Trabajo sexual
El cierre de los clubs reaviva el debate sobre prostitución

Tras la carta de la Ministra de Igualdad instando a las comunidades autónomas a cerrar los clubs de alterne, un agrio debate volvió a tomar las redes. ¿Es aún posible establecer diálogos y tender puentes desde distintas visiones sobre la prostitución, dentro de los feminismos?

Interior del Club Flowers
Interior de un prostíbulo en Madrid
28 ago 2020 06:00

A mediados de agosto, un goteo de noticias sobre positivos en clubes de alterne empezó a salpicar la crónica diaria de los contagios. En Alcázar de San Juan en Castilla la Mancha, o en Cox (Alicante), los brotes en prostíbulos pusieron bajo el foco espacios tradicionalmente invisibilizados y que, tras el fin del estado de alarma, habían retomado actividad sin ser molestados por las restricciones y cierres dirigidos al sector del ocio nocturno. La alarma fue seguida del cierre de los prostíbulos en Castilla la Mancha y, poco después, la ministra de Igualdad, Irene Montero, remitía una carta a las comunidades autónomas para continuar esta línea aduciendo a la necesidad de prever contagios. 

Tanto la decisión del Ministerio como la forma de justificarla ha generado una nueva ola de rechazo en un ámbito de disputa dentro de los feminismos. Por un lado se le acusa de poner por encima los criterios sanitarios respecto a la situación de explotación que se vive en los prostíbulos y, por otro lado, se le cuestiona la toma de una decisión que dejará en una situación de abandono y vulnerabilidad a las mujeres que se encuentran en estos clubes. La pugna no solo revela dos miradas distintas hacia la prostitución, sino que incorpora de manera explícita tensiones entre los miembros de Gobierno en este ámbito.

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El problema no es que cierren los clubes, sino que lo hagan sin ofrecer alternativas tras el desastre de gestión ocurrido durante el confinamiento y la exclusión deliberada de las trabajadoras sexuales del escudo social.

“Las disputas en el feminismo en torno a la prostitución vienen de antiguo, las pugnas políticas son más novedosas”, explica Rocío Medina. Esta profesora de Filosofía del derecho en la Universidad Autónoma de Barcelona y feminista pro derechos, señala una dinámica en auge: “El recrudecimiento de la disputa en torno a la prostitución dentro del Gobierno de coalición y en general en los espacios considerados de izquierda”. 

Para Medina, es necesario “hacer una reflexión seria sobre cómo se está utilizando la situación de un colectivo concreto y de su ausencia de derechos en las propias pugnas internas de las izquierdas. No solo del PSOE con Podemos, sino de lo que históricamente fueron las diferentes familias de Podemos”. Una instrumentalización de demandas y colectivos de prostitutas, alerta, que arrastraría el debate a la vorágine de las guerras internas de la izquierda.

Maria José Barrera, integrante de Colectivo de Prostitutas de Sevilla, expone su mirada sin rodeos: “En el movimiento feminista no hay debate, o al menos en Podemos ya se ha cerrado porque ya se ha encargado Irene Montero de posicionarse, y esto es lo que hay: abolicionismo”, afirma rotunda. Barrera enmarca este paso en el camino hacia un horizonte cercano en el que se irá imponiendo el abolicionismo: “Después de esto viene una propuesta No de Ley contra la Prostitución y se va a exigir el cierre permanente de los clubes, y a las compañeras no se les va a dar alternativa”, aventura, antes de manifestar su decepción ante “esas feministas de esa izquierda política con las que hace unos años, salíamos de aquí de Andalucía pidiendo pan, techo y dignidad y que hoy nos están dejando sin pan y techo, porque dignidad tenemos de sobra”.

Para Barrera, las necesidades de las prostitutas “a las que nadie ha preguntado” han quedado sepultadas bajo dos excusas: de un lado la emergencia sanitaria, presentándose a estas mujeres como fuente de contagio. De otro lado, los tira y afloja políticos: “Nos han vendido por un puñado de votos”, sentencia.

Algunas feministas abolicionistas se desmarcan de las estrategias y discursos que en nombre del abolicionismo se han desplegado en el último año. “Yo me identifico con un posicionamiento abolicionista en una mirada larga porque considero que la prostitución está atravesada por capitalismo y patriarcado. Creo que es una institución que debe desaparecer, dejar de existir, en cuanto está totalmente atravesada por una dominación masculina sobre el cuerpo de las mujeres”, afirma con claridad Mamen Romero. A esta psicóloga especializada en género le incomodan sin embargo formas y modos que cierto abolicionismo toma con el objetivo de avanzar en su agenda. “Hay algunos medios que se han convertido en fines en sí mismos, la cosa simbólica del cierre de los clubes me parece que está atravesada por muchas cuestiones ideológicas y políticas que no siempre son esa meta a largo plazo de la abolición de la prostitución”, sentencia.

“Parte de la dificultad del debate viene de dónde ponemos el foco, si en el corto plazo y las necesidades de las mujeres o si en el largo plazo y las consecuencias que esto tiene en la sociedad y la construcción de la masculinidad”

Para la abogada feminista Nerea García Llorente, “parte de la dificultad del debate viene de dónde ponemos el foco, si en el corto plazo y las necesidades de las mujeres o si en el largo plazo y las consecuencias que esto tiene en la sociedad y la construcción de la masculinidad”. Para García Llorente la construcción de una sociedad más equitativa en la que existan alternativas a la prostitución para muchas mujeres, pasa porque haya voluntad política, pero también, fundamentalmente, recursos económicos. 

García Llorente apunta a un horizonte sin prostitución porque considera que “existe una relación esencial y preocupante entre el consumo de prostitución femenina y la construcción de la sexualidad masculina heterosexual”, una sexualidad, señala, basada en la dominación. Sin embargo cree que es compatible defender políticamente el fin de la prostitución y no entrar a juzgar ni a decirle a las mujeres “qué hacer con su sexualidad o cómo ganarse la vida”.  

Retirar la mirada y el juicio de las mujeres y concentrar esfuerzos de análisis en los hombres consumidores de prostitución es otra forma de huirle a ciertas dinámicas. De esto sabe mucho Beatriz Ranea, quien ha investigado el perfil del putero. “Se ha tendido a invisibilizar a los hombres que consumen prostitución. Poner el foco en ellos no solo contribuye a visibilizar el privilegio masculino que supone el pago por acceder al cuerpo de mujeres que no les desean, sino que creo que es útil para abrir el camino tan necesario de reflexión sobre la masculinidad que se reproduce en los espacios de prostitución que es marcadamente patriarcal, racista y clasista”, defiende Ranea.

Es poniendo el foco en la figura del putero como Raena concluye que siendo la prostitución “un privilegio de la masculinidad que se sustenta sobre la cosificación y deshumanización de las mujeres”, esta no encaja en un horizonte feminista. Mientras prosigue con sus investigaciones, Ranea prefiere no incursionar en el debate mediático: “La situación actual me produce mucha tristeza y trato de no caer en las dinámicas patriarcales de señalamiento y enfrentamiento tan virulento entre diferentes posicionamientos”, zanja. 

las mujeres detrás del debate 

“¿Alguien les ha preguntado a las compañeras qué es lo que quieren hacer? ¿Si quieren dejar de trabajar en los clubs? Aquí nadie ha preguntado nada, se ha dicho que se echaba sin alternativa y punto, no se ha negociado nada”, se indigna Barrera, preguntándose por qué no ha habido este acercamiento a las mujeres, una escucha hacia sus necesidades ya antes de que llegara el covid-19 y durante la pandemia misma “si necesitaban recursos básicos, o no, en qué condiciones se encuentran, si están trabajando o no están trabajando, si están dando alternativas para dejarlo”.

García Llorente es crítica con la estigmatización derivada del modo en el que se ha presentado la medida. “Las razones ‘sanitarias’ vuelven a reproducir el mensaje de que ‘las mujeres contagian, son culpables’ y eso me parece preocupante. Si es una medida necesaria o útil no puedo valorarlo porque no tengo información suficiente a nivel epidemiológico”. Sí que considera que si se toman estas medidas es imprescindible acompañarlas de los recursos necesarios.

“No tenemos derechos como trabajadoras sexuales para cobrar un ERTE, sin embargo los empresarios pueden cerrar y pedirlo, y se piden ERTE para los camareros, para los de seguridad, para todo el que está por allí menos para nosotras”

Romero sabe bien de la escasez estructural de esos recursos, y ella que ha trabajado en asociaciones que hacían algún tipo de intervención con estas mujeres señala las herramientas a mano para apoyarlas como “limitadísimas”. “La mayoría son extranjeras sin documentación y no tienen acceso a nada. El acceso a derechos te lo da en nuestro país un empadronamiento, un NIE pero no tienen nada de eso”. Romero lamenta que con los cierres inmediatos “las pocas entidades que están entrando en los club a llevarles cosas, ya encuentran el acceso limitado, ya has blindado su ventana al exterior, y las dejas dentro. Es complicado porque ellas no pueden salir de allí de un día para otro, y el seguir estando allí sin ingresos implica en muchos casos aumentar la deuda”.

“No tenemos derechos como trabajadoras sexuales para cobrar un ERTE, sin embargo los empresarios pueden cerrar y pedirlo, y se piden ERTE para los camareros, para los de seguridad, para todo el que está por allí menos para nosotras”, cierra indignada Barrera. 

Contra los prostíbulos  

Objetar el cierre inminente de prostíbulos no implica que se apruebe su existencia, ni para quienes se posicionan desde el abolicionismo ni para quienes defienden derechos laborales para las prostitutas —posiciones no incompatibles como explican las entrevistadas—. De hecho, la crítica a estos espacios es común, aunque desde distintas perspectivas.

“Ha cambiado el modelo de prostitución en beneficio a la patronal”, recuerda Barrera, quien cita cómo con la regularización de los clubes de alterne con Felipe González en 1985, las whiskerías se veían emplazadas a dar de alta a las trabajadoras en la seguridad social. “Como no les salía a cuenta, porque tendrían que dar de alta a muchas, cerraron las whiskerías y abrieron los hoteles”, así las mujeres se convirtieron en huéspedes, que pagaban y pagan sumas considerables por el alquiler de la habitación, y “ahora hay también clubs en los que se está cobrando porcentaje, clubs que no tienen licencia de hospedaje y se nos permite pernoctar, a la policía nunca le ha importado si nosotras estamos durmiendo en un espacio seguro, sin embargo sí le preocupa que nuestras compañeras tengan papeles”, describe la situación.

En el Colectivo de Prostitutas de Sevilla no gusta el trabajo a terceros por todas estas razones, porque consideran que dentro de la alegalidad empresarios y Estado salen beneficiados. Sin embargo, afirma Barrera, trabajar para terceros es la realidad para muchas de sus compañeras. “Nosotras exigimos que no se nos vulneren nuestros derechos básicos mientras que luchamos hasta conseguir nuestros derechos laborales, porque son los únicos que nos van a reconocer nuestros derechos sociales y sanitarios”, recuerda antes de lamentar: “Es una vergüenza lo que están haciendo con nosotras”. 

Para Ranea, “los burdeles son los espacios de prostitución con mayor carga simbólica porque se constituyen como ‘clubs de caballeros’, son escenarios de sociabilidad masculina donde los puteros encuentran a mujeres disponibles mediante pago”. En este contexto, explica la investigadora, las mujeres se perciben como cuerpos-objeto disponibles para los hombres. Esta representación no deriva solo del servicio sexual sino de la manera en la que las mujeres deben mostrarse y actuar para ser elegibles. En definitiva, para esta investigadora, “el prostíbulo es un escenario de representación de la masculinidad hegemónica”.  

Ranea sí piensa que los prostíbulos deberían cerrarse, aunque recuerda que nada de esto debe hacerse sin recursos ni alternativas para las trabajadoras. Considera que este cierre disminuiría “el poder de la industria de la explotación sexual en el Estado español”.

¿Puentes?

¿Es posible entonces establecer alianzas que convivan con el debate sobre la prostitución? Pese a que como García Llorente o Ranea, Romero sigue viendo en esta institución un dispositivo patriarcal a combatir, cree que hay objetivos más inmediatos y observa con frustración las dinámicas de debate que se se dan en este ámbito. “Creo que ganar la batalla se ha convertido en un fin en sí mismo desde hace bastante tiempo, desde ambas partes, aunque creo que el abolicionismo, con todo el dolor de mi corazón, ha perdido el norte en más de una ocasión, como pasó en el 8M”, recuerda. 
“La protección a las víctimas de trata es algo que deberíamos trabajar conjuntamente estemos a favor o en contra de la prostitución si tuviéramos dos dedos de enfrente si estuviésemos más interesadas en que ganaran las mujeres que en que ganen nuestros ideales”

“Estamos siendo desahuciadas por un feminismo abolicionista, sin derecho a pan y techo”, explica Barrera por su parte. No obstante considera que es posible trabajar en conjunto, y critica la exclusión del colectivo de decisiones que les afectan: “Es increíble que no participemos en ningún espacio donde se hable de nosotras. Se habla de políticas públicas que nos afectan sin nosotras, se gestiona dentro de un feminismo sin nosotras”. La activista propone sentarse y articularse en torno a cuestiones que considera centrales: “La protección a las víctimas de trata es algo que deberíamos trabajar conjuntamente estemos a favor o en contra de la prostitución si tuviéramos dos dedos de enfrente si estuviésemos más interesadas en que ganaran las mujeres que en que ganen nuestros ideales, que es lo que está pasando ahora”. La agenda común se cerrararía para Barrera en “alternativas reales para aquellas que quieran dejar la prostitución y derechos laborales para quien quiera ejercerla. Es que no hay más”, zanja.

Con esta línea conecta García Llorente cuando apunta: “Creo que es importante separar las críticas a la institución de la prostitución con la experiencia o la práctica de la prostitución. Me gustaría pensar caminos para combinar una crítica a proxenetas y consumidores de prostitución con apoyos a las mujeres que están en el ejercicio”, aventura.

“Para mí, el puente clave ideológico y ético está en el feminismo, en entender que el feminismo parte de las realidades cotidianas de los cuerpos y de los colectivos y en ese sentido, si partimos de las necesidades reales más allá de las interpretaciones que hagamos de por qué ciertas personas han llegado a ciertos lugares, qué razones hay de fondo, si partimos de garantizar derechos en lo concreto y en lo cotidiano, para mí esa es la apuesta feminista”, defiende Rocío Medina. 

Para Medina es importante aclarar previamente que se habla de derechos de mujeres y no de derechos de la patronal, es ahí donde la mirada proderechos se separa del regulacionismo, que, aclara, “cuando se alinea con la patronal puede no ser feminista en absoluto”. Es desde una mirada proderecho que Medina piensa que se puede hacer puente con ciertos sectores del abolicionismo. “Esperemos que los puentes vayan por ahí, por un discurso que no parte de una moralidad preconcebida sino de una realidad concreta de necesidades y demanda de garantía de derechos, de abordaje de los problemas sociales”.

Para Ranea, el encuentro también parte de eludir ciertos modos y soportes de confrontación estériles: “Prefiero buscar lugares seguros para debatir y reflexionar sobre los encuentros y desencuentros que podamos tener y no perder el foco sobre el enemigo común, que no deja de ser el patriarcado, capitalismo y el racismo”, concluye.

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#68599
29/8/2020 10:34

Totalmente de acuerdo con el tono general del artículo.
Comparto con Nerea García Llorente el planteamiento del abordaje del problema a dos niveles temporales (corto y largo plazo) y en los objetivos a alcanzar en cada uno de ellos (ayuda global para las mujeres que ejercen la prostitución hoy –feminismo- y cambios socioculturales –también feminismo- encaminados a terminar con la prostitución –primordial poner el foco en puteros y proxenetas-).
Ahora bien, quisiera hacer algunas matizaciones.
En primer lugar, en el contexto actual de la pandemia de COVID-19, es una contradicción que se aconseje limitar los encuentros familiares, se decida el cierre de discotecas y bares de copas y sigan abiertos locales de intercambio de pareja y prostíbulos. Evidentemente, el cierre de estos locales por razones sanitarias, llevado a cabo por aquellas de nosotras que ahora tienen la obligación de tomar decisiones, trae consecuencias importantes sobre todas sus trabajadoras, más sobre aquellas cuya situación laboral es irregular, más sobre las que son migrantes, más aún para las que son mujeres y son dramáticas para las prostitutas.
Por otro lado, la hipotética (por mi deseada) regularización laboral de las prostitutas las incorporaría al sistema laboral con todas sus ventajas e inconvenientes, obligándonos a minimizar los últimos desde el feminismo y el derecho laboral para incorporar a estas trabajadoras al pacto social.
Para finalizar, me siento igual que Beatriz Lanea al ver como las diferentes maneras de hacer frente a un problema que todas reconocemos son tomadas como radicales diferencias (incluso morales) capaces de llevarnos al enfrentamiento y a la separación.
Y tal vez no sea el lugar, pero necesito escribir que me indigna, me entristece y me asusta ver que dentro de la izquierda, el progresismo o el término que queramos usar para denominarnos, una vez más los matices, para los que somos extremadamente sensibles, nos dividen. Quizá tenga esto que ver con la progresiva pérdida de votantes del proyecto Unidas Podemos.
Por favor, no olvidemos cual es el enemigo común.

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