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Crisis climática
Emergencia climática: reflexiones de un científico ante la crisis del covid-19
Esperemos que el covid-19 nos ayude a poner en práctica los cambios sociales y las soluciones para hacer frente a una crisis climática que sigue, no lo olvidemos, entre nosotros.
Investigador del CNRS francés sobre modelos climáticos y colaborador del proyecto Senitel-5 de la ESA
El covid-19 ha mostrado cómo las medidas de confinamiento han implicado un cambio en la composición atmosférica detectado por todos los sistemas de medida. Esto nos recuerda que nosotros estamos cambiando la atmósfera y, como consecuencia, el clima. La emergencia del covid-19 ha llamado a la puerta para recordarnos que estamos en otra emergencia desde hace tiempo: la climática, que también requiere acciones contundentes y nítidas.
En el marco del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC) se constata que la vía basada en el cambio de paradigma, de una sociedad sustentada en el puro crecimiento económico a otra centrada en las necesidades humanas y el bien común, es la única que puede de modo razonable tanto mitigar el cambio como adaptarse a sus impactos.
Hace unas semanas tuve que rellenar un formulario para una entidad bancaria en el que indiqué mi profesión: científico. Por aquello de la conversación trivial, me suelen preguntar qué investigo, y suelo contestar que la atmósfera y el clima. Entonces la conversación pasa de trivial a interesada y se me pregunta, inevitablemente, mi postura al respecto del cambio climático. Siempre tras estas conversaciones acabo con la misma sensación: la mayoría de la gente no es capaz de asimilar la nube de informaciones contradictorias que les llega. Cuando hace unas semanas rellené aquel formulario no me preguntaron mi postura, me dieron directamente la suya: “Claro que el clima cambia, pero cómo nosotros, algo tan insignificante, podemos tener ese impacto que dicen. No me creo nada”.
Ante un caso de emergencia, como la del covid-19 o la crisis climática, hay dos posturas: la clínica, que buscar discernir las causas y encontrar soluciones colectivamente, y la cínica que busca sacar el mayor provecho personal o privado
Antes de provocar el enfado de los lectores. No, no soy tan ingenuo. Sé que muchos de los que niegan la crisis climática mienten. Sé que ante un caso de emergencia, como la del covid-19 o la crisis climática, hay dos posturas: la clínica, que buscar discernir las causas y encontrar soluciones colectivamente, y la cínica que busca sacar el mayor provecho personal o privado. Sé que los mismos actores que niegan la crisis climática de origen antropogénico, tiempo después (o al mismo tiempo) crean empresas de consulting sobre dicha crisis. Sé, por tanto, que ven una ventana de oportunidad para el beneficio personal o empresarial. Pero quiero incidir, como profesional dedicado al estudio de la atmósfera, en datos clave que subrayan la seriedad de los análisis sobre las consecuencias del cambio climático.
La realidad es que desde hace varias décadas disponemos de múltiples y detalladas medidas de la composición atmosférica. Por ejemplo, las imágenes del MeteoSat dan información continua de lo que sucede en la atmósfera, pero de hecho existen decenas de satélites y plataformas de medición. Esto nos ha permitido detectar un cambio importante en la composición atmosférica debida a las regulaciones provocadas por el covid-19, tal y como se aprecia en los datos obtenidos por satélite Sentinel-5P de la Agencia Espacial Europea, dedicado en exclusividad a monitorizar la calidad del aire y los cambios en su composición.
Esto certifica por tanto algo que ya sabíamos: la actividad humana, dentro del sistema actual, produce sustancias que cambian la atmósfera, y esto viene sucediendo desde la revolución industrial. La información de que disponemos permite afirmar que la actividad de los seres humanos ha implicado un aumento sustancial de los llamados gases de efecto invernadero: dióxido de carbono, metano y ozono troposférico entre otros muchos. Son las mismas leyes físicas en que confiamos cada vez que viajamos en avión, y en que se basan las tecnologías que hoy día usamos en cada actividad diaria, las que nos indican tanto las propiedades de interacción de estos gases con la radiación en la atmósfera como sus consecuencias. Una de ellas es el calentamiento global, cuyas cifras dadas en los medios, recordemos, son una media global, es decir, hay variaciones geográficas y estacionales mayores que esa media global.
Hace unos meses el parlamento británico reconoció el estado de emergencia climática. Fueron tanto el trabajo del grupo de científicos que informa del cambio climático, un organismo público independiente del gobierno, como la presión de la sociedad civil y los movimientos sociales quienes lograron que se tomara esta necesaria decisión. Uno de los objetivos que presentó dicho comité, y que desde muchas organizaciones se viene reclamando como esencial, es el de cero emisiones netas de gases de efecto invernadero. Un objetivo necesario y posible con el compromiso de toda la sociedad.
La Unión Europea, ha planteado una agenda similar llamada European Green Deal que aboga por una sociedad neutral para el clima, que viene a significar también cero emisiones netas. Se aboga por un compromiso con el acuerdo de París, influido por el informe especial del IPCC sobre las múltiples consecuencias que va a tener llegar al umbral de 1,5ºC. Más allá de que las medidas sean o no suficientes, y las políticas propuestas sean o no efectivas, ello supone reconocer la existencia del problema.
Pero estos informes, ¿son fiables? Las investigaciones del IPCC son el resultado de un consenso de centros de investigación de todo el mundo, involucrando disciplinas diferentes para proporcionar una visión lo más completa posible del estado del clima, así como una predicción de su evolución y sus impactos sociales. Están sujetos a una revisión abierta y continua que garantiza su rigurosidad y transparencia. Desde el punto de vista científico, se usan modelos climáticos para analizar proyecciones del clima futuro. Dichos modelos son validados, es decir, han de reproducir el clima pasado y el actual, y por tanto, con los datos apropiados, predecir el clima futuro.
Nuestra sociedad ha venido confiando en los mercados financieros como organismo de decisión efectivo de nuestro devenir, y sin embargo en esta emergencia sanitaria se ha visto que sin control son inoperantes si no perjudiciales para nuestra seguridad
En realidad, somos nosotros mismos y nuestro comportamiento la mayor fuente de incertidumbre en la estimación de esos datos, es decir, cómo serán los patrones de emisión de gases de efecto invernadero de nuestras sociedades en el futuro, si continúan o no los procesos de deforestación, cómo evolucionará la población mundial y, sobre todo, sus niveles de consumo. Para proporcionar predicciones fiables se elaboran distintos escenarios sobre la posible evolución de nuestras decisiones.
En el informe del IPCC sobre el que se trabaja en este momento, hay cinco narrativas llamadas marcos socioeconómicos, que se complementan con escenarios acordes representativos de los cambios en la composición atmosférica, lo que proporciona un marco de análisis y predicción exhaustivo. Para trasladar los marcos socio-económicos en patrones de emisión de emisiones antropogénicas se realizan estudios de análisis integrado (para cada marco socio-económico se aplican hasta seis estudios diferentes para garantizar la validez del proceso). Los resultados son, por tanto, robustos. Por eso es importante recordar que van a ser nuestras decisiones colectivas las que encuadren nuestra evolución dentro de uno u otro marco.
Cada marco afrontará o ignorará una posible mitigación de un cambio climático que está aquí, que es antropogénico, y cuyas consecuencias van a depender del grado de adaptación de nuestras sociedades al cambio. En cada marco socio-económico se evalúan las dificultades que tendremos tanto en términos de mitigación como de adaptación. La situación más favorable es aquella en que nuestro marco social y económico minimiza estas dificultades. La conclusión es que dicha situación, la más favorable, es la que necesita de un cambio de paradigma, que posibilite la transformación de una sociedad basada en el puro crecimiento económico a una sociedad centrada en las necesidades humanas y el bien común.
Pero además pone de manifiesto que son las desigualdades —dentro de cada país y entre los diferentes países— de las que se nutre el sistema actual las que van a dificultar medidas que palíen la crisis climática. Medidas que, recordemos, requieren evaluar los costes sociales y económicos que la degradación ambiental y la desigualdad producen. Los marcos más pesimistas en cuanto a nuestra capacidad de respuesta son precisamente aquellos que incluyen la rivalidad regional y la persistencia de la fragmentación social, junto con los problemas demográficos y de seguridad global que de ellos se derivan.
La crisis actual del covid-19 pone sobre la mesa varios hechos. Primero, refuerza la necesidad de una respuesta inmediata, coordinada y global ante los casos de emergencia. Segundo refuta esa percepción de invulnerabilidad de la sociedad actual ante problemas ambientales globales. Y tercero, muestra que la ciudadanía es capaz de dar una respuesta solidaria y conjunta una vez la crisis se ha reconocido como tal. Estas son tres lecciones clave que pueden servirnos también para afrontar la emergencia climática.
Pero ademas la emergencia sanitaria del covid-19 ha puesto de manifiesto una aparente contradicción. Nuestra sociedad ha venido confiando en los mercados financieros como organismo de decisión efectivo de nuestro devenir, y sin embargo en esta emergencia sanitaria se ha visto que sin control son inoperantes si no perjudiciales para nuestra seguridad. A la inversa, se ha venido desconfiando de los continuos avisos sobre una crisis climática que se dan desde ámbitos científicos mientras que por otra parte se confía (como si de una cuestión de fe se tratara y no de algo que requiere nuestro análisis critico y ético) en que serán la ciencia y la tecnología las que resolverán, de algún modo aún desconocido y sin daños colaterales, todos nuestros problemas ambientales y también sanitarios.
Esperemos que el covid-19 nos ayude a reflexionar sobre estas contradicciones y poner en práctica los cambios sociales y las soluciones, colectivas, solidarias y necesarias, para hacer frente a una crisis climática que sigue, no lo olvidemos, entre nosotros.