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Aprendiendo filosofía con el punk patatero de La Polla Records

Los cáusticos esputos lanzados por Evaristo en las canciones de La Polla Records contenían materia adecuada para hablar de filosofía política en el instituto. Así lo entiende el profesor Tomás García Azkonobieta, autor de un ensayo que explora distintas corrientes de pensamiento a partir de sus letras. Cuarenta años después del primer disco del grupo, varias generaciones de artistas y activistas han moldeado su obra y prácticas escuchando aquellas canciones.
Evaristo Gatillazo La Polla Records
Foto: Álvaro Minguito
23 abr 2024 06:00

En muy pocas ocasiones se habrá comparado a Evaristo Páramos, cantante y líder del incendiario conjunto musical La Polla Records, con filósofos sofistas como Antifonte. Pero ha pasado. Lo hace Tomás García Azkonobieta en su reciente ensayo La filosofía es La Polla (Pepitas de Calabaza, 2024), donde señala que ambos parecen coincidir tomando partido por la naturaleza frente a la construcción social, esa dicotomía entre physis y nomos, lo natural y la convención, característica del pensamiento sofista. Uno desde sus discursos en la Atenas del siglo V a.C. y el otro desde las canciones de una banda punk de un pequeño pueblo alavés a mediados de los años 80 del siglo XX, filósofo y músico difundieron la idea de que si las fronteras, las leyes y las costumbres son invenciones humanas, bien pudieran haber existido de manera diferente a la conocida.

El cantante no se habrá visto en otra igual, pero las páginas firmadas por García Azkonobieta sostienen una premisa interesante: muchos asuntos presentes en los discos de La Polla Records se hacen eco de las preocupaciones de la desencantada juventud griega de mediados del siglo IV a.C. De hecho, el autor entiende que más que con los sofistas, Evaristo y el grupo encajarían mejor con otra escuela filosófica griega posterior, la de los cínicos, “que desafiaron abiertamente el orden establecido y con su actitud irreverente despreciaron la cultura y las convenciones de su época”, según se lee en el libro.

En su recorrido analítico sobre la lírica de La Polla Records, este profesor de Filosofía en un instituto público de Logroño viaja del ágora ateniense a otras plazas, las del 15M en 2011 donde las viejas canciones de la banda “cobran vida y parecían más actuales que nunca”, ocho años después de la separación del grupo y pasadas tres décadas desde sus primeros ensayos. Los temas discutidos durante esa primavera indignada eran muy similares, recuerda García Azkonobieta, a los que se escuchaban en discos como No somos nada, Salve o Revolución: la codicia de los banqueros, la herencia de la dictadura en los órganos de poder, la crisis de representatividad democrática, la corrupción política generalizada, las múltiples caras de la violencia sistémica, el consumo compulsivo o el seguidismo de la política imperialista estadounidense. Todo eso estaba en aquellas canciones convertidas en himnos populares que se seguían coreando en bares, centros sociales o manifestaciones. Y esas canciones pueden ser puentes para aprender filosofía, como propone el autor.

Este acercamiento popular a la filosofía con el que García Azkonobieta trata de establecer diálogos entre la “balada inculta” de La Polla Records y pensadores que se han ocupado de asuntos políticos —entre otros, Sócrates, Diógenes, Platón, Hobbes, Kant, Marx, Bakunin, Marcuse o Debord— nació en las aulas donde imparte clases. “La idea del libro surgió preparando una actividad para trabajar los conceptos básicos de Marx: lucha de clases, alienación, ideología… Tenían que ejercer de censores de un supuesto nuevo gobierno que había decidido ilegalizarlos. Les pasé varias canciones de La Polla —‘Los siete enanitos’, ‘Mis riñones’, ‘Tan sometido’— para que eliminasen todo lo que sonase marxista. Después tenían que proponer un texto alternativo conforme a la ideología capitalista… Fue muy divertido”, recuerda el docente.

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Evaristo: “Yo no canto de okupación porque siempre he vivido de alquiler y he sobrevivido a dos hipotecas”

Asegura Evaristo que su madre nunca ha ido a verle a un concierto, aunque le han llegado noticias de lo que su hijo hace sobre el escenario. Entre otras cosas, el regreso de La Polla Records con cuatro actuaciones y una canción nueva hará posible que la señora lo compruebe de primera mano.

Aunque Evaristo y los músicos del grupo han sido reacios a definirse ideológicamente —“quieres identificarnos, tienes un poblema”, esa mítica frase de “No somos nada”—, para García Azkonobieta queda claro escuchando su discografía que sus canciones “ponen rima, música, ácida ironía y humor a la sesuda y amarga crítica de Marx al capitalismo”. Siguiendo al pensador alemán, señala que los privilegios que la nueva clase social dominante —la burguesía— disfruta a costa de los sacrificios de la clase trabajadora generan odio y resentimiento de los explotados contra los explotadores, dos sensaciones que La Polla Records “sublima”, según el autor, en temas como “Canción de cuna” o “Quiero ver”. En su opinión, lo más importante de las letras de la banda es “no solo el talento de Evaristo para escribir buenas canciones, que es innegable, sino también su instinto para dar en el clavo y abordar los problemas fundamentales de la filosofía política que han llevado de cabeza a los grandes ‘hombres del saber’ a lo largo de la historia”.

En las páginas de La filosofía es La Polla, García Azkonobieta utiliza numerosos extractos de letras de canciones para introducir el pensamiento político y las teorías de corrientes filosóficas y autores muy variados, de distintas épocas y enfoques. Algunos de sus planteamientos, considera el profesor, están expresados en los temas de la banda de Agurain/Salvatierra con las peculiares maneras de Evaristo. Por ejemplo, él vincula a La Polla Records con la Escuela de Frankfurt puesto que esta tiende a describir el capitalismo como “un ente que adquiere vida propia, que parasita e inocula mediante la publicidad necesidades y sueños ficticios” y que nos convierte en una “manada de insatisfechos”, como canta Evaristo en “Y ahora unos minutos de publicidad”. En la canción “Chica ye-yé”, el letrista retrata “ingeniosamente” los deseos fetichizados en productos de consumo, “enmarcados en una idealización romántica de las relaciones y la frustración que produce el nuevo estado del bienestar” que Herbert Marcuse, integrante de la Escuela de Frankfurt, describe en sus obras.

El comienzo de “Las marras” sirve a García Azkonobieta para relacionar a La Polla Records con filósofos políticos como Thomas Hobbes, John Rawls, Locke, Rousseau o Spinoza. Todos, explica, comparten la moderna idea de que si se pretende explicar el origen y el fundamento de la sociedad se debe partir de los individuos. Desde otra perspectiva, también cita un texto del anarquista francés Pierre Joseph Proudhon sobre la asimetría de poder entre individuo y Estado que perfectamente “podría ser una letra de La Polla”. La tensión entre ambos polos queda reflejada en una canción como “Socios a la fuerza”.

La noción de democracia representativa es uno de los principales temas abordados por La Polla Records. Las críticas de Evaristo en “El congreso de ratones”, por ejemplo, van “más allá del viciado origen histórico de la democracia española y se centran no ya en la herencia ideológica o en la falta de cualidades éticas o intelectuales de nuestros políticos sino en elementos fundamentales de todas las democracias modernas, como el concepto mismo de representación”, señala el autor, quien también recuerda que la letra de “El alcalde” describe el voto, “la supuesta gran conquista de la democracia, como una forma de sumisión, una renuncia a la libertad individual”. Según García Azkonobieta, el “rechazo a la posibilidad misma de ser representado y a la vez ser libre, crítica que se encuentra en letras de La Polla Records” fue también un argumento de Jean-Jacques Rousseau.

La filosofía política de las relaciones laborales aparece con frecuencia en el libro. El profesor recuerda que, en el nuevo contrato social, las clases acomodadas aceptan las políticas de redistribución de las rentas (el principio de igualdad de Rawls), pero exigen a cambio la protección de los fundamentos de la producción capitalista, lo que suele llamarse “reconciliación de capitalismo y democracia”. Para el autor del ensayo, los situacionistas franceses, y también La Polla Records en la canción “El sindicato”, entendieron esa reconciliación como una renuncia en la que los trabajadores, representados por los sindicatos, aceptan “prácticamente todo en las negociaciones colectivas a cambio de la seguridad de un nivel mínimo de vida”. Otro tema que figura entre las preocupaciones de Evaristo es la guerra, mencionada en canciones como “Dios”, “Otro militar”, “El séptimo de Michigan”, “Johnny” o “Moriréis como imbéciles”.

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40.000 mañanas escuchando a La Polla Records

En 1990, La Polla Records publicó el himno de quienes nunca abren telediarios: los millones de personas que viven tristemente y mueren democráticamente.

Nacido en San Sebastián en 1973, García Azkonobieta creció en un entorno en el que las canciones del grupo de Evaristo adquirían un sentido más concreto, aterrizaban sobre la realidad del territorio: “Para muchos que éramos adolescentes por aquel entonces, la situación política en Euskadi en esos años —moría gente todos los meses— te obligaba a forjarte una posición ideológica, a pensar mínimamente sobre estos temas. Las letras de La Polla escapaban de los discursos gastados de los partidos, ofrecían una visión con más perspectiva del conflicto”. Y pone como ejemplo la canción “Sin país”, que, en su opinión, es una muestra de lo que significa ser radical en filosofía, ir a la raíz del problema. “Se están matando por su país, es una guerra, ¿tú con quién estás? Pero espera, ¿qué es un país?, se pregunta Evaristo”, comenta. La respuesta se encuentra en la misma canción: “Veo árboles, casas, piedras, policía, pero no veo crecer países por ninguna parte. Un país no es nada, nada lo justifica. Ni sus putos muertos, ni sus putas batallas”.

“En ‘No somos nada’ se respira también un poco de ese aire anarquista, apátrida, liberador y existencialista que encajaba muy bien con nuestra sensibilidad adolescente”, dice Tomás García Azkonobieta, autor de ‘La filosofía es La Polla’

García Azkonobieta añade otra pincelada necesaria a ese retrato juvenil del País Vasco a mediados de los años 80: “En ‘No somos nada’ se respira también un poco de ese aire anarquista, apátrida, liberador y existencialista que encajaba muy bien con nuestra sensibilidad adolescente. Lamentablemente, el argumento de la sangre fue más poderoso y el nacionalismo se convirtió en el eje de rotación de la dinámica política”.

Los nietos de los que perdieron la guerra civil

José Antonio Vargas Cárdenas tenía 22 años cuando salió en 1984 el primer disco largo de La Polla Records, Salve. Dice que no se le va a olvidar nunca cómo conoció entonces la música del grupo de Evaristo. Fue en un bar gallego en Barakaldo. Echó una moneda en la gramola y empezó a sonar la canción que abre ese álbum: “Ya por cómo sonaba el nombre del grupo me atrajo. La canción era ‘Venganza’, fue como si te dieran con un bate de béisbol en plena conciencia. A los colegas y a mí nos dejó tiesos. Decía ‘voy arrastrando mi decepción de un escenario a otro escenario’ y nosotros, la chavalería de aquella época, íbamos arrastrando nuestra decepción de barrio en barrio y de bar en bar porque era eso lo que éramos, unos decepcionados”.

Hoy recuerda que canciones como esa abrieron los ojos a su cuadrilla de amigos en Barakaldo. Asegura que escuchar a La Polla Records les hizo pensar. “Más que politizarnos, nos radicalizó y nos hizo ser antisistema en aquella época”, precisa. Ese efecto se produjo, en su caso, por la identificación desde la propia experiencia: “Las letras no contaban cosas con metáforas raras, sino tal como eran. Te hablaban de las cosas que vivías, que conocías. En aquella época había un paro grandísimo, era la reconversión industrial en los años 83 y 84. Las letras de La Polla eran exactamente lo que pensaba un chaval de barrio, en el paro y flirteando con las drogas”.

También desde la primera persona cuenta Félix Jiménez que escuchar a La Polla Records fue muy decisivo en su caminar. Activista ecologista y repartidor en bicicleta de El Salto en la cooperativa A Toda Biela, Jiménez reconoce que “como chaval de Madrid de clase media que entró en contacto con estos grupos más en los años 90”, ese encuentro, sobre todo con las canciones de Evaristo, fue fundamental para acercarse a unos derroteros ideológicos a los que era muy difícil que hubiera podido llegar de otra manera. De las canciones de rock y heavy que tocaban al final de las verbenas de las fiestas de su pueblo, a escuchar grupos del llamado rock urbano y luego a otros de corte más político, en su caso Reincidentes, La Polla y Kortatu, en un recorrido que compartieron numerosos adolescentes en Madrid en aquellos años 90 cuando aún se intercambiaba con fruición cintas de casete en el instituto. “La música era un factor identitario en aquel momento y escuchar a esos grupos me llevó a tener ciertas amistades y, sobre todo, al llegar a la universidad, a empezar a militar en ciertos espacios”, recuerda.

Jiménez no tiene ninguna duda de que su vida hubiera sido diferente de no haber escuchado a La Polla Records y lo explica recurriendo a la metáfora de la matrioska. “Igual que había sucedido con los grupos, una vez que empecé a participar en colectivos políticos, unas puertas fueron abriendo otras: educación popular, agroecología, ecologismo, feminismo. Detrás de todas esas puertas había aprendizajes y formas de vida que fueron calando poco a poco. Nunca sé hasta qué punto porque siempre se tiene la intuición de que podría haber llegado a lugares parecidos por otros caminos, pero lo cierto es que la primera puerta que me sacó del camino previsto fue la musical y ahí, aunque La Polla no fue el primer grupo en orden cronológico, sí es con el que más afinidad puedo sentir. Recuerdo una frase que decía hace ya bastantes años que era que ‘toda mi ideología cabe en las letras de La Polla Records’. Ahora mismo quizá ha quedado un poco obsoleta pero en el fondo esa base está ahí, todavía tiene mucho peso a día de hoy y ha sido el sustento para seguir evolucionando en otros aspectos”.

El poder transformador que otorga a las canciones de los de Agurain/Salvatierra se concentra en las letras, de las que Jiménez destaca la habilidad para “sintetizar de forma muy intuitiva realidades ideológicas mucho más complejas”. Esa intuición es, en su opinión, la mayor virtud de Evaristo. “En una entrevista le preguntaron por Hugo Chávez y respondió: ‘Me parece un payaso pero como a ellos les jode tanto, algo bueno tiene que tener’. Detrás de aquel análisis me parece que opera esa intuición no demasiado sesuda políticamente pero que en la mayoría de los casos da en el blanco”. Para él, se nota que la base ideológica de las letras “no está en los libros sino en la propia experiencia y en la calle” y ahí sitúa la que quizá sea la característica más destacable del grupo en su opinión, la facilidad para “politizar”.

Según Pablo Carmona, activista en la Fundación de los Comunes, las letras de La Polla Records fueron “la escuela política que toda organización política hubiese deseado para sus juventudes”. Escucharlas no hacía automáticamente que el oyente se implicase en colectivos a la izquierda de la izquierda, señala, pero sí ayudaba a que hubiese un “medio ambiente cultural” juvenil de simpatía por esas ideas, lo que se dejaba notar en centros sociales, okupaciones y manifestaciones. Él mismo se declaró objetor de conciencia al servicio militar y se interesó por el movimiento de insumisión en 1988, dos años después de que su tío le regalase Salve grabado en una cinta. Su resumen es que el grupo liderado por Evaristo logró ordenar una suerte de teoría política a partir del punk que se mimetizaba muy bien con la época. “Lo que permitían las letras de La Polla —explica— era generar una corriente radical de argumentos que penetró más allá de los ambientes militantes y eso servía de cierto caldo de cultivo para la politización. Letras directas, contundentes y con enorme cantidad de ideas y argumentos rápidos. Lo que todo adolescente necesita para contraatacar frente a las ideas más oficiales y normativas en las discusiones en los bancos del parque, en los bares o en el instituto”.

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La Polla Records en Madrid. Crónicas de una ciudad

En los tiempos políticos de los buenos chicos, de su nueva moral acaramelada, y de la reacción conservadora, que La Polla reventase en Madrid fue un regalo.

Carmona, que fue uno de los concejales de Ahora Madrid muy crítico con la gestión de la alcaldesa Manuela Carmena entre 2015 y 2019, también analiza la impronta de las letras de Evaristo en aquella izquierda autónoma madrileña de finales de los años 80 y principios de los 90 sobre la que la izquierda independentista vasca ejercía un notable ascendiente: “Del ‘un patriota, un idiota’ los sectores anarquistas sacamos oro para poner en el centro las cuestiones sociales y de clase frente a la influencia nacionalista vasca que tanto espacio ocupaba a nuestro alrededor. Ese eje más anarquista y autónomo que socialista y abertzale fue crucial y La Polla, además de los grandes grupos punks vascos con Cicatriz y RIP a la cabeza, nos abrían esa oportunidad”.

La genealogía de las letras de La Polla Records se remonta, según Carmona, a algunas experiencias previas desarrolladas en los márgenes durante la dictadura. “Manteniendo la esencia punk, conservó en sus letras críticas políticas de los movimientos de lucha y contraculturales de los años 70 que algunos otros grupos no trataron, sus letras se parecían mucho a los cómics underground de los primeros años 70, los de Nazario o las revistas Ajoblanco, Bicicleta y STAR”. Él también señala otra característica diferencial y reactiva con el entorno en que se desarrolló el grupo: “Todo ello incluyendo el ‘muy punk, muy punk’ que ya en tiempo real hacía crítica del contexto de reapropiación y mercantilización de lo punk que se empezaba a vivir a mediados de los años 80 y que no solo era detectable en La Movida madrileña y viguesa o en la cultura progre barcelonesa que tuvo la capacidad de construir un sistema de políticas socialdemócratas profundamente clasistas tapizadas de lenguajes contraculturales y libertarios”.

Los discos de La Polla Records cruzaron el charco y llegaron a otras latitudes donde también se dejaron notar. Lo confirma el director de cine Javier Corcuera, quien escuchó en su Lima natal a la banda antes de instalarse en España en 1986. Lo hizo a través de casetes piratas y asegura que esas canciones le han acompañado toda la vida. “La Polla Records —explica— fue una banda que llegó a unos sectores a los que quizá otras bandas no llegaron y que sí ayudó a tomar conciencia de determinadas cosas no solamente aquí sino también en América Latina. Una cosa interesante de sus letras es que son universales, trascienden a lo local a pesar de ser una banda tan local, de un pueblo de Euskadi. La gente en América Latina hacía suyas las letras, en México, en Argentina, en Perú… Creo que es una banda que ha trascendido e invitado a pensar a mucha gente, no solo aquí. También ha trascendido generaciones, no solo fronteras. Como dice Evaristo en la película, para ser de pueblo no estuvo mal”.

La película a la que se refiere es No somos nada, un documental estrenado en 2021 en el que Corcuera acompañó a la banda en sus conciertos de despedida para los que se reunieron después de haberlo dejado en 2003. En estos conciertos finales, la madre de Evaristo vio por primera vez a su hijo en acción sobre un escenario. “En la distancia corta, Evaristo es muy divertido, muy sencillo. Como dice él, gente de pueblo. Muy conversador, le gusta contar historias. Desde el primer día que empezamos a rodar y lo acompañábamos en las caminatas por el campo fue fácil descubrir que teníamos un muy buen narrador para la película”, recuerda el director.

Durante el rodaje, Corcuera se reencontró con la música del grupo y comprobó de primera mano los efectos que aún despierta. “Cuando hablábamos de que estábamos planeando hacer esta película, mucha gente nos decía ‘por La Polla Records lo que quieras’. Me sorprendía la gente tan dispar y variada que conocía a la banda y a quienes había influido. Creo que La Polla Records ha trascendido el nicho punk pero con mucha distancia. Es una banda que no solo escucha la gente cercana a ese género musical, se ha convertido en música popular. Hay versiones en salsa, versiones en cumbia, y eso no pasa con cualquier banda de punk”.

Aúpa el punk patatero, me cago en dios

Leyenda, exageración o pura mentira, de La Polla Records —oficialmente La Polla en virtud de una resolución judicial de 1993— se cuenta que su primer concierto fue en 1979 en la discoteca de su pueblo y que a él asistió un tercio de los 3.000 habitantes de Agurain/Salvatierra. El pinchadiscos los presentó como unos jóvenes imitadores de La Orquesta Mondragón. Evaristo había quedado impresionado con el disco de los Sex Pistols y eso fue el detonante para intentar hacer algo parecido con los colegas de la cuadrilla. Así comenzó una carrera que los llevó por escenarios de todo el mundo y que convirtió al cantante en lo más parecido que ha habido por aquí a una estrella del punk, con un tono a medio camino entre el del predicador concienciado Jello Biafra de Dead Kennedys y el del bufón despectivo Mark E. Smith de The Fall. Todo combinado con un toque propio difícil de describir y que el mismo Evaristo calificó como punk patatero.

De lo que sucedió en el movimiento punk a mediados de los años 80 fue agente principal y testigo de excepción Joni D. desde Barcelona. Agitador desde las páginas de varios fanzines creados por él, también miembro de algunos grupos y promotor de conciertos, su libro Que pagui Pujol! Una crónica punk de la Barcelona de los 80, publicado en catalán por La Ciutat Invisible en 2010 y un año después en castellano, deja constancia de una escena musical sin domesticar. Junto a su hermano lanzó las grabaciones iniciales de Desechables, montó los primeros conciertos en Barcelona de grupos punk vascos como RIP o Basura en 1984, y también llevó allí a Kortatu un año después. Sin embargo, Joni D. no asistió a la primera actuación en la Ciudad Condal de La Polla Records en 1985, cuando presentaron su primer disco en la antigua sala Zeleste. “No fui porque con lo poco que había escuchado, con aquella batería electrónica y el sonido aquel que no acababa de ser tan agresivo, me parecían unos infiltrados”, recuerda en conversación con El Salto. Unos meses después se encontró con el grupo de Evaristo en Vitoria. “Allí estaban los de L’Odi Social, que iban a tocar en las fiestas de La Blanca, y dos de ellos dormían en casa de Evaristo y cuando fueron a buscarme al tren me dijeron que yo iba a dormir allí también. Cuando viajaba siempre iba cargado de discos, fanzines,... Antes de ir a Vitoria había estado en Italia y me había traído mogollón de discos para intercambiar y vender de un grupo de dbeat a lo Discharge llamado Wretched, un grupo muy militante de okupas y del movimiento libertario. Hablando con Evaristo le regalé mi fanzine, Niños drogados por Frank Sinatra, e intercambiamos discos de La Polla Records, que acababan de sacar Revolución, por algunos de Wretched”. Ahí nació una cierta relación de amistad entre ambos.

“En el punk del País Vasco había un componente rural importantísimo, ligado a las cuencas industriales, pero en cambio La Polla quedaban un poco fuera de todo. No estaban en la urbe, como Eskorbuto, ni tampoco en una cuenca como los BAP o RIP”, recuerda Joni D.

Joni D. analiza los elementos diferenciales de La Polla Records con respecto al resto de bandas punk de la época y encuentra una explicación incluso geográfica. “Si un estribillo te engancha, eso es para siempre y, claro, el de ‘No somos nada’... Las letras de Evaristo tenían un componente que te acercaba, que lo sentías. Musicalmente eran de los más personales, eso hay que reconocerlo. No era el clásico uno-dos-tres-cuatro, uno-dos-tres-cuatro. Me imagino que eso tiene relación con que estaban un poco alejados de la escena, vivían en un pueblito entre Pamplona y Vitoria, tierra un poco de nadie. En el punk del País Vasco había un componente rural importantísimo, ligado a las cuencas industriales, pero en cambio La Polla quedaban un poco fuera de todo. No estaban en la urbe, como Eskorbuto, ni tampoco en una cuenca como los BAP o RIP”. También recuerda, entre risas, otro rasgo propio de la banda: “Evaristo es un monstruo escénico, le he visto hacer cosas que no haría nadie: acabar una canción, girarse, meterle un mordisco a un bocata de chorizo, meterse una raya de speed y seguir cantando”.

Para el periodista cultural John Tones, resulta obvio qué es lo que hace diferente a La Polla Records: un sentido del humor muy particular y personal, imitado pero nunca superado y muy relacionado con la forma de ser del cantante. “Es un sentido del humor que refuerza el componente completamente ácrata del grupo, que no solo tenía el posicionamiento político habitual en la época —antiautoritario, antieclesiástico, totalmente a la contra de cualquier tipo de manifestación del poder— sino que eran muy descreídos del propio movimiento punk, al que observaban con cierta distancia”. Esa lejanía, opina, incluye al punk en general y al rock radical vasco en particular, ya que “en la época en que salieron hubo muchos conflictos con grupos como ellos o Eskorbuto, que se negaban a someterse a las directrices del rock radical vasco, un movimiento muy dirigido por determinado espectro político del independentismo vasco. Y esto no les gustaba demasiado, aunque no tuvieron un enfrentamiento tan frontal con el rock radical vasco como lo tuvo Eskorbuto”.

Según Tones, ese sentido del humor como característica central del cancionero de La Polla Records se plasma especialmente en el cuarto disco de la banda, Donde se habla, publicado en 1988, en el que todas las canciones están disfrazadas de metáforas de animales. “Trata temas típicos del punk, porque La Polla Records no tienen una especial originalidad en cuanto a la temática, pero su punto de vista le da un sentido del humor absolutamente único y es lo que hace que les recordemos después de tanto tiempo”, valora.

El periodista Yago García opina sin exagerar que ‘Ciervos, corzos y gacelas’ es “una de las mejores canciones de amor que se han escrito jamás en castellano. Si le quitas los guitarrazos se queda en un poema precioso”

Este disco supuso un antes y un después en la opinión sobre la banda de otro periodista, Yago García. Dejó de verles como “unos proveedores de himnos para gente que se tomaba el punk sobre todo como un asunto de tribu o subcultura antes que como una cuestión de actitud y principios éticos y estéticos”, según recuerda. Al escuchar Donde se habla, García descubrió que La Polla Records era un grupo “bastante más ambicioso y con más miras, aparte del lanzamiento de consignas sobre tres acordes de guitarra. Sin ser tan sorprendente en términos de sonido como Anti todo de Eskorbuto, que era más cercano al pospunk, tiene unas letras fantásticas. Creo que, sin exagerar, ‘Ciervos, corzos y gacelas’ es una de las mejores canciones de amor que se han escrito jamás en castellano. Si le quitas los guitarrazos se queda en un poema precioso”.

Además de esa canción, García destaca otras dos del disco, por el tratamiento y la alusión a temas LGTBI: “Animal sin nombre” y “Ocho mariposas”. Sobre la primera dice que le mete el dedo en el ojo “con muchísima gracia” a una escena punk que queda retratada como “una panda de machitos garrulos y homófobos que están performando ritos de virilidad con la excusa de la estética punk. Me encanta que Evaristo, con su donosura y lenguaje habituales, anime a su oyente, al que puedes imaginar como un chaval de familia obrera con su chupa pintada a boli y sus granos, a autocuestionarse y preguntarse si no es gay. Me gusta que termine con esa consigna tan bonita de ‘disfruta tu cuerpo que tu coco lo agradecerá’”.

En cuanto a “Ocho mariposas”, García valora que hable “de chicas lesbianas sin el menor asomo de juicio y de morbo”. En su opinión, Evaristo hace en la letra algo “dificilísimo” de encontrar en la música pop, “un relato contado en muy pocas palabras y que te planta una impresion en la cabeza de los paletos de Elorrio que van de punkis quedándose pasmados e indignados ante el hecho de que esas chicas alemanas mochileras sean lesbianas”.

Y yo no quiero callarme

La influencia de La Polla Records sobre los grupos de punk en España ha sido enorme, muchísimas bandas del género han clonado su sonido y el tono de voz de Evaristo. Pero fuera de ese entorno también calaron, incluso en nombres que pueden resultar sorprendentes. En septiembre del año pasado, la cantautora Rozalén coincidió con Evaristo en un festival y publicó en redes sociales una foto con él diciendo que es uno de sus ídolos. Cuando tenía 17 años, La Polla Records actuó en un evento que resultó importante para ella durante su juventud. Era 2003 y el grupo de Evaristo presentó allí el que resultaría su último disco de estudio. “Escucho rock y punk desde la adolescencia —comenta la cantante—. Siendo de Albacete, el festival de mi vida ha sido el Viña Rock, le debo toda esa parte que me hace sentir como muy animal, muy salvaje, muy libre. He escuchado desde cría a grupos como La Polla, forman parte de la historia de mi vida. No sé si ha influido tanto en mi carrera porque, como cantautora, la música que hacemos es muy diferente. Me encantaría que me influyera en cuanto a sentirme libre, y ese punto un poco canalla. A veces sí que me sale a relucir un poquitín la cresta, pero salvando mucho las distancias”.

“Hay canciones de mi adolescencia que hoy serían censurables totalmente, incluidas algunas de La Polla, y eso hace que las cosas sean diferentes”, afirma Rozalén

Rozalén, ganadora del Premio Nacional de Músicas Actuales 2021 en el que el jurado destacó su actualización de la canción de autor y su “sensibilidad y compromiso con el feminismo, la accesibilidad y la inclusión social”, observa que hoy hay grupos de gente joven que está volviendo a hacer punk, pero cree que son “muy diferentes aunque tengan cosas en común con La Polla Records”. Esa diferencia obedece, en su opinión, a un factor ambiental que ha ganado peso en los últimos tiempos: “Ahora decir ciertas cosas es más complicado, la lupa está mucho más encima de las letras para todos. Hay canciones de mi adolescencia que hoy serían censurables totalmente, incluidas algunas de La Polla, y eso hace que las cosas sean diferentes”.

El grupo madrileño Tremenda Jauría puede ser uno de los que más gusta a los hijos de quienes en su momento escucharon a La Polla Records, aunque musicalmente guardan poca relación. Las letras firmadas por Evaristo, valoran, suponen un lenguaje compartido de manera intergeneracional entre las personas que escuchan música con contenido político. Pero la cuestión política en un grupo de música no se agota en las letras, que siempre son objeto de interpretación por quien las escucha, que hace su lectura por muy claro que parezca el sentido de la canción. A la pregunta de cómo encajar algunos detalles que hoy chirrían de lo que cantaba Evaristo —un cierto individualismo, una mirada por momentos conspiranoica—, responden que a las letras y a las bandas no se les puede pedir todo. “Serán letras o proyectos más completos, acertados, referentes en algunos aspectos y momentos y quizá menos en otros. Hay bandas con letras ‘superpolíticas’ que tienen dinámicas que nada tienen que ver con lo que cantan, también hay letras superpolíticas pero que no son tan explícitas…”, contestan desde el correo electrónico.

En un grupo interesado en la transformación social como Tremenda Jauría, las letras son una herramienta más, importante pero no la única para conseguir ese objetivo. La experiencia, argumentan, les ha llevado a relativizar el peso de lo que se canta. “Con el paso del tiempo nos hemos dado cuenta de que hay cosas más allá de las letras: que las letras no tienen que contarlo todo, que, además, hay fases dentro de los proyectos en los que te puedes conectar más con la gente hablando de cuestiones más personales, que también son políticas, que además de la letra es importante lo que hay detrás de cada banda, la propuesta estética, en qué espacios tocas y en cuáles no”.

En alguno de sus monólogos, la cómica Elena Aguilera ha incluido una versión muy peculiar de “Txus”, con un ukelele. “Me gusta mucho jugar a la contra con el ukelele, que tiene un sonido amable y veraniego, y pensé qué es lo más punki que se me ocurre”, explica. Su interpretación de la canción se titula “La invasión de los mutiladores de cuerpos” y la escribió imaginando que “uno de estos fachas que van por ahí esparciendo bulos y desinformando despierta un día convertido en una persona trans, como ellos piensan que somos las personas trans”. Dice que a la gente que la escucha le suele hacer mucha gracia “porque es una canción muy satírica y muy esperpéntica. Y, además, muchos la reconocen y mola ver cómo les cambia la cara”. Ella recuerda también que lleva tocando en grupos de punk toda la vida y que “Txus” fue la primera canción que consiguieron sacar.

“Cambiarme la vida no, pero La Polla y el punk enseñan eso de que no vale ‘fui’ sino ‘soy’. Si uno es algo que considera un mínimo moral hay que serlo siempre, y si no es moda”, dice la dibujante Yeyei Gómez

Aunque ella no acaba de verlo, muchas de las viñetas que dibuja Yeyei Gómez, colaboradora de El Salto, desprenden algo del fiero humor que se escucha en las canciones de La Polla Records. “Hace unos días alguien citó a Evaristo en una viñeta sobre la policía. Si alguna de mis viñetas recuerda a sus letras, me doy con un canto en los dientes”, concede, un tanto sorprendida por la comparación. Ella escuchó los discos cuando era adolescente y fue uno de los grupos que le hizo salir musicalmente de Madrid tras haber pasado un tiempo “obsesionada” con la Movida. Sobre el efecto que tuvo en ella, afirma que “cambiarme la vida no, pero La Polla y el punk enseñan eso de que no vale ‘fui’ sino ‘soy’. Si uno es algo que considera un mínimo moral hay que serlo siempre, y si no es moda”.

Hoy es el futuro

En 2024 puede resultar un tanto fuera de lugar recordar a La Polla Records. O tal vez tenga más sentido que nunca, teniendo en cuenta los discursos que circulan y obtienen repercusión en la esfera pública. ¿Qué supondría la aparición hoy de un fenómeno cultural que lanzase mensajes como los de La Polla Records? Desde Barakaldo, José Antonio Vargas Cárdenas cree que no impactaría de igual manera. “Me gustaría tener ahora 22 años para poder contártelo… pero si les preguntas a los chavales y chavalas de ahora, no dirían lo mismo que nosotros entonces. Estábamos rodeados de tanta mierda, tantas cosas raras, que esas canciones nos abrieron los ojos, y la juventud hoy ya tiene los ojos abiertos sobre esos temas”, compara.

Pablo Carmona considera que en la actualidad no existe una cultura juvenil de masas similar a la de los años 80. “Ahora es diferente y mucho más fragmentada, también demográficamente la juventud actual es mucho menor y vivimos en una sociedad infinitamente más ordenada y pacificada que la de entonces. Pero este es un debate muy largo. Entonces había ministros y alcaldes que se sentaban en conciertos donde Barricada llamaba a tirar del gatillo”, recuerda.

Y Javier Corcuera cita una frase que le dijo un amigo con el que se reencontró en el concierto de Bilbao de la gira final del grupo de Evaristo que quizá explique su importancia o quizá sea, simplemente, una exageración producto de la euforia: “Al terminar el concierto me dijo ‘ya sé por qué me gusta La Polla Records, porque después de estar en un concierto suyo sales mejor persona, aparte de divertirte, claro’”.

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