Pinochet en la memoria

La biografía de Pinochet publicada por Mario Amorós es una herramienta para combatir la imagen proyectada del dictador chileno.

Pinochet
Foto: Hoover Institution
29 oct 2019 06:00

Se ha publicado recientemente la biografía militar y política de Augusto Pinochet, del historiador y periodista valenciano Mario Amorós. Es una investigación minuciosa y ampliamente documentada de la vida del exdictador chileno, escrita por un historiador notoriamente “de izquierdas”, ya biógrafo de personajes como Pablo Neruda y Salvador Allende.

Para el autor, se ha tratado del desafío de escribir sobre una figura que “detesta” y, a la vez, de “llenar un vacío en la historiografía chilena”. La única biografía de Pinochet existente hasta ahora había sido escrita por un historiador exministro de la dictadura: “Una biografía sin documentación, que se sustenta esencialmente en sus juicios personales y en las memorias del exdictador”, dice Amorós. En este sentido, su obra viene a cuestionar un cierto monopolio de la verdad que han mantenido sobre Pinochet, como personaje histórico, los individuos y grupos que se definen como sus partidarios.

El autor afirma que su propósito es “fijar una imagen de Pinochet en la Historia”. Por esto, en la presentación, invita a las lectoras y lectores a que “juzguemos”, a la luz de las informaciones que aquí se aportan, cómo Pinochet será “recordado por la Historia”.

Lo mismo le preguntó un periodista tras la publicación del libro en Chile: “Pinochet ¿ha vencido o ha perdido?”, “Vence o pierde ante la Historia?”. En realidad, no es posible “fijar” un relato en el continuo devenir de la memoria, del que la historiografía y el mercado editorial son solo algunos fenómenos.

Sin embargo, es una pregunta interesante. Y lo es especialmente en estos días, cuando Chile se revuelve entre la esperanza y la violencia, y las imágenes del pasado aparecen bajo distintas formas en el espacio público.

Preguntarnos sobre Pinochet ante la Historia nos permite, sobre todo, observar nuestro presente, que es el lugar desde dónde establecemos si ha perdido o ha vencido.

Amorós contesta a El Salto que Pinochet pierde. En primer lugar, ante la justicia internacional que, a pesar de no existir condenas en Chile, lo ha consignado como un criminal contra la humanidad. Y esto gracias a las redes internacionales de activismo por los derechos humanos, que han dado vida y hecho posible ese ejercicio de justicia.

La experiencia del caso Pinochet ha resonado en tiempos recientes, por ejemplo, en la llamada Querella Argentina, que Amorós trató en su libro Argentina contra Franco (Akal, 2014). “La misma Audiencia Nacional que en octubre de 1998 aprobó que España tenía competencia para juzgar a Pinochet se ha negado, por ejemplo, a extraditar a Argentina a dos de los ex agentes de la Brigada Político-Social acusados de torturas”, dice Amorós.

Si nos preguntamos sobre la imagen que el mundo tiene hoy de Pinochet, nos damos cuenta de que nuestra memoria de la dictadura chilena se ha construido gracias a la lucha social y jurídica en defensa de los derechos humanos. Y que el éxito de esa lucha, en este y otros casos, se ha visto condicionado por las relaciones de poder que marcan la política y la diplomacia internacional, que influyen a su vez en nuestra forma de recordar.

Pinochet ha perdido ante el coraje del pueblo chileno, y este es otro elemento que emerge en la biografía de Amorós y que resulta relevante en el panorama memorial y político del Chile actual. En el trasfondo de la figura de Pinochet, emerge una imagen que contribuye a cuestionar el mito según el cual el pueblo chileno se liberó de Pinochet a través de la “pluma y el papel”, en referencia al referéndum de 1988.

La investigación de Amorós recuerda que Pinochet fue vencido electoralmente tras años de movilización. “Los líderes de la Concertación han tratado de borrar esta movilización popular y de asentar la idea de que, en definitiva, fueron ellos quienes lograron, al encabezar la batalla política del plebiscito, sacar a Pinochet de La Moneda”, dice el autor. El libro contribuye a recordar para la Historia que Pinochet perdió ante la valentía y la obstinación de un pueblo que luchó persistentemente ante los tanques, las torturas y las desapariciones. Es una memoria que el discurso oficial tiende a olvidar y que, sin embargo, revive con fuerza en las movilizaciones actuales.

Pinochet ha perdido también porque ha perdido la dignidad. A pesar del discurso mesiánico con que legitimaba su poder, cuando fue llamado a responder de sus actos, eludió su responsabilidad apelando de forma abiertamente engañosa a la “demencia senil”. Incluso llegó a traicionar a sus subordinados, con tal de exculparse a sí mismo.

Más allá del juicio que se pueda tener sobre sus respectivos proyectos políticos, es revelador comparar esta estrategia escapista, por ejemplo, con la decisión del presidente Allende, quien defendió hasta la muerte el proceso que había liderado ¿Por qué Pinochet no hizo lo mismo?, ¿por qué no enfrentó los jueces y la cárcel si tanto creía en su misión? La actitud del dictador, que se muestra en este libro, indica que, en realidad, todo el aparataje discursivo que sustentaba su poder era una farsa, que encubría muchos intereses, entre ellos su enorme ambición de poder y riqueza. En este sentido, Pinochet viene a recordarnos que hay una diferencia entre “las palabras y las cosas”, como diría Foucault, y que no cabe equidistancia histórica ni política entre la honestidad y el oportunismo.

Pinochet pierde por muchas razones. Pero también es cierto que a la vez vence, y por esto la pregunta tiene sentido. A través del libro se ve que Pinochet vence, no solo porque finalmente eludió las condenas y la cárcel, sino también por las huellas que ha dejado en el sistema democrático chileno. Pinochet sigue venciendo porque logró vaciar de sentido los marcos de la democracia formal y usarlos para institucionalizar la dictadura. La estrategia transformista con que pasó de ser un general sublevado a “presidente de la república” y luego “senador vitalicio” o la vigencia de su Constitución que, siendo una herramienta autoritaria, ha recibido el sello democrático de parte de los sucesivos gobiernos y es esgrimida hoy para justificar la represión, son ejemplos de cómo los mecanismos de la democracia han podido ser manipulados para servir al autoritarismo. La obra de Pinochet pervive en las instituciones porque se ha disfrazado de “democrática”, y recordarlo nos pone en alerta ante esta palabra tan invocada en los discursos oficiales.

Pinochet sigue venciendo también en el ámbito más general de la cultura política. El autor afirma que su obra tiene especial sentido en el momento presente, cuando “diferentes voces —dentro y fuera de Chile— se atreven a defenderlo y actualizan una parte de los viejos mitos del pinochetismo”. Se refiere aquí no solo a la derecha chilena sino, por ejemplo, a las opiniones positivas sobre la dictadura de Pinochet por parte de personajes como Bolsonaro o Trump.

Pero es evidente que su pervivencia política va más allá de las referencias explicitas al pinochetismo. Es revelador, a este respecto, comparar los discursos citados en el libro con los de las nuevas derechas que recorren Chile, América y Europa. El argumento de la salvación de la patria, la apología de las fuerzas armadas, la restricción de libertades civiles y la criminalización de la acción política en nombre del orden público y la seguridad, la manipulación del concepto y las formas de la democracia son algunos elementos que retornan casi invariados en el escenario presente. Pinochet vence allí donde estos discursos y estrategias encuentran legitimación pública, pues que tengan o no un vínculo explicito con el pinochetismo, le ofrecen una potencial victoria discursiva, ya que se apoyan en los mismos principios.

La obra de Pinochet pervive también, notoriamente, en el modelo neoliberal que se ensayó bajo su régimen, con la asesoría de los llamados Chicago Boys. “En Chile la gente sufre un modelo instaurado a sangre y fuego en 1975 que, al mismo tiempo, beneficia a la élite que controla los principales medios de comunicación y el poder económico”, dice Amorós.

Pinochet preconizó la idea de una “modernidad” entendida como posibilidad ilimitada de acumular beneficios y consumir objetos y bienes. Este modelo, que no toma en cuenta el derecho a la vida digna, ni prioriza la garantía de necesidades básicas como la vivienda o la salud, no solo es vigente en Chile, sino que en las últimas tres décadas, se ha convertido en un dogma global, aún con las diferencias territoriales que caracterizan el sistema-mundo. Es un paradigma que instaura la codicia como valor de vida y la desigualdad como sistema de organización social, y es lo que nos ha llevado a la crisis ecológica y humanitaria que estamos viviendo. En esto Pinochet sigue venciendo, y esa victoria es lo que el pueblo chileno está cuestionando en las calles.

Esta biografía nos invita a reflexionar sobre el rol de Pinochet en la Historia. Si nos tomamos en serio este ejercicio, puede ofrecer algunas claves para entender no solo el pasado, sino también el presente. No solo Chile, sino en general el mundo en que vivimos. En esta perspectiva, si lo sabemos interrogar, Pinochet, a pesar suyo, puede convertirse en una memoria transformadora. Una memoria que contribuya, como diría Walter Benjamin, a que el enemigo deje de vencer.

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