Salud
El sistema sanitario ante el sufrimiento social, ¿vemos el cuadro entero?

La medicina actual tiende a clasificar como enfermedades problemas de índole social creados por la precariedad y la pobreza. Tenemos la obligación ética de preguntarnos dónde es más eficiente y equitativo poner los pocos recursos con los que cuenta el sistema.

Clara Benedicto Subirá
Es integrante del Colectivo Silesia.
13 dic 2017 06:01

Si el concepto de salud es algo que trasciende a la ausencia de enfermedad y tiene que ver con cómo nos percibimos, cómo nos relacionamos, y cómo vivimos en común, podemos reflexionar que no todo lo que lo atraviese será sanitario. Esta conceptualización conecta tanto con el cuerpo como con nuestra subjetividad y nuestros contextos.

Paula tiene 39 años, está separada, tiene dos hijas de 15 y siete años. No trabaja y hace tiempo que se le acabó la prestación por desempleo. Cobra la renta mínima de inserción, que son algo más de 500 euros con los que se mantienen las tres. Lleva unos seis meses sin pagar el alquiler, y le ha llegado una carta de aviso de desahucio. Siente angustia, palpitaciones, ganas de sentarse en un rincón y llorar. Pasa las noches despierta mirando a la puerta mientras sus hijas duermen por si vienen a por ellas. Cualquier ruido la sobresalta y dice que grita sin motivo. No ve salida a su situación.

Según el DSM-V (la clasificación de diagnósticos psiquiátricos que se usa en la actualidad) después de dos semanas con estos síntomas Paula podrá recibir un diagnóstico de trastorno ansioso-depresivo. Este marco teórico se centra en describir enfermedades basándose en la confluencia de determinados síntomas en una persona, durante un período de tiempo que cada vez es más corto. Y mirando la realidad de Paula por esta mirilla, es el sistema quien nombra su sufrimiento como algo interno e individual, y por tanto le ofrece formas de controlarlo sanitariamente; es decir, psicoterapia, o fármacos antidepresivos y ansiolíticos, o ambas cosas.

Cuanto más profundice Paula en el sistema sanitario más le transmitimos que su problema es médico, que hay algo en ella que funciona mal y precisa de ayuda profesional para arreglarlo

Sin embargo, no hay evidencia científica con la que trazar una línea entre la angustia provocada por una situación vital difícil y la enfermedad tal y como la entendemos en medicina. Ni pruebas de que exista una base biológica para los trastornos mentales. Las clasificaciones que usamos se basan en consensos de expertos con una larga lista de conflictos de interés que deciden qué es psicológicamente normal y qué es patológico. Mientras, en la zona gris se encuentran los sufrimientos por el duelo, la soledad, la hiperactividad de los niños, la ansiedad por la incertidumbre vital. Pero dado que es improbable que Paula sufriese como lo hace si tuviera seguridad económica, un trabajo digno o una vivienda con la que contar, podríamos decir que el origen de su mal es más social que individual, y este enfoque del problema nos llevaría a buscar soluciones por derroteros muy distintos.

Decía el epidemiólogo Geoffrey Rose que, si los principales factores que determinan la salud son sociales, también deben serlo los remedios. Pero si Paula pide ayuda a un sistema sanitario debilitado por las mismas políticas neoliberales que la oprimen a ella, probablemente recibirá un marco de interpretación de su sufrimiento basado en modificar sus neurotransmisores cerebrales y en ayudarla a relajarse y gestionar sus emociones negativas. Cuanto más profundice en el sistema sanitario más le transmitimos que su problema es médico, que hay algo en ella que funciona mal y precisa de ayuda profesional para arreglarlo.

Se plantea, y con razón, que la gente cada vez toma más psicofármacos: lo piden muchas personas que han perdido la tribu y la paciencia y desean estar bien ya

Pero estas intervenciones individuales y centradas en lo biológico no sólo tienen un coste en efectos secundarios y dependencia de fármacos y psicólogos. También corren el riesgo de generar sujetos bien adaptados a una sociedad enferma y cada vez más desigual, en lugar de utilizar su rabia como motor de cambio social y su miedo para buscar espacios en común.

Se plantea, y con razón, que la gente cada vez toma más psicofármacos: lo piden muchas personas que han perdido la tribu y la paciencia y desean estar bien ya, lo pide el mercado laboral que necesita trabajadores que mantengan la máquina en marcha, lo pide nuestra sociedad capitalista que enfoca la salud como un bien de consumo, lo piden titulares de periódicos y publicidades (poco) encubiertas, lo pide el ritmo implacable de nuestras vidas que no permite parar ni cuidar(se). Y profesionales con poco tiempo y una cola de sufrientes en la puerta extendemos la receta como mal menor, parche liberador de anestésicos que en el mejor de los casos genera un estado de ánimo que posibilita trabajar el cambio, y en el peor no sirve para nada, o incluso revictimiza a las personas.

También la atención psicológica que a menudo se nos presenta como alternativa a la pastilla corre el riesgo de caer en la sanitarización y puede no mejorar e incluso empeorar al paciente; por tanto, como cualquier intervención sanitaria es necesario valorar cuándo y cómo se lleva a cabo y hacerlo con prudencia y respetando el principio de primero, no hacer daño.

A Paula le duele su vida y eso afecta a su salud, pero las causas (y las causas de las causas) no son sanitarias. Quizás mientras trabajamos para caminar hacia una sociedad más justa donde se preste atención a los determinantes sociales de la salud haya que acompañar a personas como Paula también desde el sistema sanitario (porque en la sociedad en que vivimos la validación médica del sufrimiento tiene ventajas sociales y legales). Pero el nombre que acordamos ponerle a su experiencia tiene el enorme poder de configurar tanto los recursos disponibles como su sentido biográfico y el lugar social que este sufrimiento ocupa.

Especialmente en un contexto de recursos limitados, tenemos la obligación ética de preguntarnos dónde es más eficiente y equitativo ponerlos. Y para ello es necesaria una reflexión más allá del síntoma, donde se vean las raíces y el cuadro entero.

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S
3/5/2018 7:30

El problema no es individual ni medico es politico en esta sociedad neoliberal con un capitalismo brutal al que no le interesa señalar que la salud va intrinsecamente unida a unas consdiciones politico, sociales y economicas si no que son causas individuales

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#5000
17/12/2017 10:20

Todos son recetas incompletas los determinantes que malvadamente producen el malestar sólo se resuelven "a priori" con una política democrática auténtica. Esaces la que trabaja teniendo en su objetivo a las personas y sus necesidades. ¿ Y cómo ? Con una fiscalidad justa redistributiva que obligue a su vez a la creación de empleo; unos Servicios Públicos bien dorados, esqueleto saludable de una democracia; regularización de tido tipo de prebendas y anacronismos para estamentos innecesarios; tida la riqueza al servicio del país (CE) y no todo el país al servicio de la riqueza.

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Fernando
16/12/2017 12:22

Hola Clara! En la sala de espera de la consulta h con revistas, en breve irá llenando de artículos tan int

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#4876
15/12/2017 21:57

El articulo me parece interesantisimo,pero como no se tiene en cuenta el Trabajo Social

Este articulo me parece de lo mas interesante pero creo que se ha obviado el Trabajo Social tan importante para poder trabajar con estas personas.Seria muy enriquecedor que varias disciplinas como las que se mencionan trabajaran en equipo.
Para afrontar de forma integral estos problemas ademas de aumentar los recursos sociales.

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Clara Benedicto
18/12/2017 0:37

Totalmente de acuerdo en la importancia capital de los Servicios Sociales, anónima.

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María Antonia Martín.
15/12/2017 8:56

Magnífico artículo q vuelve a enfocar la salud de forma biopsicosocial, pero como el aspecto psicológico y social son más abstractos, menos medibles objetivamente y difíciles de tratar por las múltiples variables relacionables que influyen y q habría q trabajar coordinadamente con otra servicios, resulta más fácil abordar la enfermedad desde lo biológico aplicando la medicación q continúa enriqueciendo a una industria farmacéutica que obtiene unos beneficios muy considerables

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Juan Antonio Garcia Pastor
15/12/2017 6:51

Realmente no es desigualdad o inequidad de los recursos.
Es ausencia de prestaciones o recursos sanitarios para afrontar, ni de forma individual ni de forma integral, de los determinantes sociales de la salud

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Alejandro Bello
14/12/2017 20:45

Hola, Clara, gracias por el artículo. Seguramente haya llegado el momento de asumir que muchas de las posturas que teníamos en las izquierdas sobre la salud mental (y por ende la felicidad) eran menos excluyentes de lo que parecía. Que luchar por una buena sanidad no es excluyente con luchar por la autogestión de la salud. Que reconocer la importancia del apoyo social no es incompatible con reconocer el enorme potencial de trabajarse una misma la capacidad de aceptar la sensación sentida de cada experiencia emocional. Que el rigor científico no es incompatible con una perspectiva humanista del sufrimiento. Que la felicidad, al cabo, puede ser compatible con la esperanza de transformación de la realidad. Si a alguien le interesa esta perspectiva, puede consultar la obra Política integral, de Igor Ahedo e Izaro Gorostidi. Saludos afectuosos

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José Martínez Carmona
14/12/2017 14:49

Sra. o Srita Clara, sí nos hemos entendido en casi todo, salvo en la conclusión que continúa pareciéndome más la de un político institucional (de "izquierdas" o de derechas) intentando justificar los recortes sanitarios que le impone el sistema.

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José Martínez Carmona
14/12/2017 7:58

¿Por que no preguntarse qué régimen social, qué sistema político limita los recursos y los reparte beneficiando a la plutocracia dominante en vez del mensaje resignado de le artículo que insinúa el recorte de los recursos limitados sea a los enfermos ENFERMOS, sea a los ENFERMOS SOCIALES?
La descripción de la enfermedad de origen social del principio es objetiva; la conclusión sugiere discriminar a los enfermos en vez de luchar contra las causas de las enfermedades.

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Clara Benedicto
14/12/2017 11:35

Pues entonces es que no nos hemos entendido nada. El artículo reflexiona sobre esto, y que el sufrimiento de origen social debe ser resignificado hacia lo social, y no hacia la enfermedad; y por tanto allí (en políticas sociales, en mejorar y promover las redes propias, en un sistema más equitativo, y no en más médicxs o más psicólogxs) deben centrarse los recursos. Lo cual es la tendencia contraria a la actual.

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matriouska
13/12/2017 22:00

Qué enfoque más interesante. Las causas y las causas de las causas, prioridades, recursos... Gracias por el magnífico artículo para reflexionar.

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