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Agricultura
Los últimos huertanos de Murcia
La huerta murciana pierde terreno. Lo dicen los datos y lo corroboran los ojos. La superficie de regadío tradicional ha disminuido un 41% en 78 años. Hablamos con investigadores, asociaciones y huertanos para comprobar si los de hoy son los últimos coletazos no solo de un ecosistema, sino de una cultura.
"Se está perdiendo totalmente. Yo le doy, como mucho, cuarenta años más. Cuando mi generación se termine, aquí nadie se va a acordar de lo que es coger una azada”. Es lo que opina de la situación de la huerta de Murcia Paco Leal, un “huertano de toda la vida” como él se define. “Esto está llamado a desaparecer porque la capital tiene que ensanchar y lo va a hacer hacía aquí”, añade José Lax, de 95 años de edad y durante 50 responsable del reparto de agua en la huerta murciana.
Según datos de la Universidad de Murcia y la Fundación Nueva Cultura del Agua, la superficie real de regadío tradicional de la huerta ocupaba en 1932 —primer año del que se tiene registro— un total de 13.500 hectáreas. En 1975, las estimaciones pasaron a ser de 10.644 hectáreas. En 1991 se redujeron a 9.664 hectáreas. En 2012, los resultados del proyecto europeo OSDDT-MED indicaban ya una superficie de 8.100 hectáreas de terreno de regadío cultivable. Un 40% menos que 80 años antes.
Pero ¿qué es realmente la huerta y por qué nos tiene que preocupar su degradación? La huerta de Murcia se caracteriza por la fuerte interacción del hombre con la naturaleza, que dio lugar a un sistema de regadío capaz de mantener el cultivo en una zona de escasez hídrica. La huerta es también “un amortiguador climático y limpia el CO2 generado por la actividad urbana. Y un sistema enormemente fértil, que nos provee de productos locales, de buena calidad, sin todos los aditivos de las grandes multinacionales… Todo esto, además del valor cultural e histórico”, explica Rosario Vidal-Abarca, catedrática y profesora de Ecología de la Universidad de Murcia.
Tal y como recoge el informe sectorial desarrollado por el Instituto de Fomento de la Región de Murcia, esta es la primera provincia del país en exportaciones hortofrutícolas, con el 19,10% de los productos exportados por España en 2016, por un valor de 2.676,13 millones de euros. El sector agrícola supone el 29,7% de las ventas exteriores de la región y aporta el 24% de la producción final agraria española.
Desde el punto de vista social, la huerta ha sido tradicionalmente la seña de identidad de la Región de Murcia. “No conozco ningún murciano que no se identifique con su huerta”, añade Vidal-Abarca, quien explica que, aun así, no se ha interiorizado su valor. “No estamos haciendo nada por protegerla. Somos tan necios que celebramos unas Fiestas de Primavera en las que lo único que hacemos es vestirnos de huertanos, sin prestar atención a la realidad que hay más allá del folclore”. Se refiere al Bando de la Huerta, festividad murciana declarada de Interés Turístico Internacional en 2012 en la que carrozas, tractores y grupos de baile desfilan por el centro de Murcia para celebrar la identidad huertana. Así, mientras los murcianos se visten con el traje tradicional una vez al año, la huerta va desapareciendo.
¿Quién quiere cultivar la huerta?
“La gente joven no quiere trabajar en esto porque es muy sacrificado y no da para comer —continúa Lax—. Yo a mis nietos les digo que se pongan con esto y me dicen ‘andaaaa abuelo, qué cosas tienes’”. María José Martínez, también huertana desde que hace algunos años decidió volver a cultivar junto a su padre el huerto familiar, tampoco confía en que los jóvenes tomen el relevo: “Mis sobrinos solo pisan la parcela para hacer barbacoas”. El futuro que ve para la huerta, si es que le ve alguno, es el de casas-chalés con una pequeña huerta-jardín decorativa, “como hacen los ingleses”, apostilla. ¿Por qué este abandono? “Porque no da de comer y lleva mucho trabajo. A mí me cuesta dinero mantenerlo”, continúa Martínez. Juan Jesús Sánchez, abogado de la Junta de Hacendados —institución que, desde la Edad Media, gestiona el reparto de agua entre los huertanos—, explica que “la gente de la huerta no quería que sus hijos tuvieran la misma vida sacrificada que tuvieron ellos, y les animaron a estudiar y sacarse una carrera.
No existen datos concretos sobre el envejecimiento de la población en la Huerta de Murcia, pero un análisis de la evolución del padrón de Murcia, Beniel, Santomera y Alcantarilla —municipios que componen la comarca de la Huerta de Murcia— muestra cómo la población de 15 a 24 años en los cuatro municipios ha pasado de representar el 18,3% del total en 1986 al 11% en 2016. El porcentaje de población ocupada en el sector agrícola también ha disminuido desde 1976 —primer año del que existen cifras— pasando del 26,44% de los ocupados al 15,2% del segundo trimestre de 2017, última cifra disponible.
María José Gómez, de la Asociación Huerta Viva, señala que la gente de la huerta “ha tenido un trabajo muy duro y poco valorado, y del huertano se ha dado una imagen muy denostada, lo que ha hecho que hasta ellos mismos renegasen de su condición”.
“Hay poca gente que quiera mantener el terreno para la agricultura. Prefieren que se construya en él, sin saber que el pan de hoy puede ser el hambre de mañana”, añade Gómez.
Ladrillo en la Huerta
“Cuando vino el boom del ladrillo, aquí se pagaban 50 millones de pesetas [300.506 euros] por mil metros de tierra, así que mucha gente vendió y así se olvidó de tanto trabajo. Y bien que hicieron, porque ahora viven holgadamente. Pero yo no quise vender. Esto es nuestro desde hace mucho tiempo y yo no vendo nada”, relata Paco Leal.
El boom de la construcción tuvo un papel protagonista en la pérdida de superficie cultivable. Según un estudio realizado por Marcos Ros Sempere, doctor en Arquitectura y concejal por el PSOE hasta 2011, el número de viviendas nuevas por año en la huerta ha pasado de las 52 entre 1929 y 1945 o 171 entre 1981 y 2002 a las 500 entre 2002 y 2015.
Para las constructoras, la huerta era una presa fácil y atractiva. “Muchos huertanos vendieron sus terrenos porque era más rentable que mantenerlos en cultivo, o no tenían quien los trabajara. Gran parte de los huertanos sigue viendo sus parcelas como solares que antes o después venderán para ser edificados”, asegura Gómez.
A pesar de que no existan datos concretos sobre el número de parcelas improductivas, el abandono agrícola de las tierras de la zona se explica, como refleja el estudio Principales causas del abandono de cultivos en la Región de Murcia, publicado en 2016 por la Universidad de Murcia, en que “la recalificación en suelo urbano de muchas parcelas agrícolas contribuyó a acelerar la emigración rural a las ciudades”.
El estudio considera también la compra de tierra por parte de grandes promotores inmobiliarios como uno de los propulsores del abandono y subraya la condición de agricultor a tiempo parcial de los propietarios de parcelas pequeñas, que dedican la producción al autoconsumo o “consumo muy local”, que son “los que más fácilmente pueden terminar abandonando los cultivos y, finalmente sus tierras” ya que la renta familiar se basa en otra actividad económica. El Observatorio de la Sostenibilidad en la Región de Murcia, adscrito a la Universidad de Murcia, advertía en 2011 de la pérdida de 2.000 tahúllas al año, equivalentes a algo más de 222 hectáreas, por la presión urbanística y estimaba que, para 2035, la Huerta habría dejado de existir.
Frente a esta realidad, han surgido asociaciones que han dado la voz de alarma. Una de ellas es Huerta Viva, que desde 2015 aglutina a profesionales de distintas disciplinas que promueven la divulgación de los valores culturales, ambientales, históricos y económicos de la Huerta, denuncia actuaciones contrarias a la conservación de este territorio y realiza propuestas y estudios para su recuperación.
Otra es Huermur, fundada en 2008 por un grupo de regantes y que hasta ahora ha desarrollado proyectos para la restauración de acequias y molinos hidráulicos, y para la construcción de un centro de interpretación sobre el regadío y la biodiversidad de la Huerta, aunque ninguno de estos proyectos se ha llevado a cabo todavía. Huermur es especialmente activa a la hora de interponer denuncias frente a posibles actuaciones ilegales de instituciones como el Ayuntamiento de Murcia o la Confederación Hidrográfica del Segura. Gracias a una de estas denuncias, esta asociación consiguió que el Tribunal Superior de Justicia de Murcia anulase una modificación del Plan General Municipal de Ordenación Urbana, impulsada por los grupos municipales de PP y PSOE, que contemplaba el permiso de construcción de naves industriales en más de 9.000 m2 de la huerta de El Raal, pedanía perteneciente al municipio de Murcia.
“Si puedes hacer una carretera elevada o pasarla por montaña seca, ¿por qué la pasas por en medio del terreno fértil de la huerta?"
Por su parte, el Ayuntamiento de Murcia está tomando medidas, muchas de ellas propuestas con anterioridad por las asociaciones en defensa de la huerta. Una de ellas es la adhesión a la Concejalía de Urbanismo y Medio Ambiente de una nueva área de huerta en 2016, que cuenta con un presupuesto de 1,6 millones de euros para 2017 y que ha desarrollado un Plan de Acción para la Huerta que contempla, entre otras actuaciones, la puesta en marcha de un centro de interpretación, la rehabilitación de molinos y edificios históricos, la adecuación de caminos y sendas, y la reparación de caminos en parques forestales. El Ayuntamiento también aprobó en 2016 una bonificación del 50% en el Impuesto de Bienes Inmuebles para los propietarios de parcelas calificadas como urbanas que estén siendo cultivadas, aunque, en su primer año en vigor, solo 81 propietarios se acogieron a la bonificación, según publicaba el diario La Verdad en mayo. Incluso se puso en marcha, en septiembre de 2016, un Banco de Tierras de la Huerta de Murcia, que, según explican desde el Ayuntamiento, tiene como objetivo servir como registro administrativo para poner en contacto a potenciales arrendadores y arrendatarios de terrenos en la Huerta de Murcia. Pero, en diciembre de 2016, tres meses después de su puesta en marcha, el Ayuntamiento solo había recibido once solicitudes de vecinos dispuestos a cultivar, y seis de personas ofreciendo sus terrenos para el cultivo, según publicaba el diario La Opinión de Murcia.
Desde Huermur acusan de cinismo al Ayuntamiento y denuncian que, al mismo tiempo que desarrolla este plan para la huerta, está permitiendo acciones como los entubamientos indiscriminados de acequias. Por su parte, Huerta Viva se queja de que “el Ayuntamiento acoge muy bien todas las propuestas, pero luego el interés se enfría por el camino”, como ha sucedido con el proyecto de creación de un centro de interpretación en el Molino del Amor, un edificio histórico que data al menos del siglo XVI. “Nos hemos reunido muchísimas veces, pero al final no va a salir adelante”, se resigna Gómez.
Las asociaciones denuncian también la falta de instrumentos legales que protejan la huerta en su conjunto frente a la amenaza urbanística, más allá de la calificación como Bien de Interés Cultural de algunos elementos concretos. Huermur reclama la catalogación y protección del patrimonio material e inmaterial y la declaración de la Huerta de Murcia como Paisaje Cultural a través de un Plan Especial de Protección, así como la aprobación de un sello de calidad para los productos de la huerta.
Construir sobre la huerta
Hasta ahora, según refleja uno de los estudios elaborados por Rosario Vidal, “la herramienta principal para la defensa y conservación de la Huerta de Murcia es el Plan General Municipal de Ordenación Urbana [PGMOU] vigente”.
Los sucesivos Planes de Ordenación Urbana han ido eliminando progresivamente la protección del suelo de la huerta. De los 78.117.368 m2 de suelo que protegía el PGMOU de 2001, 4.907.368 fueron eliminados durante los dos años que duró la tramitación, señala otro estudio elaborado por José Antonio Moreno, de Huerta Viva, basado en las conclusiones del proyecto de fin de máster "La huerta de Murcia: análisis del planeamiento urbanístico", de Ángeles Moreno Micol.
El estudio de Moreno Micol señala que el mayor ataque se produjo en 2006 con la adaptación del PGMOU a la Ley del Suelo de la Región de Murcia, que reclasificó 25.204.000 m2 de suelo no urbanizable, pasando 12.349.000 m2 a ser suelo urbano directo y los restantes 12.855.000 m2 urbanizable. El suelo de huerta protegido que quedó fueron solo 47.606.000 m2. “No contentos todavía, ese suelo de huerta que había quedado pasa a ser suelo no urbanizable inadecuado, convirtiéndose así en mero reservorio para futuras necesidades urbanísticas”, afirma José Antonio Moreno. Según el PGMOU, en el suelo urbanizable inadecuado se permite la construcción de instalaciones de obras públicas, restauración, equipamiento deportivo, almacenes y viviendas. “Ahora se puede hacer de todo con el suelo”, lamenta también Rosario Vidal.
La Junta de Hacendados, institución que gestiona el reparto de agua entre casi 22.000 hacendados de la huerta murciana, también pone el acento en las expropiaciones de terreno para la construcción de infraestructuras como las vías del AVE y la autovía de El Reguerón. “Si puedes hacer una carretera elevada o pasarla por la montaña seca, ¿por qué la pasas por en medio del terreno fértil de la huerta?”, se queja Juan Jesús Sánchez.
En noviembre de 2016, la construcción del AVE y de la autovía de El Reguerón se comieron 9.000 hectáreas de huerta murciana. Las expropiaciones han afectado a huertanos como José Lax, que perdió parte de su tierra por el plan de acondicionamiento del cauce del río Segura, o Paco Leal, a quien le expropiaron 3.000 m2 —casi la mitad de su huerto— convertidos ahora en asfalto.
La fragmentación del terreno en parcelas de pequeño tamaño también se perfila como uno de los enemigos de la Huerta. “En la última etapa de la historia, el desarrollo de un tejido de infraestructuras artificiales y la expansión de la red de poblaciones han ido fragmentando poco a poco el territorio”, asegura Rosario Vidal. Desde la Junta de Hacendados afirman que también las herencias, que han repartido las parcelas entre varios herederos, han contribuido a esta fragmentación. El número de asociados de la Junta da cuenta de este cambio, habiendo pasado de más de 6.000 propietarios en 1930 a alrededor de 22.000 en 2017, lo que se traduce en un incremento medio de algo más de 183 hacendados al año. Según un estudio realizado por la Universidad Politécnica de Cartagena a partir de ortofotos, entre 1956 y 2002 hubo un aumento del número de parcelas de un 14,3%, “como consecuencia de una reducción del tamaño medio de las parcelas en un 25%”.
Esta fragmentación de las propiedades, como pone de manifiesto la publicación Investigaciones Geográficas, ha dado lugar a un “mosaico de parcelas en los regadíos tradicionales que podríamos denominar huertos-jardín, inferiores en su mayor parte a una hectárea, y donde hoy se pueden encontrar viviendas, caminos de acceso, aparcamiento de vehículos, barbacoa, piscina y cuatro árboles ornamentales o, a lo sumo, una plantación que permite producciones destinadas al autoabastecimiento de tubérculos, frutales y cítricos, cuyos propietarios realizan tareas agrícolas a tiempo parcial, eventualmente e incluso como hobby”.
Un futuro para la huerta
Frente a este futuro incierto, han surgido iniciativas que buscan proteger el suelo fértil mediante la agricultura ecológica. Es el caso de Javier Nicolás, que lleva ya cinco años al frente de La Revolica, en la pedanía murciana de Puente Tocinos. Se trata de una cooperativa que propone un “modelo alternativo de consumo, con productos de temporada, sin químicos de síntesis y de producción local”. Javier, licenciado en Psicología, aprovechó la llamada de la tierra para pasar de un trabajo que no le llenaba y en el que llevaba cinco años a dar forma a La Revolica. Cultiva, recoge y distribuye los martes y jueves lo que la tierra haya querido darle. Es el ejemplo perfecto de la figura que algunos llaman ‘neo huertano’.
Neo huertanos son también Ricardo Camí y María Josefa Acero, ambos murcianos y criados en el entorno de la Huerta. Antes monitor de ocio y tiempo libre y repostera respectivamente, decidieron poner en marcha El Senderico y recuperar unas tierras abandonadas en la Senda de Granada, una de las zonas de huerta más cercanas a la ciudad. Ahora cultivan calabacines, tomates, berenjenas, acelgas y otras hortalizas que reparten en cestas diseñadas a demanda. “Utilizamos solo las manos y la azada. Esta tierra es muy generosa y apenas necesita impulso externo”, dice Ricardo. Ellos, como muchos otros, han sido testigos de la degradación de su entorno y han decidido ponerse manos a la obra para evitar que vaya a más.
Por otro lado, como observan desde la Junta de Hacendados, la crisis económica provocó una vuelta a la Huerta y a la agricultura. “Algunos terrenos que estaban medio muertos volvieron a ser productivos, y en esto la juventud está teniendo un papel protagonista”, afirman.
Entre los huertanos, nos encontramos con opiniones dispares. Unos ven el futuro negro y plagado de edificios. Otros dicen, despreocupados, que aún queda mucho terreno.
“Entuban para ahorrarse el mantenimiento de las acequias. El agua deja de estar visible y es menos controlable, pero la suciedad sigue estando”, puntualiza María José Gómez. Hasta ahora, han conseguido parar el entubamiento de la acequia del Raal Viejo, con la ayuda de la Asociación de Vecinos de Llano de Brujas.
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Qué buen reportaje! En Valencia estamos igual, aunque no sé si manejamos tanta información. Un abrazo!
Qué locura ver la imagen donde aparecen los nuevos edificios de viviendas (colmenas de cemento tendentes al fascio) que acaban con la tierra cultivable. Pena y tristeza.