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Colombia
“Recuperar la tierra para recuperar la vida”: la lucha de los pueblos del Cauca, Colombia
La colonización es un proceso vigente y que en la actualidad se expresa de manera extremadamente violenta en Colombia. Tras el incumplimiento de los Acuerdos de Paz de la Habana del 2016, y la elección del Gobierno progresista de Gustavo Petro y Francia Márquez en 2022, el conflicto armado en el país cafetero se ha reconfigurado. Estos hechos han permitido la continuidad del extractivismo y el debilitamiento organizativo de los movimientos sociales, hechos que se dan particularmente en el Cauca.
Ante este escenario favorable a la continuidad del despojo por empresas transnacionales, en el municipio de Cajibío (Cauca), la población se disputa la tierra desde hace 50 años con la empresa transnacional maderera Smurfit Westrock (anteriormente Smurfit Kappa). Desde la instalación del megaproyecto forestal, monocultivos de eucalipto y pino han desplazado a comunidades y cultivos agrícolas, violentando y dificultando la vida digna en estos territorios. Un proceso facilitado por la política de terror del narcoparamilitarismo y la parapolítica, que ordena y regula las relaciones sociales, políticas y económicas, desarticulando el tejido social. Como indica Claudia Patricia Chala, lideresa campesina, “Smurfit es un gran monstruo”.
Tras la participación en una Caravana Humanitaria, entre paros y bloqueos de la carretera Panamericana, conversamos con Claudia Patricia Chala en la Casa Campesina de Popayán, capital del Cauca. Claudia realiza trabajo de base en los municipios de Cajibío, Popayán, Tambó y Timbío. Es representante legal de la Asociación Campesina para el Desarrollo Rural (Acader). Y asimismo, es la coordinadora en la región del Cauca del Coordinador Nacional Agrario (CNA). Revisamos junto a ella la reconfiguración del conflicto armado en el Cauca, los impactos socioecológicos que la empresa es transnacional Smurfit Westrock ha generado en la región y las acciones y planificación territorial que propone la organización campesina CNA para permanecer en armonía en el territorio.
La región del Cauca tiene una ubicación geoestratégica para el comercio internacional, legal e ilegal. Está atravesada de norte a sur por la carretera Panamericana, y se encuentra próxima a la ciudad de Buenaventura, primer puerto colombiano y uno de los mayores del Pacífico. Región fértil y rica en recursos minerales, ha sido disputada históricamente tanto para la explotación de minas de oro o de recursos agroforestales, como para la siembra de cultivos de uso ilícito (marihuana y amapola). Organizaciones sociales como el CNA denuncian la ausencia de apoyo institucional y la presencia de empresas transnacionales y narcoparamilitarismo en sus territorios.
¿Cómo se expresa en la región del Cauca la reconfiguración del conflicto armado tras los acuerdos de paz del 2016?
En este momento en el Cauca la situación es muy crítica. Es un gran limitante que no haya inversión en los territorios y que no existan garantías para la educación de los jóvenes. Eso ha creado que muchos de nuestros jóvenes estén engrosando las filas de los grupos armados. También esto ocurre muchas veces contra su voluntad. (Los grupos armados) se los están llevando. Hay incremento de cultivos de uso ilícito, de cultivos de coca y amapola en algunas zonas y eso ha generado una disputa territorial entre los diferentes grupos armados en el departamento. Acá hay como unos ocho grupos en el territorio. Las disidencias de las FARC se convirtieron en estructuras narcoparamilitares que ya no tienen ideología y solo defienden su economía del cultivo de uso ilícito. Generan temor y caos en las comunidades. Empezaron a colocar controles para ingresar en nuestras veredas por un valor de 5.000 pesos para motos y de 10.000 pesos para carros. Y si uno no tiene para donde irse termina sometido a las imposiciones de estos grupos (armados).
Y en las organizaciones sociales que están trabajando en la región. ¿Qué dificultades han enfrentado con los grupos armados en los últimos años?
Como CNA hemos padecido amenazas y, asesinatos de líderes y lideresas sociales. En el municipio de Argelia asesinaron a cinco líderes. Tocó sacar en helicóptero a otros compañeros para evitar que fueran asesinados y cuidar su vida. En la actualidad tenemos varios compañeros amenazados que hemos tenido que sacar del territorio. De esta forma se pierde su trabajo de base en las comunidades, se desintegran las familias y el tejido social y colectivo de los procesos organizativos. Y todo esto por querer permanecer en el territorio y seguir conservando nuestra armonía y autonomía en las comunidades y con nuestro entorno. Además como hay cooptación de personas uno debe hacer el trabajo con cautela.
En este territorio “caliente” se encuentra Cajibío, municipio donde se produce principalmente café y caña panelera, próximo a la capital caucana, y colindante a la vía Panamericana. ¿Podría describirnos qué población habita en este corregimiento y cual es la situación de ésta ante el acceso a la tierra?
Cajibío es un municipio interétnico e intercultural. Convivimos campesinos, indígenas Misak y Nasa, y población afrodescendiente. Siempre fue un municipio agrícola y pecuario, y hoy en día no tiene tierra donde producir. La empresa Smurfit posee la mayor parte de las tierras. Además, aquí en Cajibío, hay una gran verdad, y es que nuestras familias son grandes. Tienen un promedio de 6, 7 hijos por familia y cada hijo cuando hereda apenas recibe una hectárea. Muchos campesinos están en esa situación. Ya no tienen tierras para sus hijos, y ven como Smurfit tiene toda la tierra y además dedicada al cultivo de madera.
La empresa transnacional papelera Smurfit Westrock inició sus actividades en el municipio de Cajibío en los años 70. Esta industria realiza en sus territorios tanto la fase de cultivo forestal, de pino y eucalipto, como su posterior transformación. ¿Cómo consiguen las empresas transnacionales entrar en sus territorios? ¿Cuál es la reacción de la población cuando aparecen?
Desde el Tratado de Libre Comercio sentimos que se dio vía libre a todas estas multinacionales. Cuando entran las empresas la gente pone resistencia. Mucha gente comenzó a revelarse. Pero el contexto de antes era muy diferente al de ahora. Muchos de nuestros abuelos no estaban formados en leyes. Hoy en día nuestros jóvenes ya tienen esta formación. Desde nuestras organizaciones contribuimos a que se eduquen en derechos humanos y en legislación.
En el caso de Smurfit, ¿cómo consiguió esta compañía establecerse en sus municipios?
La entrada de Smurfit fue muy estratégica. Cuando entró acá había una necesidad muy grande, no había colegios. Entonces Smurfit colocó uno en el año 1997 (Instituto Técnico Agropecuario y Forestal (ITAF). Incluso el colegio fue construido con el apoyo de los padres de familia a través de mingas. El primer año funcionó gratuitamente para todos los estudiantes. Yo soy egresada de ese colegio y para las condiciones que había en los territorios entonces, se brindaba una educación de calidad. Hay que reconocerlo. Hoy en día ha cambiado. Smurfit ahora dice, “ya tengo la tierra, ya tengo todo ganado”. Ahora ya no da las mismas opciones que daba antes. Ahora es un colegio privado con una matrícula muy cara. Así es como estas empresas engañan y se aprovechan de las necesidades de la gente para poder ingresar en el territorio.
Smurfit Westrock ha sido denunciada por las comunidades locales debido a los impactos sociales y ecológicos que origina en el municipio de Cajibío. ¿Podría elaborar cómo afecta la presencia de esta corporación en sus territorios?
Con esta empresa hemos tenido muchas dificultades. Primero, como comentaba anteriormente, es la cantidad de tierra que posee esta multinacional. Smurfit posee 3.600 has, 800 arrendadas y el resto en propiedad. Otro factor a considerar es la ubicación de sus predios. Mucha de la tierra de Smurfit está muy central sobre la vía Panamericana. Si nuestros campesinos pudieran tener un pedazo ahí, les facilitaría que sus hijos pudieran ir a la ciudad a estudiar.
Por otro lado tenemos los problemas de seguridad y en concreto de violencia sexual. Ha habido denuncias de agresiones sexuales a mujeres tanto por grupos armados como por el mismo ejército en los predios que tiene la empresa. ¡Porque como las pineras son tan grandes!. Cuando yo era estudiante caminaba tres horas para llegar al colegio. Pasaba horas y horas pasando la pinera. Afortunadamente a mí no me pasó nada. Pero sí que ha habido casos de mujeres que han sido abusadas. La empresa debe dar garantías para que no se de esa situación y que no haya grupos (armados) en todos esos sitios donde tiene predios. Además, lo que uno se pregunta es, ¿Por qué los grupos (armados) que dicen defender a la población nunca manifiestan nada contra la empresa que es una multinacional? Entonces ahí lo que hay es una complicidad. La compañía además se ha encargado de romper el tejido social. Ha creado divisiones entre la comunidad. Líderes y lideresas han sido perseguidos y asesinados por manifestar su rechazo a la compañía y gran cantidad de familias han sido desplazadas.
En cuanto a las problemáticas ambientales, el cuidado del agua las multinacionales no lo hacen. Voltean la tierra. Incluso desvían ríos. Smurfit tiene todos sus cultivos sobre afluentes de agua. No conserva las distancias que la ley le propone, contamina y agota los ríos. Asimismo, el monocultivo también causa graves afectaciones sobre la flora y la fauna, degrada la fertilidad del suelo y desplaza a los animales. En la época de verano suele haber incendios que surgen de la nada en los monocultivos forestales. Estos fuegos se pasan hacia las parcelas que colindan, destruyéndolas. Se pierde toda la producción y la cosecha de los campesinos. Sin embargo la empresa no pierde porque tiene asegurada toda la producción de madera.
Descolonizando
El Coordinador Nacional Agrario (CNA) es una articulación de organizaciones agrarias que se vincula a través del Congreso de los Pueblos (CdP), con la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) - La Vía Campesina. Tiene 25 años de historia como proceso organizativo y nace por las diferentes luchas agrarias del campesinado. Principalmente surge tras las grandes marchas cafeteras de 1997. Desde entonces el CNA apuesta por la lucha por la tierra, por la permanencia en el territorio, abrazando en la actualidad el paradigma de la Soberanía Alimentaria. Ante el continuo acaparamiento de tierras por las empresas transnacionales y el avance del narcoparamilitarismo, los pueblos indígenas han propuesto los Resguardos Indígenas, y las comunidades afrodescendientes los Consejos Comunitarios, Proyectos de Vida que les permiten reconfigurar los territorios.
¿Cuáles son las propuestas territoriales que hace el CNA como organización campesina? ¿Cuáles son las claves para su implementación?
El CNA propone La Reforma Agraria Integral y Popular, y los Territorios Campesinos Agroalimentarios (Tecam). Planteamos el reordenamiento del territorio alrededor del agua y la biodiversidad. De la mano de un Plan de Vida donde las mujeres sean protagonistas. Donde planteemos unas Juntas de Gobierno propio desde los territorios y para los territorios. Todo esto de la mano de la agroecología, con la transformación y comercialización de nuestros productos para que nos permita lograr un Plan de Vida Digna para las comunidades
Las Zonas de Reserva Campesinas fueron otra propuesta que hicieron las organizaciones campesinas. Llevan vigentes 30 años, pero desafortunadamente, no han sido bien implementadas por no llegar las inversiones desde el gobierno a los territorios. La negligencia de no proteger a los campesinos, de no avanzar en la Reforma Agraria, ha permitido, sobre todo en el Cauca, el avance de la siembra de los cultivos de uso ilícito. Así, otra apuesta que tenemos desde los TECAM es que los campesinos hagan una verdadera transición (a cultivos de uso no ilícito) sin que se vea afectada su vida normal. Porque es muy difícil decir que hagamos la transición cuando una arroba de panela, que se demora prácticamente dos años en producir, se vende al final por 30.000 pesos. Lo mismo pasa con el café.
Para el éxito de estas propuestas algo que no debemos olvidar es la importancia de articular con otros (procesos). Eso es lo que nos permite permanecer en el territorio. Coordinarnos tanto con otros procesos campesinos como la ANUC (Asociación Nacional de Usuarios Campesinos de Colombia), como con otro tipo de organizaciones. Aquí en el Cauca también trabajamos con la Minga del Suroccidente. En la Minga están todos los sectores de la población, desde los indígenas, los campesinos y los afro, hasta los sectores urbanos.
Desde el 2021, en el municipio de Cajibío decidieron retomar la lucha por la tierra y recuperar las tierras que se encuentran en manos de Smurfit Westrock mediante la propuesta de los Territorios de Vida Interétnicos e Interculturales (TEVIIC). ¿Desde qué necesidad o problemática surge esta propuesta?
Esta propuesta surgen tanto por la diversidad étnica y cultural que existe en el territorio como por la necesidad de la tierra de las diversas comunidades. En Cajibío hay una realidad, y es que Smurfit es un monstruo grande para todos nosotros. Como comentaba anteriormente, en Cajibío convivimos campesinos, indígenas Misak y Nasa, y afrodescendientes. Sus familias como las nuestras son grandes, y también necesitan tierra. Así, cuando decidimos volver a la lucha por la tierra convocamos a al Movimiento de Autoridades indígenas del Sur de Occidente (AISO) y al Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC). De la articulación la propuesta que surgió fue el TEVIIC.
La diversidad en el territorio, desafortunadamente, en vez de fortalecernos, ha creado unos choques entre las mismas comunidades. Pero yo no veo que sea culpa de las comunidades, es culpa de cómo el estado nos trata. Nos trata de una forma desigual. Si yo como padre trato de manera desigual, doy más privilegios a un hijo, pues obviamente voy a generar celos y rencores con los otros. Eso pasa aquí en Colombia con el estado. Desafortunadamente no hay una ley que nos reglamente por igual, sobre todo en el tema de derechos. Como los indígenas son más ancestrales obtuvieron su reconocimiento inicialmente. De esta manera ellos tienen ciertos privilegios. Eso nosotros no lo desconocemos, pero desafortunadamente genera choques cuando se convive en los territorios. Finalmente se fortalece al más fuerte y se termina acabando con el más débil y no debería ser así. “Si estamos en el mismo territorio, tomamos de la misma agua, respiramos del mismo aire, porque nos vamos a tirar entre nosotros”. Por tanto, para reducir las fricciones, después de la toma de la tierra propondremos hacer unos Encuentros de diálogos territoriales, entre las territorialidades campesinas, indígenas y afrodescendientes.
Después de la firma del acuerdo de paz de la Habana en Cajibío hicimos también la propuesta de unos Espacios de diálogo, reconciliación y paz. Desafortunadamente, los gobiernos anteriores nos han sembrado odio entre comunidades, entre clases. Los niños se crían viendo matanzas, viendo odios y propusimos empezar con ellos el tema de la reconciliación. Porque sino el Cauca y todo el país va acabar en una guerra absurda como está ya pasando.
En cuanto a la recuperación de tierras, ¿en qué fase se encuentran en la actualidad?
Por un lado, de las 3.600 ha que tiene la empresa hasta el momento hemos logrado (recuperar) 187 has. Esto no es oficial. Esto no quiere decir que nos vayamos a quedar. Tenemos compañeros, sobre todo indígenas, que llevan 30 años y Smurfit no les ha dado nada. Smurfit tiene todas sus cosechas subsidiadas hasta por 40 años, y, esto les hace a ellos más fuertes. Eso dificulta la situación. Además, y mientras logramos estabilizarnos más, en las tierras recuperadas apenas se comenzó a sembrar café, maíz, frijol, los cultivos transitorios. Lo último que hicimos, durante la caravana, fue la entrega a la Agencia Nacional de Tierras del documento para el impulso del TECAM en Cajibío.
¿Qué otras dificultades han enfrentado hasta este momento en la toma de tierras en Cajibío?
Primeramente está la problemática de la inseguridad. Cuando se inició la toma de tierras en 2021 el ESMAD (policía antidisturbios, en la actualidad Unidad de Diálogo y Mantenimiento del Orden) asesinó a un compañero. También hacemos las recuperaciones de tierra teniendo en cuenta que en algún momento puede haber una arremetida de la empresa. Cuando Smurfit decide arremeter acaba con todo. Si es caña la arrancan, la queman. Si es rancho lo queman. Afortunadamente ahora tenemos un gobierno que supuestamente es muy pacífico, y que no está tan de mano de las multinacionales. Pero durante los años anteriores el ESMAD o el ejército llegaban cuando la gente tenía todo su rancho cultivado y quemaban todo. Aquí el ESMAD o el mismo ejército cumplen esta función. Acá en Colombia no hay secreto y es que hay una alianza entre las grandes empresas transnacionales y la fuerza armada. Ésta, que debería velar por los derechos de los más necesitados, en verdad vela por los derechos de las transnacionales y los grandes empresarios.
Segundo, está la viabilidad económica de esas actividades. Desafortunadamente ningún gobierno financia la toma de tierras. Entonces nos toca con nuestros propios medios sostenernos, que es lo más complicado. Teniendo en cuenta que eso no es por un año ni nada. Si no que puede ser por 30 ó 40 años. Por tanto, nos mantenemos con lo que nuestros vecinos nos puedan ayudar. A veces hacemos jornadas de mingas comunitarias, hacemos donaciones. El asociado que tiene su parcelita reúne maíz, frijol, lo que pueda dar, y eso se lo da a los que están allá en las actividades (recuperaciones). Ahí están puestos muchos sueños. Sobre todo en el grupo de nosotros hay muchos jóvenes, mujeres. Que dicen “no, yo necesito la tierra, necesito dejarle algo a mis hijos”.