Balcanes
La situación de las mujeres en los Balcanes Occidentales

El pasado 8M, las mujeres albanesas, serbias, montenegrinas, bosnias y macedonias no marchaban celebrando; se vistieron de rojo para mostrar su resistencia.
Feminismo 8M Balcanes - 1
Justicia para las mujeres asesinadas en Pristina, Kosovo. Marta Moreno Guerrero

En una región donde los valores tradicionales de sus comunidades siguen dirigiendo la realidad social, la lucha por la equidad de género supone una prioridad. Albania, Bosnia y Herzegovina, Kosovo, Macedonia del Norte , Montenegro y Serbia tienen aún muchos huecos por tapar en cuanto a igualdad de género de refiere. Todos ellos con miras a entrar en la Unión Europea, en los últimos años han hecho algunos avances en esta materia. Sin embargo, siguen estando a la cola europea en cuanto a medidas feministas se refiere. Todos estos países comparten un contexto histórico reciente: durante la mayor parte de la segunda mitad del siglo XX tuvieron un régimen político y socioeconómico socialista que otorgó derechos políticos a las mujeres y, lo que es más importante, ofreció acceso a la educación gratuita y acceso al mercado laboral.

Estos cambios sistemáticos, que se dieron a partir del final de la Segunda Guerra Mundial, establecieron un sistema que gobernó inquebrantablemente hasta 1989, dejaron huella en la realidad y en las expectativas sobre los derechos de las mujeres de entonces, pero no produjeron ningún efecto duradero sustancial sobre los estereotipos de género en la región, basados en valores tradicionales del patriarcado, puesto que la mayor parte de la población se ajustaba dentro de un marco socioeconómico predominantemente rural con fuertes estereotipos de género.

Cinco de los seis países en cuestión (con la excepción de Albania) formaban parte de la República Federal Socialista de Yugoslavia que, tras la muerte de Tito, desembocó en una serie de guerras que supusieron el fuerte reavivamiento de las lealtades patriarcales, nacionales y étnicas. La violencia de género, el acoso sexual, las violaciones masivas de mujeres, la limpieza étnica y el genocidio acompañaron al resurgimiento del patriarcado en toda la región durante las guerras libradas en la década de 1990. A día de hoy, el mayor desafío al que se enfrenta el movimiento feminista en los Balcanes Occidentales es cambiar la mentalidad de mujeres y hombres con respecto a los roles de género tradicionales, muy latentes, sobre todo en las zonas rurales que suponen la mayor parte de la población. Los estudios de género de la zona identifican consistentemente las actitudes sociales como la principal barrera para aumentar la igualdad de género.

Tradición sobre igualdad

Todos estos territorios se encuentran afectados por las divisiones étnicas y las tradiciones propias de las mismas. En este contexto, la realidad de las mujeres se encuentra dirigida por las normas tradicionales propias de la tradición de su comunidad. Y aunque parezca algo propio de siglos atrás, el Kanun sigue rigiendo la realidad de muchas familias en Albania y Kosovo, aunque también en las comunidades albanesas asentadas en Macedonia del Norte y Montenegro. El Kanun, más conocido en la región como Kanuni i Lekë Dukagjinit puesto que su creador fue Lekë Dukagjini, es una colección de leyes consuetudinarias que rigió todos los aspectos de la vida en las comunidades albanesas durante siglos, sobre todo de aquellas asentadas en las montañas, y todavía está arraigado en la psique de gran parte de la comunidad. Bajo estas directrices, las mujeres eran consideradas una propiedad cuyo papel en la vida se limitaba a producir hijos: no podían votar, heredar bienes, tener determinados trabajos, fumar, etc. y este libro las describe como “un saco que los hombres tienen que soportar mientras ella vive debajo de su casa”. Y aunque, sobre el papel, estas normas estén prohibidas, algunas siguen afectando a las mujeres albanesas, por ejemplo, aquellas relativas a los derechos de herencia, de los cuáles hablaremos más adelante.

El Kanun es una colección de leyes consuetudinarias que rigió todos los aspectos de la vida en las comunidades albanesas durante siglos, y todavía está arraigado en la psique de gran parte de la comunidad. Bajo estas directrices, las mujeres eran consideradas una propiedad cuyo papel en la vida se limitaba a producir hijos

No es solo la comunidad albanesa la que se ve vinculada a las reglas tradicionales. Ya en 2008 la Organización Mujeres de Negro, denunciaba al auge del nacionalismos serbio ortodoxo, “un movimiento político ultraconservador y de extrema derecha que abusa de la religión, la tradición, el origen étnico con el objetivo de adquirir y mantener el poder. Lo hace limitando y aboliendo los derechos humanos de las mujeres a través de la segregación sexual y el apartheid de género”, definía la misma organización. Según esta, en 1982, el 24% de la población serbia se auto identificaba como religiosa. Sin embargo, para 1999 la cifra había ascendido al 97%. A día de hoy, el censo sitúa esta cifra en un 85,6%. La unión teórica del poder religioso y estatal en la Iglesia ortodoxa serbia se conoce como Svetosavlje o Saint-Savaism, y reivindica una historia que se remonta al siglo XIII. Una doctrina que se le achaca al primer arzobispo de Serbia, San Sava, y que se presenta sí misma como la salvadora y guardiana de la identidad serbia, la ‘Gran Serbia’, construida a partir de los mitos de una sociedad serbia en los Balcanes Occidentales pre-otomanos. En este contexto, el papel de la mujer se ve limitado a dar a luz en nombre de la nación y de la Iglesia ortodoxa serbia. La noción del papel de la mujer como reproductora y madre se ve reforzada por el discurso nacionalista.

Violencia de Género

La región muestra altas tasas de prevalencia de violencia contra mujeres y niñas, y muy bajas tasas de denuncia de incidentes violentos a las instituciones (policía, Centros de Trabajo Social, instituciones de salud, etc.). Los principales motivos a esta falta de denuncia son la mentalidad patriarcal de la sociedad, mencionada anteriormente, así como la falta de confianza en la instituciones. Mujeres encuestadas por diferentes organizaciones en los países de la zona, coinciden en que si denuncian “no son escuchadas” o “no se le da importancia a su queja”, lo que hace que pierdan la fe en el sistema. Y es que la mentalidad tradicional está bien interiorizada tanto en los cuerpos de seguridad que rara vez no culpan a la víctima, como en los órganos judiciales donde las penas para los culpables de estos crímenes se suelen limitar a una multa.

En Albania el Instituto de Estadística de Albania (INSTAT, por sus siglas en albanés) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) llevaron a cabo una encuesta sobre violencia de género en el ámbito doméstico en la que quedó reflejado que el el 58,2% de las mujeres han experimentado violencia psicológica a manos de su pareja al menos una vez en su vida. En Bosnia y Herzegovina, un estudio sobre la prevalencia y las características de la violencia doméstica se llevó a cabo en una muestra representativa a nivel nacional en 3.300 hogares en 2013, y reveló que el 41,9 % de las mujeres experimentaron violencia psicológica durante su vida, el 24,3% sufrieron violencia física y el el 6% violencia sexual.

Kosovo, por su parte, no cuenta con datos oficiales en cuanto a violencia de género. La Red de Mujeres Kosovares denuncia que no existen indicadores desarrollados por el Estado o presentados por investigaciones gubernamentales sobre el índice de violencia contra las mujeres. Sin embargo, El Centro para la Protección de la Mujer y el Niño (CPWC, por sus siglas en inglés) mantiene datos sobre todos los casos que maneja, y su último informe refleja que 1.271 mujeres fueron víctimas de violencia doméstica, violencia general y violencia institucional, y 59 fueron víctimas de trata y prostitución forzada.

Feminismo 8M Balcanes - 2
Activista pintando carteles del 8M en centro cultural de Pristina. Marta Moreno Guerrero

Una investigación sobre la prevalencia, los costos, las actitudes de la población general y la respuesta multidisciplinaria a la violencia doméstica que se llevó a cabo en Montenegro en 2017 reveló que el 38% de las mujeres estaban expuestas a violencia psicológica y el 17 % sobrevivió a algún tipo de violencia física en su vida. Además, el 7% de las mujeres estuvo expuesta a violencia sexual. Hasta el 24% de las mujeres estaban expuestas no a una, sino a varias formas de violencia. Este mismo estudio revelaba que los víctimas rara vez denuncian la violencia a las instituciones; de aquellas mujeres que sobrevivieron a la violencia física, solo el 18% de ellas decidió denunciar. Las tasas de denuncia son las más bajas en casos de violencia sexual; solo el 1% de las mujeres que sobrevivieron a esta forma de violencia decidió denunciar.

En Macedonia del Norte, un estudio llevado a cabo por la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) declaró que el 60% de las mujeres piensan que la violencia contra la mujer es común y casi tres de cada diez piensan que es muy común. Esta investigación informaba que el 14% de las mujeres dice haber sufrido violencia física o sexual desde los 15 años. La violencia psicológica es significativamente más común, con el 44% de las mujeres indicando que la ha experimentado. Además, el 30% de las mujeres declara haber sido acosada sexualmente desde los 15 años.

En Serbia, la última encuesta sobre la prevalencia de la violencia doméstica contra las mujeres se realizó en 2010 y denunciaba que la violencia psicológica fue la denunciada con más frecuencia: el 48,7 % de las mujeres experimentaron esta forma de violencia en su vida, seguida de la violencia física con un 21,6% de víctimas. Solo el 3,8% de las mujeres reportaron haber sido objeto de violencia sexual en su vida, aunque el mismo estudio señala que “se definió ‘violencia sexual’ en la investigación como ‘una relación sexual forzada’”. En este contexto, solo el 10% de las víctimas realmente solicitó ayuda institucional cuando se enfrentaba a la violencia doméstica.

Cinco de los seis países nombrados han ratificado el Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica, más conocido como Convenio de Estambul, a excepción de Kosovo debido a su delicada situación internacional. Sin embargo, el alcance de la aplicación de esta varia dependiendo del país. Aunque si bien es cierto que todos los países han introducido cambios legislativos relevantes para lograr la armonización de sus disposiciones legislativas con los requisitos de la Convención, también se han identificado numerosas lagunas. Y es por ello que, como bien recomendó el Parlamento Europeo en 2019 “los países de los Balcanes Occidentales aún deben adoptar enmiendas sustanciales para armonizar completamente su marco legislativo con la Convención”

Política y mujeres

Las mujeres están aún lejos de participar en la toma de decisiones en cualquiera de los seis países a tratar. Prácticamente no existen mujeres ostentando un cargo de poder o participando en la toma de decisiones políticas de sus respectivos países. La organización sueca Kvinna Till Kvinna, referencia en la zona desde el periodo de guerras, ha recopilado todos los datos a este respecto. Albania, Macedonia del Norte y Serbia son los países que más han mejorado en los últimos años en este campo. Albania es la referencia y el mejor de todos en cuanto a mujeres en el poder en comparación, no solo con la media de la región sino también con la media europea, alcanzando prácticamente una paridad de género en cargos del gobierno.

Según el Índice de Igualdad de Género de la República de Albania 2020, las mujeres participan en cargos ministeriales en Albania con un 45%, si bien es cierto que ninguno de los altos cargos del gobierno lo ostenta una mujer, ni tampoco encabezan ninguno de los partidos principales. Además, esa cifra desciende cuando analizamos los líderes locales. En Macedonia del Norte, por su parte, el 40% de los miembros del Parlamento son mujeres y un 15% del gobierno en el poder son mujeres. Además desde 2017 tanto gobierno como oposición se abrieron a tratar con mayor libertad temas relativos a la igualdad de género y el pasado año el gobierno anunció su intención de equiparar el número de hombres y mujeres candidatos a las elecciones generales.

Serbia ha dado también buenos pasos en esta dirección. El pasado año aumentó la cuota obligatoria de mujeres en el Parlamento a un 40%, subiendo la media de la región. Sin embargo, y como pasa en los otros dos países, no hay prácticamente mujeres en puestos de toma de decisión o encabezando partidos; de los 120 registrados tan solo seis tienen una líder femenina. A la cola, nos encontramos con Bosnia y Herzegovina, Kosovo y Montenegro, siendo este último el peor. Y es que en Montenegro menos de un tercio del Parlamento son mujeres y solo un 18% del gobierno. Además, todas estas están destinadas a las carpetas propias del ‘soft power’, como asuntos culturales.

Kosovo tiene impuesta una cuota del 30% de miembros mujeres en el Parlamento, y aunque el hecho de que en su corta historia reciente el país ya cuenta con dos presidentas a sus espaldas, la política sigue enteramente en manos de hombres, como demuestran sus gobiernos locales; el país tan solo ha visto una mujer alcaldesa. El panorama de Bosnia y Herzegovina no es mucho mejor. Con una sistema político único y divido entre las principales comunidades étnicas del país, la mujeres quedan completamente olvidadas. Esta división del gobierno hace que estas queden infrarrepresentadas en Parlamento y gobierno, los que se traduce, además, en una falta de participación y acceso a la vida política. No solo en los órganos gubernamentales sino que el género femenino no cuenta con apenas representación judicial.

A pesar de la difícil situación en la que aún se encuentran las mujeres en la política de los Balcanes Occidentales no se puede negar la mejoría en los últimos años, en gran medida debido al establecimiento de las cuotas, que permite la entrada de mujeres en los órganos de gobierno

A pesar de la difícil situación en la que aún se encuentran las mujeres en la política de los Balcanes Occidentales no se puede negar la mejoría en los últimos años, en gran medida debido al establecimiento de las cuotas, que permite la entrada de mujeres en los órganos de gobierno. Sin embargo, los gobierno deben duplicar sus esfuerzos con el fin de solucionar los huecos que aún sigue teniendo el sistema con respecto a equidad de género.

Derechos de propiedad

En cuanto a situación socioeconómica, las mujeres siguen teniendo que enfrentar muchísimas trabas; desde el acceso al mercado laboral como a la hora de alcanzar la paridad salarial con respecto a sus compañeros masculinos. Sin embargo, en este escenario de marginación general destaca el hecho de la mayor parte de las propiedades de la zona están en manos de hombres. En cuanto a esta situación, las mujeres kosovares se llevan la peor parte. En el país más joven tan solo el 16% de las propiedades están registradas a nombre de alguna mujer, según la Red de Investigación de la Balcanes. Tras Kosovo, Macedonia con un 17% de las propiedad en manos de mujeres. Bosnia y Herzegovina, Montenegro y Albania les siguen con un 25%, 26% y 29% de propiedades pertenecientes a mujeres respectivamente. En mejor situación está serbia que prácticamente alcanza la paridad con un 49% de propiedades registradas bajo el nombre de mujeres.

En este apartado juega una especial relevancia la tradición bien arraigada en las zonas rurales de la región. En este contexto, se explica que Kosovo se sitúe en la última posición. Organizaciones sociales del país achacan a esta dinámica gran parte de la poca independencia con la cuentan las mujeres. Para explicar un poco mejor el por qué de este fenómeno debemos adentrarnos en las normas sociales de la comunidad, citadas anteriormente. Y es que aunque, según la Constitución kosovar, la herencia y propiedades se reparten de manera igualitaria entre herederos, sin importar el género, el Kanun no dice lo mismo. Este conjunto de normas considera la tierra como algo indivisible y a la mujer como una propiedad en sí misma lo que provoca que estas renuncien a su parte de la herencia de manera voluntaria, y las que se deciden a reclamar su parte suponen “una vergüenza para la familia”.

A este contexto hay que añadir el hecho de que el último censo registrado en el país se hizo en 2011 y la falta de control con los registros de familia, sobre todo en la zonas más aisladas, provoca que no haya constancia de hijas en la familia, lo que, a su vez, genera que sean excluidas del reparto de bienes. La religión islámica, una de las mayoritarias en la región,  juega también un papel importante en este caso y es que, según el Corán, lo que el hijo varón hereda debe ser igual a la suma de lo que heredarían dos mujeres. Además, establece que una esposa que queda viuda hereda, tan solo, un 1/8 de la propiedad, el resto se repartiría entre los hijos con los criterios que el libro establece. En el caso de que no haya herederos, la viuda se quedara con un 1/4 de las propiedades, el resto se repartirá entre los miembros cercanos a la familia del fallecido.

Con todo esto, el derecho a heredar juega un papel importante en el empeoramiento de la situación y la emancipación de la mujer en la zona, con especial foco en Kosovo. Existen, aún, incertidumbres jurídicas como resultado de la falta de armonización de las leyes vigentes que regulan las cuestiones de herencias de bienes para los herederos. La posibilidad de acuerdo entre las partes y de renunciar al derecho de herencia se ha traducido principalmente en que las mujeres renuncian a su derecho a heredar. La Red de Investigación de los Balcanes avisa que el discurso regional está fuertemente influenciado por conceptos patriarcales cuando se trata de heredar propiedades. Las mujeres consideran la parte que les corresponde como una parte que deben “obtener” de los herederos varones y esto provoca imposibilidades para el normal funcionamiento de las leyes.

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Cartel El feminismo nos salvara en Pristina (Kosovo) Marta Moreno Guerrero

Otras minorías: la mujeres romaníes se llevan la peor parte

La región supone una zona de fuerte confluencia de comunidades étnicas. Las etnias mayoritarias son la albanesa, serbia, croata, bosnia, macedonia y montenegrina. En esta situación, donde cada comunidad lucha por sus propios intereses, algunas comunidades menos numerosas quedan relegadas al olvido, y sus derechos y necesidades son excluidas de la agenda política de todos y cada uno de los seis países que conforman la región. Y aquí es donde las mujeres romaníes se llevan la peor parte.

Los romaníes son la minoría étnica más numerosa de Europa, así como una de las más desfavorecidas y socialmente excluidas; por lo general, tienen un acceso limitado a los servicios básicos y económicos. Aunque no existen datos fiables sobre la población gitana en los Balcanes Occidentales, las estimaciones disponibles sugieren que hay alrededor de 30.000 romaníes en Bosnia y Herzegovina y unos 100.000 en Serbia. Según una investigación del PNUD, la tasa de romaníes sin formación y empleo de los Balcanes Occidentales se sitúa entre el 73% en Serbia y el 86% en Bosnia y Herzegovina; una tasa que aumenta cuando se trata de las mujeres romaníes y alcanza el 81% en Macedonia del Norte y el 93% en Montenegro.

En el Informe regional sobre la discriminación de las mujeres romaníes en el área de la atención médica, matrimonios infantiles y apoyo y protección en casos de violencia doméstica en Belgrado, realizado por el Centro de la Mujer Gitana BIBIJA con la colaboración de la Entidad de la ONU para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer, queda reflejada la situación de estas en la región. En Serbia, hasta el 92 % de las mujeres romaníes han sufrido algún tipo de violencia física o sexual desde los 18 años. En Montenegro y Serbia, el 18% y el 17% de las niñas romaníes, respectivamente, se casan antes de los 15 años y más del 55% se casan antes de cumplir los 18. Un estudio llevado a cabo por la KWN, señalaba que el 77% de los matrimonios de las mujeres pertenecientes a las comunidades minoritarias del país se daban a una edad temprana (la cifra incluye mujeres romaníes, ashkalis y egipcias). Aunque el matrimonio precoz y forzado es una clara violación de la ley, en 2014, de los 108 casos denunciados en Serbia, el perpetrador fue condenado a prisión en solo 13 casos, mientras que en 56 fue puesto en libertad condicional.

Aunque las manifestaciones del ‘antigitanismo’ pueden diferir de un país a otro, existe en toda Europa, y en los países de los Balcanes Occidentales este rechazo se ve acentuado. El discurso del odio y los crímenes de odio son sus manifestaciones más visibles

La leve respuesta es indicativa de una actitud generalizada y preocupante de desinterés por parte de las autoridades y la sociedad en general, concluye el informe serbio. Y es que aunque las manifestaciones del ‘antigitanismo’ pueden diferir de un país a otro, existe en toda Europa, y en los países de los Balcanes Occidentales este rechazo se ve acentuado. El discurso del odio y los crímenes de odio son sus manifestaciones más visibles, ataques contra esta minoría son frecuentes en cualquiera de los seis países. El Barómetro de los Balcanes refleja el claro rechazo de la población en la región hacia esta comunidad en todos los campos: mercado laboral, educación o vivienda. Y aunque se han implementado políticas de inclusión de la comunidad romaní, su situación apenas ha mejorado en los últimos 20 años a pesar de la considerable inversión financiera de la Unión Europea. Una situación en la que las mujeres se llevan la peor parte, sufriendo una doble discriminación: por su etnia y por su género.

La defensa de los Derechos Humanos atacada en los Balcanes Occidentales

Con tantos huecos por cubrir en cuanto a equidad se refiere, no son pocas las personas que han saltado en la defensa de los derechos de las comunidades más vulnerabilizadas y no pocas veces han vivido las consecuencias de ello. El pasado año serbia se encontraba con el encarcelamiento de Aida Corovic y Jelena Jacimovic por tirar huevos al mural de Ratko Mladic, más conocido como el carnicero de los Balcanes, uno de los principales responsables del genocidio de Srebrenica. Ese mismo mes, la sede de Mujeres de Negro era atacada y destrozada, no hay nadie imputado por esos crímenes.

La Red de Investigación de los Balcanes denuncia que en este país, la población se encuentra fuertemente influenciada por los medios controlados por el gobierno que glorifican a los criminales de guerra, promueven el odio y crean discursos discriminatorios contra activistas. Un contexto que padecen profundamente las periodistas independientes, bien lo sabe Ana Lalic quien vio su vida privada publicada y fotografías íntimas volverse virales bajo el título “mujeres periodistas que avergüenzan a Serbia”, por denunciar las condiciones de los centros de salud durante el covid19. Un reportaje que llevo a la profesional a la cárcel.

Los casos de las periodistas Sonia Eco en Albania, Vanja Stokic en Bosnia y Herzegovina u Olivera Lakic en Montenegro, insultadas, amenazadas e incluso atacadas físicamente por abordar los derechos migrantes o la corrupción ilustran la violencia normalizada contra las comunicadoras

La protección de periodistas también es asignatura pendiente en el resto de países. El caso de Sonia Eco quien fue calificada como “enemiga de la seguridad nacional” en Albania por denunciar la situación en la frontera de Grecia, el de Vanja Stokic en Bosnia quien recibió cientos de amenazas de muerte por publicar una foto con migrantes reclamando sus derechos, o el caso de Olivera Lakic en Montenegro, disparada por sus denuncias a la corrupción del gobierno, son claros ejemplos.

Se han realizado avances muy limitados a este respecto en cualquiera de los países de los Balcanes Occidentales. Los ataques también están vinculados íntegramente a las lagunas existentes en la legislación, el discurso de odio de los funcionarios del gobierno y una grave falta de intervención por parte de la policía y las autoridades estatales. Son cientos los defensores del colectivo LGTBIQ+  que reciben mensajes llenos de amenazas de muerte diariamente. Ejemplo de la situación que vive este colectivo fue el discurso del ministro albanés Kujtim Gjuzi, quien en prime time amenazó a las personas LGTBIQ+ en pleno debate político. Ninguna sanción fue impuesta.

En Bosnia y Herzegovina, después del primer Desfile del Orgullo, aumentó el número de informes de ataques contra personas parte del colectivo. Kristina Ljevak, periodista y aliada visible del movimiento por los derechos LGBTQI+, fue blanco de una campaña de desprestigio después de ser nombrada directora de TVSA, la estación de televisión pública del cantón de Sarajevo. En Kosovo, los activistas LGBTQI+ han recibido más de 150 amenazas de muerte en línea durante 2019. Todas fueron denunciadas a la policía, pero ninguna fue procesada. En Macedonia del Norte, siete activistas LGBTQI+ fueron atacados por un grupo de 20 asaltantes después del primer Orgullo de Skopje, fueron sacados de taxis, golpeados y amenazados de muerte. Ninguno de los atacantes ha sido identificado.

La mayoría de los países de los Balcanes Occidentales no tienen definiciones legales o categorías legales para los Defensores de los Derechos Humanos (HRD, por sus siglas en inglés). En Bosnia y Herzegovina, Kosovo, Montenegro y Macedonia del Norte, los Defensores de los Derechos Humanos no están reconocidos como una categoría legal específica, como lo reconoce la Declaración sobre Defensores de Derechos Humanos de la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU).

Al analizar la situación en los seis países de los Balcanes Occidentales, es notable que dos cuestiones principales enmarcan la posición de las defensoras de Derechos Humanos: la falta de reconocimiento del estatus legal de las defensoras de derechos humanos y las normas sociales, incluidas las actitudes patriarcales, hacia las mujeres y, por lo tanto, las defensoras de derechos humanos. Marcadas fuertemente por las normas tradicionales propias de sus comunidades, sin derecho a tener propiedades, ignoradas por las instituciones, olvidadas en los discursos políticos de sus gobiernos y marcadas de por vida si intentan levantar la voz por sus derechos así como rechazadas por sus propias familias. El pasado 8M, las mujeres albanesas, serbias, montenegrinas, bosnias y macedonias no marchaban celebrando; se vistieron de rojo para mostrar su resistencia, para denunciar como “la Corte y la policía tienen las manos llenas de sangre” y gritaban que la lucha “ no ha hecho más que empezar”, porque ellas mismas tienen claro que “bailaran sobre la tumba del patriarcado”.

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