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Cómic
La Patrulla-X de Chris Claremont: los mejores años de los tebeos mutantes
La transformación fue la gran protagonista de una historia que llegó a su fin en el verano de 1991: tras 16 años ininterrumpidos, Chris Claremont dejó de ser el guionista de los tebeos de La Patrulla-X (The Uncanny X-Men, en inglés). A lo largo de las más de 8.000 páginas publicadas, a razón de 24 al mes a las que se suman números especiales, anuales, miniseries y novelas gráficas, Claremont fijó para siempre en el podio del noveno arte a un título de segunda fila hasta su llegada y otorgó condición de inmortales —aunque muriesen— a unos personajes contradictorios, caracteres complejos enfrentados a un mundo que no les entendía y les hostigaba pero con el que querían convivir y al que, en ocasiones, salvaban de amenazas espeluznantes. Durante los años 80, Claremont dotó de humanidad a unas figuras que no eran exactamente humanas —no del todo—, colocó en un cómic de ventas crecientes publicado por una multinacional estadounidense asuntos como las diversas respuestas de las minorías ante su marginación, y planteó enfoques casi antropológicos. Y lo mejor es que lo hizo mediante unas tramas alucinantes, divertidas y dramáticas, típicas pero no tanto, y perfumadas por un gran poder de seducción que aún mantienen hoy.
Claremont cambió La Patrulla-X, la editorial Marvel, los tebeos de superhéroes y la lectura comercial consumida por los adolescentes de medio mundo
En ese periodo como escritor de las aventuras y desventuras del más famoso grupo de mutantes, el más prolongado de un autor en la misma colección mensual, Claremont cambió La Patrulla-X, la editorial Marvel, los tebeos de superhéroes y la lectura comercial consumida por los adolescentes de medio mundo. Incluyó novedades formales como los arcos argumentales desarrollados durante muchos números y adaptó sus historias a las limitaciones del formato, las exigencias empresariales y los estilos de los variados dibujantes con los que trabajó en ese tiempo. Sus hallazgos saltaron posteriormente de las viñetas a las pantallas de cine, con una docena de películas de gran éxito en taquilla.
Segunda génesis
A mediados de los años 70, The X-Men era un cómic a la deriva, que reeditaba números publicados apenas una década antes. Ideado en 1963 por los dos grandes demiurgos del universo Marvel, el guionista Stan Lee y el dibujante Jack Kirby (creadores de Los Cuatro Fantásticos, Los Vengadores, Hulk, Iron Man y otros miles de personajes), su planteamiento había supuesto una anomalía que no cuajó en los quioscos. Se trataba de un tebeo de superhéroes atípicos cuyos poderes no obedecían a un accidente o un experimento sino que afectaban a su propia identidad, a su ser, y cuyo objetivo no era tanto salvar el mundo como salvarse del mundo. Debido a una mutación genética, algunas personas desarrollan en la pubertad cualidades físicas o mentales extraordinarias. Para ayudarles a controlarlas, lidiar con la frustración derivada del rechazo y evitar que se dediquen a hacer el mal, el profesor Charles Xavier contacta con estos Homo superior y les propone educarse en su Escuela para Jóvenes Talentos, situada en una lujosa mansión que se convertirá en la base secreta de operaciones y entrenamiento de La Patrulla-X, supergrupo integrado en su primera formación por alumnos como Cíclope (Scott Summers), El Hombre de Hielo (Bobby Drake), El Ángel (Warren Worthington III), La Bestia (Hank McCoy) y La Chica Maravillosa (Jean Grey). En el ensayo Cómo los superhéroes explican el mundo (Clave Intelectual, 2021), Mariano Turzi compara a los mutantes con las personas desplazadas por motivos económicos o políticos: “La sola presencia tanto de La Patrulla-X como de los inmigrantes y refugiados pone a prueba los valores de una sociedad, obligándola a mirarse en el espejo. Cuestionan el orden establecido y la identidad nacional con su sola presencia. Despiertan pasiones fuera de toda proporción con los efectos reales que la presencia de extranjeros tiene en la sociedad receptora”.
En 1975, Marvel decide dar una segunda oportunidad al concepto y publica un número especial (Giant Size X-Men) en el que aparece una nueva hornada de mutantes en las filas de La Patrulla-X, de carácter más internacional: Lobezno (Logan), un agente secreto al servicio del gobierno canadiense de oscuro pasado y garras afiladas; Coloso (Piotr Nikolaievitch), un joven soviético criado en una granja comunitaria que convierte su cuerpo en acero; Tormenta (Ororo Munroe), adorada en Kenia como una diosa por manejar a su antojo el clima; y Rondador Nocturno (Kurt Wagner), un ágil trapecista y saltimbanqui alemán capaz de teleportarse. Se mantiene Cíclope, como líder del grupo y nexo con la antigua Patrulla-X, y Charles Xavier sigue siendo el mentor empeñado en la coexistencia pacífica entre humanos y mutantes.
El guionista Len Wein y el dibujante Dave Cockrum se encargaron de dar forma a ese especial, cuya buena recepción hizo que Marvel retomase la colección de The X-Men con nuevas historias desde el número 94, publicado en agosto de 1975. Sin embargo, Wein dejó enseguida la serie y fue Chris Claremont quien tomó el relevo y desarrolló en profundidad unos personajes que apenas estaban esbozados y cuyas posibilidades eran inmensas.
Con los lápices de Cockrum, Claremont presentó a la nueva Patrulla-X a viejos enemigos de la original, conformó el elenco de secundarios, enterró a algún personaje, les hizo viajar al espacio, conocer a Magneto —némesis de Charles Xavier y sus pupilos iniciales—, y transformó a Jean Grey en Fénix, una encarnación poderosa que daría mucho juego. “El tono general de la totalmente nueva y diferente Patrulla-X lo había dispuesto Dave Cockrum en la escena del número 97 de dos flotas estelares enfrentadas con el telón de fondo de un sistema solar binario. Era una colección en la que podíamos ir en cualquier dirección y probar lo que quisiéramos, aunque sin perder nunca de vista una realidad fundamental: que el fondo de todo giraba siempre en torno a los personajes implicados”, dice Claremont en un texto incluido en el segundo tomo recopilatorio Marvel Gold de La Imposible Patrulla-X (Panini, 2011).
En The Uncanny X-Men número 108, publicado en diciembre de 1977, el dibujante John Byrne y el entintador Terry Austin se hacen cargo del apartado gráfico de La Patrulla-X. Se abre una era importantísima para estos personajes y para el cómic de superhéroes en general. Durante tres años, el trabajo conjunto y el talento de los tres autores se aliaron para crear las historias que definirían la cabecera y todo el universo mutante en el siguiente cuarto de siglo. Claremont y Byrne firman como coguionistas en muchos números y forman un tándem que discute cada detalle de unos tebeos que iban cogiendo altura de cordillera. En sus páginas incorporaron a Kitty Pride, una chica de 13 años con el poder de atravesar paredes y cuerpos que se une a la escuela del profesor Xavier, e hicieron cumbre con dos sagas monumentales: “Fénix Oscura” y “Días del Futuro Pasado”. En la primera, Fénix evoluciona hasta convertirse en una entidad omnipotente que llega a consumir un sistema solar y extermina a unos 5.000 millones de sus habitantes. Manipulada mentalmente por el Club Fuego Infernal —una suerte de logia secreta que pretende dominar las finanzas mundiales y que quiere hacer de ella su Reina Negra—, Jean Grey desaparece y su trasunto Fénix deviene una deidad soberbia que termina asumiendo lo que ha hecho y quitándose la vida. Pero ese final no era el que Claremont y Byrne querían para el personaje. El Director Editorial de Marvel, Jim Shooter, tomó cartas en el asunto y obligó a resolver la historia de esa manera imprevista. “Lo que acabó publicado fue lo mejor que pudimos conseguir dadas las circunstancias… y resultó ser genial”, reconocía el guionista, que también aportaba una confesión reveladora: “La narración comercial no tiene lugar en el vacío. Rara vez podemos hacer exactamente lo que queremos, cuanto más nos acercamos a ese ideal, menos satisfactorio es el resultado”.
En la brillante línea argumental de “Días del Futuro Pasado”, Kitty Pride viaja desde 2013, cuando la mayoría de los mutantes han sido ejecutados o recluidos en campos de concentración, hasta 1980 para tratar de evitar el primer capítulo de ese terrible porvenir: el asesinato por la nueva Hermandad de Mutantes Diabólicos, liderada por Mística, del senador ultraconservador y racista Robert Kelly, partidario del Acta de Control Mutante, un registro a modo de censo.
Las andanzas de esta nueva Patrulla-X pilotada por Claremont llegaron a España a través de Ediciones Vértice que, entre febrero de 1978 y el mismo mes de 1980, tradujo y adaptó al blanco y negro los números 94 a 126 de The Uncanny X-Men. En 1983, Surco publicó seis tebeos más, ya en color, que contenían los once siguientes de la colección original, hasta el 137. A partir de 1985, las ediciones de Cómics Forum, perteneciente a Planeta de Agostini, serían mucho más respetuosas y regulares en su publicación mensual.
Con el paso del tiempo y los sucesivos dibujantes (Paul Smith, John Romita Jr, Alan Davis, Marc Silvestri, Jim Lee), Claremont diseñó toda una cosmología mutante, con multitud de personajes, historias entrecruzadas y un lenguaje muy reconocible. El éxito de ventas propició la aparición de otras cabeceras como Los Nuevos Mutantes, Excalibur o Factor-X y también de series propias para personajes como Lobezno. En el verano de 1991, cuando Marvel había lanzado una nueva colección titulada X-Men e ilustrada por Jim Lee que despachó varios millones de ejemplares del primer número, Claremont dejó de regir el destino de la comunidad mutante. Arrinconado por los nuevos aires imperantes entonces en el cómic de superhéroes, enfadado por alguna decisión editorial o simplemente cansado tras tantos años, su apellido desapareció de la mancheta aunque quedará eternamente emparentado con esos tebeos.
La Patrulla-X contra la trampa de la diversidad
The Claremont Run es un trabajo de estudio de datos sobre los 16 años —y 185 números de la serie regular— de guiones firmados por Claremont en La Patrulla-X. Vinculado a una universidad canadiense, el proyecto pretende aportar material académico sobre uno de los productos culturales más relevantes de finales del siglo XX. La idea principal que han extraído del análisis de contenido, explica su responsable, Andrew Deman, es lo mucho que el trabajo de Claremont difiere del de sus contemporáneos en varias cuestiones clave, “pero quizá más notablemente en términos de su representación de las mujeres”. Deman señala que Claremont aprueba el test de Bechdel [método para medir la brecha de género en la ficción teniendo en cuenta los diálogos entre personajes femeninos] el doble de veces que la media de Marvel y recuerda que convirtió a Tormenta en la primera líder de un grupo en esta editorial, “un hito importante”. Además, añade, “introdujo un amplio número de personajes queer e indígenas, escribió tramas icónicas y tuvo una influencia profunda sobre el estilo de maratones televisivos de los guiones de tele actuales”.
“Para Claremont, La Patrulla-X no iba de mostrar sumisión a los poderes y vigilar policialmente a los mutantes malos del mundo”, dice Andrew Deman, coordinador del estudio de datos The Claremont Run
La narración de La Patrulla-X se sostiene sobre tres pilares básicos: los conflictos creados por el miedo del Homo sapiens al Homo superior, los generados como venganza por parte de mutantes contra seres humanos y aquellos en los que La Patrulla-X es víctima de ataques por parte de otros mutantes. Claremont fue variando el papel que debía cumplir el grupo tutelado por el profesor Xavier. Deman considera que el guionista se desvió “muchísimo” del rol de “minoría modelo” que definió a La Patrulla-X de Stan Lee y Jack Kirby y cree que sus historias formulaban las preguntas difíciles. “Para él, La Patrulla-X no iba de mostrar sumisión a los poderes y vigilar policialmente a los mutantes malos del mundo. La Patrulla-X de Claremont simplemente luchaba para protegerse, agresivamente si era necesario, y para proteger a quienes eran amenazados por un sistema opresor. Su Patrulla-X discutió abiertamente los méritos de una autoridad moral sopesando los peligros de la docilidad. Lo vemos especialmente en el juicio de Magneto y su posterior confirmación como antihéroe. Claremont llevó a La Patrulla-X al extremo en el momento en que prácticamente se convirtió en una fuerza paramilitar, antes de perder la fe en la naturaleza violenta de su misión”.
El coordinador de The Claremont Run también subraya que el guionista puso mucho empeño “en las políticas de representación, en incluir en los cómics personajes cuyas identidades diversas habían sido tradicionalmente víctimas de variadas formas de aniquilación simbólica en los tebeos de Marvel: mujeres fuertes, personajes no binarios, queer... Estaba muy limitado por los cánones de publicación de entonces, y por los ojos vigilantes de sus editores y del control parental, pero fue capaz de avanzar mucho sutilmente, y a veces más literalmente, mientras peleaba con esas imposiciones”.
La periodista especializada en cómics Elisa McCausland señala que Claremont combina “como pocos” el folletín, la aventura, la crítica y la ciencia ficción. “En La Patrulla-X tiene, además, la oportunidad de crear todo un universo de relaciones cuya química perdura hasta hoy, y que sustenta en gran medida la esencia de una mitología que se ha intentado emular una y otra vez con muy dispares resultados”, añade esta experta. Entre sus virtudes encuentra historias que armonizan “muy bien la relectura del comic book clásico, el tono de las aventuras primigenias de La Patrulla-X, con la nueva sensibilidad más oscura, adulta o como se le quiera llamar”. Para ella, solo Grant Morrison en New X-Men (en 2001) y el propio Claremont con Los Nuevos Mutantes —“y dos décadas después en el what if [formato de cómic que cuenta qué hubiera pasado si…] X-Men Forever, que recomiendo pues pasó bastante desapercibido”— han logrado generar “ese artefacto mutante adictivo, complejo y sorprendente”.
“No es casual que cuando en los años 90 el comic book empieza a tender hacia el espectáculo, lo eminentemente visual, Claremont pierda pie en la industria”, opina la periodista Elisa McCausland
McCausland, autora de los ensayos Wonder Woman: el feminismo como superpoder y Supernovas. Una historia feminista de la ciencia ficción audiovisual, ambos publicados por Errata Naturae, destaca que Claremont es un guionista “de escritura” porque lo que le interesa es “el desarrollo narrativo y dramático de las historias”, y por ello sus cómics “tienen mucho de producción clásica de Hollywood, en la que la puesta en escena era sobre todo, generalizando mucho, un punto de apoyo para el hecho de contar una historia. No es casual que cuando en los años 90 el comic book empieza a tender hacia el espectáculo, lo eminentemente visual, Claremont pierda pie en la industria”.
Raimon Fonseca fue colaborador de Cómics Forum entre los años 1988 y 2004, haciendo un poco de todo en las versiones en español de los tebeos de Marvel que llevaba a cabo esta editorial. Él recuerda a Claremont como “el primer guionista de su tiempo cuyo nombre era capaz de vender un cómic”, un poder que suele estar reservado a los dibujantes. En su opinión, es incuestionable que el trabajo de Claremont al frente de La Patrulla-X “mejoró la percepción que muchos tenían de los cómics de superhéroes”, pero apunta asimismo que ese fenómeno de mayor respeto para el género “fue mucho menos relevante de lo que dejaban entrever las cifras de ventas”.
Cómic
Patrulla X Yo quería ser Tormenta
Este especialista en la materia considera que, en manos de Claremont, los guiones de La Patrulla-X evolucionaron de forma orgánica. “De ahí que los planteamientos más inesperados, o incluso los más extravagantes, no acabasen de parecer forzados, dado que los desarrollaba con cuidado y sin prisas”, dice y recuerda a este respecto el rol jugado por el concepto de “escuela de mutantes” en la serie. “En algún momento de los primeros años 80 —explica Fonseca— se puso de manifiesto que el aspecto docente de la mansión de Xavier estaba desapareciendo, porque la evolución que estableció Claremont con sus historias así lo demandaba. Por eso, la llegada de Los Nuevos Mutantes tuvo su razón de ser”.
Fonseca también precisa que ese cuidado aplicado por el guionista “ni siquiera pudo anestesiar todos los cambios” que planteó Claremont, dada su magnitud. Y pone como ejemplo uno muy significativo: “El más famoso fue su idea de hacernos ver a Magneto como una víctima de las circunstancias en lugar de como un terrorista”.
Para el novelista Gonzalo Torné, Claremont es el “mejor autor de la ficción contemporánea en cualquier género a la hora de caracterizar y desarrollar personajes, en evolución paulatina y a ritmo casi humano”
Para el novelista Gonzalo Torné, Claremont es el “mejor autor de la ficción contemporánea en cualquier género a la hora de caracterizar y desarrollar personajes, en evolución paulatina y a ritmo casi humano”. Desde su óptica de fan de Claremont y del formato comic book, Torné opina que el guionista “aprovecha como nadie la ‘forma abierta’ de los tebeos que cuentan una historia-río por entregas. Tramas, subtramas, desarrollos, planes a largo plazo, jugadas largas. Es un maestro de la continuidad. Suele decirse que se perdía, pero creo que los que nos perdíamos éramos nosotros, que leíamos de mes a mes, y el quiosco dejaba de distribuir algún número”.
El autor de El corazón de la fiesta (Anagrama, 2020) se fija en las temáticas tratadas por Claremont y observa una evolución. “En los primeros años —recuerda— está escribiendo un tebeo de superhéroes: aventuras en el espacio, muertes, romance, supervillanos de la familia... y los asuntos ‘identitarios’ están ahí, pero quedan en segundo plano. Luego van aflorando sin terminar de apoderarse por completo de la serie, y su manera de proceder es multiplicar las opciones de ataque y de respuesta”. Torné aprecia otra desviación interesante producida bajo las órdenes del guionista: “El mayor cambio de estatus de la Patrulla viene de la aparición de los Morlocks, mutantes tan feos y pobres que son inaceptables de verdad por la sociedad y tienen que vivir en las alcantarillas. La Patrulla, a su lado, son unos perseguidos un poco pijos, con su mansión, sus cuerpazos. Claremont trabaja multiplicando los puntos de vista, de manera que vemos a los personajes desde sitios distintos”.
A ojos de este escritor catalán, lo mejor de los años de Claremont en La Patrulla-X “viene después de ‘La Masacre Mutante’: la mansión destruida, el grupo separado y convencido de que han muerto, Xavier perdido en el espacio... La serie se vuelve una especie de road movie de la desolación, una cosa rarísima; un estado que parece que solo puede durar dos números y que Claremont prolonga años”.
Epílogo
El adiós de Claremont a La Patrulla-X guarda relación con el paisaje que la industria del cómic de superhéroes pintaba en aquel momento. Se primaba la espectacularidad del dibujo por delante de la consistencia de las historias y eso orillaba la obra de autores como el guionista británico. McCausland lo ve claro: “En los años 90 se produce un cambio cataclísmico en el panorama del comic book que arrasa con la carga psicológica de los personajes y el folletín sofisticado que ofertaba Claremont; el medio vira hacia un espectáculo sobredimensionado en el que tenían importancia, sobre todo, la violencia de las imágenes y la representación de la misma por parte de dibujantes tan efectistas como Jim Lee, Todd McFarlane o Joe Madureira. Claremont se pasa de moda, por así decirlo, o los cómics que escribe no venden desde luego las cantidades monstruosas de otras cabeceras, en un proceso loco de sobredimensión que a punto estuvo de acabar con el comic book en aquella década”.
El impacto que los guiones de Claremont tuvieron sobre toda una generación de lectores adolescentes, no solo en Estados Unidos, fue incuestionable y debería replicarse en las posteriores. Así lo entiende Andrew Deman, quien asegura que un joven de hoy, también una persona adulta, puede aprender mucho leyendo esos tebeos y lamenta que no sean materia de estudio formal. El responsable del análisis de datos The Claremont Run sostiene que “su énfasis en la representación y en la dignidad fundamental de la vida humana es hoy tan relevante, si no más, que entonces. Esto es instructivo, por supuesto. Pero los chavales de hoy no tienen que leer La Patrulla-X de Claremont con la expectativa de desarrollar su mente o sus valores morales, lo pueden leer simplemente porque es bonito”. Deman resume todo con una frase que se antoja irrefutable: “Claremont salvó vidas, lo sé porque he hablado con muchos de sus fans”.
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Excelente artículo. Ahora, eso sí, si alguien siente curiosidad por leer La Patrulla-X, que no se llame a engaño: es un cómic de superhéroes, con todo lo que eso implica. Léase, acción, hostias y aventura sobre todo. Que luego vienen las quejas...