Fronteras
Estas cunetas son muy nuestras

Durante la reciente Caravana Abriendo Fronteras hemos querido visibilizar La Desbandá junto a otras masacres de Estado más recientes como la ocurrida en la valla de Melilla el 24 de junio del año pasado.
Caravana Abriendo Fronteras - 3
Activistas de la Caravana Abriendo Fronteras cruzan la Muga entre Irún y Hendaia en protesta de los controles fronterizos que le han costado la vida a varios jóvenes en tránsito. Dabid Sanchez

Hoy me he despertado con una pesadilla. Me encontraba encerrada en un recinto, rodeada de un muro muy alto, llevaba un pañuelo amarillo en la cabeza y sujetaba la mano de mi hija de piel oscura. Estábamos junto a otras mujeres y sus criaturas: me he despertado sobresaltada al sonido de los primeros disparos de fusil.

Me dormí escuchando un podcast sobre La Desbandá, el episodio más cruento protagonizado por las tropas sublevadas, que tuvo lugar a principios de febrero de 1937, dos meses antes del bombardeo de Gernika. Se estima que unas 300.000 personas emprendieron una huida desde Málaga hacia Almería para buscar refugio. Marcharon por la carretera de la costa, ahora también conocida como “la carretera de la muerte”. Fueron atacadas desde tierra, mar y aire por las tropas falangistas sublevadas con el apoyo del ejército fascista italiano y la aviación nazi. Fue una masacre silenciada contra población civil indefensa de la que, incluso actualmente, se desconoce el número real de desapariciones y muertes. Durante la reciente Caravana Abriendo Fronteras hemos querido visibilizar La Desbandá junto a otras masacres de Estado más recientes como la ocurrida en la valla de Melilla el 24 de junio del año pasado.

Las estimaciones van desde las 5.000 personas muertas hasta decenas de miles, además de las 8.000 personas fusiladas que permanecieron en Málaga. Fueron las mujeres quienes tomaron la iniciativa para salir con sus familias. Las violencias anunciadas contra ellas por el general Queipo de Llano las empujaron a emprender la huida. Es una auténtica pesadilla escuchar aún hoy la arenga radiofónica de uno de los predecesores de los que hoy en día niegan la violencia de género y aspiran a seguir copando puestos en las instituciones públicas para robarnos nuestros derechos y nuestros bolsillos: “Malagueñas, vais a saber lo que son verdaderos hombres y no esos milicianos maricones”. Muchas murieron en las mismas cunetas en las que trataban de refugiarse y permanecen desaparecidas. “Seguimos buscando sus fosas”, nos decía Rafael Morales, de la Asociación Memorialista La Desbandá.

Fueron las mujeres quienes tomaron la iniciativa para salir con sus familias. “Malagueñas, vais a saber lo que son verdaderos hombres y no esos milicianos maricones”, locutaba Queipo de Llano.

Las desapariciones y los cementerios con tumbas sin nombre son una constante en las masacres. Lo fue tras la sublevación franquista, como lo ha sido tras la masacre en la valla de Melilla o los últimos naufragios de personas migrantes en las costas siciliana, griega o canaria. La gran fosa común del mar Mediterráneo, o Muerterráneo, como hemos escuchado denominarlo en Almería, es un lugar de desaparición e impunidad con los “embarques de la muerte” como única alternativa ante la falta de vías legales, como en la dictadura argentina lo fueron los llamados “vuelos de la muerte” en el Río de la Plata.

Hemos dado un paso al frente. Ahora nuestros gobiernos no solo convierten Europa en una fortaleza y firman acuerdos mafiosos de externalización de fronteras con estados autoritarios o fallidos que no respetan los derechos humanos para que a cambio de dinero hagan el trabajo sucio de violentar y retener los cuerpos que el sistema considera desechables, sino que ahora hemos externalizado también las cunetas en países como Marruecos, haciendo desaparecer los cuerpos. El empeño de Grande-Marlaska en decir que no hubo cuerpos muertos en suelo español en la masacre de Melilla es un ejemplo de a lo que me refiero como la “externalización de las cunetas”.

La gran fosa común del mar Mediterráneo, o Muerterráneo, como hemos escuchado denominarlo en Almería, es un lugar de desaparición e impunidad con los “embarques de la muerte” como única alternativa ante la falta de vías legales

Durante la Caravana Abriendo Fronteras, siguiendo las huellas de La Desbandá visitamos el cementerio de Motril para honrar los cuerpos migrantes sin nombre que allí reposan, a la vez que para visibilizar a las personas desaparecidas en nuestras costas, vivas o muertas, porque como nos decía Antonia Franco, abogada y activista de Emergencia Frontera Sur Motril, las pateras están llegando a la costa de Alborán y están siendo recluidas, incomunicadas y desaparecidas en territorio español. En 2018 iniciaron un trabajo en colaboración con la Escuela de Artes y Oficios de Motril para dignificar su memoria. Unas 50 tumbas, entre las que hay cuerpos de menores, permanecen sin identificar. Sus cuerpos están colocados en nichos de las zonas más altas o más bajas, lugares donde no alcanza la vista para mirarlos y llorarlos de frente. 

Antonia nos cuenta que eligieron el verde y el marrón para las placas de cerámica porque son colores relacionados con la tierra y el mar que representaban sus sentires a la hora de dignificar su memoria. En las placas se inscriben los datos que se conocen, la fecha normalmente, y si después se conoce más información como la edad, el sexo o el nombre, se va añadiendo. Son muertes que se producen de forma violenta y para proceder al enterramiento tiene que dar la orden un juez, además de que no se pueden incinerar por el mismo motivo, pero algunos jueces dictan autos que lo permiten, obviando además el hecho de que es una práctica contraria a la cultura religiosa de origen.  

El empeño de Grande-Marlaska en decir que no hubo cuerpos muertos en suelo español en la masacre de Melilla es un ejemplo de a lo que me refiero como la “externalización de las cunetas”

En Salobreña, la médica forense Elisa Cabrerizo nos explicó la necesidad de crear un protocolo de personas desaparecidas en frontera. “Hay una base de datos de personas desaparecidas del Ministerio de Interior, pero no aceptan incluir a las desaparecidas en frontera porque según alegan se llenaría pronto y sería demasiado grande”. Eso me hace pensar que estamos ante otro ejemplo de “externalización de cunetas”, al hacerlas desaparecer de ese modo de los lugares donde debieran contar, buscarse y encontrarse. Los cuerpos que se han perdido en frontera o han llegado a territorio europeo son también responsabilidad nuestra y han de recibir la misma consideración que si son cuerpos blancos. También nos explicaba Elisa que cuando hay una muerte blanca no se cuestionan los testimonios del entorno para ayudar en la identificación, pero en el caso de los cuerpos migrantes la credibilidad no es la misma.

En la etapa valenciana de la Caravana visitamos el cementerio de Paterna, el lugar elegido por el franquismo en Valencia para fusilar a 2238 personas procedentes de todo el territorio español entre el 3 de abril de 1939 y el 10 de noviembre de 1956. Muchos cuerpos aún permanecen en las más de 150 fosas comunes de este cementerio, el cementerio donde las familias, a partir de la ley de memoria histórica, se han ido organizando para erigir memoriales. Aún quedan unas 30 fosas pequeñas con 4 o 5 cuerpos que no han podido exhumarse. Para poder exhumar una fosa, las familias tienen que constituirse en asociación y presentar un proyecto con un presupuesto que termina haciendo inviable el proceso. Y no siempre se consigue, puesto que a veces no están las familias asociadas o no quedan familiares, nos explicaba Daniel Galán de la Plataforma de familiares de víctimas del franquismo de las fosas comunes de Paterna y la Coordinadora de memoria democrática. Es por ello que están construyendo un memorial para trasladar a las no identificadas.

Esta noche voy a soñar que en la jornada de reflexión estoy en un cementerio como el de Motril, el de Paterna o el de Nador agarrada de la mano de quienes me han dicho que no van a votar. Hay cementerios que nos recuerdan que cada nicho, cada fosa, cada cuneta son votos silenciados; que cada cuerpo enterrado sin nombre merece un acto de dignificación; y que no podemos claudicar y entregar las instituciones democráticas a quienes las denigran y dejar que los herederos políticos del fascismo sustituyan los derechos para todas las personas por privilegios para sí.

Esta noche voy a soñar que en la jornada de reflexión estoy en un cementerio como el de Motril, el de Paterna o el de Nador agarrada de la mano de quienes me han dicho que no van a votar. 

Espero despertar el 24 de julio, que la pesadilla solo haya sido una pesadilla y que en los cementerios de Motril y de Paterna permanezcan por siempre las inspiradoras inscripciones que pudimos leer: “Aunque el otoño de la historia cubra vuestras tumbas con el aparente polvo del olvido, nunca renunciaremos ni al más viejo de nuestros sueños”. Miguel Hernández. Cementerio de Paterna; “A las hijas y los hijos de alguien, a las madres y los padres que el mar ha devorado con su hambre, nuestra tierra os abraza”. In memoriam. Cementerio de Motril; “Ser neutral, no tomar partido, es potenciar y consolidar las desigualdades, es no amar”, de Gaspar Esteva Rodríguez. Cementerio de Motril.

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