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Los tiempos de crisis han evidenciado históricamente el papel crítico de los movimientos sociales: durante la pandemia, las redes vecinales de todo el Estado representaron un sostén crítico de los grupos poblacionales más afectados. Y es que las organizaciones barriales han constituido desde hace décadas la base de la organización política a pie de calle. Sin embargo, la agudización de la situación socioeconómica ha evidenciado cada vez más un frenazo de la acción colectiva. En el caso de Madrid, el desmantelamiento de movilizaciones y espacios sociales (la Ingobernable en Atocha, la Traba en Delicias, la Dragona en la Elipa…) no se atribuye únicamente a una mayor acción represiva, sino que existe un factor generalmente señalado por los movimientos que hasta ahora los han sostenido: la desmovilización política en las calles.
Bajo este paradigma surge el Encuentro por el Proceso Socialista (EPS), un espacio colectivo que celebrará su primer acto público en Madrid el próximo 8 de octubre en el EKO de Carabanchel y que nace de un proceso de reflexión común en el tejido asociativo de la ciudad en el que participan, sobre todo, los integrantes más jóvenes de colectivos juveniles y asambleas barriales. Pretende ofrecer un diálogo que señala las diferentes opresiones presentes en el panorama sociopolítico actual (el estallido de la guerra, el auge de la extrema derecha, la violencia machista, la brutal violencia hacia las personas migrantes, el encarecimiento de la vida, la crisis energética…entre otros), desde su relación con el factor de clase, en un ciclo político atravesado por el recrudecimiento de la crisis económica postpandemia.
En este reportaje hablamos con varias militantes: tanto del EPS, como con aquellas que han participado en otros movimientos sociales en Madrid y Castilla y León (plataformas de vivienda, colectivos feministas, asambleas estudiantiles…), con el fin de recabar cuáles son los debates presentes sobre las limitaciones de los mismos, así como las propuestas que se plantean y que explican la expansión de este movimiento a lo largo del Estado.
“El Encuentro por el Proceso Socialista (EPS) es un espacio de formación y debate donde hemos confluido militantes de distintas trayectorias políticas: de los movimientos sociales, del anarquismo o del movimiento comunista… Entre otras.”, explica Loreto, integrante de la organización del EPS en Madrid. “Nos empezamos a juntar a partir de compartir ciertos análisis respecto a los límites de las militancias de las que veníamos, como la falta de formación, de capacidad para realizar análisis adecuados de la coyuntura o la ausencia de un planteamiento estratégico a largo plazo y, con ello, la desvinculación de nuestra práctica militante cotidiana con los objetivos revolucionarios que enunciábamos”.
El posicionamiento político común entre las diferentes militantes entrevistadas reside en la crítica central a los proyectos socialdemócratas post-15M
Estos planteamientos cuestionan, en primer lugar, las situaciones que se viven día a día en las asambleas, sindicatos y colectivos sociales tanto de Madrid como de Castilla y León, señalando su parcialidad y poco margen de actuación para trascender más allá de acciones concretas. “Semana a semana llegan personas a nuestras asambleas con problemáticas de vivienda que necesitan de soluciones inmediatas y las asambleas se vuelcan en atajar los mismos, dedicando horas y muchos militantes a ello… Los ritmos son frenéticos y la necesidad es infinita, por lo que el pensar colectivamente más allá de cada uno de los casos que llegan se convierte en un verdadero reto”, indica Paloma, militante del movimiento por la vivienda en Madrid.
Paloma lleva cuatro años participando en la defensa del derecho por la vivienda, pero también ha formado parte de asambleas estudiantiles y feministas. Concuerda en que los retos del modelo de militancia actual, en plena crisis de desahucios —con el aumento del 40,6% en 2021, aún durante la moratoria—, basado en la urgencia ante la amenaza de cada lanzamiento, presenta únicamente soluciones provisionales e impide desarrollar proyectos emancipadores que vayan más allá de la actuación inmediata. “La sensación de muchas militantes es la de no avanzar, pues esas pequeñas victorias no se convierten en avances estratégicos, ya que ni siquiera contamos con una dimensión estratégica en nuestros movimientos”, expone.
Una situación que además es palpable en diferentes territorios de Castilla y León, donde las actuaciones de las redes vecinales también han estado atravesadas por la precarización de la vida cotidiana en tiempos de pandemia. Natalia, cuya trayectoria como militante se ha desarrollado en las asambleas feministas de Burgos, cuenta que las organizaciones surgidas desde las revueltas contra el Bulevar de Gamonal en 2014 y las huelgas feministas de 2019 se han visto paralizadas tras la crisis sanitaria. Al menos hasta la reciente apertura de un nuevo centro social en Burgos, en el marco de la corriente socialista. Ella incide en que la aportación de los movimientos sociales es valiosa, pero también hace autocrítica respecto a su capacidad de actuación: “Las problemáticas que tratan son importantes para la clase trabajadora, pero la mayor limitación que veo es lo parcial de su práctica, que no se trate la problemática de clase en su totalidad”, espeta. “Esto hace que las acciones acaben siendo cortoplacistas, tratando de solventar problemáticas que aparecen, pero que al no estar incluidas dentro de un objetivo y análisis global de las dinámicas capitalistas, terminan actuando como parches o siendo ineficaces”, indica Natalia.
C. Simón, militante en la ciudad de Valladolid, cuenta cómo se han desplegado otras “luchas parciales” en ámbitos como el ecologismo o la lucha contra el negocio del juego y la vivienda con el surgimiento del Sindicato de Vivienda de Valladolid. Destaca sobre todo el avance y la visibilidad del movimiento feminista, aunque indica que este no ha conseguido cristalizarse en una organización común. “Nos hemos encontrado con dificultades en los últimos años para convertir momentos puntuales de protesta en una acumulación efectiva de fuerza militante.”, manifiesta. “Organizarse en sindicatos a través de luchas concretas ayuda a que la gente reconozca el poder de las luchas y se organice, para después ampliar este impulso en una organización con una estrategia y unos objetivos más amplios”.
“Nosotras consideramos que es necesaria la confrontación con el Estado: la toma del mismo por vía electoral no es un medio adecuado para la emancipación de nuestra clase”, explica Loreto
El posicionamiento político común entre las diferentes militantes entrevistadas reside en la crítica central a los proyectos socialdemócratas post-15M, por dos razones principales: por un lado, indican la imposibilidad de una realidad emancipadora para la clase obrera en el marco de una economía capitalista y, por otro, la perpetuación de esta problemática al no cuestionar los cimientos que la sostienen. “En la coyuntura actual, se han agotado las condiciones de posibilidad para el proyecto de la socialdemocracia, por la crisis capitalista que impide la posibilidad de un Estado con un gasto social elevado, ya que esto entra en contradicción con el Estado como garante de la acumulación capitalista”, señala Loreto de EPS en Madrid.
Un cuestionamiento que se dirige, sobre todo, al gobierno entre PSOE y Unidas Podemos, y que rechaza la inserción de un nuevo proyecto político en las estructuras políticas institucionales. “Nosotras consideramos que es necesaria la confrontación con el Estado: la toma del mismo por vía electoral no es un medio adecuado para la emancipación de nuestra clase, ya que el Estado burgués es la forma adecuada para garantizar la reproducción del capital”, añade Loreto.
En el caso de Madrid, la crítica general se dirige también al legado de Manuela Carmena. “Tras el 15M, tuvieron lugar las experiencias municipalistas de Carmena como el primer golpe de realidad para muchos, haciendo evidente para nosotras los límites que la socialdemocracia y el ámbito institucional tenían”, indica Paloma, del movimiento por la vivienda en Madrid. Esa realidad “fue muy importante la movilización de organizaciones como las PAHs [Plataformas de Afectados por la Hipoteca] o la irrupción del movimiento feminista, que ha sido un movimiento de masas que ha supuesto un proceso de politización muy rápido y profundo para diversos sectores”.
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Una apuesta en construcción
El EPS es aún lo que su propio nombre indica: un espacio de encuentro destinado a desarrollarse bajo las ideas previamente planteadas, por lo que su apuesta política, más allá de las mismas, está pensada para construirse de forma colaborativa y participativa con otras individualidades y colectivos que se aproximen a la convocatoria. “Nos hemos ido juntando cada vez más jóvenes con la voluntad de superar todos estos límites, de comenzar un proceso de formación que nos ha ido llevando a profundizar en ellos y a avanzar en construir apuestas políticas de cara a la articulación del ciclo político que se abre”, señala Loreto. “Es fundamental la apuesta por contribuir al desarrollo de una estrategia socialista renovada, capaz de avanzar en la superación del capitalismo y con ello, en la superación de la explotación y de toda opresión”.
El espacio nace en la senda de la Gazte Koordinadora Sozialista (GKS, Coordinadora Socialista Juvenil, en castellano), surgida a partir de 2018 en Euskal Herria de un movimiento estudiantil que ha cuestionado la deriva institucional de la izquierda abertzale, lo que ha provocado no pocas tensiones con EH Bildu. El contexto en Madrid es muy diferente, el impulso de EPS sin embargo es similar. Su recorrido comienza este sábado.
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A lo mejor lo que no tenemos , ni nos hace falta, son vanguardias que nos digan qué y cómo debemos hacer las cosas.