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Sanidad pública
Hipocresía, deshumanización y ansiedad, el día a día en Urgencias del Hospital de Cruces
La sanidad pública está en peligro. Por eso, para el 25 de febrero se han convocado movilizaciones que partirán desde diferentes puntos del País Vasco: Sagrado Corazón (Bilbao), la Plaza de la Virgen Blanca (Gasteiz) y el Boulevard (Donostia). Todas saldrán a las 12 de la mañana. El objetivo de estas concentraciones es claro: defender la sanidad pública luchando juntos la plantilla de Osakidetza, movimientos sociales, sindicatos, asambleas y la ciudadanía.
Uno de los departamentos que vive una situación crítica y que se enfrenta cada día a un nivel de estrés inhumano es el servicio de Urgencias. En concreto, el del Hospital de Cruces, que no solo protesta por la carga de trabajo y la necesidad de personal que eso conlleva, sino porque son conscientes de que no están dando un servicio de calidad a los y las pacientes que acuden a ellos en busca de una solución para mitigar su dolor.
“Cada tarde tenemos una media de ocho pacientes en los pasillos y no tienen ningún tipo de intimidad”, explica la enfermera Udane Martín.
El equipo de enfermería, de auxiliares de enfermería y de celadores ven personas, pero saben que las condiciones en las que atienden en Cruces a sus pacientes son, a veces, deshumanizantes: “Cada tarde tenemos una media de ocho pacientes en los pasillos, porque no hay boxes suficientes, y a estos les tienes que quitar ropa o ponerles la chata para orinar sin intimidad. Como mucho se pone un biombo y, claro, lo que este cubre…”, explica impotente la enfermera Udane Martín. Sin embargo, la dirección, en palabras de algunas personas miembros de la Asamblea de Urgencias de Cruces (más conocida como Gurutzetako Larrialdetako Asanblada - GLA), ve números y no seres humanos.
Indignación en Urgencias
Haizea López y Udane Martín son enfermeras en las Urgencias de Cruces, María Iglesias es auxiliar de enfermería y Ricardo Sánchez y Luis Álvarez son celadores. Estos no son sus nombres reales. Explican los problemas a los que se enfrentan bajo un pseudónimo por miedo a las represalias que la Dirección de Enfermería pueda tomar contra ellos. Además, comparten que son miembros de la GLA, que llevan décadas trabajando para Osakidetza y que están hartos de cómo están tratando la sanidad pública en general y al servicio de Urgencias en particular. Y, pese a sus reivindicaciones, iniciativas y su lucha incansable, alguno ve con pesimismo el futuro, al ser rechazadas todas sus peticiones y ver cómo, poco a poco, los servicios de la sanidad pública se están externalizando y privatizando.
“Estamos quemadas/os” es uno de los eslóganes que usan en sus concentraciones, con el que han hecho chapas y pañuelos de color naranja para que no se olvide su lucha. Ha pasado tiempo desde la primera vez que gritaron al unísono lo mal que estaban y, sin embargo, parece que la situación, lejos de mejorar, empeora: “Lo triste es que parte del equipo ha perdido la ilusión de poder mejorar las cosas”, comparte la enfermera Martín, “y eso desanima y genera impotencia, aunque también entiendas el motivo de la desesperanza”. Es el sentimiento general del personal de urgencia, algo que, sin querer, transmiten a los pacientes cuando son atendidos: “Lo que más rabia nos da es que, inevitablemente, trasladamos a las personas enfermas y a sus acompañantes ese estrés y agobio, cuando es importante transmitirles calma y sosiego”, confiesa la enfermera López.
Los motivos de este hartazgo son unánimes. La Dirección de Enfermería no escucha. Además, sienten que con las respuestas que obtienen se burlan de sus “lógicas y coherentes” peticiones. “Necesitamos aumentar la plantilla fija y formaciones específicas”, reivindica el celador Álvarez. Y en lugar de eso, ponen personal días sueltos en el hospital y los fines de semana reducen el número de trabajadores: “He preguntado a todo el mundo, encargados, dirección de enfermería, de personal, en qué se basan para quitar gente cuando la cantidad de trabajo es el mismo, sino mayor, porque se multiplican los accidentes deportivos, de tráfico, en los parques, etc.”, continúa. Sin embargo, es algo que se ha hecho “siempre” y, aunque las situaciones no son las mismas, no toman medidas para solucionar los cambios. “Contratar más gente supone dinero y de lo que se trata es de ahorrar. Todo lo que suponga gastar es imposible de conseguir”, termina Álvarez malhumorado.
“Contratar más gente supone dinero y de lo que se trata es de ahorrar. Todo lo que suponga gastar es imposible de conseguir”, protesta el celador Álvarez
“Y a la hora de las contrataciones, es importante crear listas específicas públicas, para que nadie se cuele en la lista o haya personal enchufado. Además, deberían ser personas que estén preparadas. También deben ofrecer una formación de calidad y específica y hacer simulacros para saber reaccionar frente a todas las situaciones”, reclama Iglesias, auxiliar de enfermería. Es cierto que ahora hay más formaciones desde que empezaron a exigirlas, pero, según López, “están mal planteadas”. “Ofrecen formaciones que no siempre tocan, porque hay mucha demanda. No obstante, no son lo que pedíamos, pues las queremos presenciales y dentro del horario laboral. No llegar a casa después de un turno demoledor y ponerte a estudiar para no desconectar”, se queja Udane Martín.
Incoherencia e hipocresía en la Dirección de Enfermería
En cuanto al aumento de plantilla, en la actualidad, parchean el problema, de vez en cuando acude alguna persona a la Urgencia, pero esta no sabe cuál es su trabajo, no sabe dónde están las cosas ni cómo es el hospital. Y, debido a eso, les toca a los propios trabajadores formar a los nuevos, aunque solo estén allí un día, por eso, exigen personal “de larga duración y no eventuales”, señala el celador Ricardo Sánchez. “Lo indignante es que a muchas de esas personas las mandan a servicios que desconocen, porque no han sido formados para estar ahí. Estas han dicho a la dirección que no podían acudir, por no tener los conocimientos necesarios y la respuesta ha sido que vean vídeos de YouTube para aprender a hacerlo. ¿Qué clase de mente puede decir eso? Hablamos de intentar sanar y disminuir el dolor de seres humanos, el cómo hacerlo no lo debería explicar Internet”, indican con enojo y asombro Martín y Álvarez.
“Si el personal nuevo no tiene los conocimientos necesarios, la respuesta de dirección es que vean vídeos tutoriales de YouTube”, enfermera Martín
Esta no ha sido la única respuesta que ha consternado a la plantilla de Urgencias, porque, según el celador Álvarez, sueltan “esas perlas” a menudo. En más una ocasión, han recibido un “si no os gusta cómo funcionamos, ya sabéis dónde tenéis la puerta”. “Aguantamos, pero muchos veteranos están dejando sus puestos de trabajo, porque no pueden más”, explica. María Iglesias, auxiliar de enfermería, se desespera y enfada cuando, la dirección, “la misma que ignora nuestras peticiones”, va a Urgencias con su tarjeta diciendo que es jefe o encargado de alguna sección esperando “un trato mejor y más rápido”, en lugar de entrar y esperar como el resto de pacientes.
Ansiedad, insomnio y depresión
Ricardo Sánchez, celador, confiesa que, cada día, viven “un tsunami sanitario” y eso tiene consecuencias físicas y mentales: “Nos afecta mucho. La ansiedad y el insomnio es algo con lo que convivimos. Y esto provoca que el número de bajas y el rechazo al trabajo aumenten”. Su compañero Álvarez corrobora sus palabras: “Yo estoy mal. Tengo un estrés con el que es imposible estar y la tensión la tengo disparada”. Las otras entrevistadas entienden la situación de sus compañeros: bajas, reducciones de jornada, traslados… lo necesario para recuperar la calidad de vida y la salud mental que las condiciones laborales les estaban haciendo perder.
Udane Martín, sin embargo, cree que hay menos bajas de las que debería, porque hay mucha automedicación al sentir que están en un ambiente laboral “inaguantable”. Explican que las bajas, sobre todo, se ven entre las personas veteranas, pero consideran que ese es uno de los objetivos de la Dirección de Enfermería. “Los que tenemos una edad ya no podemos con ello y creo que es premeditado. Prefieren gente joven, que está aprendiendo, que son eventuales y tienen miedo a las represalias, a que no les llamen y bastante tienen con eso como para plantearse el activismo”, declara Álvarez. “Entonces piensan reventarnos unos pocos años más, hasta que nos marchemos y lleguen otros. Y luego exprimir a la gente joven hasta que se vaya porque no puede más”, concluye.
“Echar a las personas veteranas, a las que controlan en Urgencia, las que saben hacer frente a cada situación, las que saben cómo funciona todo y cuáles son las mejoras que hacen falta. Esas personas que generan problemas y se vuelven molestas. Esas son a las que la dirección hace irse”, resumen. Dan vueltas al quién es el culpable o culpables de que la sanidad esté enferma, pero ni siquiera ellos lo tienen claro. La Dirección de Urgencia, la de Enfermería, la dirección general de Cruces, la consejera de Salud del País Vasco, la ministra de Sanidad… “En mi opinión, en Cruces son marionetas. Los hilos se manejan desde más arriba. La Dirección de Enfermería está dispuesta a hacer el trabajo sucio y como todos los que trabajan ahí están puestos a dedo, cargos de confianza lo llaman, pues en el momento que das problemas te echan y traen a otra persona”, piensa Álvarez.
“Las personas veteranas generan problemas y se vuelven molestas. Esas son a las que la dirección hace irse”, resume GLA
Una opinión que es compartida por alguno de sus compañeros y compañeras. “Es una cadena de culpables, responsables y cómplices de la situación. Unos por no darle la importancia que tiene, otros porque tienen intereses en invertir en la sanidad privada y sacan sus propios beneficios… Por lo tanto, el problema va desde nuestra dirección más cercana, que creemos que no pelean por nosotras como deberían, y de ahí toda una escalada hacia arriba”, explica Martín. El celador Sánchez parece que lo tiene más claro: “En nuestro caso, el culpable directo es la dirección de Enfermería, porque la de Urgencias decía que estaba de acuerdo con nuestras peticiones, pero que no les correspondía atenderlas. Dijeron que lo lucháramos nosotros”.
Presupuestos indignantes
La enfermera López añade un nuevo matiz, que trae conflictos al personal sanitario y la ciudadanía: “El presupuesto de la sanidad pública asignado para 2023 ha descendido en 20 millones de euros, respecto a la cantidad gastada en 2022, cuando se está solicitando, desde el hospital, una inversión en recursos materiales y humanos”, afirma López. Inversión que deniegan, porque para la dirección ahorrar es prioritario. “Sabemos que contratar personal es algo que pueden afrontar económicamente, pero no lo hacen. En sanidad no se debería ahorrar y menos a costa de dar un servicio de mala calidad. No hay beneficio económico en Osakidetza, el objetivo no es ese, pero por eso quieren ir externalizando servicios”, afirma Sánchez. La enfermera Haizea López le da la razón: “Somos conscientes de que contratar personal supone dinero al Gobierno vasco. Sin embargo, creemos que el ámbito sanitario, igual que el social y el educativo son importantes y que la mayor parte de los presupuestos deberían asignarse a estos”, comparte. “Por otro lado, llama la atención que durante muchos años la dirección ha presumido de no haber gastado el presupuesto completo que tenían dirigido para sanidad, diciendo que lo han ahorrado, cuando una buena gestión sería invertir ese dinero en los recursos que se necesitan para poder mejorar y paliar errores”, concluye.
“Vamos hacia la privatización de la sanidad. El pobre se morirá y al que tenga dinero le atenderán. No hay otra explicación a la situación de Osakidetza. La están dejando morir”, denuncia el celador Álvarez
Todo esto parece tener como principal objetivo privatizar la sanidad. “El negocio de los seguros privados está en auge y comprendo que cuando hay que esperar horas en Urgencias, semanas para la Atención Primaria o meses para pruebas urgentes u operaciones se acuda a un médico o especialista privado. Sin embargo, me parece que nuestros políticos se están valiendo de la desesperación de la gente por cuidar de su salud para privatizar servicios públicos”, señala López. No es la única que piensa así. De hecho, el celador Luis Álvarez es pesimista en lo que respecta a la sanidad pública: “Vamos hacia la privatización de la sanidad y si somos realistas la ciudadanía no va a poder hacer frente a esos costes. El modelo a seguir, tristemente, será la sanidad norteamericana. Claro que el pobre se morirá y al que tenga dinero le atenderán. Sinceramente, no encuentro otra explicación a la situación actual de Osakidetza. La están dejando morir”.
Y, pese a todo, esos no son los únicos problemas o preocupaciones del personal sanitario de Urgencia. De nuevo, las oposiciones se aproximan. Algo que consideran inexplicable cuando aún no están resueltas las de 2018-2019. Algunas de las personas de la GLA tienen plaza asegurada, pero otras se tienen que presentar por cuarta o quinta vez al examen. Algo que también les enfada porque, además de trabajar en un entorno hostil, deben preparar un examen que ofrece “un número de plazas irrisorio” para cubrir lo que, en realidad, hace falta. Sí, el ambiente en Urgencias está caldeado. El personal está cada vez más indignado y, pese al no ver cambios, y sentir que sus superiores se ríen de ellos, siguen en pie para seguir reivindicando esas mejoras que son las que luego salvarán vidas, porque como dice Iglesias, parafraseando un famoso haiku: “Si no es hoy, cuándo, y si no somos nosotras, quién”.