Partido Popular
Mariano Rajoy dimite como presidente del Partido Popular

El expresidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha anunciado que deja la presidencia de su partido. Su aplicación de las políticas de austeridad económica es el principal legado del político pontevedrés.

Rajoy en el Congreso
Mariano Rajoy, en el Congreso, durante la sesión de control previa a la moción de censura. Dani Gago
5 jun 2018 13:04

La moción de censura del pasado 1 de junio sigue reformulando la política española. Cuatro días después de la victoria de Pedro Sánchez y de la caída del presidente Mariano Rajoy, el político pontevedrés ha anunciado que dejará la presidencia de su partido tras la celebración del Congreso extraordinario de los populares, aún sin fecha.

Se va Rajoy sin reconocer el fondo de la sentencia de la Gürtel, un fallo judicial que condena por corrupción a título lucrativo al PP, y que ha supuesto el fin político de una generación. 

Rajoy deja un par de avisos al nuevo Gobierno, frágil, bajo su punto de vista. Advierte a Sánchez de que la situación dista mucho de estar calmada y habla de los "pésimos compañeros de viaje" que dieron su voto al PSOE en la moción.

El presidente de la austeridad

El 20 de noviembre de 2011, Rajoy pasó a ser el sexto presidente de la restauración democrática después de que el PP obtuviese una holgada mayoría absoluta sobre el PSOE. Superaba así sus dos derrotas electorales anteriores, las dos ante Zapatero. La primera en 2004, cuando los atentados de Atocha y la gestión comunicativa de un PP metido hasta las trancas en la “guerra contra el terror” de George W. Bush, supusieron una reacción de la sociedad española que llevó a los populares a perder unas elecciones en las que partía con ventaja.

Pese a que en 2008 volvió a perder, Rajoy superó la oposición de su partido y esperó un momento que llegó con la profundización de la crisis económica. En mayo de 2010, el Gobierno de Zapatero aceptó el marco de recortes económicos impuesto por el triunvirato formado por Banco Central Europeo, Comisión Europea y Fondo Monetario Internacional, algo que, un año y medio después, llevaría al PSOE a desplomarse en las urnas ya con Alfredo Pérez Rubalcaba como candidato. A finales de agosto de 2011, Rajoy junto a la plana mayor del PSOE, pactó la reforma del artículo 135 de la Constitución, para priorizar el pago de la deuda sobre cualquier partida presupuestaria, algo que ha definido el último lustro de la política económica.

A partir de 2011, Rajoy, junto a Soraya Sáenz de Santamaría y Cristóbal Montoro —el ministro de Hacienda que más tiempo ha estado en el cargo— estableció su “doctrina del shock” mediante, primero, una batería de medidas de recorte de los presupuestos públicos y el gasto social, y, posteriormente, una agenda de reformas económicas destinada a vincular el marco de la austeridad a las decisiones de cualquier Gobierno.

Además, su Gobierno llevó a cabo un programa de salvación de los beneficios del sector bancario mediante la creación del llamado Banco Malo —SAREB— que absorbió los activos inmobiliarios que la banca no había conseguido colocar en los mercados y el rescate de varias cajas. Uno de esos rescates, el de la antigua Cajamadrid, transformada en Bankia, tuvo que ser realizada con fondos del Banco Central Europeo, lo que supuso un “rescate financiero” nunca reconocido como tal. En ese periodo también se produjo la Amnistía Fiscal, llevada a cabo por Hacienda, con la que el PP quiso repatriar dinero de algunas de las mayores fortunas de este país a cambio de evitar problemas legales a los tenedores de las cuentas en paraísos fiscales. 

La gestión económica del Gobierno de Rajoy fue celebrada en todas las instancias de poder europeo. Indiferentes ante su nula capacidad para comunicarse en inglés o su indiferencia hacia su propia imagen en el extranjero —todo lo contrario que Aznar—, la canciller alemana Angela Merkel o el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker han apoyado a Rajoy hasta el último momento y le han puesto como ejemplo frente a otros Gobiernos del sur de Europa.

fracaso relativo de su programa ideológico
La extrema eficacia para llevar a cabo el programa del Gobierno de los Consejos de Ministros en el apartado económico no se trasladó completamente a las reformas de tipo ideológico que el Gobierno de Rajoy intentó impulsar. El 23 de septiembre de 2014, el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, dimitía ante el fracaso de la Ley del Aborto que quiso impulsar para satisfacer al ala derecha del partido. De igual manera, la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) de Juan Ignacio Wert, con la que el PP intentó imponer su sello en la educación, ha sido recurrida en varios de sus puntos, otros no se han desarrollado, y está pendiente de una derogación. Aún así, la LOMCE sigue funcionando en un sistema educativo que sigue sin recuperar el nivel de inversión que tenía hace una década.

 

Las fuertes protestas sociales de 2011, 2012 y 2013 declinaron en los años siguientes en todas partes del Estado. La reforma laboral impulsada por el Gobierno de Rajoy tuvo efectos inmediatamente en la extensión de contratos temporales y precarios, y también supuso la salida de alrededor de un millón de personas entre 2010 y 2016, según datos del Instituto Nacional de Estadística. 2,5 millones, según la organización de migrados económicos Marea Granate.

Junto a la extensión de la precariedad y la desesperanza de las personas trabajadoras jóvenes, la puesta en marcha de la Ley de Seguridad Ciudadana y las reformas en el Código Penal por parte del Ministerio de Interior, tuvieron un efecto claro en el descenso de las movilizaciones a partir del año 2014.

Si la política económica marcó la primera fase del Gobierno de Rajoy, la inestabilidad política agitó su fase de interinidad —entre diciembre de 2015 y octubre de 2016— y su segundo y corto mandato, que terminó el 1 de junio de 2017. La emergencia de la “nueva política”, la disputa por parte de Ciudadanos del campo del centroderecha, la “gota malaya” de los casos de corrupción que ha terminado desmontando al PP, y, por encima de todo, el problema con el Gobierno de Catalunya, han terminado acorralando a Rajoy, defensor de la inacción activa como solución a los problemas.

En abril, el partido afrontó con una sonrisa forzada su convención nacional en Sevilla. En medio de la tempestad formada en torno a Cristina Cifuentes, el PP intentó convencer a la opinión pública de su fortaleza. Pero la sentencia de la Gürtel, hecha pública en mayo, ha precipitado el fin del único hilo del que pendía el partido. Con la salida de Rajoy termina una época del PP, sin que haya una percepción clara de si el partido conservador tiene algún recurso para entrar en una nueva fase.

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