Laboral
Teletrabajo y conciliación: un fenómeno en auge con tareas pendientes

Las mujeres teletrabajadoras experimentan un conflicto entre el trabajo y la familia en el doble de medida que lo hacen los hombres que optan por esta modalidad. Investigadoras y madres subrayan la necesidad de poner límites y de impulsar para esta práctica, en la que encuentran muchas ventajas, mayor regulación y formación.
Horas extra
Las mujeres realizan horas extraordinarias en el trabajo y en casa. David F. Sabadell
1 may 2023 07:00

Ahora hace algo más de tres años que el teletrabajo se impuso, en medio del estricto confinamiento por la pandemia covid-19, en aquellos sectores que no eran considerados 'esenciales'. Desde entonces, algunas empresas —en los puestos de trabajo que no exigen presencialidad o al menos no lo hacen en el total de las jornadas— han optado por flexibilizar las condiciones de presencialidad e implantar un modelo más o menos híbrido. Pero aunque el teletrabajo tiene muchas ventajas, también encierra algunos riesgos, especialmente si entra en juego la conciliación familiar. 

Irina Fernández Lozano es socióloga, investigadora y profesora en la UNED, especializada en las diferencias de género en el uso del tiempo. Recientemente ha sido publicado un artículo académico del que es firmante donde analiza “el teletrabajo y las fronteras entre la vida y el trabajo durante la pandemia”. A través de la muestra del CIS de personas trabajadoras durante la pandemia, Fernández trató de exponer de qué manera estaba presente el conflicto familia-trabajo y trabajo-familia; el primero se refiere a cómo interactúa la familia con el empleo —falta de concentración por tener que atender a cuidados, sensación de dedicar poco tiempo al trabajo—; el segundo en cómo lo hace el puesto de trabajo con la familia —cansancio por el trabajo para atender a los cuidados, sentir que se dedica poco tiempo a la familia—.

Entre los resultados extraídos de la investigación, destaca que este tipo de conflictos se produjo en casi el doble de medida entre las mujeres teletrabajadoras con respecto a los hombres teletrabajadores durante el periodo estudiado, el inicio de la pandemia. ¿Ha cambiado desde el inicio de la pandemia, donde la situación del teletrabajo fue sobrevenida en muchas familias, esta realidad?

Para Irina Fernández, “esa primera imagen que teníamos del teletrabajo como una madre haciendo la comida y a la vez trabajando y a la vez cuidando a los niños se ha diluido un poco, y está bien que sea así porque el teletrabajo no es necesariamente eso”

Para Fernández, “esa primera imagen que teníamos [al inicio de la pandemia] del teletrabajo como una madre haciendo la comida y a la vez trabajando y a la vez cuidando a los niños, ya se ha diluido un poco. Y creo que está bien que sea así, porque el teletrabajo no es necesariamente eso”. La licenciada en sociología percibe en el teletrabajo una “herramienta muy interesante si, como todo, se emplea bien”.

Ventajas y desventajas

Cuando a Sara y a Usue se le pregunta sobre las ventajas que perciben en el teletrabajo, ambas madres trabajadoras hacen alusión a las facilidades que ofrece para conciliar, a la comodidad y reducción del impacto ambiental cuando hay largos desplazamientos de por medio —es el caso de Sara, que vive a 45 minutos de su puesto de trabajo— y a la flexibilidad horaria añadida por el hecho de que ambas son autónomas. 

Sara, que teletrabajaba antes de la pandemia, considera que es importante destacar su “situación de privilegio”, en tanto que al entrar dos sueldos en casa —y ser el de su pareja el de mayor cantidad y estabilidad— le “permite ajustar el número de horas que trabajo a las necesidades familiares”: “Si yo no llegara a fin de mes, mis hijas tendrían que estar en las extraescolares como todo el mundo y yo tendría que estar trabajando hasta las seis de la tarde”. Del mismo modo, asegura que ha aprendido, con el tiempo, a poner límite a sus horarios de trabajo.

Sobre esta segunda cuestión, Usue Madinaveitia, creadora de los movimientos #mamiconcilia, #papiconcilia y #miempresaconcilia, introduce un concepto: la responsabilidad social individual. “Creo que es cosa de todos que si nos llama alguien del trabajo y estás con la familia no tengas inconveniente en decir: 'Pues mira, me pillas en el parque, si no es urgente te llamo ahora o mañana'”.

La trampa del presencialismo vs la atomización del trabajo a distancia

En trabajos que no son necesariamente presenciales —o no al 100%— hay ocasiones en que la empresa no está por la labor de facilitar el trabajo. Para Irina Fernández, esto puede deberse principalmente a dos cosas: la inquietud de la compañía con respecto a la protección de datos y el mito del presencialismo. “Es cierto que todavía existe [en algunos trabajos] esta idea de que en casa se trabaja mal y de que hay que estar en la oficina, que tienes que permanecer tus ocho horas ahí, pero creo que progresivamente esta percepción está cambiando”.

“Nosotros como trabajadores hemos entrado en ese juego de pensar que necesariamente vamos a ser mejores trabajadores por estar en la oficina”, resume Usue

Usue y Sara son partidarias de optimizar la gestión del tiempo, y a veces eso se traduce en trabajar desde casa. Pero ambas hacen, de alguna manera, alusión a que el presencialismo ha calado entre las propias personas trabajadoras. “Nosotros como trabajadores hemos entrado en ese juego de pensar que necesariamente vamos a ser mejores trabajadores por estar en la oficina”, resume Usue. Sara lo ilustra bien: “Para mí es diferente cuando no me cunde en casa y cuando no me cunde en la oficina, porque el día que no te cunde en la oficina es como 'bueno, no he sido productiva, pero he estado aquí'”, mientras que cuando la jornada 'poco productiva' ha sido en el domicilio, el sentimiento de culpa es mayor.

Para Usue, la solución pasa por trabajar por objetivos bien dimensionados. “En casa es más difícil saber realmente cuánto tiempo has trabajado. Y si tú mides tu valía por las horas que supuestamente trabajas, te vas a sentir siempre en deuda”, asevera. Alude a una situación repetida entre las madres y los padres teletrabajadores: “Como sientes que te faltan cosas por hacer, acuestas a los niños y a las doce de la noche te vuelves a conectar porque te parece que hoy has pasado poco tiempo frente al ordenador”. O poco, o no el suficiente.

A esto se suma que, durante las jornadas en casa, no es raro que las pausas del trabajo se conviertan en pausas para adelantar faena doméstica. Los diez minutos del café, en vez de ser diez minutos del café, son 'aprovechados' para poner la lavadora o pensar la lista de la compra. Más allá de la conciliación, el teletrabajo presenta la desventaja de la atomización de las personas empleadas: dificultades para sindicarse, menor interacción social entre los miembros del grupo, etcétera. 

“Parece una frivolidad, pero no lo es, las conversaciones de pasillo son importantes; es positivo que las personas que trabajan en misma organización se relacionen, hablen, coincidan de manera casual y no necesariamente aborden temas de reunión”

En general, dice Irina Fernández, la gente prefiere fórmulas híbridas: hacer unos días de teletrabajo y otro/otros de trabajo presencial, “y que esas jornadas se aprovechen para socializar, para hacer actividades que no se pueden hacer a distancia y que son útiles con la gestión de las redes sociales laborales”. La socióloga incide en la cuestión del pasilleo: “Parece una frivolidad, pero no lo es, las conversaciones de pasillo son importantes; es positivo que las personas que trabajan en misma organización se relacionen, hablen, coincidan de manera casual y que no necesariamente aborden temas muy concretos como se hace en las reuniones”. 

Cuestión de equilibrios

La particularidad del teletrabajo o el trabajo desde casa es que el espacio laboral y familiar es el mismo. Hay cosas positivas en ello: en su estudio sobre teletrabajo y conciliación, Irina Fernández cita investigaciones sobre el impacto del teletrabajo que concluyen la existencia de “una menor probabilidad de depresión, al menos en algunos colectivos como las madres trabajadoras; una mayor satisfacción con el trabajo; o una percepción de una división más justa del trabajo doméstico entre las parejas e incluso mayor satisfacción personal de la pareja femenina”.

Pero también se reseñan dos riesgos en relación a la conciliación y la corresponsabilidad: “La vuelta a la 'doble jornada' para las mujeres, es decir, la profundización en los roles de género (...) y la llamada 'paradoja de la autonomía', según la cual la mayor autonomía de las personas trabajadoras se traduce en mayor intensidad y/o duración de la jornada laboral como resultado de en parte un mecanismo psicólogico de 'agradecimiento' acompañado de cierto sentimiento de 'culpabilidad'”. Es a lo que se referían Sara y Usue con la cuestión de la productividad y los límites. 

“Cuando mi pareja está teletrabajando, mis hijas respetan mucho más el entorno de trabajo de mi pareja que el mío. Es como que sin querer todos, desde nuestro subconsciente, le damos más importancia a su trabajo que al mío”

Teniendo en cuenta que las parejas (hombres) de ambas también trabajan desde casa, al ser preguntadas sobre si se ven reflejadas en los resultados del estudio, Sara sí percibe de manera más evidente el conflicto familia-trabajo. Pone dos ejemplos: el primero, la percepción de que cuando ella interrumpe su jornada para ir al colegio a por sus hijas lo ve algo natural, en ningún caso una pérdida de tiempo, “mientras que me da la sensación de que para mis compañeros ir a por sus hijos al cole durante la jornada de teletrabajo es como una especie de molestia”. El segundo acontece dentro de casa: “Cuando mi pareja está trabajando, mis hijas respetan mucho más el entorno de trabajo de mi pareja que el mío. Si los dos estamos en casa trabajando y ellas se aburren o necesitan algo, es a mí a quien vienen; es como que sin querer todos, desde nuestro subconsciente, le damos más importancia a su trabajo que al mío”.

Aunque para Usue puede haber una cuestión “casi biológica” detrás de este último ejemplo concreto, sí opina que las mujeres tienen un sentimiento de culpa, en general, “mayor que el de los hombres por los roles de género” y que, aplicado al tema del teletrabajo, haber interiorizado los cuidados como algo tan propio de lo femenino se traduce en que “cuando la mujer teletrabaja es una oportunidad para conciliar, mientras que cuando el hombre le trabaja ve una oportunidad para ser más productivo, para tener mejor calidad de vida, para flexibilizar, para organizarse de otra manera”.

Es algo que también reseña Fernández en su investigación: el teletrabajo adquiere “un significado y uso social muy diferentes para hombres (intensificando su dedicación al trabajo) y para mujeres (como herramienta de conciliación), acrecentando así brechas de género”, algo que ya en 2020 llevó a sindicatos a proponer que esta modalidad “no fuera vista como una 'medida de conciliación' sino una 'nueva forma de organización del trabajo' que puede 'facilitar las necesidades de conciliación y corresponsabilidad'”.

“Cuando la mujer teletrabaja es una oportunidad para conciliar, mientras que cuando el hombre le trabaja ve una oportunidad para ser más productivo, para tener mejor calidad de vida, para flexibilizar, para organizarse de otra manera”

Y si la cuestión de la conciliación ya presenta ciertas particularidades según el género, el factor de la clase social, adelanta Fernández, es tremendamente determinante: “La conciliación tiene diferentes caras según la clase social”.

Trabajo a futuro

Irina Fernández cree que el teletrabajo tiene una especie de “mala fama” y que “debe quitársela de encima”, porque ni siquiera tiene por qué tener, dice, un impacto de género negativo. “El teletrabajo no es negativo en sí, nos ayuda a concentrarnos y puede ser económica o medioambientalmente eficiente”, expresa.

Pero hace falta algunas cosas, por ejemplo, tener “las estrategias de gestión de las fronteras, de los límites; no utilizar las pausas para planificar o para colocar, sino para verdaderamente descansar”. Usue coincide con ella cuando expresa la necesidad de formarse. A esta cuestión, la socióloga añade en su publicación la necesidad de facilitar herramientas legales, formación sobre un teletrabajo igualitario y saludable, prestar atención a las fórmulas híbridas de teletrabajo para mantener los beneficios del trabajo presencial e incidir más en las ventajas que el teletrabajo presenta para el conjunto de la sociedad.

“El teletrabajo solo evidencia lo que ya había, que es la falta de corresponsabilidad que sigue existiendo; también sale en la foto que las mujeres se piden muchísimas más excedencias y reducciones de jornada y tienen mucho más trabajo parcial”

En línea de esto último, Usue va un paso más allá: “Creo que la máxima están en el respeto, en tener corresponsabilidad —y recordar que para que una persona coja la responsabilidad, otro debe soltarla—; pero no solo con la pareja, sino también entre empresa y trabajadores; creo que todo esto funciona si somos un poco más empáticos y tenemos en cuenta los intereses y las necesidades del otro”.

En cualquier caso, concluye Usue, el teletrabajo “no tiene la culpa” de las situaciones poco óptimas que se generan en las jornadas laborales, o en cómo interactúan las mismas con la conciliación. “El teletrabajo simplemente evidencia lo que ya había, que es una desigualdad que sigue existiendo, y una falta de corresponsabilidad que sigue existiendo y que con el teletrabajo vuelve a salir en la foto, igual que sale en la foto que las mujeres se piden muchísimas más excedencias y muchísimas más reducciones de jornadas y tienen muchísimo más trabajo parcial”. 

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