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Feminismos
Un 8M teñido de antirracismo
El 8 de marzo de 2018 fue una jornada que pasará a la memoria feminista. Con una huelga internacional de mujeres y millones de feministas en las calles, los discursos devenían mainstream y todo tipo de personalidades se declaraba feminista. Las camisetas y pañuelos morados se masificaban, los feminismos estaban en lo alto de la agenda, y no se hablaba de otra cosa. Por aquellos tiempos otro sujeto político se consolidaba potente, el de unos movimientos antirracistas cada vez más articulados, con sus propias urgencias, que, desde tribunas en los periódicos, debates y pancartas cuestionaban tanto entusiasmo. “Nos invisibilizan”, se leía en los artículos, “el 8m no nos representa”, se murmuraba en la periferia de las asambleas.
Han pasado muchas cosas en pocos años, la articulación de los colectivos migrantes y no blancos se ha acelerado. Reforzada tras enfrentar la dureza y exclusión de la pandemia, agitada por el clamor antirracista global surgido en el verano del 2020, fundamental ante la emergencia descarnada de los discursos de odio, y articulada en torno a al reclamo de la regularización, la agenda antirracista ha ido permeando un espacio feminista sumido en una cierta crisis, ha empujado a muchas feministas a cuestionarse sus premisas y repensar la violencia y opresión atravesada por la raza y la ciudadanía.
Como todo, la articulación del antirracismo en discursos y sujetos dentro del 8m es dispar según los territorios, son diversos los colectivos, son diversos los ecosistemas feministas de cada ciudad o municipio, y son múltiples las voces, las sensibilidades y las miradas. Sin embargo, es interesante observar cómo en diferentes lugares el antirracismo está deviniendo central en los reclamos del 8M, con una amplitud de recorridos que va desde las brechas aún difíciles de sortear a una apuesta explícita por caminar juntas.
La necesidad de espacios propios
El pasado 26 de febrero la comisión de Migración y Antirracismo de la Comisión 8M de feminismos de Madrid realizó una performance en la Eventiska, una jornada cultural y artística previa en el marco de los preparativos para las movilizaciones. La intervención aunaba poesía y expresión artística donde se concentraban sentires, dolores y reivindicaciones que atravesaban a las mujeres de este colectivo, “Teníamos muchas ganas de sacar algo que impactara para el 8M, porque también creemos que este tipo de actos a veces impactan más que gritar unas consignas o leer un manifiesto”, explica Karen, integrante de esta comisión. Provenientes de distintos colectivos las mujeres que se encuentran y organizan en este espacio han consolidado un lugar propio, dentro de la Comisión 8M.
“Somos una comisión independiente, sobre todo para poner en el centro las reivindicaciones de las mujeres racializadas y las mujeres migrantes, hacemos mucha incidencia política dentro del mismo 8M, y en las calles también”. Karen apunta a que es con este trabajo en este espacio propio como han conseguido ser fundamentales en las decisiones que se toman, conformando una agenda común en las “que se pongan nuestras reivindicaciones como prioritarias”, entre ellas la firma de la ILP para la Regularización. Los días previos a la marcha han concentrado sus fuerzas en llamar a colectivos de mujeres racializadas y migrantes a sumarse el bloque antirracista, piensan que el trabajo de los últimos años ha redundando en que cada vez son más los colectivos y personas racializadas que se suman a un espacio del que antes se sentían excluidas.
Compañeras, este 8M ven a la manifestación de Atocha a Colón y únete al bloque de la Comisión de Migración y Antirracismo 8M “Insumisas y rebeldes, antirracistas siempre”
— Feminismos Madrid (@FeminismosMad) March 5, 2022
Quedada en el JARDÍN BOTÁNICO las 17:30. #AquiEstamosLasFeministas #PorTodas #APorTodas pic.twitter.com/9F6Umxm75l
“A veces consideramos que el feminismo solo existe a partir de su enunciación, como algo que se visibiliza en la palabra. Sin embargo, las mujeres gitanas hemos realizado prácticas feministas desde siempre” destacan desde Bilbo Rosa y Cristina. Estas integrantes de la asociación de mujeres gitanas Sim Romi recuerdan cómo el pueblo gitano ha abrazado desde su cosmología y su vida “modelos de economía alternativos” que se tocan con los reclamados por los feminismos.
Alejadas de los espacios académicos y cercanas a los feminismos de base, estas feministas gitanas consideran que las mujeres necesitan sus “espacios de desahogo, de reconocimiento, un espacio de seguridad y sobre todo, feminista y gitano”, para establecer procesos que respeten los ritmos de cada una. Señalan que el antigitanismo es un mecanismo complejo, algo que se refleja “en el discurso de odio y discriminación, en cuanto que hay una discriminación más directa, pero también el antigitanismo tiene un calado en el funcionamiento social de forma más indirecta y solapada. Y ese es el que no se reconoce, lo que no se visibiliza. Este tipo de discriminación específica hacia los gitanos y gitanas”.
“A veces consideramos que el feminismo solo existe a partir de su enunciación, como algo que se visibiliza en la palabra. Sin embargo, las mujeres gitanas hemos realizado prácticas feministas desde siempre”
Para las activistas de Sim Romi, estos espacios de “aprendizaje mutuo” son necesarios para identificar las opresiones que sufren no solo como mujeres, sino también por ser mujeres gitanas, o vivir en las periferias de las ciudades, o ser pobres, o carecer de estudios. “Tenemos que trabajar todas esas intersecciones para superar las diferentes discriminaciones que sufrimos”, ese es el punto de partida de las movilizaciones, de la acción, apuntan. Y también, “es la única manera de crear alianzas fuertes y perdurables”.
“Es necesario generar espacios seguros, de cuidados, en los que el feminismo no esté en disputa”, manifiesta Yenifer de Muyeres Pachamama, desde Asturias, quien considera que partir de estos espacios es necesario para ampliar los horizontes: “individualmente la incidencia es mínima y nuestro objetivo es hacer de la lucha antirracista una ‘gran bandera’, quiero decir, una de las reivindicaciones centrales en la lucha feminista”, siempre y cuando, concede, “el feminismo mayoritario (blanco) tenga la voluntad de escucha y de articulación”.
Para Antonia, del colectivo sevillano Mujeres Supervivientes esta condición no se ha dado en el entorno del 8M de la ciudad en la que reside, y aunque su colectivo acudirá a la manifestación, pues la consideran importante, prefieren construir dentro de su propio espacio, “nosotras no somos subalternas de las mujeres blancas, tenemos nuestras propias reivindicaciones. Queremos hablar por nosotras mismas, con nuestras propias reivindicaciones”. La derogación de la Ley de Extranjería, la ratificación del convenio 189, la violencia estructural que el Estado ejerce sobre las mujeres migrantes, están entre sus reclamos.
“Nosotras estamos puteadísimas y las mujeres blancas no lo acaban de ver, porque mientras les cuidemos sus enfermos y a sus hijos para que ellas puedan escalar y tener mejor calidad de vida, no les importa que sea a costa de nuestras vidas y de nuestro sufrimiento. No lo consideran porque no se han puesto en nuestro lugar”, zanja Antonia cuyo colectivo se articula en torno a un comedor popular, para estas activistas “todo gira en torno a esa resistencia que hacemos a través de los fogones a golpe de lentejas, de amor, de cuidado: no nos sentimos reconocidas en esas asambleas porque no se habla con esa necesidad que nos atraviesa”.
El camino de las alianzas
En varias latitudes, la interpelación de las mujeres migrantes y no blancas ha removido las premisas de las que partían las consignas del 8M, ampliado la mirada y cuestionado lo que se daba por normal. “Es muy importante que el feminismo asuma que las feministas somos múltiples y diversas y que, en esa diversidad, también son múltiples las realidades, luchas y reivindicaciones de las mujeres. Que a muchas además del hecho de ser mujeres nos oprime la condición de pobreza, el color de la piel, o nuestro lugar de origen y que esas ‘otras opresiones’ no son exclusivamente ejercidas por hombres”, explica Yenifer quien considera que es fundamental recordar que acabar con esas otras opresiones no es una tarea de las mujeres que las sufren directamente, sino “de las sociedades democráticas, de los movimientos sociales, de las organizaciones todas, también las feministas”. Para ella, la relación con los feminismos autóctonos es buena y se traduce en la implicación en el 8M, si bien también reconoce que queda mucho por hacer. “Consolidar un espacio de aprendizaje y construcción colectiva, con capacidad de hacer de todas las reivindicaciones, nuestras luchas”, es a ello a lo que se dedicarán el año próximo.
“Es muy importante que el feminismo asuma que las feministas somos múltiples y diversas y que, en esa diversidad, también son múltiples las realidades, luchas y reivindicaciones de las mujeres”
“Nuestro camino con Bilbo Feminista Saretzen ha empezado hace relativamente poco”, explican Rosa y Cristina por su parte, “consideramos la necesidad de visibilizar la realidad de las mujeres gitanas, de visibilizar nuestras reivindicaciones, a veces tan distintas al marco establecido por otros colectivos feministas”. Abogan así por la suma de voces en una asamblea plural, partiendo siempre de una perspectiva “feminista y dialógica”.
En Valencia, también pujan por ampliar (y repensar) las perspectivas: “hay una cosa que nos llamaba mucho la atención, a pesar de decirse anticapitalista, al final el feminismo apostaba por avanzar hacia adelante”, apunta Silvana, de la asamblea antirracista, quien considera que es fundamental poner en el centro la memoria, tanto de la dictadura como del colonialismo: “en nuestras cosmovisiones tú vas de espaldas al futuro porque vas viendo el pasado y eso también es un ejercicio que a todas nos ayuda a construir memoria”, un mirar lo recorrido para no tropezar en las mismas piedras.
En distintos grados y de distintas formas, mirando hacia detrás y hacia delante algunos caminos empiezan a confluir: “Yo entré en el 2017, he visto la evolución a día de hoy, en el manifiesto es donde más notamos la diferencia, es una diferencia abismal, y luego en las formas al momento de la toma de decisión, siempre se cuenta con nuestra voz”, explica Karen, quien considera que hay una escucha más activa, y la voluntad de no relegar su agenda sino destinarle un lugar central entre las prioridades. Este no tener que pelear con las compañeras, como sí lo ha sentido Antonia, ha facilitado un camino que no siempre fue fácil, apunta.
En Valencia saben bien de dificultades y frustración, “el 8m no nos representa”, recuerda Silvana que decían muchas compañeras ante una brecha que era “abismal”, sin embargo, explica, cada vez se han ido sintiendo más dentro del 8M. “Vemos cómo ya hay un discurso bastante potente, incluso dentro del 8M en lo que respecta a la antirracismo, eso es lo que se ha venido trabajando y ese era nuestro motivo de constituirnos”, este cambio en discursos, argumenta, ha hecho que otros colectivos se vayan acercando. Este querer acercarse, sentirse parte, para ellas supone un logro. Y es que el cambio además no solo tiene que ver con los discursos —que se perciben como menos alejados de las realidades— si no también con las prácticas de un feminismo antirracista, “y también transfeminista. Nosotras abogamos por los feminismos incluyentes, que no dejen a nadie fuera”.
“Vemos cómo ya hay un discurso bastante potente, incluso dentro del 8M en lo que respecta a la antirracismo, eso es lo que se ha venido trabajando y ese era nuestro motivo de constituirnos”
Antonia explica que a pesar de la apariencia de incuslividad y diversidad de la asamblea en Sevilla, donde participan no solo ellas, sino también colectivos de estudiantes, o de empleadas del hogar, “nosotras no nos sentimos cómodas, esa es la verdad, porque sentimos como que una una mirada así salvadora, una mirada paternalista hacia otros feminismos, en este caso el nuestro que es de barrio, que es anti racista y anticlasista”. Apunta que en estos espacios no consiguen ponerse en el lugar de las mujeres racializadas y migrantes: “Ellas no se dan cuenta que si ellas se quedan sin empleo, se van a casa de su mamá, de su hermana. Nosotras nos quedamos sin empleo y nos echan a la calle”.
Las alianzas, en Sevilla, las hacen a otros niveles y en otros espacios: “hacemos activismo de base, que tiene que ver con resolver los problemas básicos de la mujer, sean españolas o sean inmigrantes”. Apunta que ellas están abiertas a construir en común “pero no desde la subalternidad”. Por ello “las alianzas son entonces con “ese feminismo más desde los márgenes”, entre a quienes incluyen a las anarquistas, las jornas por un feminismo sindicalista, o la Red de Mujeres Latinoamericanas y del Caribe
📣📣📣 Demà vos esperem en un nou #8M2022 històric, perquè per tombar aquest sistema patriarcal, capitalista i racista ens calen totes!
— AssembleaFeministaVlc (@AssembleaVlc) March 7, 2022
Juntes i organitzades, construint aliances, som imparables. 🔥💜✊🏼✊🏿#AliancesFeministes #FeminismeAraiSempre#València pic.twitter.com/qZ0vdEIa1F
En Valencia el 8M partirá del CIE de Zapadores, “para nosotras es un acto simbólico político muy potente”, apunta Silvana. El mismo lema “Ara que estem juntes, aliances feministes”, es toda una declaración de intenciones. Además, la ILP Regularización será central en la convocatoria, una reivindicación que va más allá del objetivo de reunir las firmas, es un impulso para “cambiar las narrativas de nosotras migrantes. Venimos de diferentes territorios, de diferentes tipos de vida, situaciones que nos han atravesado y desde ahí construimos también, desde lo diverso”. Es a esta idea de diversidad a la que apela también Yenifer desde Asturias: “El feminismo es múltiple como son múltiples las realidades de las feministas”.