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Educación
En la lucha de Freire contra Microsoft, en mi sindicato tenemos claro junto a quién situarnos
Vivimos una guerra en la que en la educación se libra una batalla constante. Es importante saber que, como otras, la estamos perdiendo. No es esta una información por el mero placer de alarmar sino por hacer partícipe a toda la sociedad de la necesidad de acudir en defensa de la educación cuando quienes están implicados e implicadas nos lo reclamen.
Estos días estamos viviendo una convulsa vuelta al cole: una negligente gestión de la administración frente a la pandemia junto a la consecuentes convocatorias de huelgas y movilizaciones a lo largo y ancho del Estado.
Hay que hablar una y mil veces de la necesidad acuciante de contrataciones para bajar las ratios y de medidas concretas para este curso que aún siguen sonando a ciencia ficción pero no podemos pasar de puntillas ante un modelo de educación que, ante esta crisis sanitaria, nos está mostrando su verdadera cara.
La educación es reproductora de una cultura y una visión del mundo determinada. Y como escribía hace poco el pedagogo Jaume Carbonell en El Diario de la Educación, ahora mismo se está librando una gran batalla: “Detrás de la digitalización se esconden poderosos intereses económicos e ideológicos”. Se está afianzando una visión capitalista de la escuela monopolizada por las grandes corporaciones. Convertir la escuela en una máquina al servicio del capital y hacer de la institución educativa una férrea correa de transmisión de los intereses del 1%.
Este discurso florece en modelos como las escuelas concertadas aunque impregna todo el modelo educativo. Es un discurso que afecta tanto al modelo de participación como al currículo, tanto a la ratio como al acceso a materiales educativos o a la organización departamental.
La educación “se vende” con la promesa de servir como herramienta de compensación de desigualdades sociales ya que favorece la movilidad social dentro del propio sistema
La educación “se vende” con la promesa de servir como herramienta de compensación de desigualdades sociales ya que favorece la movilidad social dentro del propio sistema. Sin embargo, actualmente tenemos una de las tasas de riesgo de pobreza infantil persistente más altas de la Unión Europea y formamos parte del selecto club de países en los que la brecha en pobreza persistente entre población infantil y población adulta es mayor. No parece, por tanto, que nuestro sistema educativo esté sirviendo para favorecer dicha compensación. Al contrario, el desarrollo de un modelo educativo sustentado en políticas injustas, genera segregación y abismos insalvables.
El pedagogo Mario Andrés Candela recordaba hace poco que “es importante, más en estos tiempos, entender que hay realidades más allá de la que nosotros vivimos en primera persona. Esto también ocurre en el espacio social que es la infancia, habitada por niños, niñas y adolescentes diferentes, que están viviendo este tiempo de confinamiento y centros educativos cerrados de formas diversas y desiguales, tal y como ha recogido la investigación ‘Infancia Confinada’. De esta diversidad y desigualdad nace la necesidad de ofrecer, desde el sistema educativo, respuestas equitativas y diferenciadas que, por el momento, no se han puesto en marcha”.
Es más necesario que nunca darle un nuevo sentido a la escuela. Desbordar el marco escolar y buscar nuevos vínculos con las familias, la calle y la comunidad
Es más necesario que nunca darle un nuevo sentido a la escuela. Desbordar el marco escolar y buscar nuevos vínculos con las familias, la calle y la comunidad. Es necesario redefinir sus funciones. Mostrar lo que es capaz de hacer y lo que no, en lugar de seguir aceptando reformas que solo persiguen la adecuación del perfil formativo al mercado laboral.
Jesús Rogero, profesor de sociología en la UAM, y José Miguel Martín, maestro de primaria, lo llaman construir un escudo educativo desde la emergencia sanitaria pero, más allá de la emergencia sanitaria, hablamos de blindar la educación como un bien esencial. Hablamos de mejorar las condiciones aumentando las plantillas de docentes y de especialistas que puedan trabajar de manera fluida con los servicios sociales. Hablamos de fijar como objetivo primero la integración. Es decir, la no segregación. Hablamos de implementar actuaciones educativas que funcionen y para eso más allá de palabrería de neoliberal y de autoayuda, es necesario la inversión económica. Sin eso, no hay más que paja en las propuestas de innovación. Hablamos de currículos oficiales flexibles alejados de la estandarización. Currículos que respeten a los alumnos en sus diferentes formas de avanzar y ser. Hablamos de no dejar a ningún alumno atrás por cuestiones económicas y ayudar a las familias que se han quedado sin trabajo y asegurar a esos alumnos herramientas para estudiar y salud y bienestar personal.
Hay que remarcar la necesidad de bajada de ratios. Estamos comprobando cómo muchos problemas se arreglan por arte de magia solo con bajar la ratio a 20 alumnos, como se ha acordado de manera extraordinaria para primaria en “las medidas covid”. Qué no podríamos conseguir si bajásemos de manera permanente a 15 alunmnos por clase.
Termino la columna como deberíamos empezar cada día nuestra jornada, junto al gran pedagogo y filósofo Paulo Freire: “Los educadores progresistas precisan convencerse de que no son meros docentes —eso no existe—, puros especialistas de la docencia. Nosotros somos militantes políticos porque somos maestros y maestras. Nuestra tarea no se agota en la enseñanza de la matemática, de la geografía, de la sintaxis o de la historia. Además de la seriedad y la competencia con que debemos enseñar esos contenidos, nuestra tarea exige nuestro compromiso y nuestra actitud en favor de la superación de las injusticias sociales”.
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