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Política
Un programa de clase ante el colapso
Recientemente se vienen publicando diversos estudios, ensayos y artículos que abordan la cuestión del devenir de nuestras sociedades ante el actual ciclo económico y las diversas crisis coincidentes que venimos arrastrando. Sin duda estas aportaciones han de ser recibidas con total interés y espíritu crítico, dado que la diversidad de contextos hoy día deberían hacernos ver la necesidad de su estudio y, sobre todo, su contraposición crítica desde la perspectiva de emancipación de la humanidad.
Así, desde la literatura económica heterodoxa a los análisis científicos sobre los límites biofísicos de la economía deben servirnos para una mayor comprensión de las posibilidades pero también de las limitaciones a las que se enfrentan nuestras sociedades en la actual fase del capitalismo. Los horizontes que nos insinúan las incapacidades de los actuales modelos de Estado deben servirnos para entender que la posibilidad de una emancipación humana no podrá tener lugar bajo los mismos.
Sin embargo, lejos de determinismos que nos empujen a entender un derrumbe del capitalismo por sí mismo ante estos escenarios de guerra, crisis económica, emergencia climática, escasez de materias primas, etc.; entendemos que este sistema basado en la explotación del hombre por el hombre no desaparecerá. Negar la capacidad política del ser humano de adoptar decisiones que le permitan transformar su presente nos conllevaría a caer en un nihilismo derrotista o en abandonarse a un destino predeterminado por leyes históricas o divinas.
Dotarnos de la determinación ética y política para actuar en pro de la emancipación, pasará inevitablemente en analizar nuestro contexto y realidad más allá de toda proclama idealista. Desde esta perspectiva la Confederación Nacional del Trabajo analizó dichas cuestiones en diciembre de 2022 en su XII Congreso Confederal celebrado en Canovelles (Barcelona).
Opinión
Coordenadas para una independencia de clase
El primero de estos contextos es aquél en el que las organizaciones revolucionarias detentan tal correlación de fuerzas que tienen la posibilidad de “asaltar” el poder político, no sin enfrentarse a todas las dificultades y complejidades que ello implica. El segundo escenario entendemos que da lugar cuando las organizaciones revolucionarias responden a un ataque de las clases dominantes y, en el transcurso de esa lucha, se sobreponen desplegando su programa.
Somos conscientes que ningún análisis conlleva una receta infalible, ni los escenarios antes enumerados se pueden dar de forma perfecta ni tampoco independiente de algunos elementos de otros escenarios. Así, por ejemplo, ningún asalto al poder puede tener visos de éxito ante un Estado que no se encuentre en crisis originadas con anterioridad.
El tercer escenario creemos que es el más plausible en el contexto actual y dada la correlación de fuerzas en nuestra sociedad, intentaremos explicarlo brevemente.
La actual situación económica, que al inicio de este escrito apuntábamos, está acelerando los límites de las instituciones del Estado para garantizar determinados niveles de vida de la población. Estos límites que ya existían, y cuyo análisis cuestionaba la propia definición de “Estado del bienestar”, se están ampliando en la actual fase de acumulación del Capital. Esta situación, entendemos, se irá acentuando y paulatinamente el Estado irá dejando de asumir parte de sus funciones, de prestar parte de sus servicios a la población o dejará de tener presencia en el territorio tal y como lo hemos venido entendiendo. Esta situación de colapso que se viene advirtiendo desde diversos ámbitos tiene su precedente más reciente en 2021 en plena pandemia.
Entendemos que este “abandono” se produce cuando, deliberadamente o por incapacidad, el Estado deja de suministrar o asumir determinados servicios o infraestructuras que no son imprescindibles para el mantenimiento de la economía en cada contexto. De esta forma una parte creciente de la población se ve progresivamente excluida de los elementos básicos para su supervivencia y reproducción, como pueden ser la vivienda, la sanidad, el empleo, etc.
En estos contextos, lejos de asumir el cuanto peor mejor, también se abren potencialidades para las organizaciones revolucionarias, ocupando este ámbito de actuación y desplegando estructuras de apoyo mutuo y autogestión. Este tipo de acción directa que históricamente han desarrollado movimientos como los Black Panther en los EEUU a finales de los años 1960, por poner un ejemplo alejado del anarcosindicalismo, o el propio movimiento obrero y libertario que en nuestro país desplegó una red de instituciones de clase durante el primer tercio del siglo XX.
Desplegar esa capacidad de respuesta, y substituir mediante instituciones propias e independientes del Estado, basadas en la solidaridad y el apoyo mutuo, lógicamente dependerán de haber alcanzado un nivel de capacitación y actuación suficientes. Si no queremos que este tipo de respuestas sean espontáneas desapareciendo una vez pasen los momentos más duros de cada crisis, debemos ser capaces de crear organización en mayúsculas vinculándolo a un ideario y programa general que visualice una alternativa global en esta sociedad.
Consideramos que el capitalismo no desaparecerá ante este colapso por si mismo, la historia nos demuestra la capacidad de adaptación que el Capital tiene para desarrollarse en contextos absolutamente cambiantes, incluso ante la ausencia del Estado tal y como conocemos hoy día en nuestro país. A pesar de ello, como anarcosindicalistas, no aceptamos que sea posible “esperar” a que se creen unas oportunidades “idóneas” para empezar a actuar, si no que debemos anticiparnos y construir organización.
Esta tarea tiene una doble dimensión, de una parte el fortalecimiento de nuestro modelo sindical mediante recursos estratégicos que se aprobaron en el Congreso como la Caja de Resistencia Confederal, la consolidación del Gabinete Técnico Confederal, la creación y fortalecimiento de las Bolsas de Empleo y Control Sindical del empleo con al refuerzo y apoyo a la Negociación Colectiva empresa a empresa, la acción social entre las capas más precarizadas de la clase trabajadora, así como el estudio y promoción de formas alternativas de economía.
La otra dimensión radica en la militancia, en el compromiso y en la capacidad de “contagiar” al máximo el resto que no sólo está el sindicato para ayudar a mitigar su situación material, si no que existe una alternativa global y que todo el mundo es necesario para desarrollarla. Pretender desarrollar estructuras de autogestión como las que hemos apuntado, necesitan recursos materiales pero también el concurso de muchas personas que contribuyan con su apoyo pero también con sus conocimientos.
Necesitamos empoderarnos como clase y construir instituciones propias, “nuestras” instituciones proletarias, funcionales y eficientes, poniendo nuestra experiencia y conocimientos como trabajadores y trabajadoras para construir todo aquello que nos permite vivir, reproducirnos y socializarnos como seres humanos creando las alternativas que superen el estado de las cosas.
Atesoramos más de lo que nos quieren hacer creer, pero es urgente ponerse con ello.