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“La isla se encuentra al margen de los movimientos del mundo, incluso de la civilización y que sea preciso también renunciar a todo tipo de comodidades; esto puede hacerse sin problemas, pero no sólo por la paz interior posibilitada como un resultado de la independencia económica, sino también por la disposición de ánimo que le proporciona a uno su paisaje, el más virgen que jamás he encontrado. [...] Queda decir finalmente que existe una serenidad, una belleza en los hombres [...], una casi total libertad de los extraños... Desgraciadamente, todas estas cosas puedan quedar amenazadas por un hotel que se está construyendo en Ibiza”.
Walter Benjamin, carta desde Ibiza en 1932
PEQUEÑA CRÓNICA
El martes 16 de junio muchas canarias se despertaron con la noticia de que dos activistas habían subido durante la noche a las grúas de la obra del hotel en construcción en la playa de La Tejita y se encontraban resistiendo arriba desde entonces. La lucha contra el hotel de los caciques del Grupo Viqueira se había dado por perdida por una parte importante de la opinión pública. El largo ciclo de protestas, difusión y procesos judiciales movido principalmente por la plataforma Salvar La Tejita, lamentablemente, no despertó más que indiferencia y falsas promesas en las instituciones canarias. Muchas fuerzas habían sido consumidas ya y el resultado no había sido otro que la pérdida de fe en las autoridades supuestamente competentes.
Finalmente, la acción directa de las compañeras reactivó a los movimientos sociales y a la opinión pública, que pronto se volcaron de nuevo en esta importante y simbólica lucha del pueblo canario. Los cauces legales habían sido desbordados; la acción directa quedaba totalmente legitimada.
A lo largo de ese mismo martes fue llegando en apoyo gente de todos los lugares de la isla. Espontáneamente, a la tarde se produjo la que fue la primera de tantas concentraciones frente al hotel en construcción hasta su paralización. La fogalera había sido prendida. Rápidamente se formó un grupo de apoyo y de las personas que hasta La Tejita llegaron aquel día muchas pasaron noche. Se formaron dos núcleos bien conectados entre sí, uno por cada grúa, para cuidarles de policías y fuerzas de seguridad, así como para arroparles con nuestra presencia y cariño. Los hostiles aledaños de la obra comenzaron a habitarse. Sin saberlo, estábamos construyendo una pequeña zona autónoma que viviría hasta que las compañeras se bajaron de la grúa al calor de su pueblo y de la victoria, el sábado 27 de junio.
Islas Canarias
A punto de parar las obras de hotel de lujo en la playa La Tejita
Las activistas que han permanecido varios días encaramadas a las grúas han bajado esta tarde tras dar por ganada la batalla para que el Gobierno cumpla la orden de paralizar las obras de un hotel en La Tejita.
La autonomía, evidentemente, no era total, pero sí empezó a dibujarse y a hacerse efectiva y, sin duda alguna, a vivirse. Casi todo el que llegó a la concentración y se quedó a hacer la primera noche de muchas vino con lo puesto. Poco importó. Vecinas trajeron mantas y comida. Nunca faltó nada para desayunar, ni para almorzar, ni para cenar. Tampoco faltaron los buenos días, los ánimos y las miradas de complicidad. Cada noche llegaba gente nueva, otras se volvían a casa a descansar y otras volvían con las pilas cargadas. En el singular cosmos que habíamos creado se respiraba libertad y autonomía.
Los días que vinieron hasta la bajada de las activistas de la grúa fueron días de movilización popular, presión mediática, expectación y tensión. Nos habíamos convertido en estrategas en una batalla en la que cada movimiento debía ser medido al milímetro.
Muy importante fue la multitudinaria manifestación del sábado 20, en la que se dieron mil pasos hacia delante. En ella la rabia popular consiguió que los bomberos subieran comida y bienes necesarios a las grúas. Previamente, la Guardia Civil, bajo su personal e intransferible interpretación de las órdenes judiciales y los derechos básicos, había dado su negativa al auxilio, alegando que no era posible. Parece que en realidad no era tan difícil, solo les hacía falta un pequeño empujón.
Igual de esenciales fueron el resto de movilizaciones, en las que se lograron objetivos parecidos gracias a la numerosa movilización popular. Al campamento llegaban imágenes de concentraciones en apoyo desde todas las Islas Canarias, también desde otros lugares de Tenerife. Pocas cosas más bonitas hay que recibir muestras de solidaridad desde otros lugares; que no quepa duda de que serán devueltas. Todo granito de arena aportado fue vital para salvar la playa.
El rastro que va a dejar esto será indescifrable y difícil de seguir. Espacios sociales de la isla estarán ahora comunicados más intensamente
El último día no pudo haber sido mejor. Se esperaban más jornadas de batalla y había fuerzas para ello, pero el incansable trabajo del grupo de apoyo y el equipo legal implicado logró dar por concluida de manera satisfactoria la lucha aquel sábado. Con ayuda de los bomberos, las activistas bajaron de las grúas sin problema alguno y pudieron sentirse arropadas por la inmensa cantidad de gente que había venido a acompañarles y a luchar junto a ellas. Fue un momento muy emotivo que quedará grabado por mucho tiempo en las retinas de un pueblo canario históricamente castigado y que se ha tenido que enfrentar a duras derrotas en los últimos años.
Habíamos ganado. Por fin. El pueblo salvó al pueblo. Quedaba festejar a la luz de un precioso atardecer en el paraje natural único que acabábamos de salvar. Importantes artistas con presencia en las luchas de nuestro pueblo se acercaron a regalarnos su música, que, mejor que ninguna otra, acompañó la tarde de celebración. Como bien sabe Walter Benjamin, ganamos las fuerzas de la embriaguez para el servicio de la revolución.
Más que nunca, 'nuestra tierra no se vende, nuestra tierra se defiende'.
EL ENCUENTRO
Un amigo hecho en la lucha valoró así lo vivido los doce días que La Tejita fue una zona autónoma: “Lo que más me gusta de este grupo es que probablemente no volvamos a coincidir todas a la vez y eso me parece maravilloso, que personas tan diferentes, de diferentes lugares, llegamos a unirnos y a confiar la una en la otra”. Pocas palabras capturarían mejor lo que fue el encuentro para las personas que formamos el grupo de apoyo.
De lo que es un encuentro, cuenta un singular grupo de mexicanos que “sucede en un espacio sin medida y sucede en un tiempo incalculable. Sucede fuera del rigor infraestructural de la metrópoli. (…) Cuando dos o más personas se encuentran sobre la marcha, su experiencia del espacio se torna plena. En el encuentro dejamos de estar solos en la metrópoli” (Consejo Nocturno, Un habitar más fuerte que la metrópoli). En el momento y en el lugar en el que nos encontramos quienes formamos parte del grupo de apoyo, los tiempos dejaron de estar marcados por un reloj y comenzaron a hacerse usos del espacio no realizados hasta aquel entonces. En el calor de la experiencia lo vivencial se intensifica y el compartir se torna pleno y sincero.
Muchas de las personas que hasta allí llegamos ya éramos amigas de antes —en este sentido, la amistad es la más potente forma de organización política—, muchas otras caras eran nuevas. Proveníamos de distintos lugares de la isla —¡o incluso de otras islas, a la solidaridad poco le cuesta coger un barco!— y de distintos grupos de afinidad. Había gente que ya había trabajado junta y había coincidido antes en otras acciones y gente que no. El caso es que todas albergamos en nuestro corazón un nuevo mundo, que resguardamos palpitante y dejamos asomar y crecer en acontecimientos como este.
Sin saberlo, estábamos construyendo una pequeña zona autónoma que viviría hasta que las compañeras se bajaron de la grúa al calor de su pueblo y de la victoria
Aún teniendo ideales distintos y coloridos, el espíritu libertario estaba presente en todas. No hizo falta hablar de política. En el momento del encuentro todo estaba dado ya. En medio de un acontecimiento todo es inteligible: las aliadas son claras y las enemigas también; no hay mejor manera de encontrar a una compañera que luchando.
Un encuentro no se programa, pero tampoco es fortuito: quienes fuimos estábamos llamadas a coincidir. No se habló de política, sí de acción. Se habló de hacer y de cómo hacer, nos detuvimos a pensar cada paso lo que hizo falta, pero no se discutía si avanzar o no. Cada cual aportaba ideas, sentimientos y presentimientos. Fue tan necesaria la voz de los más experimentados, de la que las más nuevas la que pudieron aprender mucho, como el entusiasmo y las ganas de actuar de los más nuevos. Éramos una fuerza en acción dispuesta a hacer lo que hicimos y más, impulsada por el abrumador apoyo popular y el ejemplo infinito de las compañeras de la grúa. “Un movimiento que exige se encuentra siempre en inferioridad frente a una fuerza que actúa” (Comité Invisible, A nuestros amigos).
Dijimos, un encuentro no se programa, pero tampoco es fortuito. Los movimientos sociales tienen una vida subterránea que solo sale a la luz —a los ojos del que lo ve de fuera, sale de la nada— en los momentos de combate directo. Tras los grupos que ahí nos encontramos hay horas y horas de trabajo y experiencia en nuestros respectivos conflictos. De frustraciones y de divertimento. Trabajo de aprendizaje y de construcción en positivo de un tejido capaz de responder y estar ahí cuando más se le requiere.
Esto no habría sido posible sin la experiencia de las compañeras con las radios autogestionadas, sin la gente de diversas agrupaciones ni las personas que se pasan el año entero dinamizando políticamente los centros sociales okupados y autogestionados de la isla. Las redes de apoyo de la isla y con el exterior no hubieran podido activarse ni funcionar tan bien sin ese trabajo previo, que también tiene su razón de ser y cuyo desarrollo es tan indispensable como el ser tenaces cuando la coyuntura lo exige. Esto se aplica para cualquier lugar del mundo, y quien haya estado en las luchas sociales lo sabe bien.
El rastro que va a dejar esto será indescifrable y difícil de seguir. Espacios sociales de la isla estarán ahora comunicados más intensamente. Las guardias nocturnas eran una oportunidad para conversar. Cada día y cada noche la gente presente intercambiaba experiencias e impresiones, ayudaba, cuidaba y se dejaba cuidar; fueron días de acercamiento. Hay más caras familiares que antes, y nuevas caras. Fuerzas renovadas por una esperada victoria, y ganas de hacer más y de conocernos más para afianzar los lazos que comenzaron a nacer. Es bastante posible también que esta victoria y el buen hacer con el que se logró anime a nuevas personas a involucrase más activamente en los movimientos sociales, o a reengancharse; ojalá así sea. Nos volveremos a ver, de eso no cabe duda.
COMUNICAR LO LOCAL
Nuestra lucha es local pero se comunica globalmente, pues responde a una problemática común. Del NO-TAV en el Valle de Susa italiano a la lucha que viene en el Cabo de Gata contra otro hotel, fragmentos de mundo se levantan en defensa de su territorio. La cuestión de cómo ligarse a sus tierras y defenderlas renace en el horizonte de los revolucionarios de nuestra época. La experiencia de un intenso siglo XX de luchas sociales esclareció que el camino hacia la autonomía y la creación de zonas comunitarias libres ha de resolver indispensablemente la problemática de cómo habitar un territorio y arraigarse a él. La liberación de la tierra es un componente tan importante en las luchas sociales como lo es la liberación del trabajo y del capital. Estos días nos reunimos para darle voz a una tierra que no puede hablar.
Buscando alrededor del globo nos encontramos con luchas con el mismo trasfondo. El ya nombrado NO-TAV en Italia, que lleva décadas batallando —por cierto, tuvimos oportunidad de conocer estos días a compañeras italianas que ahí estuvieron—, el Sáhara ocupado que busca su liberación, el Bosque de Hambach en Alemania, en la que se estableció una zona autónoma ocupada para evitar su deforestación, las Zonas A Defender en Francia, los pueblos rurales rehabitados en el Estado español, la heroica lucha de las zapatistas en Latinoamérica, el Kurdistán liberado, el pueblo mapuche…
Harían falta páginas y páginas para mencionar todos los ejemplos que se podrían dar. No es casual muchas de estas luchas hayan aflorado en las que fueron y son las colonias históricas. La revolución que viene precisará de saber comunicar y unir estas luchas, que se gestan y juegan en un plano local pero combaten un problema universal. No se trata de universalizar la misma lucha en todos los lugares sino de saber localizar y vincular lo común en cada fragmento de mundo en combate.
La formación social propia del capitalismo actual —la metrópoli, global e integrada— es descrita en el bellísimo libro del grupo anónimo mexicano citado más arriba, un habitar más fuerte que la metrópoli. Recuperan de teóricos del autonomismo italiano de los 70 el concepto de fábrica total o difusa: “La fábrica salía de los cuatro muros de la fábrica y se confundía con todo el tejido biopolítico metropolitano”. Sostienen que “hablar de metrópoli como fábrica difusa supone captar los procesos de (…) proletarización total de cada momento de la existencia (…). No hay ningún sitio donde el proletario pueda entablar su vida porque lo que hay en todas partes es la vida del capital”.
La metrópoli es la colonización por parte del capital de todo territorio y la sumisión de toda forma de vida a la vida del individuo-mónada en constante valorización. Su proyecto ha logrado hacer “de la gestión y la valorización la única relación imaginable con el mundo”. Este dominio requiere que todo modo de vida sobre la Tierra sea el suyo, lo que no ha sido posible sin expolio y colonización. De EE UU a China, pasando por el Everest —¡ya con redes 5G!—, hay metrópoli, y la hay además de manera continua. Al turista todo le es familiar porque la constelación heterogénea de mundos posibles ha sido reducida a uno solo mediante programas de urbanismo, desarrollo y modernización. El hotel que paralizamos era uno de los puntos de esos programas.
Como bien se señala en el libro, el proceso de colonización se produjo en dos direcciones: hacia fuera de los territorios colonizadores y hacia su interior; la vieja oposición entre ciudad y campo se difumina. Los lugares más remotos son arrojados a la administración más absoluta. Vivimos en una metrópoli porque ha sido la forma de estar en el territorio que se ha proyectado sobre el planeta, no porque se hayan prohibido —en el sentido estricto del término— las formas propias de habitar un lugar; la liquidación de las formas vernáculas de habitar los mundos es una consecuencia colateral pero esperada de la construcción positiva del tejido metropolitano mundial. Se ha impuesto por su propio peso, por su manera efectiva de existir. El paisaje es siempre reconocible allá donde posemos la mirada.
Nos quieren hacer creer que eso será siempre así porque hasta hoy ha sido así. Que lo existente es lo único posible y que la verdad última está en lo ya dado. Nosotras tenemos la certeza de que se equivocan. La constelación de mundos nuevos que aparecerá la construiremos con nuestras manos y nuestro corazón. Nunca les dejaremos deforestar la imaginación, que en nosotras es muy fuerte. Tampoco minarán nuestras ganas de batallar y ganar. La paralización del hotel es la primera de muchas victorias que vendrán para nuestra gente. Frente a la metrópoli, tenemos claro que nuestras tareas son la exploración de otras formas de relacionarnos con el territorio y entre las personas, la recuperación de saberes antiguos y autóctonos y la creación de otros nuevos a la altura de nuestro tiempo, así como el afianzamiento de los lazos ya existentes. Tiempo al tiempo. Sabemos que tenemos amigas y aliadas por todo el planeta. Seguiremos construyendo.
En el próximo artículo nos acercaremos a las particularidades de la isla. Abordaremos algunos de sus problemas —tanto el expolio cultural como económico— y cómo articular luchas desde nuestro contexto.
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Un texto importante. Desde Abya Yala salud y coraje a las Canarias!