiempo los problemas que surjan en las regiones, porque detrás de esos conflictos aparecen terceros operando y atacando para avanzar una guerra. Queremos atajar que cualquier asomo de fratricidio vuelva a prenderse. Buscar una línea de acción común y evitar enfrentamientos.
Estamos en un momento geopolítico bien delicado. Hay cantidad de expertos hablando de que Colombia podía ser la punta de lanza de una intervención en Venezuela…
El 18 de abril fue Santos y hablo con Donald Trump, el 19 lo recibió la bancada republicana y le dijeron que si el conflicto venezolano le afecta haga acciones militares disuasivas y que para hacer esas acciones militares cuente con el apoyo militar de Estados Unidos.
Y ahí… ¿cómo quedan ustedes, porque Venezuela ha ayudado mucho en los últimos años tanto al proceso con ustedes como con las FARC…?
Pero, además, el posicionamiento de la insurgencia en el cordón fronterizo es muy grande. Quiere decir que nos iríamos para el peor de los mundos: tratando de solucionar un conflicto interno nos vamos a ver involucrados en un conflicto internacional. Así de ‘Guatemala para Guatepeor’.
¿Descartan esa posibilidad?
Nosotros creemos que es posible.