¿Por qué el feminismo es más una lucha que una realidad en las redacciones?

El poder y el corporativismo masculino dificultan que las prácticas feministas, y el periodismo feminista, dejen de ser un anhelo y se incorporen de manera generalizada. Siete periodistas de diferentes medios explican las principales barreras que, de acuerdo con sus experiencias, atraviesan a las redacciones, lejos aún de despatriarcalizar dinámicas y miradas.
Cobertura periodistas
David F. Sabadell Sala de periodistas en la noche electoral del 10 de noviembre pasado.

Las principales firmas en las secciones de política y economía —consideradas las duras y de prestigio en los medios de comunicación— también están copadas por hombres en los diarios de izquierdas, tanto estatales como territoriales. Las secciones históricamente calificadas de blandas y fáciles, como local, sociedad y cultura, continúan pobladas de mujeres. Ellos. Ellas. 

“Vivimos en una sociedad patriarcal que genera estructuras patriarcales en nuestras organizaciones, y cuando intentamos despatriarcalizarlas, cuestionando espacios muy masculinizados y confrontando el poder, aparece el conflicto, que tiende a resolverse disciplinando a las mujeres que lo han planteado”, expresa una experimentada redactora. En este reportaje no aparecerá su nombre ni el de otras seis periodistas que han expresado en confianza su punto de vista sobre las principales barreras que atraviesan las redacciones para que las prácticas feministas sean una realidad, en vez de un anhelo.

Cada una ha explicado sus vivencias personales, pero la historia global es similar. Independientemente de si trabajan en un medio estatal o territorial, digital o impreso, si han ostentado jefaturas o si trabajan como freelance. Tampoco importa “si eres guapa o fea, joven o mayor, flaca o gorda”, porque a las mujeres se las juzga por todo, también en la prensa, a diferencia de los hombres, que “poco importa si son guapos o feos, jóvenes o viejos, tripones y con chándal”. El cuerpo de mujer no encaja aún con el estereotipo que demuestra “solvencia”: “El hombre adulto. Pero en nuestros medios de comunicación, ni siquiera es necesario que la solvencia tenga 40 años, vista con traje y llegue afeitado cada mañana”. Basta con ser un hombre normativo.

“Vivimos en una sociedad patriarcal que genera estructuras patriarcales en nuestras organizaciones, y cuando intentamos despatriarcalizarlas, cuestionando espacios muy masculinizados y confrontando el poder, aparece el conflicto, que tiende a resolverse disciplinando a las mujeres que lo han planteado”

La solvencia afecta de manera profunda al trajín diario de una redacción que gestiona la actualidad. “Cuando hago propuestas, no se tratan igual que las de mis compañeros, pero no sé si es por ser mujer o por ser cómo soy yo”, reflexiona una redactora joven sobre lo que califica su “lucha interna”. Duda entre sentirse “infravalorada” por su género o porque su forma de trabajar es “diferente” a la de sus compañeros, dado que ella concilia: se hace cargo de su casa. “Ellos viven con esposas o madres”, contrapone, “lo cual les facilita estar al 100% en el curro. Simplemente, destinan menos tiempo que yo a las labores del hogar”, alerta. Ella hace la compra, cocina, limpia la casa. Es una mujer, por lo que su redacción sobreentiende que debe cubrir los 8M y los asesinatos machistas, además de temas culturales, “aunque yo no los quiera”. Si no los cubre —y aprovecha para escribir textos con perspectiva feminista—, sabe que los compañeros meterán las noticias de agencia, con independencia del enfoque que tengan. La trampa está servida.

Esta joven redactora intuye que el problema no es ella, sino ellos. La periodista más mayor lo argumenta desde las décadas que le aporta observar, una y otra vez, las mismas dinámicas en las mujeres: el síndrome de la impostora. “Juega muy en nuestra contra y se detecta en muchas situaciones”, apunta. Lo ha visto en las redacciones donde ha trabajado y en las tertulias televisivas en las que ha participado. “Para los programas de televisión es difícil encontrar tertulianas, pero contratarlas es sinónimo de que van a hacer mejor trabajo que los tertulianos porque, como tendemos a sentirnos poco preparadas, nos preparamos más los temas”, añade otra compañera que también ha pasado por los micrófonos en directo para opinar sobre la actualidad informativa.

Opinar, pronunciarse, escribir tu nombre es algo que no preocupa del mismo modo a hombres que mujeres. El proceso de socialización invita a unos a estar seguros de sí mismos; a otras, a plantear “la duda y la vulnerabilidad”

Opinar, pronunciarse, escribir tu nombre es algo que no preocupa del mismo modo a hombres que mujeres. El proceso de socialización invita a unos a estar seguros de sí mismos; a otras, a plantear “la duda y la vulnerabilidad” para “abrir la reflexión”. “En una jefatura, la duda se toma como inseguridad, y no lo es siempre. Parece que si planteas dudas no eres capaz de gestionar”, añade una redactora que ha ocupado puestos de responsabilidad. 

Los mecanismos de poder en las redacciones “son muy sutiles, a veces indetectables en el día a día”, considera otra de las periodistas entrevistadas. Una  tercera añade una anécdota que lo ejemplifica: “Nunca se me olvidará una anécdota. Un compañero entró al mismo tiempo que yo como becario, al de un tiempo, se autoinvitó a un plan de los jefes y los redactores consagrados para ir a un concierto de una estrella de rock internacional. Se sintió lo suficientemente empoderado para ir con ellos y, cuando él se hizo amigo de esos tíos influyentes, se benefició. Con el tiempo, yo resulté prescindible, y él fue promocionado. Eso se fraguó en espacios informales de poder. ¡El compadreo!”, exclama. “Para una tía es difícilisimo entrar ahí, y cuando lo consigues, hay un punto de coqueteo, por lo que se traba una amistad con un punto de sexualización con el que no me he sentido cómoda”, advierte. 

En los espacios informales de poder “se fraguan las alianzas más sólidas y las promociones”, continúa explicando, “y ese compadreo se puede ver en otros ámbitos como las redes sociales”. Para modificar esas dinámicas, apunta, “la sororidad feminista es fundamental y resulta imprescindible que nos demos autoridad las unas a las otras, como hacen los tíos. Creo que todas nos tenemos que a ello”, considera sobre las posibles alianzas a tejer entre compañeras para desmantelar unas estructuras de poder más machistas de lo que aparentemente son, situación que se traslada a las informaciones que producen los medios —que incorporan menos mujeres entrevistadas, menos mujeres fuentes y menos puntos de vista con óptica feminista, sobre todo, en los ámbitos considerados más relevantes, como la política y economía—.

En este punto aparece el optimismo: “No tengo respuestas para muchas dudas, pero me parece muy importante destacar que en nuestros medios hacemos cosas buenas, porque tenemos libertad e independencia para hacer un buen periodismo, por lo que tenemos que seguir haciendo nuestro trabajo. Podemos y le conviene a todo el mundo”.

Cada una aporta soluciones distintas para mejorar las redacciones: contratar a más mujeres, crear espacios formales e informales para que redactoras de distintos medios puedan compartir experiencias, pero que dichos encuentros incluyan también a fotógrafas, maquetadoras, correctoras, traductoras, ilustradoras, secretarias, administrativas, repartidoras de prensa, limpiadoras, publicistas, comerciales. “Cuando una sección de trabajo está feminizada, como administración o publicidad, automáticamente se la desprestigia. No olvidemos que nosotras, las periodistas, somos las chachi-guays de un medio, pero este no se hace solo, es un trabajo en equipo”.  

“Falta formación en todos los niveles”, sostiene otra redactora, “y resulta difícil obtenerla en las facultades de Ciencias de la Comunicación o Periodismo. Las actuales redacciones hace tiempo que dejaron de ser un espacio en el que convivían distintas generaciones que intercambiaban conocimientos. Por otro lado, la formación es cara; requiere tiempo. Acabar con los estereotipos es complejo, incluso para periodistas con voluntad de hacerlo. Lograrlo en secciones muy masculinizadas, como siguen siéndolo las de Deportes o Economía, por ejemplo, es aún más complicado”. 

Para ella, la formación es imprescindible, porque recuerda que ser mujer no es garantía de feminismo: “Hay varias barreras que explican por qué tantas redacciones siguen sin incorporar la perspectiva de género. En primer lugar, no existe un verdadero interés por hacerlo en los puestos de responsabilidad de los grandes medios. La mayoría de estos siguen estando copados por hombres a los que preocupan poco las cuestiones de género. Y que estén dirigidos por mujeres, tampoco significa demasiado si estas no tienen formación específica al respecto”.

Hay quien pone nombres en la conversación mantenida para este reportaje, aunque no se han trasladado aquí: recuerda que seguramente no es casualidad que los medios de comunicación dirigidos por hombres tienden a ser más personalistas, del mismo modo que en el gremio no resulta difícil poner nombre y apellido al principal redactor de política de cada medio de izquierdas, “los cuales, además, tienen una proyección mayor que las de sus compañeras, independientemente de cómo realicen el trabajo”.

En las aulas de las facultades de Periodismo, las alumnas son mayoría. Sin embargo, esa mayoría numérica no se traslada a las redacciones, a las que llega una proporción normalmente proporcionada entre becarias y becarios. Luego, en esas estructuras de poder “sutiles” e “invisibles”, como sugieren las redactoras, ellos arrancan en las secciones de peso, ellas en las otras. Y, enseguida, a los jóvenes se les tiende a promocionar más y antes.

“Que una periodista, como cualquier otra mujer, tenga que demostrar más que un hombre parece un tópico, pero es algo totalmente real”

“Se desconfía más de las mujeres, sobre todo de las jóvenes”, explica una veinteañera. “Que una periodista, como cualquier otra mujer, tenga que demostrar más que un hombre parece un tópico, pero es algo totalmente real. Tienes que ser muy buena en lo tuyo para llegar a tener puestos de responsabilidad, más buena que si fueras un hombre, eso es así”, añade la redactora más mayor. 

Uxue Alberdi estudió Periodismo, pero hace tiempo que abandonó el oficio para dedicarse a sus dos pasiones: la literatura y el bertsolarismo. Ella es una de las voces referentes de un mundo pequeño y tradicionalmente masculino como es el bertso —el bertsolari improvisa un cante rimado sobre un tema que le ofrece el dinamizador del encuentro, al que le sigue una respuesta de otro bertsolari; cantando en versos van debatiendo sobre temas, muchos de ellos espinosos y que atraviesan a la sociedad vasca—. 

Entrevistó a 15 bertsolaris mujeres y en 2019 publicó el libro Kontrako eztarritik: emakume bertsolarien testigantzak (Lisipe). El pasado otoño, se tradujo al castellano. Una actriz y una periodista quisieron replicar su investigación en sus respectivos gremios, pero finalmente desestimaron la idea. “Reverso analiza el mundo de la bertsolaritza porque en él ocupamos la escena y ponemos nuestra voz para dar nuestra opinión. Al ser una comunidad bastante pequeña, las entrevistas permitían considerarse una muestra de los pequeños movimientos de nuestra sociedad, por lo que creo que es extrapolable a otros ámbitos en los que firmas tu opinión, usas la palabra, negocias la objetividad y dibujas relatos”, explica. Reverso: testimonios de mujeres bertsolaris (Reikiavik ediciones) ha empezado a andar hace cinco meses en castellano, ofreciendo a las lectoras un espejo en el que mirarse y sentirse identificadas con los 22 patrones que Alberdi ha nombrado, los cuales “operan en el sometimiento de la voz pública de las mujeres, de sus cuerpos y sus palabras, y revela las alianzas estratégicas de las mujeres que, colectivamente, se abren paso en un mundo pensado, diseñado y dominado por hombres”, expresa la sinopsis del libro. Las siete redactoras entrevistadas han mencionado los más relevantes.  

Más que para despatriarcalizar las redacciones, hay medios que han adoptado por las figuras de editoras de género para que las informaciones producidas tengan perspectiva feminista. En el Estado, eldiario.es ha asido pionero. Ana Requena ocupa el cargo de redactora jefa de género. A ella le preguntan posibles enfoques y expresiones. Paralelamente, eldiario.es cuenta con una comisión que ha elaborado un plan de igualdad y un protocolo contra el acoso, de la que ella también participa. “Incorporar la figura de editora o jefa de género supone reconocer y otorgar autoridad a una categoría concreta a la hora de solucionar problemas y dudas”, explica. “Si el medio tiene un bagaje previo, es mucho más fácil, pero hay algunos medios que la han incorporado y su pelea es grande, por lo que se pueden sentir solas”, añade.

Sobre su labor, Requena es también una defensora de la duda: “No hablo desde una atalaya, porque no tenemos respuestas para todas las dudas. Pero que se genere un intercambio de opiniones y un debate, tanto en redacción como en las dinámicas de las jefaturas, es beneficioso para todas”, concluye. 

L'Observatori
Artículo originalmente publicado en catalán en el Observatori Crític dels Mitjans de Comunicació.

 


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