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Deportes
Feminismo y escalada: “Estamos aquí y podemos ocupar este espacio, seas como seas”
No hace tanto, cuando se pensaba en la montaña, el alpinismo o la escalada lo que tomaba forma era una imagen colectiva de un hombre, occidental, fuerte y aguerrido. Y es que esas han sido las referencias más extendidas. Pero no significa que sean los únicos prototipos de persona que suben.
Las mujeres han estado ahí siempre. También los pueblos originarios y muchas otras disidencias y colectivos infrarrepresentados. Desde las cholitas bolivianas, que actualmente recopilan dinero para poder subir al Everest —un reto más económico que deportivo por la comercialización de la montaña— , hasta las pioneras. En el documental Encordades demuestra que la mujeres siempre estuvieron en la montaña catalana desde hace décadas: desde Carme Romeu, de 91 años, hasta Eli Vergés, de 75 años, Mònica Verge —la primera mujer española en hacer un ochomil— o la cámara del programa ‘Al filo de lo imposible’ Esther Sabadell.
Pero el problema de la no representación tiene raíces profundas en el patriarcado. “La violencia machista afecta a todos los ámbitos vitales, porque es una cuestión estructural. El deporte o la actividad física no deja de ser otro espacio más donde se socializa. Ni la escalada ni otro deporte quedan exentos de ser espacios de violencia”, explica María Francisca Mas Riera, autora del libro Escalantes, uno de los primeros ensayos donde se reflexiona sobre la escalda desde la mirada feminista. “Por ejemplo —continúa—, que se cuestione la dificultad de la escalada que vas a hacer simplemente porque eres leída como mujer o que se escale una vía de determinada dificultad y se decote el grado por el mismo motivo”.
Experiencias que comparten prácticamente todas las escaladoras que en rocódromo o en roca llevan escalando un tiempo. “Un despliegue de mansplaining y heroísmo, a veces acompañado de juicios como ‘lo puedes hacer en top rope”, ‘cuidado que es un 6c’ o ‘pon el pie aquí, luego mira, se hace así’”, explican desde el colectivo Feminist Climb.
“En roco suele pasar que, los grupos de chicos, cuando se pican con un bloque que no les sale, no respetan los turnos cuando hay más gente que quiere probar ese mismo bloque o uno muy cercano. No se preocupan en preguntar quién va o pedir la vez, se meten y listo, porque claro, están picados con el bloque y se lo quieren sacar y tú lo tienes que entender”, ejemplifican. “Nombres de vías machistas, actitudes paternalistas y condescendientes, comentarios sexualizadores, etcétera”, complementa Mas Riera como otras formas de machismo en este ámbito.
Las escaladoras conocen experiencias machistas tanto en el rocódromo como en roca: “Es un despliegue de mansplaining y heroísmo, a veces acompañado de juicios”, explican desde el colectivo Feminist Climb
La cosa no mejora para las mujeres que se dedican profesionalmente a la escalada. Más allá de las competiciones, en trabajos como guías de montaña, profesoras, técnicas deportivas o entrenadoras no estás libres de prejuicios o de ser subestimadas solo por ser mujeres. Para Paula Fajardo Gil, técnica de escalada TD3, la experiencia se acentuó al ser mujer, joven y tener una complexión física pequeña. “Me ha pasado de estar como guía y venga otro guía más old school, un hombre más imponente y me tiene que corregir algo, aunque no sea importante e incluso erróneo”, explica. Algo que ha comparado con otros compañeros, que le han dicho que jamás les ha ocurrido algo así siendo hombres. Además, en la propia formación —el grado TD3 en escalada o alpinismo es el máximo y pocos guías lo tienen aún— ya encontró recelos al salirse del prototipo de persona fijada: le penalizaba tener una voz ‘dulce’ o no imponerse de manera violenta. “Soy una persona muy jovial, tranquila y estoy empezando a sentir que esa actitud no vale. Y me jode tener que cambiar para hacerse valer”, explica.
Formación y competiciones no mixtas
Pero lo cierto es que hay tantas formas de ser profesor o profesora como alumnos y alumnas hay. Por eso, pronto se formó el colectivo Girls on the Wall dedicado a la formación en exclusiva para mujeres en escalada. Paula, profesora de este colectivo explica que no siempre tuvo en mente los espacios no mixtos hasta empezar a trabajar en Girls on the Wall. “Fue más tarde cuando me empecé a dar cuenta de lo que significaba de verdad que fuera un espacio no mixto. Las alumnas me contaban sus experiencias, el ambiente que se crea es poco competitivo, más de cuidados y me siento una más, sin roles de técnica que manda y las demás obedecen. Soy una más del grupo”.
Con esta idea de generar un ambiente cómodo, de confianza, urge también la primera competición no mixta de boulder de Feminist Climb en 2019. “Todo empezó después de unas competiciones de boulder que se celebraron en Madrid a las que acudimos algunas de nosotras y nos dimos cuenta de que fuera de nuestro espacio seguro del rocódromo, donde entrenábamos con nuestra gente, había todo un mundo nuevo de machirulos escaladores, desigualdades, comentarios sexistas, un mundo nuevo para nosotras y nada deseable”, indican desde el colectivo que recuerdan “nos vinimos arriba y dijimos: ¿Y si hacemos una competición feminista, solo para mujeres?”.
El colectivo Girls on the Wall dedicado a la formación en exclusiva para mujeres en escalada
“Al principio, tuvimos dudas con el tipo de evento que hacer. Por un lado nos gustaba el concepto de encuentro de escalada y huir de la competición pura y dura, pero por otro, queríamos reivindicar que las mujeres no solo somos cooperativas, también podemos y sabemos competir. Para nosotras es un evento de competición cooperativa: se compite contra una misma, superando retos, miedos y dificultades, pero rodeadas de colegas en un ambiente sano donde no hay piques, ni enfados, pero si hay mucho apoyo mutuo y mucho compañerismo”. Desde Feminist Climb no olvidan que el objetivo es crear un espacio seguro, libre de machismo y un lugar de encuentro donde poner en valor y visibilizar a la mujer en general y a la mujer escaladora en particular.
Ese objetivo también lo tiene como entrenadora la escaladora Lucía Toledano. “Para mi todo lo que es la visualización de un colectivo no tan representado como en la escaldada que es el hombre rudo y fuerte, viene bien. La mujer necesita verse representada para creerse que tiene la capacidad tanto física como psicológica sin la ayuda de nadie”, explica a El Salto. Su historia en el principio de la escalada es similar a la de muchas: vas con tu pareja y todo el mundo cree que él es quién hace más grado, ‘aprieta más’ o incluso el material o la furgo es de él. “En la roca estoy harta de comentarios o prejuicios machistas. De decirme, ‘oye, que eso es un 7b, cuidado’ o ‘que vas con la chapa por arriba’, cuando a mi pareja jamás se lo dirían”, comenta Toledano en referencia a la infravaloración que las mujeres sienten.
En su día a día profesional, la cosa no mejora. “Me he sentido más cuestionada como entrenadora al principio, por ser mujer, bajita y joven. He tenido que hacerte el bloque en zapatillas —sin pies de gato— o tienen que ver el doble de músculos que ellos, para que te tomen en serio. Es muy triste”, explica. “Ahora dialogo con los grupos y lo enfrento de otra manera. Ya estoy harta de tener que demostrar. Si no te gusta lo que hay, te vas”. Y pasa, porque si para ser guía hay que imponerse ‘masculinamente’, como entrenadora se espera que asuma el papel femenino de cuidados. “Me han hecho comentarios porque no se esperan que hagas cierta cosa porque te encajan en un grupo social y al ser cañera como entrenadora te juzgan. Si te sales del rol de mami, algunos lo rechazan”, explica.
Entrenamiento en función de la fisiología
Además de los espacios diferenciados, son muchas las mujeres escaladoras que buscan que los entrenamientos se adecúen a su fisiología y a su ciclo menstrual. “Tú no puedes entrenar igual a una mujer que a un hombre y menos si es adolescente. Son cuerpos y fisonomías diferentes. Por ejemplo, se debe saber cómo y cuánto abdominales se debe hacer en cada caso”, explica Toledano, que actualmente también da clases sobre suelo pélvico en la escalada o ha impulsado un sistema para entender el ciclo hormonal y el rendimiento deportivo.
Un estudio que también hizo Fajardo en su TFM. “En escalada no hay un estudio completo sobre el efecto del ciclo menstrual. Tuve que ver estudios de otros deportes nada generativos, porque tenían a lo mejor 30 mujeres de muestra. Tuvimos que pasar a hacer entrenamientos semanales, con recomendaciones de qué comer en el premenstrual, como bajar la exigencia cuando estaba menstruando porque puede apretar menos, etc. Durante todo un año fuimos analizando todo y tomando conciencia de cómo afecta el ciclo”, explica.
“Cuando tuve que presentarlo, tuve que empezar explicando las fases del ciclo menstrual porque si no lo conocía yo, ellos menos. Un profesor me dio las gracias porque le di la clave para entender el rendimiento de su pareja y no juzgar el rendimiento de alumnas y compañeras”. “No es el único factor, hay más, pero hay que tenerlo en cuenta”.
Son muchas las mujeres escaladoras que buscan que los entrenamientos se adecúen a su fisiología y a su ciclo menstrual
Entrenamos, competimos y hacemos lo propio en el espacio en la roca. ¿Es suficiente? “Escalar solo entre mujeres, per se, no ayuda a nada. Para mi lo más importante son las relaciones y estrategias de comunicación que se den entre las personas que conforman la cordada o el grupo de escalada”, explica Mas Riera. “Necesitamos espacios mixtos de escucha, para que los hombres entiendan y se den cuenta. No vamos a lograr la igualdad sin ellos”, apoya Toledano.
Todo suma, como jornadas titulada en Euskadi ‘Deporte desde los márgenes’ que combinan espacios no mixtos como mixto o como iniciativas para hacer comunidad y encontrar compañera de cordada como el grupo de Telegram ‘Encuentros’. Muchas opciones para acabar con la imagen de ‘la chica grigri’ —que solo segura a su pareja— o con los estereotipos que como otros deportes la escalada también tiene. “El feminismo ayuda. Estamos aquí y podemos ocupar este espacio, seas como seas”, finaliza Toledano.