Irene Sotos: “El trabajo de interna debería estar prohibido”

Irene Sotos, argentina de nacimiento y navarra de adopción, es activista de “La Rebelde”, la asociación de trabajadoras domésticas de Iruñerria, desde donde denuncian las condiciones laborales y la invisibilización del gremio.

Irene Sotos 2
Ione Arzoz Irene Sotos, activista de La Rebelde
19 nov 2017 12:55

Irene Sotos Erce se considera “navarra de ultramar”. Nacida en Zavalla, pueblito de Santa Fe, es hija de un electricista catalán y de un ama de casa pamplonica —originaria de Allo— emigrados a Argentina a primeros de los años cincuenta “huyendo de la miseria y de la amargura de la posguerra”. Fue maestra de Educación Infantil y también vivió de las gallinas de su pequeña granja. Cuando todo se vino abajo con el corralito de 2001, ya viuda, hizo las maletas y cruzó el charco con su hijo adolescente. Ahora es activista de “La Rebelde”, la asociación de trabajadoras domésticas de Iruñerria.

¿Qué tal el sueño europeo?
Primero fuimos a Tenerife. Un lugar horrible para vivir: allí la población se divide básicamente entre turistas y sirvientes de turistas. Estuve ocho meses trabajando. Primero en la cocina de un hotel, luego en una recepción por la noche y, por último, limpiando habitaciones, o sea, de kelly. En este último sitio necesitabas diez u once para acabar la tarea. Por supuesto, las horas-extra de laburo no se pagaban. Y añádele que sin coche en las islas estás jodida porque el transporte público allí es muy malo: yo tenía una hora de ida al complejo residencial en la guagua y otra hora de vuelta.

Al final lo dejaste...
Te van chupando la sangre, te vas agotando y, luego está la gota que colma el vaso. Un día me tocó hacer 22 apartamentos, con su dormitorio, cocina, salón, baño y terraza cada uno, y cuatro salidas, que es cuando la gente se marcha y hay que dejarlo todo relimpio para los nuevos clientes que entran. Al acabar aquella jornada interminable, entre lágrimas, me dije: “antes duermo debajo de un puente con mi hijo que volver aquí”. Aquello no tenía solución. Pedí ayuda a la familia, una prima lejana me tiró un cable, y me vine a Pamplona en agosto.

¿A mejor o a peor?
Una diferencia abismal con respecto a Canarias: este no es un lugar al servicio de los visitantes. Además, se parece al clima pampeano que hay en mi tierra. Aquí hay cambios estacionales, como allí. Por otra parte, yo soy de campo y me encanta ver tantos árboles, plantas y flores. Y, por cierto, me sigue llamando la atención la cantidad de bibliotecas públicas que hay por todos lados.

Entonces, ¿bien por Iruñea?
Si tienes un buen trabajo, yo diría que Pamplona es un lugar cómodo y agradable para vivir. Yo primero estuve una temporada en la cafetería del Hospital de Navarra. Luego cinco años en la limpieza del Colegio de la Compasión, en la Rotxapea...

¿Con las monjas modernas?
Si, bueno, no sé. Fumaban. De todas maneras ahora ya no están porque lo vendieron. Pero tengo que decir que las condiciones no eran malas. Más tarde me he dedicado a cuidar personas mayores. Ahí me ha tocado un poco de todo. Mi hijo y yo nos vamos arreglando para vivir, aunque es difícil porque nuestro piso de La Milagrosa cuesta 525€ al mes de alquiler y él está en paro.

¿Por qué los cuidados están tan mal remunerados?
Sin organización no hay nada que hacer y eso en nuestro gremio no es fácil. Es una tarea sin prestigio social. Ninguno. La gente lo hace cuando no tiene otra cosa, y considera que es circunstancial en su vida, ¡incluso personas que llevan 10, 15 o hasta 20 años! Da igual: creen que en cualquier momento se van a ir de ahí. Entonces, piensan “¿para qué voy a luchar por esto?”. Y, mientras tanto, siguen en el pozo.

Nuestro régimen especial de cotización a la Seguridad Social no incluye el derecho al paro. Somos invisibles.

¿Cuáles son las reivindicaciones de “La Rebelde”?
Para mí hay dos principales. Una, más ideológica, es que el trabajo de interna no debería existir. Debería estar prohibido. Se trabaja de lunes a sábado por la mañana, o a sábado al mediodía. Todo el día en el tajo, menos las dos horas de descanso. Una jornada de 22 horas. Dependiendo de las necesidades del cliente puedes tener que estar disponible hasta 120 horas a la semana. Y es muy habitual que tengamos 60, 70 y 80 horas de trabajo real.

¿Cuánto pagan a las internas?
Lo habitual es cobrar entre 800€ y 900€. Se puede llegar a 1.000€ pero eso hoy en día ya es raro. Alojamiento y manutención incluida. La servidumbre del siglo XIX en el siglo XXI. No somos una prioridad para nadie porque somos mujeres adultas, pobres, e inmigrantes.

Bueno, el otro día se publicó que la mitad son nacidas aquí...
Sí, lo leí, pero creo que ese dato está tergiversado. Hay compañeras que van obteniendo la nacionalidad española poco a poco y por eso aumenta el número de “nativas” pero la realidad es que hay pocas autóctonas.

¿Y cuál es la otra demanda?
Nuestro régimen especial de cotización a la Seguridad Social no incluye el derecho al paro. Somos invisibles, como los tres millones de amas de casa que hay en el Estado español. La ley las considera población inactiva. ¿Inactivas? Hay que joderse...

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