Pensamiento
“La realidad nos obliga a tener que redefinir conceptos como proletariado, burguesía y lucha de clases”

Jule Goikoetxea y Albert Noguera son los autores de 'Estallidos; revueltas, clase, identidad y cambio político' (Editorial Bellaterra).
Jule Goikoetxea estallidos
Jule Goikoetxea, autora de Estallidos, en Donostia. Gessamí Forner

Juntos han escrito un libro manejable: fácil de sujetar entre las manos y lo suficientemente divulgativo para leer en el metro a pesar de teorizar sobre conceptos políticos. Concretamente, sobre revueltas, clase, identidad y transformaciones. Albert Noguera es profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de València; Jule Goikoetxea, de Ciencias Políticas en la Universidad del País Vasco. De forma casi epistolar —a través de una conversación— construyen y redefinen nociones que hace cien años parecían claras y hoy ya no lo son tanto. Como científicos de laboratorio, en vez de intelectuales de salón, parten de realidades sociales que dan pie al título de su libro, Estallidos, para ir tejiendo lo que académicamente enuncian como “imbricación materialista”.

Supongo que Frente Obrero, GKS y las rock stars de la izquierda española no leerán Estallidos, pero ¿por qué deberían leerlo?
Jule: Estoy segura de que hay gente que lo leerá siendo o no cercana a diferentes grupos que no necesariamente sean los nuestros. Frente Obrero lo considero una organización protofascista, por lo que el interés no será muy grande. Pero hay gente en la izquierda que, estando de acuerdo o no con lo que se plantea en el libro, lo leerán, y agradeceríamos que las críticas o ideas que les merezca, se pudiera compartir públicamente, para hacer un debate tranquilo con gente que no opina de la misma manera pero comparte trinchera. 

¿Qué diríais que aporta vuestra libro?
Albert: Una redefinición de conceptos clásicos de la teoría marxista a partir del análisis de los estallidos sociales desde la metodología de la dialéctica materialista. A menudo, el marxismo ortodoxo utiliza conceptos como proletariado, burguesía y capital, e interralaciones, como explotación y lucha de clases, propios del siglo XIX, y los considera como si fueren verdades absolutas, universales y generales aplicables a cualquier tiempo y realidad. Jule y yo pretendíamos hacer lo contrario: partir de una realidad concreta para crear teoría. Observar cuáles son los sujetos, las consecuencias, las causas y los resultados de los estallidos. Y, como las realidades cambian, la teoría que deriva de ellas nos obliga, inevitablemente, a redefinir los conceptos.

La pureza ideológica nos parece peligrosa en todos los sentidos

Defendéis las identidades y recordáis que “luchar por llegar a fin de mes no es ser reformista”, realizando una crítica no demasiado velada a los ideólogos de la pureza y de un agradable paraíso distópico sin estructuras de poder.
Jule: No estamos a favor de la pureza porque nos parece peligrosa en todos los sentidos. Primero está la supervivencia material de la gente, no las teorías exquisitas que tildan de reformistas a trabajadoras de residencias que exigen salarios de 1.200 euros, en vez de la abolición del trabajo. Nuestra apuesta es poner en circulación teorías y visiones que sirvan a la gente. Desarrollamos la teoría, más que de la interseccionalidad, de la imbricación materialista.

¿Quiénes protagonizan los estallidos del siglo XXI?
Albert: Hay movimientos sindicales, antirracistas, feministas, pero normalmente quienes los protagonizan son una amplia masa de gente, mezcla de clases populares y de clases medias que comparten pocas cosas. Ni voto, ni estilos de consumo, ni niveles culturales. Comparten un conjunto común de agobios de su vida cotidiana: menores niveles de protección social, faltas en el transporte público, el incremento del precio de la luz, del alquiler y de la gasolina, etc. Asuntos que se han considerado como reformistas pero que, organizados, dan potencialidad política a los estallidos. Esas pequeñas reivindicaciones pueden proyectarse en procesos de transformación a largo plazo.

Hablemos de identidades.
Jule: Desde una izquierda reaccionaria están intentando introducir una escisión entre lo identitario y lo material y, además, convertir la identidad en identitarismo. Nosotras defendemos que la identidad es la dimensión semiótica de toda materialidad y no las contraponemos. No contraponemos materialidad a identidad, economía y cultura, porque desde ahí se desarrollan los discursos que ponen en primer lugar una causa de dominación y convierten el resto de causas en secundarias, despreciándolas. Por eso no estamos a favor de la división entre lo material y lo identitario. Son diferentes dimensiones de una misma cosa. Y, por último, tampoco estamos de acuerdo con el identitarismo: defendemos que la organización y la lucha para la emancipación debe articularse en base a los proyectos políticos. Es decir, adónde queremos llegar, en vez de dónde venimos, sin olvidar de dónde venimos y quiénes somos. Es posible hacer proyectos políticos emancipadores para una mayoría teniendo en cuenta lo que nos compone históricamente, pero poniendo en primer plano qué queremos conseguir políticamente.

Tal y como lo definió Marx, la clase no es una identidad, la clase es una relación

¿Podríais definir identitarismo?
Albert: Un tipo de identitarismo son, por ejemplo, los discursos anclados en la idea de centralidad proletaria, en los cuales la lucha en el campo económico salarial sería la única que transforma, mientras que todas las otras luchas, que consideran simbólicas, culturales o incluso algunos las llaman “agentes del neoliberalismo”, nos distraerían supuestamente de la lucha principal. Creo que todos esos discursos tienen el problema de que, aparte de no saber en qué mundo viven, presentan problemas teórico-conceptuales importantes: tratan la clase social como si fuera una identidad subjetiva, una cosa que se sobreañade al análisis económico, como si la clase fuera ser de barrio, ser hijo de padres sin estudios o hablar con un vocabulario determinado. Si realmente ser de clase obrera fuera eso, el proyecto de Marx de una sociedad sin clases nunca sería posible, a no ser que matáramos de golpe a todos los sujetos que comparten esos atributos identitarios, lo cual es bastante absurdo, porque al día siguiente de la revolución socialista no pasaremos todos a hablar con un vocabulario fino y a vivir en una casa con jardín sin tener que levantarnos a las cinco de la mañana para ir a trabajar. Tal y como lo definió Marx, la clase no es una identidad, la clase es una relación. No es la clase la que crea la relación, sino la relación la que produce la clase. Tú eres de una clase social no por ti misma, sino en relación a otras, que son de clase opuesta y se relacionan contigo a partir de una relación de explotación y dominación. Y como las relaciones de explotación y dominación no solo se dan en el ámbito laboral, sino también en los de género, de raza, etc., las mujeres y personas racializadas pueden perfectamente ser clase.

Albert Noguera
Albert Noguera, autor de Estallidos. Foto: cedida

¿Qué es un estallido?
Albert: Un estallido es un momento en que la masa rompe con una realidad estructural, una jerarquía y una autoridad, que ya no reconoce. El estallido es un acontecimiento de ruptura, y es causa y consecuencia de una crisis de régimen.
Jule: Tradicionalmente los estallidos han sido protagonizados por los excluidos, sujetos borrados de las estructuras del Estado. Los incluidos se integran en la nación por la vía del consumo o del derecho. Pero el parlamentarismo y los partidos políticos están en crisis, y cuando esos canales de mediación social fallan, los estallidos pasan a generalizarse por amplios sectores de la población. 

¿Por qué?
Jule: Porque la necropolítica neoliberal que empieza a expandirse en los años 80 aún tiene mucho recorrido y no hay organización organizada, valga la redundancia, que haya conseguido una correlación de fuerzas necesaria para hacerle frente estructuralmente. Vemos que la gente está enfadada y más movilizada, aunque desorganizadamente. El capitalismo está arrasando con todo y eso significa que hay que hacer frente de forma organizada, tanto a los fondos buitre como a sus estados, y digo suyos porque pertenecen a las corporaciones que privatizan, mediante el estado, el suelo, la vivienda, la sanidad, el agua, la electricidad, etc. No sabemos qué forma tendrán los estallidos que vendrán, pero sabemos que vendrán porque la pobreza seguirá expandiéndose más rápido que una mecha encendida ahora que con un click las corporaciones te pueden subir la electricidad o quitártela mientras invierten billones en mercados de futuro.

No sabemos qué forma tendrán los estallidos que vendrán, pero sabemos que vendrán porque la pobreza seguirá expandiéndose más rápido que una mecha encendida

Lo afirmáis con seguridad.
Albert: Sí, además, vivimos un momento histórico donde las instituciones de representación política y creencias ideológico-culturales sobre las que se sustentaba la legitimidad del sistema democrático liberal y, por tanto, se organizaba el consentimiento voluntario de los individuos hacia este, entran en crisis. En este contexto de crisis de autoridad y jerarquías, la nueva manera que el poder tiene para ejercer la función reguladora sobre nuestras vidas y mantener el orden es, aprovechando la digitalización, a través de un incremento de los mecanismos fácticos de control como el seguimiento de nuestras trazas del móvil, la cuenta bancaria, la tarjeta de crédito, coacciones fácticas sobre nuestros movimientos, etc. El incremento de todos estos mecanismos de control social y la restricción de libertades puede favorecer la aparición de nuevos estallidos. 

En el libro alertas sobre la imposibilidad hoy de usar la Justicia para transformar…
Albert: No digo que el Derecho no sirva, ya que tener la posibilidad de dictar normas y la fuerza para imponerlas permite transformar y es un elemento indispensable para ello. Lo que digo es que hoy, aunque asumas el Gobierno del aparato estatal, no tienes el monopolio de la juridicidad. Tus normas pasan a competir en un mercado de productos legislativos de distintos legisladores formales e informales, de distintas escalas territoriales, regido por un darwinismo normativo donde, la mayoría de las veces, las normas estatales no son las más fuertes y quedan disciplinadas por las decisiones de otros operadores.

Ahora se negocia la reforma laboral en el Congreso y uno de los principales escollos precisamente es la prioridad aplicativa de los convenios colectivos, ya que no quieren que se prioricen los más cercanos, los más territoriales. ¿Qué nos dice esta situación?
Jule: Vemos de nuevo que la izquierda española organizada, con Unidas Podemos, Yolanda Díaz y los sindicatos CC OO y UGT, no llega a entender que no pueden reformular el Estado hacia la izquierda mientras compartan con la derecha un núcleo político muy importante materializado en las estructuras del Estado, en sus aparatos de justicia, fuerzas de seguridad, curriculum educativo, infraestructuras y medios, como es la no aceptación de que la identidad nacional española se ha construido sobre una ideología supremacista e imperial. Precisamente ese es el problema de Podemos en Euskal Herria y en otras comunidades nacionales en las que no están permeando bien. Las izquierdas de naciones minorizadas lo ven claro, pero ellos no. Si traicionas o mientes cada dos años a todas las comunidades nacionales del Estado, sea con la plurinacionalidad, sea con la reforma laboral, no tienes futuro en esos territorios. Si no entienden que primar el convenio estatal por encima de los demás es un ataque a las clases trabajadoras de estas naciones, difícilmente podrán consolidar una nueva coalición porque no encontrarán bases en los territorios. No llegan a entender las movilizaciones por la emancipación nacional, frente a esa España del régimen del 78. La reforma laboral es una muestra de cómo la lucha de emancipación nacional y de la clase trabajadora van y deben ir juntas. La pelea social es la base de dicha emancipación que tiene como objetivo el bienestar material. Pueden perder el Gobierno con la narrativa que están haciendo de la reforma laboral, porque no van a conseguir los números necesarios si siguen con el mismo planteamiento. Si condicionas tu proyecto “histórico” a la aceptación de las élites, en vez de ofrecer un proyecto transformador, lo primero que harán las élites será darte una patada en el culo cuando puedan. Es la misma estrategia del PNV, solo que el PNV es de derechas. ¿Pero puede ese planteamiento conciliador entre sindicatos solo españoles y la patronal funcionar para aglutinar a la izquierda de todo el Estado, en un momento donde además el Estado está inundado por Vox, el cual tiene ya a jueces, policías, etc. organizados internamente? Lo dudo.

Si traicionas o mientes cada dos años a todas las comunidades nacionales del Estado, sea con la plurinacionalidad, sea con la reforma laboral, no tienes futuro en esos territorios

Ahora Pablo Iglesias reivindica la plurinacionalidad. 
J
ule: Y Arzalluz e Ibarretxe fueron independentistas, cuando se jubilaron.

Saltemos fronteras y charcos: Chile.
Albert: Es una gran noticia que Boric ganara la segunda vuelta y asuma en marzo la presidencia del país. Pero hay que ver las capacidades de maniobra que existen. En las votaciones legislativas de noviembre la derecha sacó mayoría en el Congreso, por lo que el Gobierno lo tendrá muy difícil para sacar cualquier tipo de ley que no sea pactada con la derecha. Si las disposiciones transitorias de la nueva Constitución no obligan, inmediatamente después de su aprobación, a revocar los poderes actuales y proceder a una nueva reelección, lo que parece que no va a ser así, todo indica que Boric podría pasarse cuatro años sin disponer de mayoría en el Congreso y tener que pactarlo todo con la derecha.

Y volviendo al Estado, ¿15M?
Jule: Fue un estallido. Se crearon las mareas, hubo diferentes estallidos con continuidad en determinados sitios del Estado español, y Podemos surge de esos estallidos que llevaron a estructuras consolidadas. Por eso el 15M fue importante para la historia contemporánea de España, sobre todo en Madrid. La izquierda española está mejor que hace 15 años en lo que se refiere a conciencia, análisis y organización, pero sigue teniendo límites para entender que están en un Estado plurinacional.

El ciclo de movilización entre 2010 y 2018 en Catalunya no consiguió sus objetivos finalistas, pero obtuvo dos grandes logros

El Procés.
Albert: El ciclo de movilización entre 2010 y 2018 no consiguió sus objetivos finalistas, pero obtuvo dos grandes logros. De una parte, el fortalecimiento organizativo del independentismo: con el Procés, muchas personas que antes solo votaban cada cuatro años incorporaron a su cultura política prácticas de organización y movilización. De otra, la violencia policial, las detenciones, los encarcelamientos y la persecución política sobre miles de personas han creado una intersubjetividad compartida, empotrando en el sentido común de una amplia parte de la población catalana numerosos elementos que problematizan con el régimen del 78, y que antes de la represión no estaban. Estos dos factores conforman estructuras de rebelión latentes. Y, si el Estado no es capaz de ofrecer soluciones políticas a corto plazo, el conflicto volverá a estallar.

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Agapito
16/1/2022 1:11

Aún compartiendo trinchera con dichos "científicos de laboratorio", lamento discrepar en cuanto a la cuestión de la reforma laboral. Excusa que a los autores les sirve para argumentar sobre identidades cuando menos cuestionables.

Por una parte, sin ser jurista, y hasta donde yo he leído, cuando un convenio provincial (autonómicos hay pocos) establece mejores condiciones salariales que uno estatal, prevalece el provincial. Al igual que un convenio de empresa puede mejorar uno provincial.

Por otro lado, aprovechar la cuestión de la reforma laboral para arrimar la sardina de la identidad nacional, me parece un tanto forzado. Entiendo que las identidades se pueden superponer, añadir e incluso contraponer: ser del Madrid y no ser de derechas, sentirse español (como Machado, Serrat, Miguel Hernández, etc) y no poder compartir que "la identidad nacional española se ha construido sobre una ideología supremacista e imperial".

La realidad no necesariamente es ellos/nosotros: "Las izquierdas de naciones minorizadas lo ven claro, pero ellos no". ¿Se puede ser de izquierdas y no nacionalista? (Una tontería: tengo algún familiar carlista y nacionalista).

En fin, que en compartiendo gran parte del discurso, me chirrían algunos párrafos, como por ej:
"Si no entienden que primar el convenio estatal por encima de los demás es un ataque a las clases trabajadoras de estas naciones, difícilmente podrán consolidar una nueva coalición. No llegan a entender las movilizaciones por la emancipación nacional, frente a esa España del régimen del 78. La reforma laboral es una muestra de cómo la lucha de emancipación nacional y de la clase trabajadora van y deben ir juntas".

No obstante, intentaré conseguir el libro para poder opinar con mayor conocimiento. Gracias.

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Flores Magón
16/1/2022 18:05

Muy de acuerdo con estos comentarios. La "identidad nacional" (ya sea de los nacionalismos imperiales o de las nacionalismos minorizados) es siempre excluyente y es una añagaza para engatusar a los trabajadores y hacer que nuestras luchas se diluyan en cuestiones identitarias en las que los trabajadores encontramos siempre extraños compañeros de viaje: las burguesías nacionales, nuestros enemigos de clase. Me temo que el caso catalán y vasco no escapan a esta lógica. Nuestra patria es el mundo entero, nuestra familia, la humanidad. Ningún Estado, grande o pequeño, nos va a redimir. Como decía Dürrenmatt: "Cuando el Estado se dispone a asesinar, se hace llamar patria". Si hemos de hablar de identidades, defendamos más bien las identitades sumatorias, mestizas, variadas y con una visión universalista, y no las identidades excluyentes y de aldea, que no responden más que al "espíritu de campanario".

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ERRE
15/1/2022 12:50

En Euskadi, parece claro que la componente identitario-nacionalista va a marcar el paso en cuanto PNV y Bildu sigan aproximando posiciones. En realidad, el PNV sigue pensando en exprimir la debilidad de Sanchez y veremos si tiene el valor de poner el péndulo en marcha para acercarse a PP-VOX cuando cambie el ciclo. De este escenario, donde PSOE y Podemos, seguirán siendo subsidiarios en Euskadi, la clase obrera tiene las de perder, porque Bildu prioriza su componente identitario al de izquierdas. Muy vascos y mucho vascos frente a homónimos españoles, ya que los nacionalismos (español, vasco, catalán) necesitan inflamarse con un enemigo con quien confrontar y crecer, y la polarización que trae VOX no es tan mal bienvenida en este sentido para los nacionalismos periféricos. Una película ya vista donde los que dependen de un salario estrecho las seguirán pasando canutas pero con una identidad bien gorda a la que agarrar su vida precaria. Pero, sentirse heredero de una estirpe no pone comida en la cocina de gas.

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