México
‘Muxhes’: visibilidad y realidad del “tercer género”

En las comunidades zapotecas del Istmo de Tehuantepec, el colectivo rompe la dicotomía de género abrigándose en la tradición cultural de su pueblo originario.
México
Colectivo de las Auténticas Intrépidas Buscadoras de Peligro de Juchitán
16 nov 2024 06:00

El cuestionamiento de las categorías tradicionales de género representa un cambio cultural importante que desafía las nociones establecidas de identidad. Especialmente en la última década, se han dado grandes avances sociales encaminados a la ruptura de la limitación de la dicotomía hombre-mujer, lo que ha permitido que muchas más personas hayan podido identificarse dentro del espectro de identidades no binarias. Sin embargo, aunque términos como queer o genderfluid sean relativamente recientes, las identidades no binarias a las que se refieren estos y otros conceptos, no lo son. Encontramos evidencia de ello en las comunidades zapotecas del Istmo de Tehuantepec, región situada al este del estado de Oaxaca en México, donde las muxhes viven y se integran en sus comunidades asumiendo una identidad de género disidente.

Aunque están presentes en las comunidades zapotecas de toda la región del Istmo, su concentración y visibilidad es mayor en Juchitán de Zaragoza, donde han hecho grandes esfuerzos por reivindicar su identidad que, de acuerdo con Felina Santiago, “es una cuestión que tiene que ver con lo puramente cultural”. Desde fuera, podemos tratar de explicar la muxheidad de acuerdo a la generalidad del colectivo, que acostumbran a ser personas zapotecas, asumidas como hombres al nacer, pero que en el desarrollo de su vida deciden adoptar expresiones y roles de género femeninos. Sin embargo, quedarse ahí resulta sumamente superficial. “No existe una única forma de ser muxhe, no todas las muxhes somos, actuamos o nos vestimos de la misma manera”, aclara Felina Santiago, cuyo trabajo como activista la ha convertido en una figura de referencia dentro del colectivo. “En muchos casos, ya desde nuestros primeros pasos se ve que somos muxhes. Así fue en mi caso, aunque hasta la primaria no me di cuenta de que no me identificaba ni como niña, ni como niño, que yo tenía esa parte diferente, que estaba en medio de los dos” relata y recuerda que fueron los compañeros más mayores de la escuela los primeros en llamarla ‘muxhe’.

Las muxhes de la cultura zapoteca no son la excepción al binarismo identitario, ni las únicas que han estado rompiendo la dicotomía hombre-mujer desde tiempo desconocido

El entendimiento binario del ser humano nunca ha existido en realidad más allá de los impuestos sociales. Incluso atendiendo al sexo biológico y dejando a un lado por un momento la cuestión identitaria, cerca del 2% de la población mundial es intersexual, lo que significa que su cuerpo no encaja anatómica o cromosómicamente en los sexos femenino o masculino.

Las muxhes de la cultura zapoteca no son la excepción al binarismo identitario, ni las únicas que han estado rompiendo la dicotomía hombre-mujer desde tiempo desconocido. En muchas culturas nativas norteamericanas existen personas two-spirits (dos espíritus), una denominación que agrupa las diversas identidades de género y sexualidad presentes en estos pueblos indígenas y que trascienden la dicotomía hombre-mujer. También en India, y sus países vecinos Bangladesh y Pakistán, los hijras ocupan un espacio social y ritual muy importante, del mismo modo que lo hacen los fa'afafine en Samoa y otras culturas polinesias. Por otro lado, las personas sekrata en las comunidades antandroy de Madagascar o las kathoey en Tailandia, desafían el binarismo de una forma más similar a como lo hacen las muxhes zapotecas, pues igual que ellas son personas a las que generalmente se les asigna el sexo masculino en el nacimiento pero que adoptan en su vida expresiones y roles asumidas socialmente como femeninos, del mismo modo que en algunas comunidades rurales de la península balcánica, los sworn virgins (vírgenes juradas), son asumidas como mujeres al nacer pero desarrollan su vida bajo identidades, expresiones y roles masculinos.

Identidad cultural

El significado de la palabra muxhe aún es objeto de discusión, aunque la teoría más aceptada entre antropólogos e historiadores dice que probablemente sea el resultado de una adaptación de la palabra española “mujer” a la lengua y fonemas zapotecos. También desconocido es el origen exacto de este “tercer género” presente en la cultura zapoteca y esto se debe precisamente a que están presentes desde los primeros vestigios hallados de este pueblo, pues según sus creencias originales, los dioses crearon tres géneros y no dos, como marca el catolicismo que llegó muchos siglos después a la región de mano de los conquistadores españoles. “Tenemos un lugar en nuestra comunidad, funciones, roles. Participamos de forma activa en los social, en lo cultural, en lo religioso y por eso somos aceptadas”, explica Felina Santiago. Y esa vinculación con su propia cultura y vida comunitaria zapoteca es lo que diferencia a las muxhes de cualquier otra identidad no binaria. Sin embargo, aunque su origen sea tan antiguo como el del propio pueblo zapoteco, el uso de vestimentas “femeninas”, especialmente de los vestidos y faldas tradicionales del la región del Istmo de Tehuantepec, es mucho más reciente y, en realidad, solo un aspecto más y no algo fundamental de su identidad. “Por supuesto que existe muxhes que no se visten con estos trajes y que se muestran con un aspecto más masculino”, asegura Santiago, consciente de que esta no es la imagen que normalmente se muestra, pues fue precisamente el uso de este tipo de prendas en las décadas de los 60 y 70 del siglo XX lo que, al hacer evidente su disidencia a los ojos de todo el mundo, comenzó a hacerlas más visibles.

Gran parte de ese trabajo de visibilización de la comunidad muxhe es debido al colectivo de las Las Auténticas Intrépidas Buscadoras del Peligro, del cual es presidenta actualmente Felina Santiago. “Yo soy de la segunda generación, casi todas las compañeras que empezaron el proyecto pues ya partieron de una u otra forma”, cuenta sobre la agrupación que está cerca de cumplir el medio siglo de historia y que nació como reacción a la discriminación y señalamiento que vivían. Felina asegura que al interior de las comunidades zapotecas las muxhes son respetadas e incluso valoradas suponiendo incluso “un honor para la familia que nazca una muxhe”. Sin embargo, la propia historia del colectivo que preside cuenta un relato diferente en el cual mostrarse libremente por la calle con ciertas vestimentas, no solo llamaba la atención, sino que podía suponer acabar encarceladas. “Eso fue así, pero se organizaron y arreglaron el problema rápido y pronto volvieron a andar por las calles como ellas son, como son realmente”, explica sobre sus antecesoras en el colectivo.

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Un maquillaje de aceptación

“Somos parte de la fiesta, de la celebración, de la tradición y de la vida comunitaria”, insiste Felina Santiago quien, aún así, es consciente de que no en todas las familias es bien recibida la llegada de una persona muxhe. “Muchas veces los padres quieren cambiarte, quieren hacerte ver, antes de que tú tengas consciencia de lo que eres, que estás equivocado porque te llama la atención lo femenino, porque quieres jugar con niñas y no con niños, porque te gustan las muñecas”, cuenta.

“Este tipo de contradicciones son muy muy habituales en el discurso, sobre todo, de cierta parte del colectivo muxhe, especialmente de aquellas que más se dedican a esta parte de dar visibilidad y una imagen de lujo con estos trajes, en los bailes, en las celebraciones”, asegura Cess Enríquez, actriz, creadora escénica y directora de “Benda Muxhe” (Mi hermana muxe) una obra de teatro nacida de un proceso de creación colectiva con un grupo de muxhes zapotecas. “Yo llevo muchos años trabajando en este tipo de procesos y creo que es una manera de utilizar el teatro desde una zona muy amorosa, desde una zona de la ternura, desde una zona de hermandad, cero tiránica, cero impositiva”, explica sobre las reuniones en las que poco a poco pudo ir conociendo más y más a fondo la realidad muxhe del Istmo de Tehuantepec. “Es muy complejo, no hay un universo muxhe, hay muchos”, y asegura que las muxhes, o al menos muchas de ellas, si son objeto de discriminación y señalamiento en sus comunidades.

Probablemente por su propia autoprotección, muchas muxhes se niegan a hablar de las situaciones de violencia y discriminación que viven

Probablemente por su propia autoprotección, muchas de ellas se niegan a hablar de las situaciones de violencia y discriminación que viven. Cuenta, por ejemplo, que durante la grabación de una entrevista para un documental que estaban realizando y que saldrá en los próximos meses, una de ellas relató que en una ocasión había sido violada por un hombre y que justo después afirmó no estar en peligro. “Dijo que lo que le había pasado había sido un caso aislado, que nunca le había vuelto a pasar y que a ellas las respetan”, explica la creadora escénica y facilitadora de este laboratorio de investigación y creación colectiva.

Relata Enríquez que después de algún tiempo de conocerse, de mucho platicar, de observar grandes desentendimientos en los modos en los que las diferentes participantes entendían la muxheidad y sus vidas como muxhe les mandó una tarea. “Les dije que me iban a escribir una historia de una muxhe que conocieran, que no fueran ellas para no reabrir ya heridas que habían salido en los encuentros, algunas fueron muy duras, pero historias que conocieran o que hubieran oído”, cuenta Enríquez y añade que fue “muy chistoso porque todas hablaban de ellas en realidad”. “Como ya las conocía, yo podía ver que había partes de los relatos que sí hablaban sobre ellas o que tenían mezcla de sus propias historias y otras cercanas y esas son las historias que ficcionamos para crear la obra”, explica.

Enríquez, al haber trabajado con muxhes de diferentes zonas del Istmo de Tehuantepec señala una gran diferencia en los contextos vividos en las diversas áreas de la región, lo cual, en cierta medida también señala Santiago: “En Juchitán las muxhes caminamos y hacemos nuestra vida con total libertad, en Tehuantepec, por ejemplo, hay muchas menos”, contaba comparando las dos ciudades más grandes de la región. Sin embargo, mientras que Santiago achaca que esta diferencia se debe a la mezcla cultural, a que muchas comunidades ya no son completamente zapotecas, sino que este pueblo indígena convive con otros como el zoque o el ikoot y con personas no indígenas, Enríquez cree que es una cuestión de clase y de cómo las muxhes de Juchitán y alrededores han construido, a través de la Vela Muxhe, un universo que las resguarda pero que no representa a todo el colectivo. “Resulta difícil de entender cómo defienden un discurso que se contradice con su propia experiencia y ya no sé si es una forma de protegerse o una voluntad de preservar el mito de lo que es y debe ser una muxhe”, explica Enríquez.

El mito muxhe

Cada año desde 1999, el 18 de noviembre las Auténticas Intrépidas Buscadoras del Peligro organizan en Juchitán de Zaragoza la Vela Muxe, una celebración que ha tenido un rol crucial en el crecimiento del reconocimiento del colectivo. “Comenzó como una forma de organizarnos y festejar la vida, al principio de una forma muy pequeñita y a día de hoy han llegado a venir hasta 10.000 personas” cuenta Felina Santiago, que justo ahora está inmersa en los preparativos de la celebración de este año.

Esta fiesta ha dado a las muxhes zapotecas una visibilidad que traspasa las fronteras de sus comunidades, del Estado de Oaxaca y de México. Las ha mostrado al mundo, pero lo ha hecho de una forma muy concreta. “Se muestran con trajes, joyería, bordados... una muxhe en estas fiestas puede portar un dineral y eso es lo único que se muestra hacia el exterior”, explica Cess Enríquez quien añade que “lo que te está diciendo con todo esto es que ellas tienen el poder, que son una cabronas y que otras deberían aspirar a ser como ellas”, pero la realidad es que no todas las muxhes pueden ni desean ser reinas de la vela.

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