Trabajo sexual
“Mueran los sistemas, vivan las putas”

Entrevista de Nuria Alabao a Marisa Pérez Colina en torno al debate actual sobre prostitución y a propósito de la creación del Sindicato de Trabajadorxs Sexuales OTRAS

Sindicato Otras
Conxa Borrel, segunda por la derecha, junta a otras personas relacionadas con el trabajo sexual en rueda de prensa en Cogam. Álvaro Minguito

“Para todos los sistemas de machos y de fachos la mujer es una puta, mueran los sistemas, vivan las putas”
                                                                                                                                                                    Mujeres Creando

Marisa Pérez Colina es coordinadora de la Fundación de los Comunes y militante social de larga data. Como activista feminista y antirracista formó parte de Precarias a la deriva y del Ferrocarril Clandestino –un grupo de apoyo que se gestó a partir de una caravana de solidaridad con los migrantes que atraviesan la frontera sur–. Hoy milita en el movimiento de vivienda, en la Asamblea de Bloques en Lucha y en Lavapiés ¿dónde Vas? y para muchas, entre las que me cuento, es una referencia en temas feministas que trabaja a fondo como parte del equipo de autoformación de Nociones Comunes Madrid. Hoy hablamos de un tema que ha regresado con fuerza, el de la prostitución y el trabajo sexual a propósito del Sindicato de Trabajadorxs Sexuales OTRAS.

El tema de la prostitución conlleva un debate muy polarizado, ¿hace falta armarse de valor para abordarlo?
Mi impresión es que en el movimiento feminista se ha vuelto muy espinoso tratar determinados asuntos. Cuestiones como la prostitución, el sujeto del feminismo, la gestación subrogada o la pornografía nos llevan a adoptar posturas de una rigidez extrema y refractaria a la discusión. Contrariamente a lo que en principio cabría esperar de un posicionamiento concreto, estas posturas nos paralizan en vez de hacernos avanzar. Estamos poniendo por delante las banderas (la del abolicionismo, la del regulacionismo, etc.) y por detrás, o directamente fuera de juego, la posibilidad de hablar juntxs, de llegar a acuerdos. Avanzar en un momento de fuerza enorme e internacional del movimiento feminista es una tarea que nos deberíamos tomar muy en serio, porque las luchas no siempre navegan con vientos tan favorables.

¿Qué quiere decir “avanzar” respecto a estas cuestiones?
No entiendo una revolución feminista cuyo objetivo no sea la destrucción del patriarcado. Este concepto que a muchxs les puede sonar antiguo, ideológico y/o incomprensible y que, no olvidemos, las nuevas derechas intentan denostar como “ideología de género”, tiene, en realidad, un significado muy simple: alude a un sistema de género concreto, a una construcción histórica que ordena a los seres humanos en el binomio hombres/mujeres y que convierte esta estructura en una relación de dominio de los primeros sobre las segundas. Se trata de una relación de explotación que afecta no solo a los sujetos construidos como mujeres, sino a todas aquellas personas que no se identifican con alguna de las partes del binomio, aquellas cuya identificación de género es fluida, aquellas cuya sexualidad o prácticas sexuales no se subordinan a la norma heterosexual. El patriarcado es un sistema que precede al capitalismo, como explica Gerda Lerner en La creación del patriarcado (un libro magnífico que, a mi juicio, debería ser de lectura obligatoria en la ESO), pero que siempre ha sido completamente funcional al mismo. El sistema patriarcal se cruza, por supuesto, con otras relaciones de dominio como la posición social (la clase, si hablamos en términos clásicos) y el origen étnico (la raza, ese otro constructo histórico e igualmente funcional a la acumulación de capital), y se traduce en relaciones de explotación material asentadas sobre la violencia. Producto de todo esto es que en todas las facetas de la existencia humana, las vidas de las mujeres o identidades sexuales insumisas al binomio de género valen menos. Sus vidas y cuerpos valen menos: de ahí los abusos, agresiones y feminicidios. Sus trabajos o no se cuentan o cuentan menos, debido a una división sexual de trabajo que sigue sin valorar, ni social ni económicamente, las ingentes tareas de cuidados o reproductivas principalmente asumidas por mujeres. Y sus voces no se escuchan lo mismo porque a causa de las violencias anteriores su lugar en la sociedad suele situarse entre la población más precarizada, más empobrecida.

Estamos poniendo por delante las banderas (abolicionistas, regulacionistas etc.) y por detrás, la posibilidad de hablar juntxs

¿Y cómo se tendría que encarar la lucha contra el patriarcado en lo relativo a la prostitución que, no olvidemos, es una actividad que para muchas feministas representa la expresión máxima de la subordinación de las mujeres, de la cosificación y mercantilización de nuestros cuerpos?
Pues la traduciría en cosas muy concretas. Para ello, aterrizo en el marco del Estado español y en la situación del trabajo sexual aquí.

Desde una perspectiva feminista parece imprescindible partir del reconocimiento de la voz, reivindicaciones y autoorganización de las mujeres en situación de prostitución. En otras palabras, del reconocimiento de las prostitutas como sujeto político. OTRAS, la sigla del Sindicato de Trabajadoras Sexuales que se presentó el 21 de septiembre en Madrid da en el diana conceptual de una división absolutamente perversa. La división entre unas y OTRAS, entre decentes e indecentes. La frontera interesadamente edificada desde el patriarcado entre, por un lado, subordinaciones, dependencias y violencias avaladas por la institución matrimonial y, por otro, subordinaciones, dependencias y violencias denunciadas en la institución de la prostitución. Volviendo a Lerner, esta autora nos recuerda en la obra antes citada cómo el artículo 40 de las Leyes Mesoasirias estableció una clara jerarquía entre las mujeres respetables y las no respetables: las primeras eran aquellas cuya sexualidad y cuerpos estaban bajo el control de un hombre concreto (casadas, hijas solteras y concubinas) y las segundas eran las "otras": prostitutas del templo, rameras, esclavas. Entonces, para diferenciarlas de modo inconfundible, las primeras habrían de ir veladas y las segundas no. De forma que ya en el segundo milenio antes de Cristo se estableció una jerarquía a sangre y fuego entre mujeres domésticas y mujeres públicas.

Bien entrado el siglo XXI, esto es, cuatro milenios después y desde una perspectiva emancipadora, parecería importante unir fuerzas desde un todxs somos lxs OTRAS, pues desde hace más de cuatro mil años y en todas las partes del mundo, todxs hemos tenido que luchar contra la amenaza del estigma de puta y la exclusión social asociada al mismo. En este sentido, la ilegalización del sindicato OTRAS pedido por la Comisión para la investigación de malos tratos a mujeres, de la Plataforma 8 de Marzo de Sevilla» y apoyada explícitamente por la ministra de trabajo Magdalena Valerio son movimientos que inciden en esta línea divisoria entre mujeres. Una línea que, impuesta por el patriarcado hace milenios, aún es capaz de silenciar la voz de las “indecentes”, ahora convertidas en víctimas sin capacidad de agencia.

La lucha contra la Ley de Extranjería debería figurar entre los objetivos principales e insoslayables del movimiento feminista

En segundo lugar, considero fundamental establecer una diferencia nítida entre trata con fines de explotación sexual y trabajo sexual forzado en general, respecto a servicios sexuales realizados desde el consentimiento, incluida la prostitución. Aquí cabría hallar un consenso crucial para el movimiento feminista. Todxs estamos sin duda en contra de la trata así como de cualquier tipo de actividad sexual realizada contra la voluntad de las personas, mayoritariamente mujeres, que la desempeñen. En consecuencia, nuestra tarea común debería ser examinar bajo la lupa de este acuerdo básico cualquier ley o normativa, sea del ámbito que sea (europeo, estatal, municipal) para comprobar si las medidas implementadas inciden efectivamente en el objetivo de visibilizar e impedir estos trabajos forzados o si, por el contrario, yerran en su propósito. Este sería el caso de muchas de las ordenanzas municipales sobre prostitución examinadas por el grupo de investigación Antígona que, en palabras de su directora, Encarna Bodelón, muchas veces ocultan “la situación de las mujeres en situación de trata, en lugar de apoyarlas. Porque esa deuda [de las sanciones] se suma a la que la mujer ya tiene con la persona que la ha tratado”. Además, la autoorganización de lxs trabajadorxs sexuales también contribuye a la lucha contra la trata, como explica Chus Álvarez: “Como en cualquier otro sector laboral, cuando las personas trabajadoras están organizadas tienen mucha más fuerza para protegerse frente a abusos […] Esto no significa que sean inmunes a los abusos, sino que tienen más herramientas para prevenirlos, verlos venir y, si suceden, poder enfrentarlos con sus compañeras”.

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El sindicato OTRAS se ha defendido de las acusaciones vertidas en las últimas semanas por sus supuestos vínculos con la patronal: “Si fuese cierto que somos delincuentes, no estaríamos aquí”.

En tercer lugar, si de verdad buscamos ser eficientes en la lucha contra el patriarcado, incluida la institución de la prostitución, no tenemos más opción que ser radicales. No cabe hablar seriamente de abolir la prostitución sin terminar, primero, con la feminización de la pobreza. Que las mujeres y personas más directamente afectadas por la relación de explotación patriarcal (niñxs, transexuales y otrxs disidentes del sistema sexo/género) figuren siempre entre las más vulnerables entre los vulnerables (inmigrantes, gitanxs, jóvenes, precarixs) es una prueba irrefutable del buen engranaje entre acumulación de capital y patriarcado. Toda acción política capaz de poner palos en esta rueda contribuye a abonar un terreno de alianzas, recursos y discursos más fértil a la hora de negociar condiciones de acceso a renta, opciones laborales, elecciones vitales. Por ejemplo, la lucha contra la Ley de extranjería como máquina de producción de personas excluidas y pobres y, en consecuencia, de mujeres y transexuales abocadxs a prostituirse como una de las únicas formas de sobrevivir, debería figurar entre los objetivos principales e insoslayables del movimiento feminista. Otro ejemplo de batalla efectiva contra la feminización de la pobreza es la entablada contra la especulación institucional. De esta forma, el movimiento de vivienda (PAH’s, sindicatos de inquilinas o asambleas de bloques en lucha contra las expulsiones vecinales) genera dispositivos de autodefensa muy potentes contra una economía que ha convertido un bien básico (la vivienda) en su fuente de negocio principal. En estos espacios en conflicto por el derecho a la vivienda de nuevo, la mayor parte de las personas son de origen inmigrante, gitanxs, y, en un porcentaje muy alto, mujeres. ¿Y qué posibilidades de acceso a renta tienen estas mujeres empobrecidas?, ¿Qué capacidad de elección y de negociación en una relación laboral cuando lo que está en juego es o lo que sea, o verse de patitas en la calle? Volviendo a Lerner por tercera vez, según esta autora la prostitución es una salida plenamente establecida como fuente de ingresos para las mujeres pobres a mediados del segundo milenio antes de Cristo.

Un frente común feminista, imprescindible para luchar contra la feminización de la pobreza, debería estar compuesto por putas e insumisas

¿Crees que es posible establecer un frente común feminista alrededor de esta cuestión?

Es posible y, creo, imprescindible. Es el punto de partida para detener la máquina de generación de pobreza que es el capitalismo, para enfrentar la feminización de la pobreza que este sistema produce en su alianza con el patriarcado. En mi opinión, este frente común debería estar compuesto por putas e insumisas. Putas, porque como escriben María Galindo y Sonia Sánchez en Ninguna mujer nace para puta, “las alianzas prohibidas e insólitas son las únicas que nos enriquecen”. Insumisas, porque desde un feminismo emancipador (y no solo igualador en derechos dentro de un sistema que reproduce desigualdades constantemente) nuestro objetivo es rebelarnos ante cualquier mandato que intente asfixiar la construcción de autonomía. Autonomía para definir nuestra identidad sexual y de género, para ser soberanas sobre nuestros cuerpos, para decidir y organizarnos con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de las mujeres y de toda la sociedad.

Trabajo sexual
Sindicato OTRAS, prostitución, trata, complejidad, dudas y mínimos

La creación de un sindicato de trabajadoras sexuales en nada impide la defensa de esos derechos humanos básicos, la lucha contra la trata, ni los trabajos por la abolición o la regulación de la prostitución, ya que la legalización de esa organización no contribuye a la perpetuación de la prostitución, ni su ilegalización a su desaparición

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10/2/2019 0:17

¿Cómo se llama cuando una amiga entrevista a otra muy amiga, que casualmente está en la misma organización y probablemente cobran de la misma? ¿endofilia? Así se hace un curriculum feminista donde había autoatribuido activismo, de no precisa la fecha, contra precariedad y contra el racismo. La próxima vez, Marisa Perez entrevistará a Nuria, luego Nuria adquirirá curriculum de feminista, y así dos o tres más aparecerán como feministas para lavar la cara a la violencia prostituyente. Se llamarán "proderechos" y se referirán a las mujeres sometidas a la violencia de pago con el revolucionario término de "trabajadoras sexuales", como si las pensadoras feministas no hubieran desmontado la falacia de que la prostitución y la violación tengan como fin el sexo (no deseado por la persona sometida), sino la imposición del poder, de la fuerza, del dominio del putero y violador sobre la persona en situación de inferioridad en el sistema patriarcal y capitalista.

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#25649
7/11/2018 15:38

Sin renta basica universal, el feminismo va a ninguna parte

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