Filosofía
En torno a la construcción del sujeto antagonista

¿Cómo construir el sujeto antagonista? Esta es una de las preguntas fundamentales de la política contemporánea. Frente a los esencialismos que funcionaron y siguen funcionando en la tradición antagonista, proponemos una visión del sujeto fundamentada en las prácticas y los procesos de lucha, en consonancia con ciertos planteamientos de Marx.

Karl Marx
Karl Marx Wikipedia
Profesor de Filosofía, Universidad de Zaragoza
20 mar 2018 10:00

Ahora que conmemoramos el doscientos aniversario del nacimiento de Karl Marx, resulta muy interesante retornar a sus textos para intentar precisar sus reflexiones en torno al sujeto revolucionario y observar si fuera posible extraer enseñanzas para nuestra tarea política actual. Porque, en este tema, quizá nos encontremos con alguna sorpresa dado que esta cuestión en Marx está muy lejos del simplismo con el que ha solido interpretarlo la tradición dominante del marxismo.

Marx y la cuestión del sujeto

Marx puede ser, sin duda, interpretado en diversas direcciones. Su obra da para interpretaciones mecanicistas, economicistas y esencialistas, pero también para todo lo contrario. Se trata de leer con atención y escuchar al propio Marx, por ejemplo, reprochar a sus seguidores rusos por haber deducido de El Capital cuál debiera ser el proceso político a seguir en Rusia. El enfado de Marx, en forma de carta a una revista rusa, Apuntes de la patria (Otechesvennie zapiski) es monumental. Marx se siente tremendamente disgustado por el hecho de que sus seguidores rusos deduzcan de sus análisis "una teoría histórico-filosófica de la marcha general que el destino le impone a todo pueblo, cualesquiera que sean las circunstancias históricas en que se encuentre”. Una crítica en toda regla al determinismo y al etapismo que tanto ha gustado a cierto marxismo.

Pero vayamos a la cuestión del sujeto, que es la que aquí nos interesa. Si algo puede extraerse de los textos de Marx es su alejamiento de cualquier posición esencialista, tanto en lo que respecta al sujeto individual como al colectivo. El individual, como apunta en su Tesis sexta sobre Feuerbach, está constituido por “el conjunto de sus relaciones sociales”, en absoluto por su exclusiva posición de clase, que, como reprochaba Sartre al marxismo ortodoxo de los años 60, acaba por no explicar nada. El sujeto individual, denominado como “individuo social”, es múltiple, plural, sujeto a numerosas determinaciones, entre las que su posición productiva desempeña, sin duda, un importante papel.

Para hablar del sujeto colectivo deberemos comenzar recordando algo que no ha sido suficientemente subrayado por la hermenéutica marxista. Para Marx, y Engels, el único criterio de verdad es la práctica. Y esa práctica, además, es el origen de la producción de la conciencia. Es decir, Marx nos indica que la conciencia no es previa a los procesos, sino paralela o posterior a los mismos. Así lo argumentan en La ideología alemana: “…tanto para engendrar en masa esta conciencia comunista como para llevar adelante la cosa misma, es necesaria una transformación en masa de los hombres, que solo podrá conseguirse mediante un movimiento práctico, mediante una revolución”. La conciencia comunista se produce tras la revolución, no antes de la misma.

Clase, proletariado, es el nombre de una práctica. Multitud, pueblo, son el reflejo de un proceso. Con Marx nos alejamos de las esencias, el ser es sustituido por el devenir y la relación
Este planteamiento de la construcción de la conciencia en el proceso práctico, y no antes, encaja perfectamente con otra cuestión poco resaltada respecto del sujeto político colectivo en Marx. Aquella según la cual la clase social tampoco preexiste al proceso de lucha, sino que es, más bien, consecuencia del mismo. En Miseria de la filosofía podemos encontrar de forma nítida este planteamiento: “Las condiciones económicas habían transformado primero la masa del país en trabajadores. La dominación del capital ha creado a esta masa una situación común, intereses comunes. Así, esta masa es ya una clase enfrente del capital, pero no lo es aún para ella misma [cursiva JMA]. En la lucha, algunas de cuyas fases hemos señalado, esta masa se reúne, se constituye en clase para sí misma. Los intereses que defiende se convierten en intereses de clase. Y la lucha de clase a clase es una lucha política”. Es la célebre distinción entre clase en-sí y clase para-sí, pero en la que la constitución en clase para-sí no procede de un proceso de concienciación teórica, sino de práctica social. Es decir, la conciencia no puede ser imbuida teóricamente desde fuera al sujeto proletario, sino que es efecto de una autoconstitución práctica. En La ideología alemana, de nuevo, aunque refiriéndose al periodo feudal, Marx y Engels habían escrito algo muy semejante: “Los diferentes individuos solo forman una clase en cuanto se ven obligados a sostener una lucha común contra otra clase”. La concepción sociológica de la clase, la clase en-sí, carece, por tanto, de efectividad política.

El sujeto antagonista

Marx nos sitúa ante una perspectiva práctica de constitución del sujeto. Una perspectiva que sintoniza a la perfección con lo que en la actualidad plantea el Comité invisible. En A nuestros amigos puede leerse: “No es ‘el pueblo’ el que produce el levantamiento, es el levantamiento el que produce su pueblo, al suscitar la experiencia y la inteligencia comunes, el tejido humano y el lenguaje de la vida real que habían desaparecido”. Llámesele pueblo, llámesele multitud, llámesele clase, para el Comité Invisible, lo mismo que para Marx en su momento, el sujeto es el producto del acontecimiento desencadenado, de las experiencias e inteligencias que le acompañan, es el resultado de ciertas prácticas. Prácticas que pasan, entre otras cosas, por la apertura a la proliferación de los vínculos. El sujeto que se constituye en los procesos, resulta, por tanto, de la superación de los obstáculos que se levantan en la vida cotidiana, de las inercias de aislamiento que caracterizan a nuestras sociedades neoliberales.

Clase, proletariado, es el nombre de una práctica. Multitud, pueblo, son el reflejo de un proceso. Con Marx nos alejamos de las esencias, el ser es sustituido por el devenir y la relación. No hay un sujeto, reconocible por unos rasgos predefinidos que nos permitirían determinarle. Pues toda determinación, como recuerda el aforismo spinoziano tantas veces recogido por Marx, es negación, y en la cuestión del sujeto no hay determinación a priori. El sujeto deviene en el proceso de la lucha y se configura mediante la multiplicación de los vínculos. Burguesía es quien explota y quien teoriza esa explotación como natural o necesaria. Proletariado es el nombre de quien se rebela. Así como el sujeto individual es entendido como el efecto del conjunto de las relaciones sociales que lo constituyen y es, por tanto, plural, el sujeto colectivo viene definido por una sola relación, la que lo convierte en antagonista práctico del poder constituido. Plural en su constitución, unitario en su expresión. Proletariado es el nombre de todo aquel, aquella, que se enfrenta al capital, que encarna en una práctica la vergüenza, el dolor, la explotación, la humillación del mundo. Y cuya práctica se enfoca al beneficio de la mayoría social.

Clase es todo aquel, aquella, que se une en la lucha contra el capital, independientemente de que sea estudiante, autónoma o trabajadora de fábrica; mujer es toda aquella, aquel, que se enfrenta al patriarcado, independientemente de su sexo; minoría étnica, todos aquellos que luchan contra el racismo. Multitud, o pueblo, es el nombre que podemos otorgar a la coordinación de esas diversas luchas

El sujeto antagonista es un devenir, el efecto de la precaria consolidación de vínculos fluidos. No tiene rostro reconocible, no tiene nombre, aunque nos empeñemos en nombrarle. Es un nombre, como diría Deleuze, “para entendernos”, una exigencia comunicativa. Pero hay que evitar el peligro de, al nombrarlo, designarle una esencia. Ni el proletariado, ni las mujeres, ni los empobrecidos, ni las marginadas, ni los estudiantes son el sujeto.

El marxismo, contra la evidencia misma de su propia práctica, en la que dirigentes de extracción burguesa desempeñan un papel fundamental, desarrolló una teoría esencialista del sujeto político, al que nombró como proletariado. En la actualidad es preciso prevenir cualquier gesto esencialista, ser conscientes de que el sujeto es plural, los sujetos son plurales. Clase es todo aquel, aquella, que se une en la lucha contra el capital, independientemente de que sea estudiante, autónoma o trabajadora de fábrica; mujer es toda aquella, aquel, que se enfrenta al patriarcado, independientemente de su sexo; minoría étnica, todos aquellos que luchan contra el racismo. Multitud, o pueblo, es el nombre que podemos otorgar a la coordinación de esas diversas luchas.

Sobre este blog
La filosofía se sitúa en un contexto en el que el poder ha buscado imponerse incluso en los elementos más básicos de nuestro pensamiento, de nuestras subjetividades, expulsando así de nuestro campo de visión propuestas teóricas y prácticas diversas que no son peores ni menos interesantes sino ajenas o directamente contrarias a los intereses del sistema dominante.

En este blog trataremos de entender los acontecimientos del presente surcando –en ocasiones a contracorriente– la historia de la filosofía, con el objetivo de poner al descubierto los mecanismos que utiliza el poder para evitar cualquier tipo de cambio o de alternativa en la sociedad. Pero también de producir lo que Deleuze llamó líneas de fuga, movimientos concretos tanto del presente como del pasado que, escapando del espacio de influencia del poder, trazan caminos hacia otros mundos posibles.
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Pol
10/4/2018 6:22

Una lectura muy interesante

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#11625
22/3/2018 23:37

Muy interesante reflexión, se debería llevar a los barrios y discutir en las calles

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#11624
22/3/2018 23:36

Muy interesante reflexión que se debería llevar a los barrios y discutir en las calles

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José Martínez Carmona
22/3/2018 9:01

Marx y Engels no nos legaron una doctrina ni un compendio de dogmas. Nos legaron un análisis científico de la realidad socio-económica de su tiempo, El Capital, y el método dialéctico materialista para analizar los acontecimientos históricos. "Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversas maneras el mundo; de lo que se trata es de transformarlo". Ese esfuerzo teórico y práctico tendente a la transformación de la sociedad por la lucha de los explotados frente a los explotadores es la actitud de los marxistas consecuentes. La burguesía ha estudiado a Marx para combatirlo, los trabajadores lo descubren luchando.
Creo que abundo en el sentido de este interesante artículo citando este texto de Engels en el prefacio a la edición alemana del Manifiesto (!890): "Para la victoria definitiva de las propuestas enunciadas en el Manifiesto, Marx apostaba únicamente por el desarrollo intelectual de la clase obrera, que resultaría de la acción y de la discusión comunes. Los acontecimientos y las vicisitudes de la lucha contra el capital, las derrotas aún más que los éxitos, harían sentir a los combatientes la insuficiencia de todas sus panaceas y les llevaría a comprender a fondo las verdaderas condiciones de la emancipación obrera".

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#11337
20/3/2018 12:12

Muy interesante reflexión que se debiera llevar a los colegios y debatir en las aulas

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Sobre este blog
La filosofía se sitúa en un contexto en el que el poder ha buscado imponerse incluso en los elementos más básicos de nuestro pensamiento, de nuestras subjetividades, expulsando así de nuestro campo de visión propuestas teóricas y prácticas diversas que no son peores ni menos interesantes sino ajenas o directamente contrarias a los intereses del sistema dominante.

En este blog trataremos de entender los acontecimientos del presente surcando –en ocasiones a contracorriente– la historia de la filosofía, con el objetivo de poner al descubierto los mecanismos que utiliza el poder para evitar cualquier tipo de cambio o de alternativa en la sociedad. Pero también de producir lo que Deleuze llamó líneas de fuga, movimientos concretos tanto del presente como del pasado que, escapando del espacio de influencia del poder, trazan caminos hacia otros mundos posibles.
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