We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Memoria histórica
Elena Aub y su labor como recolectora de las voces del exilio español en México
La hija del escritor Max Aub trabajó en los años ochenta en el Proyecto de Historia Oral ”Refugiados Españoles en México: Archivo de la Palabra“, un valioso testimonio de la memoria expatriada.
Hace tres años el periodista Juan Cruz le hizo una breve entrevista en el diario El País a Elena Aub, la hija del escritor Max Aub que falleció la semana pasada en Madrid a los 89 años de edad.
En la interviú no podía faltar la referencia a aquel viaje de regreso a España en 1969 que a su padre le causó tanta decepción como tristeza, porque el exilio era olvido, cuando no indiferencia, en aquella España del final de la dictadura. Fruto de ese viaje fue el libro La gallina ciega. En el prólogo de esta obra se la define como el acta de defunción de una España, la de la República, que no pudo ser. El autor escribió ese diario, tan apasionadamente personal y arbitrario, para certificar con amargura que aquella España se había perdido.
También le preguntó Cruz a Elena por el encargo del Guernica que le hizo Max Aub a Picasso. Gracias al escritor se pagó al artista la respetable cantidad 150.000 francos. Ya en democracia, un notario recurrió a Elena para que certificara la firma de su padre. Por eso se sentía en cierto modo madre del Guernica, le dijo al periodista riendo. Y también le comentó a Cruz el último descubrimiento hallado entre los papeles paternos: que el 13 de junio de 1972, Max Aub rechazó el premio Planeta, con su generosa dotación económica, un mes antes de fallecer en México, algo que también hizo Miguel Delibes más tarde.
Se lamentaba Elena en la entrevista de que su padre no fuera todo lo reconocido que debió ser. “¡Hasta lo llamaban Max Aún! No le agradecieron que escribiera sobre lo que todos habían sufrido y nadie puso en un papel. Toda su obra es –según su hija- como un diario de ese sufrimiento“.
A una de las naves del centro cultural Matadero le pusieron en su día el nombre de Max Aub y después se lo quitaron. Al enterarse, Elena fue hasta el edificio y vio a los obreros faenando con el soplete y quitando una a una las pocas letras del nombre y apellido de su padre. Se quiso llevar el rótulo a su casa, pero pesaba una barbaridad. Por fortuna, los rótulos de Max Aub y Fernando Arrabal fueron repuestos posteriormente por la alcaldesa Manuel Carmena en dos salas del centro cultural, gracias sobre todo a la presión de la gente del teatro, indignada por la eliminación de esos dos nombres meses atrás.
La escritora Elena Aub nació en Valencia en 1931 y se nacionalizó mexicana durante el exilio de su familia. En 1954 contrajo matrimonio con el escritor Federico Álvarez Arregui, hijo también de exiliados españoles, y tuvieron dos hijos: Federico David y Teresa. Entre 1959 y 1961 el matrimonio formó parte del Movimiento Español (ME/59) que buscaba nada menos que llenar de sentido la condición de exiliado.
En los años 80 del pasado siglo, Elena trabajó para el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH), en el Proyecto de Historia Oral ”Refugiados Españoles en México: Archivo de la Palabra“, realizando entrevistas a buen número de los exiliados españoles que se afincaron en México tras la Guerra Civil. Ahí está toda la voz del exilio español en aquel país, un testimonio de indudable valor documental que podría haber sido de utilidad para que las generaciones de españoles que crecieron durante la dictadura y después tuvieran un mejor conocimiento de aquellos republicanos del éxodo y el llanto -en expresión poética de Rafael Alberti- que se vieron forzados a irse de su país, dejándolo sumido en una gran orfandad cultural.
A propósito de estos valiosos testimonios orales, no quiero olvidarme de los aportados también por la Universidad Nacional Autónoma de México, que igualmente llevó a cabo una serie de grabaciones de los poetas españoles exiliados como Jaime Salinas, León Felipe, Pedro Garfias y Luis Cernuda. Del autor de Donde habite el olvido guardo como oro en paño uno de esos discos en el que poeta sevillano recita sus extraordinarios poemas con una correcta y sobria dicción y entonación, lejos del énfasis declamatorio de algunos de sus compañeros de generación.
El Archivo de la Palabra se realizó en colaboración con el Ministerio de Cultura de España. Elena fue presidenta de la Fundación Max Aub con sede en Segorbe (Castellón) hasta el año 2012 en que toma el relevo su hija Teresa Álvarez Aub, presente también en la entrevista con Juan Cruz. Recordaba El País, en la información sobre Elena Aub con motivo de su fallecimiento, que en 1997 el entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, presidió la constitución en Segorbe, localidad natal del escritor, de la Fundación Max Aub y que reivindicó la figura de intelectual exiliado “desde la pluralidad”, afirmando que “el sectarismo en cultura es una necedad”.” Quien presidió esa fundación muchos años, Elena Aub, no pudo evitar la emoción en la inauguración del centro, pero tampoco se privó de afirmar, al agradecer el apoyo recibido que su padre ”era inequívocamente rojo”.
Para dejar constancia de la inteligencia y vitalidad que mantuvo Elena Aub hasta el final de sus días, contaba Juan Ramón Pujol, hijo de una íntima amiga de Elena, una anécdota que da perfecta imagen de su personalidad. Fue con motivo de una comida en un restaurante popular del barrio de Embajadores, en Madrid. Ya de regreso a casa, Elena les hizo una emocionada versión de su primer amor a los catorce años. Ocurrió en los primeros años cuarenta del pasado siglo cuando cayó fascinada por la figura mítica y heroica de un guerrillero cuya partida bajó al pueblo de montaña donde ella veraneaba, a la espera de poder salir de España. “Su relato fue tan vívido -escribe Puyol- que aún me brotan las lágrimas al recordarlo”.
Algo así experimenté hace muchos años cuando el dirigente sindicalista asturiano de la UGT y también exiliado en México, Amaro del Rosal, me habló de Elena. Amaro estuvo entre los exiliados republicanos que dieron voz a su memoria ante una mujer sumamente atenta y sensible al valor y contenido de esos cientos de testimonios. En este caso la transcripción ocupa más de mil folios, una vida muy llena, desde su temprano activismo en la adolescencia hasta su regreso a España tras la muerte del dictador. Todos aquellos españoles de la diáspora y el llanto dejaron largos ríos de palabras como espejos de sus vidas en el Instituto Nacional de Antropología de México, gracias a Elena Aub, mientras su país vivía un largo tiempo de silencio impuesto a sangre y fuego, que lo dejó árido de libertades y cultura durante mucho tiempo.