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Memoria histórica
Cuando Himmler se mareó en Las Ventas ante la crueldad del espectáculo taurino
Algo más de un siglo y medio de nuestra historia contemporánea revisa la exposición que desde el pasado mes de marzo y hasta el próximo 23 de julio se ofrece en La Arquería de los Nuevos Ministerios de Madrid bajo el título El tragaluz democrático. Políticas de vida y muerte en el Estado español 1868-1976. Organizada por el Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, la muestra se divide en tres módulos.
El primero se inicia en el llamado Sexenio democrático, posterior a la revolución de 1868 (conocida por La Gloriosa), que daría lugar al exilio de Isabel II y a la pasajera primera República, de la que en 2023 se cumplen 150 años. El segundo módulo arranca de 1936 y comprende el periodo del conflicto bélico que vivió este país hasta 1939. y que daría lugar a la muy pasajera primera República. Finalmente, la muestra ofrece una perspectiva de la dictadura franquista hasta los inicios de la Transición en 1976.
A pesar del engorroso texto informativo difundido por la entidad organizadora, que tampoco ha sido muy ingeniosa ni explícita con el título dado al evento -forzando esa referencia al libreto teatral de Buero Vallejo El tragaluz-, es muy recomendable la visita a esta exposición, sobre todo por la necesidad que tiene este país de conocer la historia de ese ultimo siglo y medio, tan importante para entender la que vivimos y evitar repetirla en el porvenir.
Entre el material documental expuesto llama la atención, sobre todo a aquellos visitantes que procedan de ciudades como Gijón, en donde la derecha extrema proyecta recuperar la tauromaquia, el cartel que anuncia la gran corrida que se celebró el 20 de octubre de 1940 en la plaza de toros madrileña de Las Ventas en honor del Reichsführer S.S. Heinrich Himmler, cuya visita a diversas ciudades del país discurrió entre los días 19 y el 24 de ese mes. Se trata de uno de los pocos que el lugarteniente de Hitler hizo durante la segunda Guerra Mundial a un país neutral.
Tampoco se trataba de un viaje turístico, como se pretendió hacer creer a la ciudadanía a través de la correspondiente versión oficial dada a conocer a través de los medios, sino que tuvo por objeto la inspección de los sistemas de seguridad de la dictadura franquista, la cooperación policial hispano-alemana en su común objetivo represor y los preparativos de la entrevista que se celebraría en Hendaya entre el general Franco y Adolf Hitler.
Las autoridades del nuevo régimen, instaurado gracias a la ayuda militar nazi-fascista de Italia y Alemania durante la guerra española y que entonces trabajaban a destajo en su más activo periodo represor a base de fusilamientos, destierros, depuraciones y cárceles, creyeron oportuno que la llamada fiesta nacional -en la que se celebra o festeja la tortura y muerte de los toros en el coso- era lo más idóneo para homenajear a uno de los más caracterizados criminales de guerra nazis, promotor de la llamada solución final.
Es de hacer constar que durante su visita a aquella España de la inmediata posguerra, Himmler pudo ver algunas cárceles y campos de concentración habilitados para encerrar a los vencidos, y que quedó sorprendido por la magnitud de la represión franquista, no por razones humanitarias sino por estimarla políticamente contraproducente y hasta absurda por la pérdida que comportaba de mano de obra, si bien el régimen pudo contar con la de los propios presidiarios republicanos. Se ignora si esta opinión se la participó a Franco durante la cena que ambos celebraron en Burgos, adonde el dictador español se desplazó para recibir a la comitiva alemana que había entrado en el país por la frontera de Irún.
Una vez en Madrid el 20 de octubre, y después de haber sido recibido en la estación de Príncipe Pío por el recién nombrado ministro de Asuntos Exteriores Serrano Suñer, Henrich Himmler asistió ese mismo día por la tarde a la corrida taurina celebrada en la plaza de Las Ventas. Alguna crónica hay de esa asistencia que viene a decir que el Reichsführer sufrió una especie un vahído o mareo, impresionado al parecer por la crueldad del espectáculo. Hasta tal punto fue así que uno de los diestros partícipes, Pepe Luis Vázquez, se interesó al saludarlo por su estado de salud, a lo que Himmler respondió que le había desagradado el espectáculo, al parecerle insoportable el sufrimiento de los toros.
Como cabe suponer, ese comentario, de ser cierto, no llegó a publicarse en los medios de comunicación de la naciente dictadura franquista, de cuyos elogios a la figura del líder nazi es de destacar el del diario oficial Arriba, al afirmar que “con hombres como Himmler llegan a su cénit los Estados fuertes”. Aunque se conservan en las hemerotecas imágenes de lo engalanada que se mostró Madrid con banderas nazis, después de que la capital de la segunda República hubiera soportado los reiterados bombardeos de la Legión Condor durante la guerra, no es probable que algún fotógrafo haya podido captar la instantánea del Reichsfüher indispuesto ante el sangriento espectáculo ofrecido en el coso taurino.
Tal documento gráfico hubiera sido de un incuestionable interés en el tribunal militar internacional de Nüremberg que juzgó a los cabecillas del nacismo, si bien Himmler y Goebbels se habían suicidado antes .