Feminismos
Mujeres y clima: los tantos porqués del ecofeminismo

La dominación de las mujeres y de la naturaleza son dos caras de la misma moneda. Los efectos de la crisis ambiental los sufren más las mujeres en forma de violencia, desplazamiento y muerte. Las luchas ecologista y feminista se dan la mano para crear un espacio nuevo, plural y en movimiento.

Fridays for future 6
Protesta 'Fridays for Future' el pasado 1 de marzo frente al Congreso. David F. Sabadell
Profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid
10 mar 2020 10:00

Mientras tengamos capitalismo este planeta no se va a salvar, porque el capitalismo es contrario a la vida, a la ecología, al ser humano, a las mujeres. 

Berta Cáceres

A pesar de ser un término acuñado en los años setenta, hasta hace unos pocos años poca gente había oído hablar del ecofeminismo. Si bien en los últimos tiempos está adquiriendo una mayor notoriedad como concepto, aún resulta muy importante aclarar qué sentido tiene sumar las luchas feministas y ecologistas en los tiempos que corren. Y para hacerlo, creo que una de las mejores maneras es mostrar los efectos que la crisis ambiental tiene en nosotras, las mujeres. Para que la lucha contra la destrucción de la naturaleza en general y contra el cambio climático en particular se convierta en un clamor, es importante ejemplificar los efectos que estos tienen en los seres vivos. El cambio climático no es solo veranos más largos y calurosos, la pérdida de la biodiversidad o la deforestación; no es solo menos naturaleza de verdad para el disfrute y más especies disecadas en los museos. No. Todo el daño que le hacemos a la Tierra nos lo hacemos a nosotros mismos y, en particular, a nosotras mismas.    

Porque sí, aunque parezca difícil de creer, los fenómenos climáticos extremos asociados al cambio climático nos afectan más a nosotras que a vosotros, nos enferman más a nosotras que a vosotros, nos matan más a nosotras que a vosotros.

El estudio Vínculos entre la violencia de género y el medio ambiente: la violencia de la desigualdad, de la IUCN, publicado a principios de este año, muestra la íntima relación entre un ecosistema degradado y la violencia que se ejerce sobre las mujeres. El cambio climático exacerba la violencia machista, aumenta la trata de mujeres con fines de explotación sexual y los matrimonios infantiles.

El cambio climático exacerba la violencia machista, aumenta la trata de mujeres con fines de explotación sexual y los matrimonios infantiles.

Agua que da la vida, agua que da muerte

Si hablamos de cambio climático, uno de los efectos más preocupantes es el que tiene sobre el ciclo del agua. La atmósfera recalentada tiene más capacidad de captar agua y por lo tanto las sequías y las lluvias torrenciales son fenómenos que se van a multiplicar en las próximas décadas. El agua es imprescindible para la vida y, cuando hay periodos prolongados de sequía, las mujeres, que son en muchas zonas del mundo las encargadas del abastecimiento de agua, tienen que ir a buscarla a fuentes cada vez más lejanas. Los riesgos para su integridad durante estos largos trayectos son múltiples y muchas veces se ven expuestas a violencia sexual. Y cuando esas fuentes, incluso las más lejanas, también se agotan, toca migrar, porque sin agua no hay vida. Según datos de las Naciones Unidas, el 80% de las personas desplazadas por fenómenos climáticos son mujeres.

Y luego están las inundaciones. Según la OMS, el 75% de las muertes en inundaciones son de personas ahogadas. Sin embargo, hay países como India o Bangladesh en los que solo se enseña a nadar a los hombres. Además, las mujeres no siempre tienen acceso a la información, sobre todo en zonas aisladas. No disponen de radio o televisor, y por ello no pueden obtener información anticipada sobre las amenazas climáticas. Y, por supuesto, sus tasas de alfabetización son inferiores a las de los hombres. Finalmente, el hecho de que tengan a su cargo a niños y ancianos las hace ser más vulnerables ante las catástrofes: muchas veces no salen de sus casas a tiempo de salvar la vida por estar cuidando de otros. Según las Naciones Unidas, las mujeres tienen un 14% más riesgo de morir en desastres naturales que los hombres. En el tsunami del 2004, en el océano Índico, en algunos países murieron hasta cuatro veces más mujeres que hombres.

La defensa del medioambiente para las mujeres no se convierte solamente en una causa justa, sino en una cuestión de vida o muerte.

Arriba y abajo

Pero no nos llevemos la impresión de que el resto del mundo está a salvo de los efectos que la destrucción de la naturaleza tiene sobre las mujeres. Aunque cuanto más precarias sean más en riesgo se encuentran, las desigualdades de género hacen que la vulnerabilidad de las mujeres se ponga de manifiesto en situaciones climáticas extremas incluso en los países ricos. Cuando, en 2012 el huracán Sandy, uno de los más devastadores de la historia, dejó 23.000 desplazados en los estados de Nueva York y Nueva Jersey, muchas mujeres perdieron sus empleos. El cuidado de sus hijos, cuyas escuelas habían quedado en la otra parte de la ciudad, les impedía llegar a tiempo a sus trabajos.

Y parece que estudiar el Cambio Climático y alertar sobre sus riesgos tampoco sea cosa de mujeres. Un estudio reciente puso de manifiesto que en el Panel Internacional de Expertos sobre el Cambio Climático, el famoso IPCC, solo un 20% de los miembros son mujeres y ninguna ocupa un cargo de responsabilidad.

Los hombres han tenido ya muchas oportunidades de manejar sistemas, pero que se han vinculado con sistemas de presión, mientras que las expresiones feministas son planteamientos para luchar contra el poder del capital desde una perspectiva práctica, plural y democrática.

Podría decirse, por tanto, que la defensa del medioambiente para las mujeres no se convierte solamente en una causa justa, sino en una cuestión de vida o muerte. Cuando Françoise D’eaubonne acuñó el término ecofeminismo en 1974, el cambio climático parecía algo muy lejano e incierto, aunque las mujeres ya habían tenido un papel preponderante en muchas luchas ecologistas. Por solo citar unas cuantas, cabe mencionar que Rachel Carson había publicado Primavera silenciosa en 1962, un libro clave para denunciar los efectos del DDT en la salud de los ecosistemas y que Donella Meadows había liderado, en 1972, un informe que sería básico para entender la raíz de la situación actual: Los límites del crecimiento. Las luchas de las mujeres por defender la vida y el territorio han sido múltiples en todo el sur global. Muchas de ellas no se han reivindicado originalmente como ecofeministas, pero son luchas radicalmente defensoras de los recursos que sustentan la vida y emancipadoras para las mujeres que participan en ellas. Actualmente, los nombres de las teóricas ecofeministas ya son multitud, y las luchas ambientales y sociales encabezadas por mujeres en todo el mundo son incontables.

Afirma Lolita Chávez, activista ambiental guatemalteca exiliada en Europa, que los hombres han tenido ya muchas oportunidades de manejar sistemas, pero que se han vinculado con sistemas de opresión, mientras que las expresiones feministas son planteamientos para luchar contra el poder del capital desde una práctica plural y democrática. En resumen, en lo que a salvar la naturaleza se refiere, es tiempo de que las mujeres demos un paso adelante. Ya lo estamos dando. Solo hay que mirar alrededor en las manifestaciones por la justicia climática a las que hemos asistido en nuestro país en los últimos meses: el número de mujeres jóvenes era impresionante. Y no cabe duda de que esa movilización por el clima tiene que ver directamente con el asalto a los cielos de la movilización feminista. Rugir juntas nos hace sentir poderosas. El ecofeminismo es valioso no solo éticamente, pues desarrolla un sistema de valores que es imprescindible para una nueva relación con el planeta. Es valioso también porque es movilización y lucha. Veremos en los próximos años muchas luchas encabezadas por mujeres para salvar esta sagrada casa que nos alberga.


Berta Cáceres
La siembra de Berta Cáceres

Este 2 de marzo se cumplen tres años del asesinato de la activista medioambiental hondureña Berta Cáceres. Sin embargo, el proyecto hidroeléctrico contra el que protestaba sigue en marcha y las empresas impunes. 

Sobre este blog
La filosofía se sitúa en un contexto en el que el poder ha buscado imponerse incluso en los elementos más básicos de nuestro pensamiento, de nuestras subjetividades, expulsando así de nuestro campo de visión propuestas teóricas y prácticas diversas que no son peores ni menos interesantes sino ajenas o directamente contrarias a los intereses del sistema dominante.

En este blog trataremos de entender los acontecimientos del presente surcando –en ocasiones a contracorriente– la historia de la filosofía, con el objetivo de poner al descubierto los mecanismos que utiliza el poder para evitar cualquier tipo de cambio o de alternativa en la sociedad. Pero también de producir lo que Deleuze llamó líneas de fuga, movimientos concretos tanto del presente como del pasado que, escapando del espacio de influencia del poder, trazan caminos hacia otros mundos posibles.
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