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Feminismos
Municipalismo, economía y feminismos
Del 12 al 15 de octubre tendrá lugar el III Encuentro de Municipalismo, Autogobierno y Contrapoder, Mac3, en esta ocasión, en A Coruña. Tras dos años de candidaturas municipalistas ya toca hacer balance de los logros y límites de este experimento político. De aquí al Mac3 vamos a dedicar, por lo tanto, nuestro nuevo blog, Palabras en Movimiento, a compartir líneas de debate que, entendemos, pueden alimentar los múltiples debates de las jornadas, en relación a la libertad de movimiento, los comunes y las remunicipalizaciones, la nueva burbuja inmobiliaria, la deuda, la sostenibilidad y el medioambiente, el problema de la organización, los poderes fácticos, el feminismo municipalista, la movilidad, los desafíos de la comunicación o la defensa de los centros sociales.
El sistema patriarcal y el neoliberal, en comunión, han construido un modelo de sociedad que expulsa las vidas de las personas y del planeta del centro de la organización económica para ser sustituidas por los mercados.
Esto ha provocado una crisis civilizatoria: medioambiental, de cuidados y de reproducción social. Esta alianza entre el capital y el patriarcado promueve en la “economía formal” un modelo desarrollista, que impone la lógica de la acumulación del capital a través de la explotación de bienes y servicios materiales e inmateriales en la esfera medioambiental y reproductiva.
Esta economía expande un modelo consumista basado en la superproducción agroalimentaria y la extracción agresiva de energías que se cargan la biodiversidad en la tierra y nos llevan camino del colapso planetario. Asimismo, este modelo económico acumula beneficios gracias a la invisibilización y gratuidad de los trabajos de cuidados y reproducción de la mano de obra, que recaen fundamentalmente en los hogares y en las mujeres, generando una existencia precarizada para ellas en todos los ámbitos sociales. El empleo, o trabajo llamado “productivo”, que dota de derechos sociales (pensión, retribuciones por desempleo, plena atención sanitaria, etc) se ha restringido para las mujeres, que acceden a aquellos sectores más precarizados y con peores condiciones laborales (jornadas parciales, trabajos domésticos y de cuidados, educación infantil, etc.).
El heteropatriarcado neoliberal imprime sus imposiciones y condiciones objetivas en nuestros deseos para hacernos cómplices, sujetándonos a través de mecanismos de control social como el amor romántico
Bajo esta organización social impuesta, las mujeres seguimos asumiendo los trabajos de cuidados, que deben cubrir “todo lo que procura el mantenimiento cotidiano de la vida, de forma indisoluble tanto en su faceta física como afectiva, imprescindible para todas y cada una de las personas pertenecientes a una sociedad concreta”. Y, por si esto no fuera poco, debemos hacerlo por amor romántico. Sin pedir nada a cambio, sufriendo sobreexplotación y en muchos casos, violencia. Sin pedir los derechos y las libertades que nos corresponden como sujetas ciudadanas y libres.
El heteropatriarcado neoliberal imprime sus imposiciones y condiciones objetivas en nuestros deseos para hacernos cómplices, sujetándonos a través de mecanismos de control social como el amor romántico o el binarismo heteronormativo. Una complicidad no consciente que nos atraviesa a través de unos modelos éticos feminizados y masculinizados que buscan la felicidad a través del consumo del amor romántico. Una feminidad que se orienta por una "ética reaccionaria de los cuidados" por la que muchas mujeres aspiran a ser las esposas y madres perfectas desplegando cuidados de manera abnegada. Y una masculinidad que se vende en el mercado para lograr que muchos hombres aspiren a responder al modelo ideal del sistema: el BBVAh (Blanco, Burgués, Varón, Adulto y heterosexual). De esta manera, nos aproximamos a poner en marcha subjetividades amorosas feminizadas y subjetividades emprendedoras masculinizadas, que deberían tender a unirse bajo un modelo amoroso romántico, heteronormativo y simbólicamente violento y desigual. Un modelo funcional al sistema capitalista de financiarización de la vida.Con la estafa financiera, los gobiernos neoliberales nos han culpabilizado de manera individualizada. Han dicho que las familias empobrecidas y desahuciadas de sus casas "han vivido por encima de sus posibilidades". Desde la economía feminista de la sostenibilidad de la vida decimos que la responsabilidad es colectiva, social, porque todos fuimos animados a ser propietarios, a ganar más sueldo, a eludir nuestras responsabilidades de cuidados, etc. Ahora bien, nos tenemos que hacer cargo de estas responsabilidades de manera asimétrica, porque no todos los grupos han intervenido desde la misma posición de poder y complicidad. No tiene la misma responsabilidad una mujer migrante expulsada de su casa, que los banqueros que han generado todos los productos financieros.
Así pues, el taller de claves feministas que tendrá lugar en el III Encuentro municipalismo, autogobierno y contrapoder Mac3, busca identificar cuáles son nuestras prácticas en todos los ámbitos colectivos: cooperativas, colectivos militantes, vida cotidiana. Su propósito es hacernos conscientes de nuestros deseos, de nuestras subjetividades cómplices con los sistemas capitalista y patriarcal.
El marco neoliberal nos dispone a todos y todas como objetos de consumo de unos para otras y viceversa, dependiendo del género
Estas son algunas de las claves del taller: avanzar en la extinción de la división sexual del trabajo generando propuestas y políticas que promuevan la asunción colectiva de los trabajos de cuidados, desprivatizándolos de los hogares; incluir acciones positivas que rectifiquen las divisiones de género y apuesten por una redistribución de la riqueza y del poder en todos los ámbitos: laboral, económico, educativo, sanitario, etc. Se trata de romper con los techos de cristal y de despegarse de los suelos pegajosos.
El marco neoliberal nos dispone a todos y todas como objetos de consumo de unos para otras y viceversa, dependiendo del género. Hay que romper con el reconocimiento del binarismo (masculinidad y feminidad cómplices) para que se redistribuyan los cuidados y el empleo. Frente a un sistema que nos ha educado a partir de la enemistad, la competencia, la comparación y el individualismo, es el momento de poner en valor otra clave feminista: que somos interdependientes y vulnerables, que tenemos derecho al cuidado. Por tanto es necesario entender el trabajo de cuidados desde lo colectivo: instituciones, empresas y grupos, hombres y mujeres. Cuestionar sus procesos y relaciones para reconstruir el tejido social comunitario con un sentido colectivo, empático, horizontal y solidario desde la libertad, el autocuidado y el cuidado mutuo. Ser capaces de diseñar estrategias políticas para hacerlo distinto y anular la complementariedad amorosa entre géneros binarios, tan interiorizada subjetivamente, tan asentada culturalmente.
La economía neoliberal y patriarcal ha hipersegmentado a la población a través de la interacción de las opresiones y desigualdades de clase, étnicas y raciales, de orientación sexual e identidad de género, de manera que sustenta la perpetuación capitalista generando diferentes lugares de privilegios en cuya cumbre está el BBVh. Este modelo de hombre tienen que renunciar a sus privilegios, así como hacerse cargo de sus responsabilidades colectivas porque los mandatos de género “masculinos” son, en muchos aspectos, tan dañinos para ellos y el resto de grupos sociales, como los “feminizados” para nosotras.
Durante siglos, los tejidos feministas han alzado la voz y trabajado para lograr políticas públicas capaces de eliminar la desigualdad de las mujeres en todos los ámbitos, y ahora también para que las instituciones públicas garanticen plenamente el derecho al cuidado de la ciudadanía. Ahora es el momento de reconocerlo, en estos tiempos de cambio donde el asalto a las instituciones, incorporando prácticas feministas y políticas públicas de igualdad, transversales e interseccionales, y con un objetivo claro de transformación social tiene la oportunidad de poner en el centro la organización social las vidas. Pero toda esta gran labor no puede ser desarrollada únicamente desde las administraciones públicas.
Apostamos por que este cambio se desarrolle contando con los movimientos feministas, que son los que deben fiscalizar, proponer y también aportar medidas desde abajo, susceptibles de corregir errores y de superar dificultades. La relación resultante de esta alianza no es sencilla. Las instituciones parten de una estructura y dinámicas patriarcales, jerárquicas, que premian las actitudes machistas y excluyentes, que piensan en estrategias de bipartidismo, continuistas y, muchas veces, opacas. Por su parte, los movimientos feministas son diversos: algunas corrientes prefieren trabajar de manera autónoma e incluso pueden ser muy refractarias a las instituciones. En cualquier caso, la orientación tiene que ser feminista, siempre.