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Medios de comunicación
Los magníficos
Hemos crecido escuchando que mujeres y hombres somos iguales, pero viendo por la tele que ellos son los merecedores de los Premios Nobel o del Balón de Oro.
Cada mediodía, cuando termino de comer, enciendo la tele y me dispongo a siestear arrullada por Saber y ganar, ese concurso de La 2 en el que señores —y alguna señora— que se saben de memoria El Quijote, la tabla periódica y las óperas de Wagner se convierten en ‘La calculadora humana’. Hoy no son tres, sino nueve los jugadores que se apelotonan en el plató para medir sus conocimientos. Son ‘los magníficos’, los concursantes que han logrado rebasar la frontera de los 7.000 euros y que se reencuentran en una serie de programas especiales. Este año, los nueve magníficos son hombres.
Un viejo conocido de Facebook me preguntó una vez por qué creía que los hombres predominaban de forma tan apabullante en Saber y ganar. Desde entonces voy enumerando sesgos. ¿Cómo es que concursan menos mujeres?Puede que sea una cuestión de empoderamiento: apuntarse a un concurso de gente culta implica considerarse como tal y superar el pudor de lucirse en la tele. Puede que sea por ese ambientillo masculino, marcado por el inmortal Jordi Hurtado y la profunda voz en off de Juanjo Cardenal. Pilar Vázquez —presentadora de los microespacios, aclaran los créditos— se limita a leer dos preguntas con su sonrisa forzada. Ni siquiera es presentadora suplente: cuando Jordi Hurtado está de baja, lo reemplazan por otro hombre. ¿Y cómo es que en 2016 ninguna de las mujeres que participaron logró ser magnífica? —otro dato: en la historia del programa nueve hombres y cuatro mujeres han superado los 100 programas— ¿Tendrá algo que ver con que se pregunte más sobre los logros y hazañas de los hombres?
Aunque me resista, la imagen de los nuevos magníficos cala en mi subconsciente amodorrado.
Enciendo el ordenador y un email de los Premios Enfoque de Periodismo me invita a reconocer a la prensa más progre y castigar a la más reaccionaria. Este concurso no tiene dotación económica ni sale en las noticias, pero quienes impulsamos medios alternativos vemos en él una oportunidad para visibilizarnos. El Salto y Pikara Magazine se cuelan entre los finalistas al medio más enfocado. Un año más, me desconcierta ver que las listas de periodistas están segregadas por sexos: se vota a mujeres y hombres por separado.
Cuando me preguntan por qué en los Óscar o los Goya los premios distinguen entre el mejor actor y la mejor actriz, no tengo un discurso elaborado, pero recuerdo que las actrices se quejan de que les dan menos papeles y que buena parte de las películas más taquilleras no pasan el Test de Bechdel sobre presencia de personajes femeninos y su interacción entre sí. En el caso del periodismo, una pensaría que el peso del género de quien firma, presenta o locuta no es determinante. ¿Qué pasaría si los Premios Enfoque no segregasen? No lo sabremos, pero tememos corroborar que nuestros colegas tienen más fama, más carisma, más followers. Este sistema puede parecer igualitario, porque garantiza la paridad en el número de mujeres y hombres premiados, pero es un espejismo. Si tomamos (con pinzas) como referencia el histórico de ganadores del Premio Ortega y Gasset, veremos que en ninguna edición se ha premiado a más mujeres que a hombres y que, en cambio, varios años no ha habido ni una mujer entre los galardonados.
Este año he participado en el jurado de un concurso de blogs en euskera y yo misma contribuí a que la mayoría de bitácoras finalistas fueran de autoría masculina. Habrá quien diga que elegimos a “los mejores” siguiendo unos criterios objetivos: calidad del lenguaje, diseño, uso de recursos multimedia y de redes sociales. ¿Y si “el mejor” es quien dispone de mayores conocimientos técnicos, quien puede pagar a un diseñador web, quien tiene más seguidores en las redes sociales o quien dispone de más tiempo de ocio? ¿Tiene algo que ver nuestro consenso a la hora de elegir una web de videojuegos y descartar las de moda y tendencias?
Hemos crecido escuchando que mujeres y hombres somos iguales, pero viendo por la tele que ellos son los merecedores de los Premios Nobel o del Balón de Oro. No podemos intervenir en las reglas de Saber y ganar pero podemos observar y desgranar los mecanismos por los que, también en nuestro día a día, el prestigio y el reconocimiento de los hombres es apuntalado al mismo tiempo que los logros, saberes y capacidades de las mujeres siguen siendo infravalorados. Eso significa ‘androcentrismo’, una palabra que utilizamos mucho menos que ‘sexismo’ o ‘machismo’, pero que nos ayuda a entender muchas cosas.