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Portugal
Pilar del Río: “Queda por construir la Portugal del siglo XXI, hasta ahora solo se han puesto parches”
Portugal celebra elecciones generales este domingo. Pilar del Río, española de origen, nacionalizada portuguesa, viuda del Premio Nobel de Literatura José Saramago, defiende la gestión del Gobierno de geringonça y pide la repetición del pacto, esta vez en coalición.
El gobierno a la portuguesa, ese que sobrevoló como posible modelo las negociaciones frustradas entre PSOE y Unidas Podemos, se enfrenta a su particular reválida el domingo 6 de octubre, en las elecciones generales que celebra el país vecino.
Brevemente: en las elecciones generales de hace cuatro años, ganó la derecha liderada por el PSD (Partido Social Demócrata), pero sin mayoría absoluta. Tras apenas diez días de Gobierno, la izquierda llegó a un acuerdo para presentar una moción de censura y subir al poder: en una Cámara de 230 escaños, António Costa, del Partido Socialista (86 escaños) se convirtió en presidente gracias a los votos del Bloque de Izquierdas, liderado por Catarina Martins (19 escaños) y la coalición formado por el Partido Comunista, con Jerónimo de Sousa como cabeza visible, y el Partido Ecologista (17 escaños).
No hubo gobierno de coalición, sino un pacto que obligaba al Gobierno al cumplimiento de una serie de medidas —entre otras, subida del salario mínimo, de las pensiones y de las prestaciones por hijos, fin de las privatizaciones, reforma fiscal o reducciones en las matrículas universitarias— y que, a la vez, permitía a sus aliados ejercer la oposición y mantener su identidad en el resto de asuntos.
Cuatro años después, la acuñación de la expresión “milagro portugués” parece respaldar su gestión, así como la apropiación por la izquierda, ahora con orgullo, del calificativo “gobierno de geringonça” (chapuza) con que se trató de desprestigiar aquel pacto.
Pilar del Río (Granada, 1950) es periodista y traductora y presidenta de la Fundación José Saramago. Casada con el escritor desde 1988 hasta su muerte en 2010, ese año adquirió la nacionalidad portuguesa y fijó luego su residencia en Lisboa.
Hace unas semanas, firmó un manifiesto junto a una treintena de personajes públicos (escritores, periodistas, músicos, actores y actrices, académicos) que defendía la gestión del Gobierno durante estos cuatro años y pedía expresamente la repetición de la geringonça. “Solo podemos como votantes sin partido —se afirma en la declaración— hacer lo que hicimos hace cuatro años: asegurarnos de que el PS (Paridos Socialista) dependa de quienes están comprometidos con causas sociales, ambientales, políticas y económicas, sin mayorías absolutas”.
¿Por qué razones deberían los portugueses apostar por la continuidad?
Son obvias. En una situación difícil como esta coyuntura que estamos viviendo, en lo económico, en lo social, con los retos que tenemos encima, climáticos, de derechos, de fortalecimiento ante el sistema, nos parece mejor un gobierno que atienda a distintas posiciones, que sume, aunque cada opción tenga que ceder en algunos de sus proyectos para acordar otros.
Alguna vez ha dicho que, tras el pacto, la gente salió a la calle sonriendo. ¿Sigue sonriendo? Ocurre que a veces la ilusión se ve arrastrada por la realidad.
Esta ha sido una gestión inaugural, nueva, la primera desde el 25 de abril —la Revolución de los Claveles que acabó, en 1974, con la dictadura—; una gestión en la que se han planteado muchos problemas, desencuentros, en la que no todas las personas han encontrado solución a sus problemas. Pero sí se ha visto que se estaba trabajando. Entonces, sentir que se está trabajando, que se recibe a las asociaciones o a los sindicatos con problemas, o que se sube el salario mínimo, todo eso ¿da la felicidad? No da la felicidad pero se sabe que hay alguien, en quien hemos depositado el voto y la confianza, que está trabajando por ello.
¿Ha cubierto el Gobierno las expectativas creadas?
Como en todos los proyectos, unas metas se alcanzan y otras no. ¿Ha sido una relación idílica? Pues no conozco ninguna, ni en matrimonios por amor ni en matrimonios por interés. Ha habido problemas, votaciones en las que cada partido ha votado por un lado, pero es que es así, así se ha reflejado la pluralidad de la sociedad, y no ha pasado nada, porque lo que se había acordado se ha seguido manteniendo y respetando.
¿Puede la sensación de deber cumplido, el conformismo ante lo hecho, frustrar la continuidad del acuerdo?
Es difícil en plena campaña electoral, en la que cada partido tiene que reivindicar lo suyo y mantener su propia personalidad, decir que mañana no se van a poner de acuerdo. Lo que está pasando ahora no es lo que va a pasar después de las elecciones. Evidentemente, al PS le gustaría tener mayoría absoluta, y a los otros tener mucha más fuerza. Pero yo no soy una agorera, ni me gustan los agoreros. Parece que cuando pronosticas males de alguna forma estás provocando que ocurran. Yo pienso que se va a seguir manteniendo una política de acuerdo porque ha funcionado, ha funcionado bien en estos años. Es más pesado, es más difícil, pero ha funcionado.
¿Es acertada la comparación del panorama político portugués con el español y la equiparación del PS con el PSOE, del Bloque con Podemos y de los comunistas con IU?
Es distinto. Portugal es un país más pequeño, no llega a diez millones de habitantes, no tiene el problema territorial que tiene España, tiene otra forma de resolver los problemas históricamente, no tuvo una guerra civil tremebunda y la dictadura, que era tremenda, nada tenía que ver con las ejecuciones sumarísimas del franquismo. Son dos países distintos y los partidos también son distintos. Sobre todo nos separa el que no existe la tensión territorial.
Portugal
Portugal, alumno modelo con asignaturas pendientes
¿Cree usted que la posibilidad de ese pacto de izquierdas, mientras se gestaba en 2015, inquietó a los poderes económicos de Portugal, a la patronal, a la banca?, ¿que hubo movimientos o presiones para que no se produjera?
Si no lo temían es porque no tenían visión. Porque lo que pasó efectivamente fue tremendo, como la caída en 2014 de uno de los bancos más importantes, el Espírito Santo… No lo sé. Sí sé que algunos banqueros, en el Parlamento, cuando tuvieron que ir a dar cuenta de su gestión, sudaron mucho, de forma casi indescriptible. Porque de pronto se encontraron con gente muy libre, como Mariana Mortágua, del Bloque, una joven diputada economista preguntando a un banquero que llegó con todas las ínfulas del poder y mirando con displicencia a la chica de 30 años que tenía enfrente y media hora después no sabía ni cómo estar, ni cómo sentarse, estaba descompuesto. Mientras ella, con una enorme frialdad, seguía preguntando cómo es posible que se hubiera hundido un banco con los ahorros de cantidad de familias, dejando tanto puestos de trabajo en la calle, con capitales enteros que de pronto se habían evaporado. Así que si no tenían miedo tenían motivo para tener miedo.
Se lo pregunto porque sabe que en España se ha acusado a esos poderes de maniobrar para impedir un Gobierno de izquierdas con la participación de Unidas Podemos.
A quién le gusta tener a un joven insolente enfrente que te pregunta, porque además tiene toda la libertad para preguntarte; a quién le gusta que haya un partido que no tenga que ser sumiso a las iniciativas de ninguna entidad bancaria porque va a hacer la campaña con los microcréditos que están dando las personas… Es que esos jóvenes insolentes pueden ser muy complicados con sus preguntas; entonces es mucho mejor que estén en el ostracismo.
Los jóvenes insolentes le molestan muchísimo al poder y cuando digo poder hablo de todo el poder, del económico, del social, del religioso… Pero los jóvenes insolentes son los que construyen, los otros tratan de conservar. Los jóvenes insolentes son los que tienen que hacer el presente y el futuro.
El Gobierno portugués, como aquí el 15M, quizás haya servido también para demostrar que las cosas podían ser diferentes, que las imposiciones de la Troika, la política del austericidio, no eran la única salida, sino que obedecían a unos intereses concretos de personas concretas.
Personas que se hicieron inmensamente ricas e inmensamente poderosas. Y que nos han hecho desconfiar de todo. Claro que sí. Fue maravilloso que mucha gente saliera diciendo “sí se puede, sí se puede ir contra ellos”, como es maravilloso lo que está pasando ahora mismo, con millones de personas en el mundo, jóvenes, sobre la emergencia climática, diciendo “pero bueno, callaros ya y moriros de vergüenza y cerrar la boca”. Es maravilloso que lo estén diciendo. Estos movimientos ecofeministas, estos movimientos de insolencia, o son ellos los que salvan el mundo… porque los otros no lo van a saber.
Adoro la insolencia de la mujer que grita en Naciones Unidas. Y, por cierto, para que no parezca que solamente estoy con los insolentes, festejo también que el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, un político que venía de un perfil muy institucional, esté yendo contracorriente para acoger el sentimiento de toda esa gente y actuar como un activista del medio ambiente y de la emergencia ambiental.
No valoro tanto que sea portugués como que esté asumiendo desde una posición casi de militancia y de activismo la emergencia climática y la necesidad de que los gobiernos intervengan.
Volviendo a los pactos. En España, Unidas Podemos alegó que un apoyo al PSOE sin un Gobierno de coalición no garantizaba políticas progresistas. ¿Los pactos del PS portugués con la derecha para aprobar, por ejemplo, la reforma laboral le dan la razón?
Aquí fue todo distinto, mucho más precipitado. Y la situación de España en estos momentos no es la misma que la de una Portugal intervenida por la Troika, como ocurría entonces. España no fue intervenida, Portugal sí. La situación era distinta. El PS firmó acuerdos con el Bloque por un lado y con el Partido Comunista por otro, no hubo una foto de todos ellos, pero luego sí tenían reuniones semanales. No se podía plantear en aquel momento un Gobierno con los partidos dentro, pero en estos momentos sí que lo planteamos. Se conseguirá o no, dependerá también de la correlación de fuerzas, pero sí nos gustaría que para gestionar lo que tenemos por delante y las emergencias que se nos presentan estuvieran los tres partidos.
Lo que sí es importante, y ahí no vamos a perder ni un segundo, es que se respete lo que dicen los ciudadanos: si dan un porcentaje de votos más amplio al PS es porque quieren que gobierne el PS, pero si los otros partidos también son votados, a lo mejor se está votando geringonça, colaboración, y por qué no dentro el Gobierno. Ya sí se puede, antes no, pero ahora sí se puede.
¿Cuál sería para usted el escenario ideal?
No lo sé. Las encuestas dicen que el PS roza la mayoría absoluta; luego, el PSD (Partido Social Demócrata, de centro derecha liberal) está en una situación de debilidad extrema; está subiendo el Bloque de Izquierdas, cosa que me gusta, yo lo he apoyado públicamente, y el Partido Comunista se mantiene más o menos. No sé qué es lo que sería ideal. El panorama va por ahí, con la derecha en franco retroceso.
En los últimos días, algunas declaraciones públicas han reflejado un cierto distanciamiento del PS con respecto a sus aliados. ¿Hay posibilidades de que tenga la tentación de mirar a la derecha si los números dan?
Es lógico ese distanciamiento, en una campaña electoral hay que acentuar lo que separa. Como el partido de la derecha está en franco descalabro, lo que el PS está haciendo es intentar pescar en ese caladero, el caladero del voto del partido de la derecha, al que el austericidio todavía le sigue pasando factura. Es lógico que quiera hacer esa propuesta porque sabe que la izquierda está bastante definida aquí, tanto la del Partido Comunista como la del Bloco.
¿Qué queda por hacer?, ¿cuáles deberían ser las prioridades del nuevo Gobierno?
Levantar el mundo todavía. Queda por hacer mucho en una situación económica compleja. Portugal es un país de turismo, hay un serio trabajo que realizar en ese sector; el foco económico no puede estar solo en unos lugares del país, mientras otras partes están en franca decadencia. Queda muchísimo, hay que construir Portugal. Queda por construir la Portugal del siglo XXI desde estos parámetros. El trabajo no se ha empezado a hacer todavía, se están solucionando parches, pero no se ha empezado a hacer, no se ha entrado todavía en el siglo XXI.
LOS LOGROS DEL GOBIERNO DE GERINGONÇA
El manifiesto firmado por Pilar del Río y otra treintena de nombres en apoyo del Gobierno de geringonça resume así sus cuatro años de gestión: “En estos cuatro años hemos asistido a un aumento extraordinario de las pensiones, un aumento de la prestación por hijos, la eliminación de los recortes en las prestaciones por desempleo, la introducción de libros de texto gratuitos para el primer y segundo ciclos, la recuperación de ingresos y derechos, el aumento del Salario Mínimo Nacional en un 19%, el aumento de la progresividad del IRS (impuesto sobre las personas) y de los impuestos sobre el lucro y el patrimonio inmobiliario de alto valor, la reversión de la privatización del Metropolitano de Lisboa, Carris (transportes públicos de la capital) y STCP (transportes de Oporto), una reducción en las tasas de matrícula en la educación superior y una reducción drástica en el precio de los pases sociales”.