Colonialismo
Abortado el inédito proceso de descolonización de Nueva Caledonia

El pasado domingo 12 de diciembre, tras más de 150 años como colonia francesa, Nueva Caledonia tenía que decidir su relación definitiva con París, culminando un proceso de autodeterminación de cuatro décadas. Esta última consulta, boicoteada por el bando independentista, rompe treinta años de diálogo y evidencia el fracaso del gobierno de Emmanuel Macron en la gestión de este inédito proceso de descolonización.
bandera Nueva Caledonia
Banderas de Nueva Caledonia y Francia.
14 dic 2021 12:09

Mientras arden las antillas francesas, se celebró la tercera y última consulta de autodeterminación pactada con el Estado francés desde 1988, en la que el 96,5 % de los electores depositaron en las urnas la opción de No ante la pregunta “¿Quiere que Nueva Caledonia acceda a la plena soberanía y sea independiente?”. Los dos referendos anteriores, celebrados en 2018 y 2020, el 'no' a la independencia alcanzó respectivamente un 56,7% y un 53,3%. Sin embargo, este resultado se explica por la llamada de los independentistas al boicot de la jornada, que se cerró con una participación del 43,9 %.

La situación actual, con la llegada de la pandemia de coronavirus a la isla en septiembre de este año, y la particularidad cultural del luto en la sociedad kanak, condujo, en octubre, a las fuerzas independentistas a solicitar el aplazamiento del referéndum. La petición fue respaldada por decenas de universitarios y expresada colectivamente en una tribuna de opinión publicada en Le Monde.

Francia, que negó el retraso de la consulta, duplicó los efectivos militares presentes en el territorio, por primera vez desde hace décadas

El gobierno de Emmanuel Macron, a través de su ministro de Ultramar, Sebastien Lecornu, rechazó firmemente esta eventualidad, lo que llevó al bloque independentista a llamar al boicot de la consulta. Francia duplicó los efectivos militares presentes en el territorio, por primera vez desde hace décadas. Desde el Palika, una de las principales formaciones independentistas, calificaron el mantenimiento del referéndum como una “provocación política y una declaración de guerra, que nos devuelve a la casilla de salida”.

A 18.000 kilómetros de París

Para entender las raíces del escenario actual, sintetizamos dos siglos de pasado colonial que unen París y Nueva Caledonia, uno de los 17 territorios considerados por la ONU como no autónomos y por descolonizar. Ahí, a 18.000 kilómetros de París, se juega muy simbólicamente el porvenir del casi último imperio colonial, en un siglo XXI ya bien avanzado.

Un archipiélago de casi 300.000 habitantes, primeras tierras emergidas a 1.500 kilómetros de las costas australianas, que cuentan con una de las más grandes de las islas que componen la miríada del continente oceánico. El segundo arrecife coralino del mundo, después del australiano —aunque las predicciones de cambio climático no le dan más de unas décadas— le da a Nueva Caledonia un ecosistema único, inmensa riqueza biológica, con más de 3.000 especies endémicas, tanto vegetales como animales. Es el cuarto territorio del planeta por sus recursos de níquel, después de Australia, Brasil y Rusia. La industria minera ha ido arrasando desde el siglo XIX extensas laderas de los 500 kilómetros de cordillera que trazan la isla principal, cerros desnudos de tierra de color sangre entre las aguas turquesas de la laguna más grande del mundo.

En 1931, en la Exposición Colonial que reunió todas las élites europeas en París fueron expuestos mujeres y hombres kanaks, enjaulados como en un zoo, antes de ser enviados de gira por Alemania

Colonizada a mediados del siglo XIX, cárcel colonial donde se deportaron a las anarquistas de la Commune de Paris, Nueva Caledonia ya fue teatro de tres insurrecciones mayores contra la ocupación francesa. La primera, en 1878, sigue marcando el recordar del pueblo kanak, historia oralmente transmitida generación tras generación. En aquel entonces, la represión del imperio francés aplastó la revuelta, y decapitó al jefe Ataï. Su cráneo fue expuesto en el Museo Nacional de Historia Natural, en los muelles de la Seine en París, hasta ser devuelto —en 2014— a sus descendientes y a su comunidad originaria. Ataï es, hasta el día de hoy, un mártir de la causa kanak.

En 1917, la movilización voluntaria de los kanaks para combatir en las trincheras del noreste metropolitano, en una lejana primera guerra mundial, y la paradoxal ausencia de derechos para el pueblo autóctono, que no eran reconocidos como ciudadanos franceses, fue la chispa que encendió una efímera segunda revuelta.

En 1931, en la Exposición Colonial que reunió todas las élites europeas en el parque de Vincennes, en París, fueron expuestos mujeres y hombres kanaks, enjaulados como en un zoo, antes de ser enviados de gira por Alemania, ante los ojos de la burguesía de la Belle Èpoque, que pronto abrazaría el fascismo. De hecho, fue finalmente al día siguiente del segundo conflicto mundial, que se reconoció, muy teóricamente, la ciudadanía al pueblo kanak, porque nuevamente habían combatido hasta derrotar al ejército italiano y alemán en el desierto egipcio, mientras que en la Francia metropolitana se colaboraba activamente con el régimen nazi.

Décadas más tarde, en los 60, una primera generación de jóvenes kanaks llegó a las aulas de las universidades metropolitanas. Fueron muy pocos, pero han marcado la historia del país. Entre ellos, destaca Jean-Marie Tjibaou, quien estudió en Lyon la teología cristiana, una figura moderada y reformista de la lucha por la emancipación del pueblo kanak. Tjibaou apuesta por la reivindicación cultural y la vía institucional. Por otro lado, Nidoish Naisseline, testigo activo del mayo 1968 en París, se inscribe en las corrientes descoloniales de las ciencias sociales, particularmente inspirado por Frantz Fanon. Naisseline impulsa el Palika (Partido de Liberación Kanak), una fuerza de inspiración marxista que construye un pensamiento decolonial kanak y plantea las bases de una lucha insurreccional.

Pensamiento
El abecedario de Frantz Fanon

El pensamiento y acción del escritor, pensador y activista Frantz Fanon es crucial para entender los movimientos emancipadores a partir de los años 60 y 70. 


Ambas tendencias convergen en 1984, con la formación del Frente de Liberación Nacional Kanak Socialista (FLNKS), y el inicio de una amplia campaña de boicot institucional. Particularmente, boicotean las elecciones de noviembre de 1984. El líder kanak Eloi Machoro irrumpe en un colegio electoral y destroza una urna vacía con una hacha. El símbolo quedará grabado en las memorias y marcará el principio de cinco años de intensa lucha para la emancipación política de los kanaks y la independencia del país. Cuatro meses después, un francotirador de la gendarmería ejecutará a Eloi Machoro en el asalto de una granja donde se encuentran reunidos militantes políticos del FLNKS.

La recuperación del diálogo parece complicada ya que el bando independentista no reconoce el resultado del referéndum

Tras cuatro años de desobediencia civil y de insurrección violenta, y un referéndum en 1987, boicoteado por los kanaks, la tensión culmina en 1988 con el drama de Ouvea. Durante las elecciones presidenciales francesas que enfrentan al presidente François Mitterrand con su primer ministro Jacques Chirac, en la isla de Ouvea, militantes independentistas secuestran a 26 gendarmes. Se militariza la isla durante dos semanas. Escondidos en una cueva y aislados políticamente, los militantes están a punto de rendirse cuando, desde París, se ordena el asalto militar del refugio. Mueren dos militares y 19 independentistas. La masacre fue un punto de inflexión en las relaciones entre la metrópolis y la colonia. Los líderes independentistas, guiados por Jean Marie Tjibaou, el estudiante de teología en Lyon convertido en estandarte del brazo político independentista, firmaron los acuerdos de Matignon. El texto otorgaba un nuevo estatuto de autonomía al territorio del Pacífico y daba inicio al actual proceso de autodeterminación. Un año después de la firma, Jean-Marie Tjibaou fue asesinado por un militante independentista que se oponía a los acuerdos de Matignon.

Diez años más tarde, los acuerdos de Nouméa del 1998 y la ley orgánica del 1999 acaban de precisar el proceso institucional que llevará a los tres referendos de los últimos años, que culminaron en la consulta fallida de este domingo.

Desigualdad extrema

Las últimas tres décadas han materializado una real y amplia autonomía política del territorio. Pero no han acabado con una profunda desigualdad estructural, cuyo fundamento es indesligable del sistema colonial que sigue rigiendo en Nueva-Caledonia. El reequilibrio a favor de los kanaks ha sido muy relativo. El reconocimiento cultural, simbolizado por la inauguración en 1998 del Centro Cultural Tjibaou, del arquitecto italiano Renzo Piano, visibilizó las culturas kanaks desde la perspectiva del folklore y como producto turístico, pero no las reafirmó en un ámbito y una retórica postcoloniales. Lo mismo sucede con la Academia de las lenguas kanaks. 28 idiomas en total, de los que se permite el estudio académico, pero sin evitar su desaparición progresiva.

Por otra parte, la realidad socio-económica sigue caracterizada por desigualdades muy marcadas. La diferencia entre los ingresos de los 10% más ricos y los ingresos de los 10% más pobres llega al 7,9 (en comparación es de 3,6 en Francia metropolitana). El índice de Gini, un 0.42, también es muy superior en Nueva-Caledonia, comparado con Francia (0.29). El desempleo de los jóvenes ya llegaba al 32% en 2019 y alcanzó un 46% en 2020. Y esta desigualdad socioeconómica está correlacionada al origen étnico, ilustrando el fracaso del reequilibrio prometido por los acuerdos del 1988 y 1998.

En 2019, en la provincia Sur, donde se encuentra la capital Nouméa, mayoritariamente blanca, la tasa de pobreza apenas llegaba al 9%. Mientras que en la provincia de las islas, mayoritariamente kanak, el 52% de la población está por debajo del umbral de pobreza, fijado a 700 euros en un territorio donde los precios al consumo alcanzan casi el doble de Francia. Confrontados a tales condiciones de vida, gran parte de la juventud kanak tiene como única perspectiva la independencia.

Una vez celebrado el referéndum, fuera cual fuera el resultado, se debe abrir un periodo de transición de 18 meses. Sin embargo, la recuperación del diálogo parece complicada ya que el bando independentista no reconoce el resultado del referéndum, y espera a la resolución de las presidenciales francesas de 2022 para tener claro a su interlocutor. Una única evidencia: sin la participación del “pueblo colonizado”, tal como los acuerdos definen al pueblo kanak, la persistencia del estado francés en mantener este referéndum y en defender su legitimidad, es un grave error político cuyas consecuencias incrementan la inestabilidad institucional y marcan el porvenir de Nueva Caledonia.

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