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Carta desde Europa
La respuesta alemana en Europa
¿Regresará al redil de la canciller el SPD, que tras su desastre electoral ha decidido volver a la oposición?
Director emérito del Max Planck Institute for the Study of Societies de Colonia.
"Europa" vuelve, en Berlín, en París, en Bruselas. Todo el mundo esperaba que Merkel habría formado gobierno poco después de las elecciones de septiembre, con un socio de su elección, y empezado a trabajar para mantener a flote a Macron. Pero entonces llegó Alternative für Deutschland (AfD). Juntos, la CDU/CSU y el SPD perdieron casi catorce puntos porcentuales en estas elecciones, y tras ello, y después de un largo diálogo con los Liberales, nuevos en el Bundestag y temerosos del abrazo de la Araña Negra, estos se negaron a procurar la mayoría parlamentaria que necesitan Merkel y sus nuevos amigos, los Verdes. ¿Regresará al redil de la canciller el SPD, que tras su desastre electoral ha decidido volver a la oposición? Aunque sus líderes tienen ganas de aumentar sus pensiones ministeriales, los afiliados pueden poner objeciones a lo que les podría parecer un suicidio político. Así, pues, ¿cómo hacerles obedecer?
La respuesta ha de ser Europa. Alemania, en opinión de Merkel, necesita un gobierno estable para estar a la altura de sus responsabilidades europeas y responder constructivamente a la iniciativa de Macron, esbozada dos días después de las elecciones alemanas en su discurso de La Sorbona "Por una Europa soberana, unida y democrática". Martin Schulz, líder del SPD aunque probablemente no por mucho tiempo, que no mencionó ni una sola vez "Europ" durante la campaña, ahora urge a su partido a convertirse en "el partido de Europa" y aboga por una Gran Coalición para conseguir los Estados Unidos de Europa en 2025, advirtiendo que quien no opte por la misma será expulsado de la Unión.
Merkel, por supuesto, no logrará que su partido, concretamente su rama bávara y dado el resultado electoral, suscriba lo que Schulz llama ahora su "visión"
Merkel, por supuesto, no logrará que su partido, concretamente su rama bávara y dado el resultado electoral, suscriba lo que Schulz llama ahora su "visión". Por otro lado, si ello ayuda a mantenerla a ella y a la CDU en el poder, puede obtener el permiso para firmar lo que haga falta, partiendo del supuesto de que, una vez instalada de nuevo en el cargo, ya se las arreglará para esquivarlo con sus características habilidades de distracción.
Sin embargo, las incertidumbres abundan. La estrategia de ventas "europea" de Schulz puede ser percibida como la última maniobra desesperada de un fiasco político que está rogando ser enviado a Bruselas para suceder a Juncker a cambio de ayudar a Merkel a mantener el control en Alemania. Esto podría dar lugar a un acuerdo de coalición CDU/SPD rechazado por los afiliados de este último. O Merkel, cuyo carisma mengua día a día, puede fracasar, bajo la vigilante mirada de la nacionalista AfD y el liberal FDP a la hora de convencer a su grupo parlamentario para que compre la idea de un proyecto "europeo" similar al de Schulz. En cualquier caso, ahora se estima que no habrá nuevo gobierno de Merkel hasta Semana Santa, lo cual significa que no se tomarán decisiones sobre "Europa" durante el próximo medio año. De hecho, ello puede dilatarse todavía más, en cuyo caso la CDU/CSU podría perder la paciencia y sustituir a Merkel por otra persona, lo que también ocurriría probablemente si hubiera nuevas elecciones.
Hay indicios de que el discurso de Macron en La Sorbona había sido negociado con Merkel, suponiendo que su elección sería confirmada
Todo esto sería un desastre para Macron y no es un secreto que este urge a Schulz casi a diario para que se forme la tercera Gran Coalición de Merkel tan pronto como sea posible. Ayuda el hecho de que, por alguna razón desconocida, Schulz parece creer que Macron es un socialdemócrata. Hay indicios de que el discurso de Macron en La Sorbona había sido negociado con Merkel, suponiendo que su elección sería confirmada; ciertamente, el texto es, en la parte que importa, vago y opaco como le gusta a Merkel. Macron insta a una "refundación de Europa", que aparentemente debería ser efectuada a través de convenciones ciudadanas similares a las utilizadas para crear crear su propio partido artificial, République en Marche (REM), que eludirían los Tratados, la Comisión y los Estados miembros reticentes.
Esta refundación propone una larga lista de proyectos europeos, que serían gestionados mediante acuerdos intergubernamentales en vez de por el "método comunitario". (Pocas semanas después, Juncker, presidente de la Comisión, presentó un "paquete de reformas" propio que, ¡sorpresa, sorpresa!, aumentaba el rol y los poderes de la misma). Escondidas dentro de la lista de Macron se hallan dos iniciativas potencialmente controvertidas, que de nuevo esquivan a Bruselas: la cooperación militar y la institución de un ministro de finanzas junto a un presupuesto separado para la Eurozona.
Como era de esperar con Merkel, ella ya ha cedido en la primera de estas iniciativas –lo que significa muchos más soldados alemanes desplegados en el África francófona, donde el poder nuclear francés es inútil–, mientras da evasivas respecto a la segunda, ya que sabe que incluso si esto pudiera funcionar con Schulz y su extraña idea de unos Estados Unidos europeos, nunca lo haría con su propio partido, a menos que consiguiera redefinir esa segunda iniciativa como un instrumento más para fortalecer el equilibrio presupuestario y la consolidación fiscal. (El paquete de Juncker se anticipa a esta posibilidad y atiende más a las preferencias alemanas que a las francesas). En este sentido, gobierne quien gobierne –y con quién gobierne en Alemania– y con independencia de dónde acabe su amigo Schulz, a Macron, que ha apostado por Merkel, le espera un mal despertar.