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“Si como mujer se cuestiona mi presencia en el mundo de la escalada y la montaña, imagínate siendo mujer y gorda”. Así comienza el relato de Ainhoa Garcia Aragües en ‘Ingrávidas’, un recopilatorio de María Francisca Mas Riera y segundo volumen de narrativas en torno a la escalada y el feminismo.
La gordofobia, que atraviesa todos los aspectos de la vida, también está presente en el deporte y la escalada no escapa de él. Pero no solo el peso. Ser demasiado baja, o demasiado fuerte, tener una discapacidad o estar fuera de la imagen que tenemos estereotipadas de escaladora o escalador ya hace que las miradas se fijen en esa persona. Por un lado, está el tema estético, que afecta especialmente a las mujeres por las violencias machistas y, por otro, está el tema del rendimiento deportivo. Un juicio que afecta a todos los cuerpos, sean normativos o no, y que puede resultar un verdadero muro a la hora de probar y divertirse con este deporte.
“Se tiende a pensar que las personas con cuerpos hegemónicos van a escalar mejor y a juzgar que los cuerpos no hegemónicos no tienen oportunidad o capacidad, aunque luego se demuestre lo contrario”
“Aunque la escalada es un compendio de muchas habilidades físicas —reflexionan desde el colectivo Feminist Climb—, sí es cierto que hay un pensamiento general y extendido en el que a menor peso se escala mejor. Puede que haya algo de verdad en esto, pero se tiende a pensar que las personas con cuerpos hegemónicos van a escalar mejor y a juzgar que los cuerpos no hegemónicos no tienen oportunidad o capacidad, aunque luego se demuestre lo contrario”. Una forma de prejuzgar en rocódromos, gimnasios y en la roca que conlleva a que muchas personas, sobre todo mujeres, no den el paso de empezar a escalar. “Al ir creciendo, configurándome como una niña con un peso no normativo (...) pasó a hacer que no quisiese participar en ningún tipo de deporte por vergüenza”, comenta Aïda Guidus, también en ‘Ingrávidas’.
“Este juicio recae principalmente en los cuerpos leídos como mujeres, con mucha menos tolerancia, que en los cuerpos leídos como hombres. El peso a partir del cual este es contraproducente en mujeres, puede estar en torno a ters o cuatro kilos mientras que para los hombres solo habrá un prejuicio si hay sobrepeso muy visible”, continúa el colectivo feminista. A la sensación de tener que demostrar más por ser mujer se le une la gordofobia y el juicio estético, el reto de escalar libremente se agrava. “Otro punto muy importante del cuerpo y su representación es tener que elegir la ropa que me voy a poner cuando escalo según la cantidad de gente que vaya a haber, si el ámbito es conocido o desconocido… en vez de que sea la actividad en sí misma la que determine qué tipo de ropa ponerme”, describe García Aragüez en otro relato de ‘Ingrávidas’.
Fuerte pero no demasiado
¿Qué pasa si una mujer entrena, se siente fuerte y sube de grado en escalada pero su apariencia ya no responde a los estereotipos de feminidad que se le exigen? Eso ocurre a muchas escaladoras y otras deportistas. Si bien es cierto que también afecta a hombres -sobre todo en deportes donde el peso determina la categoría como el boxeo o en el propia escalada donde esa delgadez puede suponer una ventaja a corto plazo- , tiene el doble componente en mujeres. “El trastorno de los cuerpos está muy en función de los deportes, igual en la escalada afecta a los dos géneros pero las mujeres lo recogen más”, explica Paula Fajardo Gil, técnica de escalada TD3. Ella hace referencia al documental ‘Light’, de Caroline Treadway, donde cuatro escaladoras destacadas - Angie Payne, Emily Harrington, Andrea Szekely y Kai Lightner- explican su relación del equilibrio imposible entre sentirse fuertes y ligeras.
“Creo que se fomenta esa obsesión porque a mi no paran de decirme que pesar poco es una ventaja”, explica Fajardo y detalla que, en su opinión, “tenemos que centrarnos, ponernos fuertes y comer bien”. Una idea que comparte la entrenadora y escaladora Lucía Toledano, que sintió en su propia experiencia lo que era escalar y salir de la estética que ‘debe’ tener una chica: “Hay que romper con los patrones mentales que aparecen. Por ejemplo, cuando aparecen los callos y te digan de adolescentes que son manos ‘anti amor’. O si se te ensanchan las espaldas. Eso es duro”.
Una presión estética de las que las profesionales pueden o no estar al margen. Lo que sí afecta es que la escalada, como deporte de moda, solo muestre cuerpos normativos espectaculares. “Esto tiene un efecto en las chicas que se inician y siguen a estas personas, al final van a ser sus referentes y puedes no querer probar o empezar este deporte si tu cuerpo no encaja con lo que ves”, indican desde Feminist Climb.
Trastornos alimentarios y el síndrome de RED-S
Como ocurre en deportes como el boxeo -donde el peso determina la categoría en la que se compite-, en la escalada cuánto se pesa puede llegar a ser obsesivo. Una disminución del peso, da una sensación de ligereza que puede ser adictiva, aunque también conlleva un detrimento del rendimiento y de la recuperación después de una sesión de entrenamiento o escalada. Un problema realmente grave que llegó a denunciar la conocida como la reina de la escalada, Janja Garnbret, que pedía el pasado verano que los entrenadores contrataran nutricionistas y que nadie mirara hacia otro lado con los trastornos alimentarios.
Un secreto a voces en lo más alto. “Diría que la mayoría de las escaladoras, especialmente las de élite y de competición, hemos tenido alguna vez lo que en nuestro mundillo llamamos ‘tonterías con la comida’. En algunas ha desembocado en TCA más o menos grave hasta el punto de quedarse sin la regla durante años; y otras como yo, nos dimos cuenta a tiempo y pudimos rectificar”, explica en primera persona a El Salto Eva López-Rivera, escaladora, entrenadora y doctora en rendimiento deportivo. Aunque ella cree que no ha cambiado mucho en los últimos años, sí que apunta a una mayor concienciación “gracias a que algunas escaladoras referentas lo han visibilizado y han comentado cuánto ha repercutido en su salud mental y física”.
La escaladora de élite de 23 años Stasa Gejo usó las redes sociales para explicar cómo fue darse cuenta de que bajar de peso no era más que una ilusión temporal en su avance deportivo
Uno de esos casos es el de la escaladora de élite Stasa Gejo. La deportista de 23 años serbia hace poco explicó sus problemas con su peso, con su apariencia desde la adolescencia hasta en los propios Campeonatos del Mundo donde ahora mismo destaca. Usó las redes sociales para, en varias publicaciones, ir narrando su camino en la carrera profesional, la aceptación profesional y una buena relación con la comida. Sobre todo, cómo fue darse cuenta de que bajar de peso no era más que una ilusión temporal en su avance deportivo. “Yo todavía me estaba matando de hambre. No podía recuperarme después de una competición. Mi piel no se curaría en años. Y, por supuesto, sin ciclo menstrual durante más de dos años. Estaba atascada”.
Ella acudió en 2017 a un nutricionista y empezó a comer de manera saludable y efectiva para su desarrollo deportivo. El resultado fue ganar el bronce en el Campeonato del Mundo de Innsbruck. Pasó de pesar de 55 kilos a 63 kilos. Ella resalta que en su propio caso, tener peso y músculo fue mejor que “ser ligera y con hambre”. “Tenemos muchísimos deportistas en el rango de ‘IMC normal’ pero luciendo muy delgados y probablemente luchando para comer y recuperarse. Esto muestra cuán inadecuada es la escala de IMC y que es necesario calificar y combinar más parámetros para dar un veredicto final”, explica al final de su post.
“Conozco bastantes entrenadores que, consciente o inconscientemente, están induciendo a estos trastornos. Pesando constantemente a sus atletas o directamente insultando ‘estás fondona’”, explica la escaladora Eva López-Rivera. Estos testimonios y denuncias hicieron que la federación internacional de escalada (IFSC) respondiera ante los problemas del síndrome de deficiencia energética relativa en el deporte (RED-S) y los trastornos alimentarios. Desde febrero de este año, está vigente una normativa que obliga a las federaciones nacionales a monitorizar y evaluar el estado de sus deportistas. Además habrá controles aleatorios durante las competiciones, como está pasando en las Series de Clasificación Olímpica (en mayo y junio) y ocurrirá en los Juegos Olímpicos de París (en agosto). Se trata de una normativa que cuenta con el respaldo del Grupo de Consenso del RED-S del Comité Olímpico Internacional y que va por delante de cualquier otra federación deportiva.
¿Estética o salud?
Preguntando a la escaladora, entrenadora y doctora en rendimiento deportivo, Eva López-Rivera, explica que “las motivaciones a la hora de empezar a hacer deporte dependerán de la edad y de si hablamos de actividad física o deporte reglado. Por ejemplo, en mujeres el principal motivo para apuntarse al gimnasio son el control del peso y cuidar la salud, y en los hombres mejorar la apariencia física ganando músculo”, comenta, pero apunta que esta diferencia de género no se sostiene en la base: “Sin embargo, a la hora de practicar deportes, los últimos estudios en población infantil y juvenil indican que hay la misma motivación en ambos sexos: el gusto por el propio deporte”.
Las chicas jóvenes que entrena Eva López-Rivera, no se dejan llevar tanto por este canon y tienen de referente a escaladoras y profesionales fuertes.
Entonces, ¿por qué se siente una presión al hacer un deporte pero verse de una determinada manera en lo estético? “Aunque muchas mujeres no busquen cumplir ese canon, como es el caso de las chicas que he entrenado y yo misma, no hay más que ir a internet para darse cuenta de la presión que hay sobre nuestro cuerpo. Así que si no cumples con el ‘canon de belleza’ que se comenta y desarrollas los bíceps, la sociedad te va a penalizar de alguna manera, desde miradas raras cuando sales por ahí en tirantes hasta, como a muchas deportistas les ocurre, con preguntas del pleistoceno por parte de periodistas, titulares sexistas, etc”, explica López-Rivera. Ella también indica que cada vez, las chicas jóvenes que ella entrena, no se dejan llevar tanto por este canon y tienen de referente a escaladoras y profesionales fuertes. “Están concienciadas de que es lo que nos hace falta para rendir más en escalada y disfrutar más nuestro deporte. Creo que son signos de que las cosas están cambiando un poco”.
Ya sea a nivel amateur o profesional, hay una demanda colectiva en que se pueda practicar la escalada, el alpinismo o disfrutar en general de la montaña sin prejuicios y sin violencias. “Nos gustaría reivindicar —dicen desde Feminist Climb— que no den por sentado que si somos más bajitas o más altas, pesamos más o menos, o tenemos las manos más grandes o más pequeñas podemos sacarnos mejor o peor un bloque o hacer una vía. Nadie les pide su opinión igual que nosotras no juzgamos ni devaluamos sus éxitos”.