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La crisis bancaria que sacudió los cimientos del mundo en 2008 abrió la puerta a un nuevo tipo de empresas que vieron en esa falta de liquidez y en la intención de regular los mercados financieros una nueva oportunidad de negocio.
El Shadow Banking, o banca en la sombra, fue el término que acuñó Paul McCulley, exdirector del fondo de inversiones americano especializado en deuda pública PIMCO, para referirse a todas aquellas empresas que realizan actividades financieras y crediticias, pero que escapan a toda regulación bancaria.
Según un informe publicado en 2012 por el Consejo de Estabilidad Financiera (FSB), organismo fundado en 2009 para promover la estabilidad financiera internacional, la banca en la sombra se define como “sistema de intermediación crediticia conformado por entidades y actividades que están fuera del sistema bancario tradicional”.
La misma Comisión Europea (CE) se vio obligada a realizar un documento en 2012 sobre este tipo de banca y sus posibles peligros. El Libro Verde del Sistema Bancario en la Sombra explica que “existe un ámbito creciente de actividad crediticia paralela, que no ha sido el principal foco de la regulación y la supervisión prudencial. La banca en la sombra desempeña funciones importantes en el sistema financiero. Por ejemplo, genera fuentes adicionales de financiación y ofrece a los inversores alternativas a los depósitos bancarios. Pero también puede suponer una amenaza potencial para la estabilidad financiera a largo plazo”.
¿Qué tipo de empresas se ocultan en esta sombra?
Las empresas que entran en esta categoría son muy variadas, pero tienen algo en común: no son empresas financieras y por lo tanto no se rigen por las regulaciones impuestas por los bancos centrales y otros organismos de control.
En este tipo de empresas se incluyen los fondos de inversión, como los hedge funds, los fondos de capital riesgo, también conocidos como fondos buitre, los fondos del mercado monetario (FMM), que especulan con divisas.
También son consideradas operaciones de esta banca los préstamos entre empresas, una práctica muy extendida entre las grandes multinacionales que han visto en el mundo financiero una buena línea de negocio para complementar sus actividades. Otros ejemplos son las sociedades vehiculares de pagarés de empresa respaldados por activos (ABCP) o los vehículos de inversión estructurada (SIV).
Las empresas que comercializan obligaciones garantizadas de deuda (CDO) y las titularizaciones de préstamos también se incluyen en esta categoría. Estos productos recogen deudas de diferentes tipos, los empaquetan y los venden. Saltaron al ojo mediático y regulador cuando estalló la crisis de las hipotecas subprime, que luego arrastró toda la economía mundial, al descubrirse que empresas como Lehman Brothers habían empaquetado hipotecas de dudoso cobro junto a otras deudas y las habían vendido por todo el globo. No hace falta explicar el resultado.
Las sociedades cotizadas anónimas de inversión en el mercado inmobiliario (Somici) también son consideradas parte de la banca en la sombra. Estas empresas se dedican a invertir en inmuebles y gestionar alquileres. En España, tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, han sabido encontrar verdaderas gangas entre constructoras arruinadas y las subastas de la SAREB.
¿Cómo de grande es la sombra?
Hacer una estimación acertada de cuál puede ser el tamaño de este sector es casi imposible, tanto por la difícil clasificación de estas empresas, como por la opacidad en la que operan muchas de ellas. Según el FSB, en 2012, la banca en la sombra supondría un volumen cercano al 120% del PIB mundial, representando casi un 25% de los activos financieros emitidos. Según la Asociación de Banca Española (ABE), esa cifra está actualmente en el 39%.
¿Qué países tienen un mayor peso?
Los países favoritos de este tipo de banca son los paraísos fiscales y aquellos que ofrecen una mayor opacidad y menor factura fiscal a los rendimientos de capital. En Europa, el campeón con diferencia es Luxemburgo. Según datos del Banco Central Europeo, el Ducado ha pasado de tener en 2008 un sector de banca en la sombra que equivalía al 110% de su Producto Interior Bruto (PIB), a un 200% en la actualidad. Los otros estados europeos que permiten una fiscalidad más laxa con las grandes empresas, Malta, Irlanda, Chipre y Holanda, siguen al Ducado en este ranking.
Los gigantes no se libran. Estados Unidos ha sido la cuna de este tipo de finanzas. Tras el estallido de la crisis financiera, muchas de ellas quebraron o trasladaron sus sedes a países donde no se sentían perseguidas por la regulación. El valor de esta banca en norteamérica es incalculable. Al otro lado del planeta, un estudio de Moody's alarmaba sobre el creciente sector de banca en la sombra de China, la cual cifra en el 80% del PIB del país.
En España, según el ABE, este sector solo representa el 5% del total de los activos financieros pero, con la llegada de los fondos inmobiliarios, este porcentaje sigue creciendo.
¿Qué riesgos oculta?
El principal riesgo es tener un sistema financiero paralelo que escape a toda regulación. Ya pudimos ver cuáles fueron las consecuencias de un sistema desregulado con la crisis financiera de 2008. Según indica el informe de la CE, este creciente sector, “puede acarrear riesgos sistémicos, tanto de forma directa como a través de sus interconexiones con el sistema bancario ordinario”.
Un banco, sometido a la regulación de su banco central, debe provisionar con reservas o fondos propios las actividades financieras que realice para poder hacer frente a posibles responsabilidades económicas. Las entidades que escapan a la regulación en esa sombra no lo necesitan. Esto significa que la volatilidad de estos fondos de inversión son muy frágiles y un impago u operación fallida podría arrastrar al fondo entero, lo que a su vez podría ocasionar una reacción en cadena.
Estas operaciones, realizadas en muchos casos por entidades pantalla de la gran banca, son usadas en muchas ocasiones para fragmentar el proceso de prestar dinero entre empresas legalmente independientes y eludir la regulación. Es decir, que un banco al que la regulación no le permite prestar dinero a otro agente, puede crear un fondo de inversión entre medias al que prestarle el dinero y que este haga lo mismo con la empresa que esperaba el préstamo, esquivando la regulación. Esta técnica fue la usada para que el riesgo de las hipotecas subprime no apareciera en los balances de los bancos.
Y la banca, ¿no tiene nada que ver?
Por supuesto que sí. Los bancos tradicionales, ligeramente más vigilados y regulados que antes de la crisis, han encontrado en esta banca una vía perfecta para realizar todas esas actividades que la regulación no les permite.
También les da la posibilidad de realizar inversiones arriesgadas sin manchar el nombre de la entidad bancaria, sin que tengan que contar en sus balances o tengan que provisionar las reservas necesarias que la regulación bancaria les exige. ¿Cómo? Pues tan fácil como abrir un fondo de inversión con un CIF diferente al del banco.
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Inquietante y muy bien explicado. Me queda más claro ahora que el otro día con la noticia de El País.