Manifiesto redneck
Imagen de la portada de 'Manifiesto redneck'.
Barcelona
15 ene 2018 06:00

La aparición hace unos días de un artículo de Víctor Lenore en El Confidencial titulado “El año en que la derecha le dio una paliza a la izquierda en ensayo político” y su recomendación por parte de Pablo Iglesias en Twitter condujeron a una breve, aunque intensa, polémica en esa misma red social —no es la primera y sin duda no será no la última— sobre los motivos detrás del ascenso de la nueva derecha populista en EE UU y Europa frente al estancamiento de la otrora aparentemente pujante nueva izquierda.

Uno de los problemas de este debate no es tanto el diagnóstico como quién lo hace y con qué intenciones, y en particular uno de los autores mencionados en dicho artículo, que parece gozar en España de una reputación que no se ajusta a su trayectoria.

La publicación de la edición española de El manifiesto redneck de Jim Goad a cargo de Dirty Works —cuyo catálogo, por cierto, no se agota en este título y merece mayor atención— resulta sin duda oportuna a la luz de los avances electorales de esa nueva derecha nacional-populista, y en ese sentido cabe felicitar a sus editores.

El propio autor del libro, que va por su 17ª edición en EE UU, no es ajeno al interés que genera la obra. “La gente ha visto que Trump ha sido elegido y quieren saber cómo este monstruo llegó al poder”, ha dicho Goad. “Vienen a mí para la etiología de la enfermedad”.

Es su recepción por parte de la crítica española lo que resulta problemático y recuerda, en parte, a la que tuvo la biografía de Eduard Limónov escrita por Emmanuel Carrère. Esto ha permitido que Jim Goad —por lo demás un escritor bastante mediocre y de ideas desordenadas— sea elogiado como lo que no es, a saber: un crítico brillante y mordaz de la deriva postmoderna de la izquierda occidental. En última instancia, esto dice más del bajo nivel cultural de los críticos y políticos españoles que lo recomiendan que del propio autor.

A diferencia de Limónov —quien, al menos, se enfrentó al poder político directamente—, Goad ha construido elaboradamente su propio personaje a través de la ficción. Si una cosa no es el autor de El manifiesto redneck es un redneck [blancos pobres del interior de EE UU]: Jim Goad nació en Ridley Park, Pennsylvania, un suburbio de Filadelfia en el que una familia tiene unos ingresos medios superiores a los 62.000 dólares anuales.

En un texto en el que Goad fantasea con asesinar a su madre, el autor explicó hace años cómo quiso estudiar teatro en la Universidad de Nueva York, donde impartía clases Stella Adler, pero su padre se negó, frustrando así sus sueños. “Tenían suficiente dinero para pagar la matrícula diez veces, pero no quisieron apostar por mí”, se lamentaba Goad, cuya carrera se cimentó en los noventa en Portland, la cuna del fenómeno hipster, sin el cual hoy no sería lo que es.

El Willamette Week de Portland (justamente) dedicó hace poco un completo perfil del autor de El manifiesto redneck. “Goad, de 56 años, está divorciado y vive con un pit-bull llamado Bam-Bam en una habitación alquilada en las afueras de Atlanta […] después de sendas operaciones para extirparle un tumor benigno y su vesícula biliar, hace ejercicios de yoga y una dieta paleolítica”, se puede leer.

El perfil también recoge, sin embargo, otras actividades mucho más inquietantes. Aunque se define como un “lobo solitario” sin afiliación política y rechaza formar parte de la tupida red de la derecha radical estadounidense —cuando se le mencionan las críticas a sus numerosos contactos e influencia en ella responde que se trata de un intento de desacreditarle mediante una falacia por asociación—, Jim Goad “publica una columna semanal en Taki, un blog de derechas” cuyo logotipo es una joven de clase alta con una tiara. Su lema es “cocktails, condesas y caviar mental”.

Taki, que se define como un medio “libertario” (en el sentido estadounidense del término), fue creado por el periodista paleoconservador griego Taki Theodoracopulos, aunque las riendas las lleva su hija Mandolyna, fruto de su matrimonio con la princesa Alexandra Carlota Sophy von Schoenburg-Hartenstein.

Taki Theodoracopulos ha sido criticado por sus comentarios racistas —“de media, los orientales son más lentos en madurar, menos inclinados al sexo, menos fértiles y tienen cerebros más grandes y coeficientes intelectuales más elevados; los negros están en el otro extremo y los blancos están en algún lugar entre los dos, aunque más cerca de los orientales que de los negros”— y su revista publicó en 2013 un artículo en defensa del partido neofascista griego Amanecer Dorado.

Goad también graba un podcast, cuyos recientes episodios han incluido una entrevista con el editor de la página web neonazi The Daily Stormer, Andrew 'Weev' Auernheimer, y una diatriba del propio Goad sobre cómo la izquierda 'ha destruido la comedia'.

Épater les bourgeois (de gauche)

Jim Goad debe su recobrada popularidad en buena medida a Gavin McInnes, uno de los fundadores de la revista Vice y hoy altavoz mediático de la alt-right a través de sus artículos, programas radiofónicos y vídeos para YouTube.

McInnes —descrito como “el padrino del hipsterismo”— considera a Goad “uno de los mejores escritores de nuestra generación” y una de las principales fuentes de inspiración durante la primera etapa de Vice, cuando manifestaba su satisfacción porque la mayoría de hipsters del barrio neoyorquino de Williamsburg fuesen de raza blanca.

Estos comentarios, que entonces McInnes despachaba como muestras de “incorrección política” destinadas a provocar a una cierta izquierda acomodada, hoy son vistos en cambio como antecedentes de su posterior giro a la derecha.



En 2016 Gavin McInnes creó una organización llamada Proud Boys, que se describe como una fraternidad para hombres que “se niegan a pedir perdón por haber creado el mundo moderno” y considerada parte del espectro de la alt-right estadounidense.

Basándose en las tribus urbanas de décadas anteriores, McInnes estableció para los Proud Boys ritos de entrada y códigos estéticos, de manera destacada los polos Fred Perry de color negro con rayas amarillas. Un antiguo Proud Boy, Jason Kessler, fue uno de los convocantes de la manifestación “Unite the Right”, en la que participaron asimismo varios miembros de este grupo.

La manifestación de “Unite the Right” en Charlottesville contra la retirada de varios monumentos a los confederados terminó como es sabido con tres víctimas mortales —una manifestante asesinada en un atropello intencionado y dos agentes muertos al estrellarse un helicóptero—, casi una cuarentena de heridos y más de una decena de detenidos y fue un punto de inflexión en la administración de Donald Trump que precipitó la caída en desgracia de su estratega jefe, Steve Bannon, por sus conexiones con la ultraderecha estadounidense. Para McInnes, El manfiesto redneck podría ser considerado como “la Biblia” de los Proud Boys.

La estrategia de Jim Goad y Gavin McInnes es, en el fondo, la misma. El periodista estadounidense Mark Ames escribió hace tiempo una demoledora crítica, asegurando que ambos “siguen utilizando el mismo viejo truco que tan bien funcionaba en la era Clinton: poner cabeza abajo los clichés y la moral, dejando ir lugares comunes contra los judíos y negros a una “audiencia de dormitorio universitario de los noventa”, “quebrantando 'las normas' y dándole fuerte al establishment repitiendo los viejos sucios clichés de otros para tapar los actuales”.

Para Ames, los dos resultan tan ridículos que “el gran humorista británico Christopher Morris incluso ha creado un carácter basado en Gavin [McInnes] llamado Nathan Barley, un hueco hipster que trabaja en el sector de los medios de comunicación de Londres que se gana su credibilidad cool epatando falsamente a sus huecos amigos hipsters diciendo nigger [negrata] en público y dirigiendo una página web de tendencias hipster con el nombre de rompe y rasga de 'trashbat.co.ck'.”

Apologista del maltrato

Antes de El manifiesto redneck, Jim Goad era conocido en los círculos contraculturales por Answer Me!, un fanzine que editaba en Portland —cuando todavía lucía una estética teddy boy, una tribu urbana conocida en Reino Unido por sus enfrentamientos callejeros con los punks— y que, como muchos otras publicaciones autoeditadas de la época, exploraba los fenómenos, organizaciones y personajes más oscuros de la contracultura.

Para el cuarto número de Answer Me!, un monográfico sobre la violación publicado en 1994, Goad escribió un ensayo titulado “¡Oigamos sobre la violencia contra las mujeres!” que comenzaba con la frase “las mujeres son solamente son buenas para follarlas y darles palizas, una vez te cansas de follártelas, sólo queda una cosa por hacer”.

“Me gusta golpear a las mujeres y patearlas y estamparlas contra las paredes”, continuaba, “me gusta agarrarlas por su bonito pelo y arrojarlas contra el marco de la puerta, restregar sus narices en la alfombra como si fueran perritos, arrastrarlas hasta el baño y medio ahogarlas en la taza del váter. Los lavamanos y fregaderos son realmente buenos porque puedes hacer saltar toda una hilera de dientes cuando estampas la cara de una mujer contra uno”.

Boyd Rice —un músico experimental tan conocido o más por sus flirteos con la estética neofascista que por sus piezas de noise e industrial— convirtió el ensayo de Goad en una canción para su álbum Hatesville! (1995), en el que también participó Adam Parfrey, un conocido editor atraído por los aspectos más marginales, transgresores y extremos de la subcultura, autor de la antología Cultura del apocalipsis (1988) e impulsor de la editorial Feral House.

El texto de Goad no hubiera pasado de ser un escrito de mal gusto si su autor no hubiera sido detenido cuatro años después por un episodio de violencia de género. El 29 de mayo de 1998 Jim Goad dejó a su novia Sky Ryan, una stripper de 22 años, abandonada y ensangrentada en una calzada después de arrojarla de su coche y tras propinarle varios puñetazos a la cara que la desfiguraron y morderle un pulgar. De acuerdo con el testimonio de la víctima —que había sufrido varios episodios de violencia a manos de Goad—, se necesitaron 26 puntos de sutura y el ojo izquierdo le sangró durante tres días.

Jim Goad no se arrepintió cuando la policía acudió a detenerle ni se arrepiente tampoco ahora: “Sé que se supone que debo decir que no estuvo bien, pero no es así como yo lo veo: por eso me odia la gente”. Anteriormente, el escritor había admitido golpear también a su mujer, Debbie, con quien co-editaba Answer Me!

Jim Goad
Selfie de Jim Goad, autor de 'Manifiesto redneck'.

La segunda vida de Jim Goad

Por este episodio de violencia Jim Goad fue condenado a 29 meses de prisión. Cuando salió de la cárcel, en el año 2000, nadie quería oír hablar de él y trabajó escribiendo para revistas de la industria del sexo e incluso ocasionalmente como DJ. Fue Adam Parfrey quien rescató a Goad, ofreciéndole escribir en 2002 para Feral House un libro de memorias, Shit Magnet, sobre su turbulenta relación con Sky Ryan mientras su mujer, Debbie, luchaba contra un cáncer de ovario. El libro no logró sacar del bache a Goad, quien permaneció en una relativa oscuridad hasta el redescubrimiento de El manifiesto redneck a cargo de Gavin McInnes.

Mark Ames, también editor de The eXile —que no despertó menos controversias que Answer Me!, aunque en un sentido completamente diferente—, critica cómo ambos “se dedican simplemente a calcular sus posiciones” respecto a determinados temas sociales “como si fueran opciones de moda”, como parte de una estrategia de promoción personal.

En los años 90 esta supuesta “incorrección política” podía tener un sentido, cuando existía una riqueza relativa y el objetivo “era incomodar a los lectores, sacudirlos para despertarlos”, algo “que, visto hoy, era demasiado fácil”.

“Pero los tiempos han cambiado”, añade, “hoy el país está completamente jodido gracias a los plutócratas a cuyas suelas Goad y Gavin se dedican a sacar brillo con sus lenguas”. Para Ames, “era inevitable que los huecos hipsters racionalizasen su camino hacia los brazos 'libertarios' […] Patético, pero inevitable: alguien que piensa que 'atrevido' y 'osado' equivale a hacer gracietas fáciles inevitablemente acaba llevando el agua al molino del statu quo”.

Como ocurre con otros autores similares, las acusaciones de Goad de hipocresía a los posicionamientos de un sector de la izquierda —más académico, disociado de la tradición del movimiento obrero, etcétera— tienen un subtexto fascistoide.

En sus artículos encontramos muchas de las características que Umberto Eco atribuyó al fascismo originario, como un culto a la tradición de tipo sincrético —lo que permite también la contradicción de ser “contracultural” y, al mismo tiempo, apoyar a los representantes políticos de la oligarquía— y también a la acción, denigrando la reflexión; miedo y rechazo a la diferencia; un nacionalismo excluyente y de gran nación; un desprecio a los débiles o un discurso en el que el enemigo es a la vez, y paradójicamente, demasiado fuerte y demasiado débil.

De manera destacada, en Goad encontramos también “una apelación a la frustrada clase media, una clase que sufre una crisis económica o sentimientos de humillación política, y asustada por la presión de grupos sociales inferiores”.

En nuestra época, escribe Eco, “cuando los antiguos 'proletarios' devienen pequeño-burgueses, y el lumpen está mayoritariamente excluido de la política, el fascismo de mañana encontrará a su público en esta nueva mayoría”. En otras palabras, ¿cuántos rednecks han leído realmente El manifiesto redneck? Es más, ¿se dirige de veras El manifiesto redneck a los rednecks? ¿Es su objetivo la organización y constitución de este grupo como sujeto político o se trata de movilizarlos en apoyo de un proyecto que objetivamente está en contra de sus intereses de clase?

En su texto, Eco advertía ya contra el regreso de este populismo selectivo, en el que “el pueblo” es concebido como una “entidad monolítica que expresa el sentido común”. “Habiendo perdido su poder de delegación, los ciudadanos no actúan, sólo son llamados para interpretar el papel de pueblo. El pueblo es, así, únicamente una ficción teatral [...] ya no necesitamos la Piazza Venezia en Roma o el estadio de Núremberg, en el futuro habrá un populismo en televisión o en internet en el cual la respuesta emocional de un grupo selecto de ciudadanos puede ser presentado y aceptado como la voz del pueblo”.

“Volved a comentar cómo viste la gente o a lamentar cómo vuestros padres no os querían lo suficiente: érais mucho mejores en eso”. Así terminaba Mark Ames su crítica a Jim Goad y Gavin McInnes. Igual también vale para algunos de sus lectores.

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