Tribuna
No quemes tu voto: un imperativo, cerrar la incineradora de Valdemingómez en 2025

La Incineradora de Valdemingómez es antigua, cara, sucia, ineficiente, pero, sobre todo, peligrosa para el medio ambiente y las personas que viven a su alrededor. Su cierre es uno de las circunstancias que deben influir en un voto informado el próximo domingo.
Vertederos Zona Valdemingómez
Inmediaciones de Valdemingómez, donde existen decenas de vertederos cuyos olores sufren en Vallecas y Rivas.

FRAVM.


Ecologistas en Acción.


GRAMA.

25 may 2023 06:00

Nos asomamos a las elecciones municipales y regionales del próximo domingo y, entre las numerosas cuestiones que podrían influir en el voto, hay un interrogante, tal vez decisivo para las que creemos que Madrid necesita tratar igualmente bien a quienes viven en una u otra parte de la ciudad, o que la política ambiental no va solo de cuántos árboles nos prometen plantar y/o salvar.

Nos referimos a qué vamos a hacer con nuestros residuos, si podemos seguir generando basura como si no hubiera un mañana y sin que el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid hagan nada por controlarlo, si tenemos que seguir concentrando su gestión en Valdemingómez con las molestias que provoca a quienes viven cerca y, especialmente, si tenemos que cerrar o mantener abierta su incineradora.

Madrid lleva décadas sin hacer una verdadera política de prevención de residuos, es decir, no hace nada para generar menos residuos, limitándose a gestionarlos

Los anuncios de las candidaturas van desde incluir el cierre de la incineradora entre las primeras decisiones a tomar si gobiernan, hasta mantenerla en funcionamiento más allá de 2030 o 2035, pasando por su cierre a lo largo del mandato, con o sin un apagado progresivo, algo condicionado al cumplimiento de ciertos hitos.

Los profanos en el tema quizás se pregunten por qué este interés en Valdemingómez, por qué tanto revuelo desde hace años para cerrar la incineradora si aparentemente emplea una forma moderna, segura y limpia de hacer desaparecer los sucios y desagradables residuos que nadie quiere cerca de su casa, y que además se encuentra tan lejos del centro. Pero, ¿realmente la incineradora reúne todas esas bondades?

No hacemos lo primero y fundamental que deberíamos hacer, que es reducir los residuos que generamos

Pues no, más bien todo lo contrario. La Incineradora de Valdemingómez es antigua, cara, sucia, ineficiente, pero, sobre todo, peligrosa para el medio ambiente y las más de 700.000 personas que viven en un radio de diez km, más aún para los que viven en la Cañada Real, a menos de un kilómetro, o en el Ensanche de Vallecas, a escasos dos kilómetros.


Madrid lleva décadas sin hacer una verdadera política de prevención de residuos, es decir, no hace nada para generar menos residuos, limitándose a gestionarlos. Desde 2004, la fluctuación de toneladas de residuos generadas depende del número de habitantes y de su mejor o peor situación económica, pero no de ningún plan específico para reducirlas, algo que induzca a sus habitantes a generar menos residuos. Tal es así que Madrid nunca ha generado menos de 1.100.000 t/año de residuos y nunca hemos bajado del kilo por habitante y día. En 2004, con el menor número de habitantes de la serie, generamos 1,35 kg/hab/día; en 2007, con el máximo de generación total de residuos de la serie llegamos a la cifra de 1,39 kg/hab/día; mientras que en 2013, con el mínimo de la serie en generación total de residuos, nos quedamos en 1,01 kg/hab/día, y en 2021 generamos 1,08 kg/hab/día. El concepto de prevención/reducción brilla por su ausencia en Madrid.

A esto se une que la ciudad sigue sustentando su política de gestión en el último nivel de la jerarquía de residuos: la destrucción/eliminación. No en vano, Madrid elimina más del 70% de los residuos sin posibilidad de recuperar los materiales que los componen. La ciudad enterró en 2021 el 49,13% de sus residuos e incineró el 23,46%, de cuya suma obtenemos que fueron destruidos el 72,59% de todos sus residuos. Tenemos un grave problema, porque no hacemos lo primero y fundamental que deberíamos hacer, que es reducir los residuos que generamos, y tomamos el camino más fácil y rápido, pero el peor y más dañino para nuestra salud y el medio ambiente.

A principios de 2017, la Comisión Europea comunicó que ya no subvencionaría más incineradoras, con el fin de desincentivar estas prácticas

Cuando hablamos de la Incineradora de Valdemingómez, dentro del llamado Parque Tecnológico de Valdemingómez (PTV), parece que lo hacemos de algo moderno, 4.0 ¿no? Pues no. La Planta de Las Lomas, donde se ubica la incineradora, entró en funcionamiento en 1993, iniciando la actividad de incineración en 1995. Tiene, por tanto, 28 años de antigüedad y un uso ininterrumpido, lo que la convierte en una instalación antigua y más que amortizada. Sin embargo, pese a su edad, en 2019 la incineradora fue llevada al límite de su capacidad, alcanzando su máximo histórico de incineración: 331.955 t/año, el 24,74% de lo que entró en el PTV, superando así su teórica capacidad de 300.000 t/año.

La incineradora tiene tres hornos con una capacidad teórica de 100.000 t/año cada uno. Sin embargo, desde 2004 hasta hoy se ha superado la cantidad de 300.000 t/año en nueve ocasiones y la cantidad de 328.000t/año en tres ocasiones (2018, 2019 y 2020). En la mitad de los años de los que tenemos datos se incineró por encima de las 300.000 t/año, es decir, más del 100% de su capacidad. Y el año que menos se incineró (2014) lo hizo al 73,58% de su capacidad.

Esta tendencia a usar las incineradoras al máximo de su capacidad pone de manifiesto que la incineración, como sistema de gestión de residuos, está cada vez más desaconsejado al ser un claro inductor del mantenimiento e incluso incremento de los niveles de consumo/generación, contraviniendo la jerarquía de residuos establecida en la Directiva 2008/98/CE. De hecho, a principios de 2017, la Comisión Europea comunicó que ya no subvencionaría más incineradoras, con el fin de desincentivar estas prácticas y promover, en su lugar, una gestión de residuos enfocada a la economía circular y las políticas de residuo cero.

No está muy claro qué se quema en la incineradora. La descripción que se hace en la Memoria del Parque Tecnológico de Valdemingómez es muy vaga, señalando que proceden, en su mayoría, de la fracción resto de la recogida domiciliaria. Son materiales que no se recuperan para ser reciclados, ya sea por resultar muy caro su tratamiento o porque en su estado son difíciles de reciclar. Hablamos de plásticos de distintas densidades no procedentes de envases, envases o envoltorios plásticos de baja densidad como films alimentarios, bolsas, etc., pero también de envases de plásticos de densidad media que, por su tamaño, se caen en las cribas como pasa, por ejemplo, con los botes individuales de yogures líquidos, además de otros materiales como skay, maderas, etc.

El único documento en el que hemos encontrado una descripción pormenorizada de materiales es la Autorización Ambiental Integrada de la incineradora de 2008, en la que establece que el 32,6% de lo incinerado corresponde a papel impreso, el 24,5% a materia orgánica compostable, un 16,7% a materiales plásticos, un 15,8% a materiales textiles y un 4,8% a madera. Todo apunta a que con una recogida selectiva adecuada y un tratamiento de separación óptimo, la mayoría de estos materiales no acabaría en el horno.

La incineración es el sistema menos eficiente, más caro y que menos empleo genera en la gestión de residuos sólidos urbanos. El coste total en 2018 de la Incineradora de Las Lomas ascendió a 25.946.902,61 euros y en 2019 a 27.254.794,18 euros. El coste medio de la tonelada tratada en esta planta es de 50,47€/t, muy superior a los 39,19€/t de La Paloma o los 28,95€/t de Las Dehesas. Según las tasas municipales de 2019, el tratamiento mediante incineración de una tonelada de residuos cuesta 65,41€ y es el más caro de todos los tratamientos.

La eufemísticamente conocida como valorización energética de residuos en 2019 generó 228.263 MWh tras quemar su máximo histórico de plásticos y otros residuos. Toda esa energía producida es significativamente menor que el ahorro energético que se podría obtener con la recogida selectiva y el reciclaje de la misma cantidad de toneladas de residuos.

Pero más allá de su poca eficiencia, la incineración es peligrosa. Un estudio del Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III en 2012 concluyó que "existe un incremento significativo del riesgo de muerte por cáncer en las localidades próximas a incineradoras”. Este es solo uno de las decenas de informes científicos que se han publicado con conclusiones equivalentes.

En la combustión que se realiza en la Incineradora de Valdemingómez se emiten gases y sustancias tóxicas como cloruro de hidrógeno, monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno, compuestos orgánicos volátiles, dióxido de azufre, fluoruro de hidrógeno, cadmio y talio, mercurio, antimonio, arsénico, plomo, cromo, cobalto, cobre, manganeso, níquel, vanadio y sus compuestos, así como dioxinas y furanos.

Un estudio realizado por el Ayuntamiento de Madrid en 2018 muestra que los datos de dioxinas y furanos triplican su valor en el Ensanche de Vallecas

Según el Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA), las incineradoras son responsables del 69% de las emisiones mundiales de dioxinas que, al igual que los furanos, son contaminantes ambientales que pertenecen a la llamada “docena sucia”, un grupo de productos químicos muy peligrosos. También forman parte de los llamados Contaminantes Orgánicos Persistentes, señalados por diferentes estudios por su relación con el incremento del riesgo en la población de desarrollar diversos tipos de cáncer (pleura, vesícula, estómago o páncreas) y enfermedades graves (como el linfoma no Hondgkin o malformaciones en recién nacidos).

Si bien los datos oficiales de las emisiones de la incineradora están dentro de los límites legales e incluso muy por debajo de estos, hay que tener en cuenta que las cifras son de emisiones y no de inmisiones, es decir, de lo que llega al territorio, para las que no hay fijados límites legales. Un estudio realizado por el Ayuntamiento de Madrid en 2018 muestra que los datos de dioxinas y furanos triplican su valor en el Ensanche de Vallecas frente a los obtenidos en la calle Montesa del Distrito Salamanca, algo debido sin duda a la incineradora. Este factor de riesgo es suficiente argumento para su cierre, aplicando el principio de precaución.

El control de las emisiones de dioxinas y furanos se realiza con mediciones mensuales en momentos puntuales. Para obtener una información más precisa sería necesario establecer un seguimiento continuo, en periodos de tiempo lo suficientemente grandes. A todo ello se suma que en los inventarios de dioxinas y furanos de la incineradora no se incluyen mediciones en las escorias y cenizas que se generan como residuo final del proceso de incineración, donde se concentra la mayor parte de las dioxinas.


La baja fiabilidad de las mediciones y de los límites legales establecidos para la emisión de las incineradoras, unido a la ausencia de estudios epidemiológicos con datos de morbilidad georeferenciada, nos llevó a participar en 2021 y 2022 de un estudio de biomonitoreo realizado por la fundación holandesa ToxicoWatch, mediante el análisis de muestras de musgos, hojas de árboles de hoja perenne y de huevos de gallina criadas en el entorno de la Incineradora de Valdemingómez. La investigación mostró niveles alarmantes de contaminantes peligrosos para la salud de la población y el medio ambiente. De hecho, los niveles de dioxinas en los huevos recogidos en los alrededores del Parque Tecnológico superaron el límite legal de cinco picogramos por gramo de materia grasa establecido por la Unión Europea, alcanzando un nivel de dioxinas de 13 picogramos por cada gramo. Es decir, no sería aconsejable su consumo humano. El informe indicó que los altos niveles de dioxinas localizados al suroeste de las instalaciones podrían estar relacionadas con el depósito de sacas de cenizas de la incineradora, algunas de ellas rotas, como denunciamos el pasado mes de octubre.

Hay suficientes razones para cerrar la Incineradora de Valdemingómez y mirar al futuro con ojos responsables que nos guíen por la senda que desde hace años ha marcado Europa hacia la economía circular y el residuo cero. Esto nos afecta directa o indirectamente a todas y todos y por ello deberíamos valorarlo a la hora de elegir a quién votamos.

Cualquier candidatura a la alcaldía de Madrid en las elecciones municipales del 28 de mayo debería incluir entre sus planes las siguientes medidas:

1- El diseño y ejecución de un Plan de Cierre de la incineradora, que respete el plazo de cierre definitivo en 2025. Si pudiera ser antes, mejor que mejor. Más años de incineración sería un disparate. Perfectamente se puede cerrar un horno en 2023, otro en 2024 y terminar de cerrar la instalación en 2025, quedando los dos siguientes años del mandato municipal para el desmontaje y clausura definitiva de la incineradora. Los números lo confirman, no es ninguna quimera.

2- La licitación y puesta en marcha de un contrato de mediciones mensuales en inmisión de contaminantes orgánicos persistentes en el entorno de Valdemingómez, durante el tiempo que dure la actividad de la incineradora y su desmontaje. Las mediciones deberían ser realizadas por un organismo o empresa de independencia acreditada que publique los datos de forma transparente y continua.

3.- En cumplimiento del Plan Estratégico de Salud y Medio Ambiente, aprobado en 2021 a nivel estatal, implantar estrategias de biomonitorización humana como herramienta para vigilar la relación entre exposición y los efectos potenciales en la salud, realizando estos monitoreos en las poblaciones más cercanas a la incineradora durante el tiempo que dure la actividad de la incineradora y su desmontaje.

4- La creación de una Comisión de Seguimiento del Plan de Cierre de la incineradora, participada por entidades sociales, vecinales y ecologistas.

5- La aprobación de una Estrategia de Prevención y Gestión de Residuos de la Ciudad de Madrid en la línea de la de 2017-2022, esto es, una estrategia con sus planes correspondientes dedicados a la implementación de políticas responsables de reducción significativa de la generación de residuos y a su gestión enmarcada en los principios de la economía circular, el respeto al medio ambiente y el cuidado de la salud pública.

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