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Queer
Las degeneradas trans acaban con la familia. Prólogo
Les activistas trans siempre han sido considerades radicales en el imaginario popular, en parte porque las fuerzas hegemónicas que marginan a las personas trans ―el sexismo y la familia― son características fundamentales de la existencia contemporánea y, por lo tanto, la política trans siempre requiere que nos replanteemos los determinantes ideológicos de nuestras relaciones humanas más fundamentales, incluida la relación con nosotres mismes y con nuestros propios cuerpos. Dado que la política queer cuestiona las relaciones interpersonales heteronormativas y cisnormativas, promueve intrínsecamente formas de cambio social amplio. Sin embargo, aunque todas las políticas trans son progresistas en el sentido de que pretenden reformar métodos anticuados y perniciosos de categorización humana, no todas las políticas trans son necesariamente revolucionarias.
La mayoría de las políticas trans contemporáneas, como mínimo, critican los peores aspectos tanto del esencialismo de género como de la organización obligatoria de la sociedad en esos pequeños feudos heteronormativos llamados familia. Sin embargo, hay un mundo de diferencia entre las reivindicaciones de les activistas trans revolucionaries anticapitalistas y les liberales trans. A diferencia de la política trans revolucionaria, el liberalismo trans se basta a sí mismo con la demanda de inclusión trans en el mundo tal y como existe en el presente; su objetivo final es la normalización de las personas trans en particular, y de la diversidad de género en general, dentro de la vida capitalista. Su horizonte político tiende a ser la representación trans: la representación trans en los medios de comunicación, en los pasillos del poder político, en la sala de juntas de las empresas, en las aulas y dentro de la maquinaria de la guerra imperialista. El liberalismo trans posee una crítica inherente al sexismo y a la familia, pero generalmente limita sus soluciones a la inclusión social, a los llamamientos a la empatía de los aliados cis, a la educación transinclusiva y a la formación en conciencia cultural. En lugar de la familia heteronormativa obligatoria, el liberalismo trans exige respeto para todas las familias.
Pero les transfeministas revolucionaries y anticapitalistas no se conforman con la mera inclusión trans en el mundo tal y como es, porque el transfeminismo revolucionario entiende que el mundo actual ―el mundo capitalista― no es un estado inevitable de la naturaleza, así como que nunca podría romper con el sexismo y la transfobia. Les transfeministas anticapitalistas sostienen que tanto la misoginia como el cisexismo son características fundamentales de la sociedad de clases y que ninguno de los dos fenómenos puede ser erradicado hasta que se erradique el capitalismo. Para les revolucionaries trans, las reformas liberales son como espadas sin empuñadura: pueden cortar a nuestros oponentes, pero también dejan nuestras propias manos ensangrentadas. Por ejemplo, les líderes trans en la sala de juntas de las empresas no pueden fomentar la liberación trans en su conjunto, porque explotan a les trabajadores trans en las minas, los campos y los talleres.
El liderazgo político y/o corporativo trans bajo el capitalismo puede normalizar la idea del liderazgo trans, pero a cambio de este papel se naturaliza y valida la organización capitalista de la sociedad. La representación trans en el cine y la televisión puede ser enriquecedora y un sustento psicológico, pero se basa necesariamente en imágenes diseñadas y desarrolladas por conglomerados mediáticos cuya intención es responder a una base de consumidores queer. Las universidades que tienen en cuenta las necesidades de sus estudiantes trans siguen existiendo para preparar a les trabajadores para su absorción en el capitalismo, siguen proporcionando una fachada intelectual para la innovación militar-industrial. Las familias trans (incluidas las familias elegidas) pueden ser redes vitales para la supervivencia bajo el capitalismo, pero dichas familias son también redes privadas para la circulación de la riqueza. La aceptación social de las familias diversas [gender-diverse] no cuestiona el hecho de que la riqueza familiar determinará el horizonte de desarrollo personal de cada miembro de dicha familia diversa. Es más, elevar y celebrar la idea de las familias queer naturaliza aún más la idea de familia, la idea de que estamos inherentemente o incluso evolutivamente predispuestos a cuidar y luchar tan solo por unidades domésticas pequeñas e íntimas.
Para les revolucionaries trans, las reformas liberales son como espadas sin empuñadura: pueden cortar a nuestros oponentes, pero también dejan nuestras propias manos ensangrentadas
Por otro lado, el término «revolucionario trans» es bastante equívoco y requiere ponerlo en orden en aras de la claridad. ¿Qué significa ser un trans revolucionario? En los años 90, durante el apogeo de la era neoliberal, tras la caída del llamado comunismo realmente existente, el término revolución en un contexto queer a menudo se refería a un método más interno, más experiencial, más fenomenológico de impactar en el cambio social que era ambivalente y a veces incluso hostil a la política de masas. Durante este periodo, cuando se denominaba a alguien revolucionario trans, la mayoría de las veces significaba que era revolucionario en su ser trans [transness], que «hacía el género» de una manera novedosa y reflexiva con la intención expresa de remodelar el género y la sexualidad en el terreno público. El objetivo político de esta idea de «ser trans de forma revolucionaria» era vivir con la mayor libertad posible y, al hacerlo, posicionar la propia identidad como un desafío directo a la sociedad patriarcal y normativa de género.
Sin embargo, esta forma de ser radicalmente trans no siempre fue necesariamente anticapitalista. Aunque provocador, este enfoque era completamente compatible con el liberalismo trans. Otros que se consideraban a sí mismos revolucionarios trans rechazaban el uso del yo como provocación política; imaginaban la revolución trans como la inclusión de activistas trans en la política revolucionaria independientemente de cómo esta variedad de revolucionarios «hicieran el género» a nivel interpersonal, encarnado o expresivo; la razón de la revolución era el anticapitalismo militante y antiimperialista. Estas camaradas trans no se distanciaban necesariamente de los militantes anticapitalistas heteronormativos o cisnormativos; no era su ser trans lo que las hacía revolucionarias, sino su orientación política hacia las masas. Pero, a medida que avanzaba el neoliberalismo, se intensificaban las medidas de austeridad y ahondaba la crisis del capitalismo, estas dos formas diferentes de ser un revolucionario trans comenzaron a combinarse: un revolucionario trans era aquel que desafiaba la heteronormatividad y la cisnormatividad a través de su experiencia vivida como revolucionario comprometido. Este tercer tipo de revolucionario trans rechazaba el liberalismo trans y, al mismo tiempo, desafiaba la heteronormatividad, la cisnormatividad y el sexismo dentro de los movimientos revolucionarios anticapitalistas, de los que ahora no sólo formaba parte, sino que lideraba. Este último tipo de revolucionario trans cambió la organización política anticapitalista en su conjunto porque, en adelante, los comunistas cis debían apoyar la liberación trans. La liberación trans era ahora una reivindicación de masas.
Marxismo
Por un marxismo ☭ueer. Manifiesto de Rojo del Arcoíris
A medida que les anticapitalistas queer y trans exigían una visión transinclusiva de un futuro comunista, se intensificaron las preguntas sobre la relación entre el género y la modernidad capitalista. Estas cuestiones no eran sólo teóricas, sino que eran una cuestión de praxis. ¿Es la opresión trans un producto del capitalismo y, si es así, cómo? ¿Deben los militantes cis anticapitalistas comprometerse con la lucha queer y trans porque se trata de un acto de solidaridad con las personas marginalizadas? O, dicho de otro modo, ¿es la solidaridad con la lucha trans una cuestión contingente de ética comunista desvinculada de una crítica al capital? ¿O es la marginalización de las personas trans inherente al modo de producción capitalista y, por tanto, una consecuencia directa del mismo? ¿Podría la relación entre la opresión trans y el capitalismo estar aún más arraigada? ¿Es la opresión trans más que un mero resultado negativo del modo de producción capitalista? ¿Es posible que el cisexismo sea necesario para que el capitalismo funcione correctamente? Si la respuesta a cualquiera de las dos últimas preguntas es afirmativa, entonces la política transexcluyente es algo más que una posición éticamente errónea para un comunista; también sería una negativa lógicamente indefendible y reaccionaria a enfrentarse a un aspecto central de la hegemonía capitalista. Enfrentarse a este conjunto de cuestiones ―la producción de misoginia, cisexismo y familismo dentro de la racionalidad capitalista― es fundamental para construir el anticapitalismo hoy en día. Determinar la relación entre la hegemonía cis, el sexismo y el sistema económico global impulsado por las ganancias se ha convertido en una tarea conceptual y organizativa urgente.
La razón por la que la política trans revolucionaria es intrínsecamente anticapitalista no es la exclusión en la que el liberalismo trans deja a las personas queer pobres y desfavorecidas [disenfranchised] ni la suposición sostenida por este último de que la opresión queer y trans se debe al odio y la intolerancia de las personas cis. No es anticapitalista sólo porque repudie los resultados negativos del capitalismo para algunas personas trans. La política trans revolucionaria rechaza el capitalismo porque el capitalismo necesita del cisexismo para funcionar. Pero ¿qué queremos decir cuando decimos que el capitalismo requiere el cisexismo? ¿Se trata sólo de una afirmación? Después de todo, el capitalismo no es un enemigo consciente de a quién discrimina. ¿En qué sentido necesita de la misoginia y la exclusión violenta de las personas trans?
La abolición de la familia es la llamada a acabar con la capacidad de la clase capitalista de manipular y sacar provecho de nuestra capacidad de reproducirnos, enriquecernos y apoyarnos mutuamente
Existen algunas teorías sobre cómo el capitalismo produce la opresión trans, la mayoría de ellas derivadas de una determinada definición y análisis del capitalismo: el marxismo. Las feministas y personas queer marxistas llevan mucho tiempo debatiendo cómo el capitalismo requiere la discriminación de género para producir beneficios. El enfoque marxista proviene de una forma particular y concreta de definir el capitalismo como un sistema que opera mediante la extracción de beneficios del trabajo (así como de la tierra y los recursos conformados por el trabajo). Dado que el beneficio proviene del trabajo, el capitalismo busca pagar a los trabajadores el menor salario posible por su fuerza de trabajo. Esta fuerza de trabajo, que es en sí misma una mercancía, se abarata globalmente cuando tiene menos necesidades. Si los obreros necesitan escolarización, requieren un salario más alto. Si los trabajadores necesitan comidas preparadas, requieren un salario más alto. Si los trabajadores necesitan atención médica, requieren un salario más alto. Todos los que algún día proporcionarán fuerza de trabajo a los capitalistas requieren una gran cantidad de cuidados cuando son niños para que puedan vivir lo suficiente como para vender su fuerza de trabajo a bajo precio. Si los trabajadores no fallecen tan pronto como ya no puedan vender más su fuerza de trabajo, alguien debe cuidar de ellos.
Es ventajoso para la clase capitalista en su conjunto tener un segmento de la población presionado para donar este esfuerzo reproductivo no compensado para que la fuerza de trabajo siga siendo barata. La familia heteronormativa es una placa de Petri privada que produce futuros trabajadores y cuida a los ancianos sin compensación alguna. Aunque las familias queer pueden producir trabajadores que algún día venderán su fuerza de trabajo y aunque los dormitorios no familiares pueden obligar a los trabajadores adultos a reproducirse socialmente, la familia heteronormativa y cisnormativa racionaliza la producción de niños, mientras que la ideología del amor y el deber asegura una población dispuesta a donar cuidados sin recibir nada a cambio. Del mismo modo, en el mercado laboral, la división del trabajo en función del género en las fábricas, los comercios y las escuelas que producen beneficios racionaliza la producción de mercancías y de plusvalía.
El capitalismo necesita familias funcionales, mas no requiere familias felices y descansadas. Fundamentar estas divisiones de género en el orden natural sirve para naturalizar el propio capitalismo. La abolición de la familia no es un llamamiento a abolir los lazos entre las personas que se aman. Es la llamada a acabar con la capacidad de la clase capitalista de manipular y sacar provecho cínicamente de nuestra capacidad de reproducirnos, enriquecernos y apoyarnos mutuamente. Es la llamada a acabar con la capacidad de los jefes y los propietarios de controlar cómo nos relacionamos entre nosotres y con nuestros propios cuerpos.
Este libro, Las degeneradas trans acaban con la familia, no está interesado en perseguir la agenda del liberalismo trans. Los ensayos de este libro reclaman una política de largo alcance y transformadora, que nos guíe hacia un mundo mejor. Cada una de las escritoras que aparecen en este volumen, a su manera, reclama un transfeminismo revolucionario que se ocupe de las cuestiones del trabajo, la reproducción, la autodefinición y la reivindicación de nuestro potencial creativo. Este libro presenta una selección de los textos canónicos del marxismo trans al público hispanohablante a la vez que incluye nuevos análisis que abordan los temas desde la perspectiva transrevolucionaria adaptados a la órbita política y lingüística del contexto (del Estado) español. Esto es de vital importancia, porque, si bien el transfeminismo revolucionario es un proyecto internacionalista ―es decir, transnacional, más allá de lo nacional―, también es específico: debe resolver las contradicciones a nivel de lo concreto, lo local, a la vez que toma partido por el fin del problema en toda su amplitud, que es la totalidad capitalista. Dicho esto, los problemas a nivel local nunca podrán empezar a resolverse realmente hasta que se acabe con el capitalismo a nivel global. En este sentido, la liberación de las mujeres trans en España está conectada con la liberación de las feministas cis en Tanzania, así como con las condiciones de les trabajadores de servicios no binaries en Estados Unidos y los hombres trans en China. Presagio que esta colección de ensayos contribuirá a tal proyecto político en curso.
Holly Lewis
29 de agosto de 2021
(Agradecemos a la autora, las editoras y la compiladora y traductora de la antología que hayan compartido el texto con El Rumor de las Multitudes).