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Carta desde Europa
Corbyn gana las elecciones británicas
Aunque el Laborismo Renovado no alcanzó la mayoría, el increíble ascenso de Jeremy Corbyn le convierte, de facto, en el ganador de las pasadas elecciones.
Director emérito del Max Planck Institute for the Study of Societies de Colonia.
Las elecciones británicas han sido otro clavo martilleado en el ataúd del neoliberalismo como régimen económico, y ello aunque todavía no existe sucesor para el mismo. La actual primera ministra conservadora organizó su campaña presentando un programa concentrado fundamentalmente en la situación nacional, tras haber concluido, acertadamente, que tras la votación del Brexit ya no podían alegarse excusas internacionales para ignorar los intereses de la gran mayoría. Su rival, lejos de pedir la salida del Brexit, logró unir a su partido en torno a un programa antiausteridad, gran parte del cuál hoy sería ilegal a tenor de la legislación vigente en la Unión Europea sobre el derecho de competencia y el libre mercado.
Aunque el Laborismo Renovado no alcanzó la mayoría, el increíble ascenso de Jeremy Corbyn le convierte, de facto, en el ganador de las pasadas elecciones. Elecciones ganadas, por otra parte, contra la prensa de Murdoch y contra sus detractores de clase media, que le acusaron de no ser lo suficientemente "carismático". Quizá los británicos, después Blair, ya han tenido bastantes dosis de carisma. Las elecciones por sorpresa de May dieron a Corbyn, el "socialista de la Edad de Piedra", la oportunidad para consolidar el control sobre su partido, poniendo a la vieja guardia del Nuevo Laborismo en su lugar. Consiguió un éxito espléndido, contando claramente con el apoyo de la amplia mayoría de los votantes jóvenes y de quienes votaban por primera vez. (¿Recuerdan ustedes a Bernie Sanders? Si la maquinaria del Partido Demócrata hubiera sido tan inepta como la del Partido Republicano a la hora de proteger a sus candidates oficiales contra los outsiders, tal vez ahora Sanders podría ser el nuevo presidente de Estados Unidos).
Las elecciones por sorpresa de May dieron a Corbyn, el 'socialista de la Edad de Piedra', la oportunidad para consolidar el control sobre su partido
Seguramente, tras el Brexit, los jóvenes habían entendido que la promesa de una política doméstica socialmente responsable y posneoliberal tenía más posibilidades de ser llevada a cabo por el Partido Laborista que por el Partido Conservador.El logro histórico de Theresa May, a pesar de su ineptitud como candidata, fue que tras la votación del Brexit veló por que la decisión se mantuviera. También comprendió que la votación significaba el fin del neoliberalismo tal y como lo conocemos. De la misma forma que Corbyn había entendido que no hay necesidad de que el laborismo sustituya el socialismo por el cosmopolitismo. El laborismo, que es percibido como una fuerza más creíble que los conservadores para introducir un giro radical en la política nacional, se benefició de esta crisis irreversible del actual modelo neoliberal.
Para Bruselas, esto debería frustrar toda esperanza depositada en un golpe interno en el Partido Laborista por parte de los blairistas defensores de permanecer en la UE. Dada la doble situación de debilidad de los revisionistas laboristas, por un lado, y de los partidarios entre los conservadores de un «Brexit duro», por otro, puede abrirse una ventana, que permita una renegociación constructiva de la relación entre Gran Bretaña y la UE. El resultado podría ser, en el mejor de los casos, un acuerdo de asociación, que podría servir como modelo de pertenencia a la UE más flexible y dotado de más autonomía democrática en el ámbito nacional, lo cual también podría resultar atractivo para otros países miembros, que se sienten atrapados por la tecnocracia de Bruselas y los intereses económicos alemanes.Esta no es, por supuesto, una conclusión inevitable. También es posible que se organice una conspiración urdida entre los eurofanáticos de Bruselas, París y Berlín y los conservadores británicos partidarios de permanecer en la UE: los primeros se ocuparían de causar dificultades al gobierno de May durante las próximas negociaciones, y los segundos de derribar a su primera ministra mientras las negociaciones se estancan entre demandas británicas maximalistas y ofertas minimalistas procedentes de la UE. Quizá esto es lo que, ante todo, May temía cuando convocó estas elecciones anticipadas. Mucho dependerá del líder de la oposición, fortalecido por el resultado electoral, si este momento de la verdad se hiciera realidad.