Ecología
El capitalismo verde quiere comerse los bosques

El capitalismo verde lanza una ofensiva mediática y política en defensa de la explotación forestal para la producción de energía. ¿Qué hay detrás del negocio de la biomasa?
Bosque de eucaliptos
Bosque de eucaliptos entre Zumaia y Getaria. Ander Balanzategi


1 feb 2023 07:10

“Aprovechar la biomasa de nuestros bosques. Una asignatura pendiente.” “el monte rentable no arde”. “España posee 28 millones de hectáreas forestales, pero solo el 20% cuenta con instrumentos para su buena gestión”. “Cómo puede salvar la industria de la biomasa a la España vaciada“. Esos son algunos de los muchos titulares con los que nos hemos topado últimamente en medios de comunicación de todo tipo. ¿Por qué ahora? ¿De dónde sale semejante homogeneidad discursiva en medios tan diferentes (sic) como El Mundo o La Ser? Para hallar respuesta a este espacio de consenso en medio de la cacareada polarización política hay que mirar a hacia aquellos actores que como sabéis llevan décadas defendiendo con uñas y dientes el desarrollo social y ecológicamente sostenible de los territorios rurales. Efectivamente, me refiero a las grandes energéticas y a los terratenientes. Muy preocupadas las energéticas con el cambio climático al que a sabiendas han contribuido, y los terratenientes que llevan siglos explotando territorios y población, proponen una brillante idea para salvar el mundo y la “España vacia”: Quemar bosques para producir energía. Casi puedo imaginarme su teatral diálogo. ¿Qué tal si talamos los bosques, les prendemos fuego y generamos energía eléctrica con ello? ¿Y si financiamos esta empresa absurda con fondos públicos mientras nos lucramos? ¿Y si encima hacemos pasar esto como energía verde, como mecanismo de lucha contra el cambio climático, como herramienta de gestión sostenible de los bosques y como solución económica para las poblaciones rurales? Buff,  no se si tragará…, espera que ahí vienen los ingenieros de montes, ya verás como se les ocurre algo. Y la cosa funcionó.

Durante años grandes conocidos como Acciona e Iberdrola de la mano de actores regionalmente relevantes como Greenalia y Ence se han beneficiado de importante financiación pública (local, regional, nacional y Europea) y privada para devastar bosques y poner en marcha deficitarias e ineficientes plantas de biomasa.

Greenalia por ejemplo haciendo uso de una campaña greenwashing de manual, emitió bonos certificados como verdes (por la siempre fiable Standards & Poor's), por valor de 224 millones de euros. Del mismo modo obtuvo 125 millones de euros de entre otros el Instituto de Crédito Oficial (ICO) y del Banco Europeo de Inversión para la construcción de la mayor planta de biomasa del Estado, en la localidad gallega de Curtis-Teixeiro, donde crearía empleo y prosperidad, energía barata y limpia a la vez que contribuye a la descarbonización de nuestra economía, un chollo valla. Todo el mundo parecía feliz. Los actores públicos podían decir que cumplían al dedillo con la agenda de la transición ecológica y digital y seguir así malgastando fondos públicos.  Los terratenientes (recordemos que el 70% de los montes en el Estado español son privados) podrían  explotar a gusto bosques y promover la expansión de monocultivos de arbolado. Y las energéticas aumentar sus márgenes de beneficio a la vez que lavaban su imagen. Pero alguien dijo lo obvio. Ey, tal vez, talar bosques, incluyendo bosques primarios con árboles centenarios para prenderles fuego en grandes térmicas en procesos que solo son rentables con enormes subsidios destinados a la “transición verde” tal vez no sea muy verde que digamos.  Así que, tras la investigación y las denuncias de ecologistas, el Parlamento Europeo se comprometió a revisar la directiva europea de energías renovables, cosa que sucedió en septiembre del 2022.  Como cabía de esperar, nada radical ni verdaderamente sostenible salió de la votación, no obstante, se pusieron obstáculos a que majestuosos árboles centenarios de bosques primarios en territorios protegidos acabaran convertidos en astillas y pellets.  Desde entonces el capitalismo verde y sostenible anda inquieto y movilizado, -¿Es que acaso no saben esos abraza-árboles que la mejor manera de proteger al bosque es meterle maquinaria industrial y devastarlo, convertir en astillas robles y hayas y de paso producir la electricidad que demanda la economía digital y sostenible?

Los titulares con los que comenzaba el artículo son parte de la ofensiva lobbística y propagandística desplegada por terratenientes y energéticas para mantener y expandir el negocio de la tala y quema de bosques, perdón producción de biomasa. Han multiplicado como hemos visto su presencia en prensa donde de manera machacona se refiere a los bosques como un stock de recursos a los que, para salvar de su destrucción y quema hemos de…. talar y quemar. Como el discurso es contraintuitivo y fundamentalmente absurdo han financiado y organizado congresos y seminarios simpáticos con la causa. Por ejemplo, el Instituto de la Ingeniería de España” organizó el pasado mes de diciembre las jornadas de “Biomasa y Aprovechamiento Forestal.” Sus conclusiones, replicadas acríticamente por los medios, repiten machaconamente una serie de falacias que en breves voy a tratar de desmontar.  La primera es que la quema de bosques para la obtención de energía es un fuente verde y sostenible. La segunda, es que para su supervivencia los bosques requieren de una gestión neoliberal y extractivista. La tercera, que todo este proceso de absurda destrucción es beneficioso para las comunidades rurales. La cosa podría parecer una broma de mal gusto si no estuviera tanto en juego, para los terratenientes y las energéticas se trata del dinero, para el resto, se trata de defender la vida.

 

Primera falacia: La biomasa forrestal es una energía verde y sostenible

 

Una central pequeña como la de Corduente en Guadalajara de 2MW de potencia devora 20.000 toneladas de biomasa seca al año, las más grande en Curtis, Galicia (50MW) 500.000 toneladas. Por poner las cosas en perspectiva. Una provincia con amplia superficie forestal y escasa densidad de población como Segovia puede llegar a generar una biomasa forestal potencialmente aprovechable de unas 43.000 toneladas anuales, y esto es dentro de los cálculos destructivos de los parámetros de gestión capitalista de la naturaleza.

Harían falta diez provincias como Segovia, para alimentar “sosteniblemente” la central gallega y producir 325GW.

Desgraciadamente esto no sería suficiente ni para cubrir el consumo eléctrico de esa provincia que en el 2020 alcanzó los 838 GW.  Según los datos del Inventario Forestal Nacional, el “stock” total disponible de biomasa forestal de la provincia de Segovia es de unos 22.992.689 millones de toneladas. Con eso podríamos satisfacer la voracidad eléctrica de Castilla y León durante dos años, ni uno más. Lo voy a decir con otras palabras. La destrucción de cada árbol, cada rama, cada raíz, de cada encina, pino, roble, quejigo, chopo, y de las cuatro hayas resistentes daría para dos años de consumo eléctrico. La devastación de todo un mundo donde sobreviven comunidades humanas desde hace milenios; Donde en cualquier día y a unos minutos caminando desde Maello, Muñopedro, Ayllón o Valsaín pueden verse corzos, ciervos y jabalís, buitres, milanos y águilas, daría para dos años de “business as usual” en Castilla. La biomasa forestal no es por lo tanto una alternativa a la producción energética actual. Sería un complemento, y más bien modesto, a las hidroeléctricas, termo eléctricas y nucleares ya puestas en funcionamiento. Y digo complemento y no sustitución por que el consumo de energía per capita no decrece ni permanece estable, tiende a incrementar, de ahí la ansiedad capitalista por encontrar nuevas fórmulas cada vez más destructivas de generación de energia.

Hablemos ahora de lo verde que es la gestión sostenible de los bosques. Una gigantesca máquina de más de treinta toneladas de peso se abre paso en el bosque. Sus 159kw de potencia la permiten avanzar en cualquier tipo de terreno, aplastando, destruyendo, compactando la tierra. Su enorme brazo articulado dotado con un cabezal cosechador tala y devasta los árboles ya desnudos, que son apilados. Toca el turno del arrastrador de troncos, otro monstruo metálico que con sus garras mueve y apila, lo que más tarde será conocido como biomasa, para algunos la energía verde del futuro. Estas máquinas consumen entre 10 y 25 litros de fuel a la hora y son solo el principio de la cadena de suministro. Esto es claro está si existen pistas forestales abiertas. En caso contrario hay que añadir a este proceso la incursión de excavadoras y bulldozer (20l la hora) fundamentales para abrir y nivelar los caminos por los que se adentraran el resto de los instrumentos. El material apilado por los arrastradores será cargado en camiones tráiler que oscilan en su capacidad entre 10 y 25 toneladas (con un consumo de unos 35l por cada 100 km), aunque ya se están incorporando megatrailers capaces de cargar entre 40 y 60 toneladas (55-75l por cada 100 km). Estos transportarán la biomasa bien a centros logísticos para su procesamiento y astillado o bien directamente a las centrales biomasa (las más avanzadas cuentan con sus propios sistemas de procesamiento). Hacer si queréis la cuenta de lo ecológico que resulta transportar y procesar 500.000 toneladas anuales.  Multiplicarlo por las 20.000 millones de toneladas (sí, aproximadamente como la totalidad de los árboles de la provincia de Segovia) que quiere explotar a nivel de Estado el capitalismo verde.

Segunda Falacia: Los bosques deben ser explotados

“La gestión sostenible de los bosques es imprescindible para garantizar la persistencia de los mismos” nos dice el Ministerio para la transición ecológica y el reto demográfico. Y el capitalismo verde aplaude. Los bosques llevan existiendo aproximadamente 390 millones de años. La humanidad lleva explotándolos sistemáticamente cerca de 3000 años. Como sabemos el capitalismo no ha hecho más que acelerar a nivel global el proceso de deforestación. Si hay algo claro y rotundo es que los bosques no necesitan de intervención humana para garantizar su supervivencia. Mas bien todo lo contrario. Otra cosa es el monocultivo industrial de especies comerciales como el pino o el eucalipto. Pinares como los que rodean a Cuéllar (por seguir con los ejemplos segovianos) requieren de la constante intervención humana por que ciertamente los monocultivos compuestos de arboles de edades semejantes tienden a arder. De hecho, las causas humanas y mecánicas asociadas a su explotación están entre las principales fuentes de orígen de incendios forestales. Ni que decir tiene que el capitalismo es también responsable de la ausencia de medios para prevenir y atajar incendios como el de Zamora, pero eso es otra historia. Los pinares que rodean Cuéllar no son un bosque, son un terreno industrial que requiere de la constante intervención humana, técnica, mecánica y química para su mantenimiento. Un bosque este compuesto de diversidad, variabilidad, irregularidades, de un incontable número de especies, superficies y edades. Lo pueblan árboles, plantas, animales, insectos, bacterias y hongos. Un bosque sano necesita tanto de árboles viejos como de jóvenes pues unos y otros contribuyen a que determinadas especies prosperen. La industria de la bioenergía es enemiga de esa riqueza y esa diversidad. No es por azar que las principales plantas de biomasa forestal y agrícola vengan directamente asociados a grandes monocultivos como los de Huelva o Curtis-Teixeiro.

Esto evidentemente no quiere decir que haya que demonizar a especies como los pinos. Es cierto, como dicen los defensores de la explotación industrial forestal que a la sombra de los monocultivos castellanos  crecen y rebrotan encinas y quejigos, hierbas y matojos. Aumenta la humedad, disminuye la temperatura, el suelo se enriquece, mas plantas, mas animales.  Yo he visto tejones en Valladolid y especies de buitre que se creian perdidas en la zona norte de Ávila. Pero sucede esto no en los espacios mecanizados y sometidos a la explotación sino en los rincones que han permanecido en un oportuno abandono. Al bosque le sienta bien no ser explotado. Tampoco quiere decir esto que las poblaciones no puedan habitar el bosque. La idealización urbana de los territorios rurales, contemplados como paisaje, como escenario, como teatro, espacio recreativo o de deporte no es sino el otro reflejo de la explotación industrial. Existen y han existido espacios de convivencialidad, entendimiento y hasta cierto punto, aprovechamiento de bosques. Pero de nuevo, la explotación industrial forestal se ha demostrado enemiga de lo sostenible. Las talas “verdes” han contribuido a la desecación de arroyos y rios, la desaparición de flora y fauna, y con ello a los tejidos sociales insertos en prácticas verdaderamente sostenibles. Sucede hoy esto en Canada y Australia. Pero también en Cantabria, Galiza y Asturias.

 

Tercera falacia: La biomasa es beneficiosa para las comunidades

 

Los terratenientes y las energética no han estado en el pasado del lado “del campo” ni de la “España vaciada” como dicen en su propaganda. Llevan siglos de destrucción, de amoralidad y devastación. Cuando pueden dañan. Pensemos en Iberdrola, adaliz de la biomasa, y el medio ambiente, pero que no duda en desembalsar el agua de sys pantanos  en medio de una crisis hídrica para enriquecerse. Otro ejemplo es Greenalia, la compañía que se vende como la “energética verde” ha sido objeto de fuertes protestas por la perjudicial instalación de sus parques eólicos en Galicia (otro día hablamos de la burbuja eólica) ¿Y los terratenientes? El capitalismo rural ha vapuleado a las sociedades y los territorios con inusitada crueldad y quiere seguir haciéndolo con talas masivas, privación y expropiación de espacios comunales. La postura de esta clase ha quedado recientemente clara. El Congreso Nacional de la Propiedad Forestal organizado por la principal patronal de terratenientes (Confederación de Selvicultores de España) y la Junta de Castilla y León cerró con la lectura de la llamada “Carta de Valladolid”. A fin de promover la gestión activa del territorio forestal proponen “revolucionarias” ideas, a saber: Fomentar la concentración de tierras, acelerar las participaciones público-privadas, y como no eliminar las trabas económicas, legales y ambientales que impiden la aceleración de la devastación forestal. Pueden sacarse muchas conclusiones sobre la creciente oleada de iniciativas explotadoras y extractivistas. Voy a exponer la primera y más obvia.

No existen fórmulas mágicas para producir energía a una escala industrial sin producir graves daños ambientales y sociales. No existen energías verdes.

Conceptos como el de minería sostenible o el de gestión forestal ecológica son falacias que solo sirven para justificar la lógica incuestionable del consumismo.  Esto deja desde luego abiertas muchas preguntas. ¿Energía para qué? ¿A qué precio? ¿A costa de quién? ¿Necesitamos nuevas plantas de energía o replantear nuestro modelo social y productivo?  ¿Quién sufre o padecerá las consecuencias de mi factura de la luz ecosustentable? ¿Quién sufre o padecerá las consecuencias de que un puñado de terratenientes y accionistas aumenten su margen de beneficios?

*En una versión anterior del artículo se hacia referencia a este informe del 2010 para apuntar los datos de la biomasa forestal de la provincia de Segovia. Se han actualizado los datos con los últimos aportados en el Inventario Forestal Nacional del 2020.

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