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Masculinidades
Homófobos por obligación (desmontando la masculinidad)
La homosexualidad rompe los poderes del machismo, basados en la fuerza y la dominación
Miembro de la Asociación de Hombres Por la Igualdad de Género (AHIGE) de Andalucía.
De la mayoría de las cosas que nos suceden, no nos enteramos. Dicen quienes estudian nuestros pensamientos, que un noventa y algo por ciento de la actividad de nuestro cerebro es inconsciente, que de casi todo lo que vemos, oímos, y olemos, no nos damos ni cuenta, y que solo una pequeña parte de la actividad cerebral es consciente.
Cuentan que eso nos pasa también cuando estamos muy acostumbrados a algo. Nos ocurre con la cultura, los símbolos, los pensamientos, las palabras, y las ideas, en las que los hombres hemos sido educados. Por ejemplo, decimos que no sentimos animadversión hacía la homosexualidad, y sin embargo el modelo de hombre con el que nos identificamos, es homófobo por naturaleza. Todo buen hombre ha de ser un buen macho. De eso se trata.
La homofobia es la animadversión a la homosexualidad, un odio irracional que conduce a la violencia y la discriminación. Cada dos días una persona homosexual es asesinada en el mundo, más de setenta países aún persiguen la homosexualidad, ocho la condenan a muerte, en muchos de ellos es considerada una enfermedad mental, y para la religión católica que se opone al matrimonio homosexual por considerarlo contra natura, es un pecado mortal.
Recordemos que esto sucede en un mundo masculinizado, gobernado por hombres, según sus reglas. O lo que es igual, presidido por un concepto de hombre, patriarcal, andrógino y excluyente. No es de extrañar por tanto que ideas y atrocidades circulen con normalidad.
Entre las exigencias que se nos imponen a los hombres para cumplir con los roles de género de la masculinidad, está la defensa a ultranza de la heterosexualidad. A los hombres nos gustan las mujeres. Las personas homosexuales transgreden esas reglas, y nos hacen comprender que la orientación sexual no viene determinada por nuestro género, y ni tan siquiera por nuestro sexo.
La homosexualidad desmonta las teorías de la masculinidad, demostrándonos que el amor no obedece a más patrones ni normas que la libre voluntad, y eso es terrible para el patriarcado que basa todo su poder y razón, en la separación y diferenciación entre hombre y mujer. Somos hombres porque no somos mujeres.
Los armarios han existido y seguirán existiendo, porque es tan fuerte la presión social y familiar que aún han de soportar los y las homosexuales, que se requieren buenas agallas para dar ese paso en una sociedad que sigue empoderando a los chulos, malvados, ególatras, y violentos, y maltratando a todos y todas las que se separan de sus dictados.
El peor de los insultos que un hombre puede recibir es “maricón”. Es como si se abriese la tierra y las profundidades se mostrasen ante nuestros ojos. Reaccionamos mal, con irritación, disgusto y violencia. Es el disparo en la línea de flotación de nuestra hombría que hace peligrar toda nuestra estabilidad.
Si perdemos nuestra heterosexualidad no somos nada, dejamos de ser todo para lo que nos han programado, y pasamos a ser seres extraños y marginales, objetos de burla. Amanerados que traicionan al resto de hombres. Odiamos tanto a los homosexuales porque a la homosexualidad le tenemos mucho miedo, al colocarnos ante el espejo de nuestra propia vulnerabilidad, recordándonos que también somos como ellos, y nunca fuimos esos machos heterosexuales que representamos.
La homosexualidad rompe los poderes del machismo, basados en la fuerza y la dominación. La sexualidad de los hombres es violenta y un acto de poder más que de amor y nobleza. Todo eso se destruye si transgredimos las reglas, si transitamos de un lado a otro sin presión ni temor. Si no somos distintos a las mujeres, qué somos entonces. Nuestro poder asentado en la creencia de la superioridad y la mayor fortaleza física se desvanece, y con ello el hombre que hasta hoy conocemos, y eso nos deja perdido en las más oscuras de las neblinas nocturnas.
Ser hombre es lo contrario a ser mujer. Es nuestra definición. Ser macho, heterosexual, viril y dominante. Los hombres no somos maricones, no hablamos de cosas de mujeres, ni nos comportamos como ellas. Las mujeres dependen de nosotros y eso marca carácter.
Esos son los dogmas y las verdades de una masculinidad hegemónica y tóxica que cada día que pasa se descubre más falsa, hipócrita y destructiva para la humanidad, y de la que los hombres como actores protagonistas, somos los primeros interesados en deslegitimar y cambiar.
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ecepción. Un artículo demasiado generalista y distorsionador.
Intentar generalizar para establecer un contexto desde donde analizar, es casi siempre sesgado, pierde los matices, simplifica el discurso, y muestra una realidad simplista, unilateral y distorsionada.
¿A quien va dirigidas las afirmaciones y sentencias que se afirman en este artículo? A todos los hombres? ¿seguimos pensando que existe un único modelo de ser, sentirse y actuar como hombre en la sociedad en la que vivimos?
¿A que sociedad se está refiriendo? En el Estado Español no está ilegalizada la homosexualidad, la visibilidad es mayor, existen matrimonios entre personas de igual sexo, no existe a nivel legislativo discriminación laboral, no es Sudán, Arabía Saudí o yemen donde si existe pena de muerte por practicar sexo con personas de tu mismo sexo. Ciertamente hay que seguir avanzando en normalizar la libertad y la elección de cada persona, pero no a costa de argumentos desfasados y presuposiciones de cómo los hombres nos tenemos que sentir y comportar porque nuestra masculinidad así nos lo condiciona siempre.
Un artículo realmente desfasado en el tiempo, con conceptos aplicables a otra época, u otras situaciones geográficas, pues se sigue considerando una visión unilateral que el hombre es un machoman, intolerante, violento por naturaleza, intransigente, incluso incapaz de amar y de ser noble, porque su masculinidad así lo ha construido
Presuponer que por el hecho de haber nacido hombre ya nos identificamos con esa parte de la masculinidad que es homófoba por naturaleza ,es aberrante y reafirma esa concepción de modelo único.
Lo siento, no me siento identificado en esos conceptos básicos simplistas, de ese modelo de hombre cuyo peor insulto es ser llamado maricón, debido a que mi hetero-patriarcado así me ha construido., y que por ello mi reacción sea siempre la de irritarme y ser violento...
Lo siento , no me siento identificado con que mi sexualidad por ser hombre sea violenta
Lo siento , soy hombre y no me siento superior, y no por ello me encuentro perdido en las más oscura neblina nocturna.
Es innegable reconocer que ser hombre es distinto a ser mujer, tan sólo porque física y biologicamente somos distintos, y eso es innegable. Intentar añadir que esa diferenciación implica siempre, gracias al patriarcado, que , todos los hombres tenemos que ser viriles, heterosexuales y dominantes, es una generalidad desfasada que llega a ofender.
No estoy de acuerdo en esa visión distorsionada , en la que el hombre por el hecho de ser hombre, sigue cumpliendo sin fisuras, con todos los requisitos que la supuesta masculinidad le esta imponiendo, sin que se de cuenta, pues lo único que obtiene son privilegios, todo ello a costa de ejercer el poder que por naturaleza y haber nacido con pene se le atribuye. La realidad del ser humano es mucho más compleja que estas generalidades que sólo contribuyen a generar una imagen del hombre todavía anclado en fase machistoide neandertal.
Tenemos que superar ese discurso culpabilizador hacia el hombre, y a estos análisis simplistas de otras épocas, que atribuyen características globales permanentes para toda la mitad de la población.
A dia de hoy y sino en un futuro no muy lejano, viendo como va el mundo no habra mujeres, ni hombres, ni binarios, ni heterosexuales, ni homosexuales, ni bisexuales, ni transexuales, etc; solo habra tont@s,tontes o como sea los genereros
Creo que al final somos un colectivo (LGTBIQ+) y me hubiese gustado que el artículo fuese inclusivo en ese aspecto, ya que cualquier persona fuera del "colectivo" sufre el machismo de éste modo.
Entiendo que el autor se centra en "homosexuales" y en general me ha parecido muy interesante.
Vivimos en un capitalismo patriarcal que prima las relaciones reproductivas. Y en ellas no tienen cabida otro tipo de expresiones. El sistema político y económico es homófogo por naturaleza
Vivimos en un capitalismo patriarcal que prima las relaciones reproductivas. Y en ellas no tienen cabida otro tipo de expresiones. El sistema político y económico es homófogo por naturaleza
No es que los hombres seamos homólogos, que hay muchos, es que la cultura patriarcal en la que vivimos lo es. Ese es el problema
¿Seguro que la palábra "andrógino" va bien ahí? ¿No será mejor androcentrismo?
Ains...
Efectivamente es un error, la palabra sería “androcéntrico”. Muchas gracias Aniss
Despreciar para nosotros todo lo que sea femenino. Ese es la exigencia que el patriarcado nos impone a los hombres. Excelente artículo, gracias por la valentía.
Joé! ...Será en otras partes del país, supongo. Aquí en el norte, país vasco y el Cantábrico, el matriarcado es habitual. Si desprecias lo femenino, la kasera te da una ostia rápido (y merecida).
Que el matriarcado es habitual en el norte es un cuento que nos han vendido siempre. Hay caseras y no caseras que seguimos viviendo el machismo como en el resto del mundo. Por favor, seriedad con el tema y huyamos de fábulas con tinte folklorico.
No (perdón): los hombres no somos “actores protagonistas” en este asunto. Somos “co-protagonistas” junto a las mujeres. Yo he sufrido machismo desde hombres, y tb desde mujeres.
Y no tengo que demostrar que hombres y mujeres estamos en esto de la sociedad y la civilización desde siempre... ¿no?
El igualitarismo es un valor asumible y deseable para todos los seres humanos inteligentes y bien educados. No me gusta que se separe y discrimine entre hombres y mujeres cuando se trata de buscar el bien y lo razonable. Como hombre heterosexual y harto del machismo, me molesta que se haga recaer la responsabilidad solo en los que son como yo. Aquí, protagonistas somos todos.
(...¡Es increíble la persistencia de los sectarismos!...)