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Antiespecismo
La paradoja de sentir compasión por los animales y al mismo tiempo promover su explotación
Cada vez son más las personas en todo el mundo que hablan del respeto y la compasión por los animales y manifiestan su deseo de ayudar a aquellos que son maltratados y que sufren. Pero muy pocas son las que aceptan dejar de participar en su explotación. Es decir, una gran mayoría vive en la paradoja de rechazar el sufrimiento animal en determinados ámbitos de explotación, sin dejar ellos mismos de participar en otros. Normalmente ocurre en aquellos ámbitos de explotación en los que obtienen un beneficio de algún tipo.
En un contexto en el que miles de millones de animales sufren una situación de explotación que hace que sean privados de sus vidas, sean confinados en granjas y en jaulas, y sufran situaciones de violencia física durante su cría, transporte y muerte, la mayoría de las personas contribuyen a la explotación animal casi sin darse cuenta de lo que están haciendo. Desde la infancia se nos inculca la creencia de que los animales existen para nuestro beneficio y están a nuestra disposición para todo aquello que queramos, sin importar su sufrimiento y sin importar su muerte.
Existe un consenso científico acerca de la capacidad de sentir de los animales, pero nos comportamos como si no sufrieran. ¿Por qué actuamos de espaldas a esta evidencia científica? Para ellos su vida es tan importante como para nosotros la nuestra y su sufrimiento es muy similar al que podríamos sentir nosotros y nosotras si nos encontráramos en su lugar. Si cualquiera de las personas que participa en la explotación de los animales se viera en la situación de uno de ellos, su percepción cambiaría de forma drástica y se opondría al especismo completamente. Ninguna persona queremos que se nos cause daño, que se nos encierre o se nos mate. Ellos tampoco.
Sentir compasión por unos animales y explotar a otros
Muchos seres humanos viven la ilusión de ser personas compasivas y justas por “denunciar” los casos de abuso animal que no les afectan personalmente, pero sin dejar de participar al mismo tiempo en dicho abuso en los casos que les conviene porque obtienen algún tipo de placer o disfrute. Por ejemplo, disfrutar del sabor de la carne, disfrutar del hobby de la caza, disfrutar del espectáculo de la tauromaquia, beneficiarse económicamente de criar animales, etc.
Si de verdad queremos ayudar a todos los animales es necesario adoptar una postura coherente ante su situación y rechazar cualquier beneficio que provenga de su sufrimiento y su muerte. No solo en la alimentación (100% vegetariana) si no también en la ropa que compramos, en los productos de higiene y limpieza o cualquier otro artículo de consumo relacionado con la explotación de los animales o que haya sido testado en ellos.
No es coherente tratar de ayudar a los animales por un lado y por otro lado participar y colaborar en su explotación mediante nuestros hábitos diarios.
En este mundo en el que casi todas las personas que nos rodean aceptan que se exploten y maten animales de forma cotidiana, no es fácil hacer algo por ellos. Pero hay cosas que podemos hacer. El primer paso lógico en el camino hacia la compasión y la justicia debería ser dejar de agredir o discriminar directa o indirectamente a los animales y dejar de utilizarlos como si fueran objetos o simple mercancía propiedad del ser humano.
El veganismo es la puesta en práctica del respeto hacia todos los animales en nuestras decisiones diarias. Decisiones que pueden conllevar el sufrimiento y la muerte de cientos de animales en granjas, mataderos, laboratorios, redes de pesca, plazas de toros, espectáculos y tantos otros ámbitos de la vida en los que los demás animales son explotados desde el día que nacen hasta que mueren.
Se trata, por tanto, de no participar en ninguna de estas maneras de generar dolor y muerte, sumándonos al posicionamiento ético del veganismo, que ya practican millones de personas en todo el mundo. Autocuestionar las consecuencias de nuestro comportamiento aprendido y renunciar a beneficiarnos de la explotación del resto de animales nos ayuda a ser personas conscientes y críticas con el mundo que nos rodea. Una postura ética que asume la responsabilidad personal de aceptar que los animales no son objetos o recursos, que importan y tienen derechos. La liberación animal no es una cuestión de compasión, sino de justicia y ética. Pero sentir compasión por los animales que son anulados como individuos y privados de sus necesidades vitales es una señal de empatía que no puede seguir siendo ignorada y que nos debe llevar a luchar por ellos.
Una vez dado el primer paso de renunciar a beneficiarnos personalmente de la explotación animal, podremos dar los siguientes: hablar con otras personas para que sean también parte de la solución más ética y justa para todos los animales. Difundir información para hacer reflexionar a la sociedad sobre la injusticia a la que son sometidos y para desmontar las mentiras que cuenta la industria que se lucra a costa de esa explotación. En definitiva, hacer activismo para ayudar a otras personas a autocuestionar sus hábitos de abuso y para mostrarles la necesidad de cambiar el sistema de producción basado en la explotación en el que estamos atrapados todos y todas. Pero esto es tema para otro artículo. Paso a paso.