Culturas
El año de la cultura en llamas

El fuego ha sido protagonista en 2019 de episodios significativos relacionados con la cultura. Las llamas consumieron buena parte de la catedral de Notre Dame, en París, mientras en España la concesión del Premio Nacional de Narrativa a la escritora Cristina Morales suscitó un incendio importante por unas declaraciones en las que mostraba su alegría por ver las calles de Barcelona ardiendo en lugar de ser meros espacios de explotación comercial y turística. Mantenlo prendido.

NotreDame en llamas
Notre Dame en llamas el 15 de abril de 2019. Foto de Godefroy Troude

Resumir todo un año en 14 palabras suena a un juego apetecible, pero también con algo de truco. Es muy difícil alcanzar esa precisión y, en todo caso, nunca será una selección neutra ni aséptica. El viernes 27 de diciembre, la Real Academia Española (RAE) hizo pública su relación de términos que definen 2019, aquellos que “mejor caracterizan los acontecimientos políticos, económicos y sociales del año”, según los servicios de Lexicografía y Comunicación de la institución que dirige Santiago Muñoz Machado.

Las elegidas, no solo palabras sino también formas compuestas, son: progreso, deporte, feminizar, Constitución, confianza, acogida, Estado del Bienestar, elecciones, Inteligencia artificial, escuela, clima, euroescéptico, autodeterminación y triunfo.

La selección, explican desde la RAE, ha tenido en cuenta las consultas más frecuentes al Diccionario de la lengua española, también aquellas que reciben otros de sus servicios y las voces que, según los corpus de la Academia, presentan un uso abundante. También las tendencias de preguntas y comentarios de sus seguidores en las principales redes sociales.

Además de las entradas del diccionario que definen los vocablos elegidos, la RAE acompaña las 14 palabras de una sucinta explicación de cuáles son los acontecimientos o situaciones que han justificado su elección. Y ahí se cuela el truco del juego.

Así, por ejemplo, el paréntesis junto a “deporte” alude a “victorias épicas gracias al esfuerzo de sus protagonistas, como la selección española de baloncesto femenina y masculina, Egan Bernal, Rafa Nadal, Simone Biles, entre otros”; el “Estado del bienestar” “sigue siendo el máximo garante de la igualdad de oportunidades”; junto a “Inteligencia artificial” se lee que “el proceso del avance tecnológico es imparable y es necesaria la adaptación de toda la sociedad para no perder el tren del progreso”.

Es peculiar que para explicar la inclusión del término “feminizar” como uno de los que define 2019, la RAE mencione lo siguiente, entre paréntesis: “Movimiento social del feminismo y el impulso por la igualdad, mejoras para las mujeres en países árabes, la Comisión Europea elige a su primera presidenta, protestas a nivel mundial para acabar con la violencia contra las mujeres, sororidad”. No está de más recordar que, en la relación actual de Académicos de número de la institución —cuya misión principal es, de acuerdo con sus estatutos, “velar por que los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico”—, figuran 46 personalidades, solo ocho de ellas mujeres.

Aunque “fuego”, “incendio” o “arder” no están entre las palabras con las que la RAE hace balance de 2019, durante estos doce meses han sido muy pronunciadas en el ámbito de la cultura. Veamos por qué.

“Nuestro” símbolo se quemó

El 15 de abril de 2019 ardió la catedral de Notre Dame, en París. Las llamas devoraron el templo; la aguja y el techo se desplomaron en una de las imágenes del año; y las 500 toneladas de plomo que contenía el edificio se fundieron. La estructura quedó tan dañada que el miércoles 25 de diciembre, Patrick Chauvet, arcipreste rector de Notre Dame, explicó que hay una probabilidad del 50% de que no pueda salvarse por completo. El presidente Macron fijó en cinco años el plazo para que concluya la reconstrucción, pero las obras no empezarán antes de 2021.

En las inmediatas horas posteriores al desastre, numerosas empresas, fundaciones y multimillonarios como el magnate Bernard Arnault —el hombre más rico de Francia, propietario del grupo de artículos de lujo LVMH—, que ofreció 200 millones de euros, anunciaron su intención de aportar donaciones cuantiosas para contribuir a la reforma de Notre Dame. Sin embargo, parece que esos anuncios filantrópicos se quedaron ahí, en la intención. En octubre, el ministro francés de Cultura, Franck Riester, aseguró que del total de donaciones prometidas, 922 millones de euros, lo que se ha recibido efectivamente son 104 millones de euros. “Es demasiado temprano para saber si esta cantidad bastará —reconoció Riester—, el Estado asumirá sus responsabilidades, no vamos a abandonar Notre Dame”.

El incendio de Notre Dame y las donaciones para su reconstrucción dieron pie a uno de los choques culturales más reveladores del año. A finales de septiembre, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, participó en un programa de Telemadrid —con un formato a medio camino entre la propaganda y la obscenidad— en el que escolares le hacían preguntas desde su pupitre. Una de ellas, realizada por una chica, era clara: “Si solo pudieras donar dinero a un sitio, ¿adónde lo donarías, a la catedral de Notre Dame o a replantar el Amazonas?”. Igualmente clara fue la contestación del político. Ante el estupor y las caras de incredulidad de niñas y niños, que recordaban al alcalde que el Amazonas es el pulmón del mundo, Almeida respondió que a la catedral de Notre Dame, “porque es un símbolo de Europa y nosotros vivimos en Europa”.

Cristina Morales contra la ciudadanía de buena fe

El 22 de octubre, el Ministerio de Cultura y Deporte informó de que “el jurado del Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Narrativa correspondiente a 2019 ha propuesto la concesión de este galardón a Cristina Morales por su obra Lectura fácil”.

El premio cuenta con una dotación de 20.000 euros y el jurado se lo otorgó a la escritora nacida en Granada en 1985 “por tratarse de una propuesta radical y radicalmente original, que no cuenta con una genealogía en la literatura española y que destaca por la recreación de la oralidad, unos personajes extraordinarios y su lectura del contexto político en el que se desarrolla”.

Lectura fácil —en realidad no lo es tanto: la novela publicada por Anagrama resulta incómoda e incomoda— aborda desde una perspectiva efectivamente radical las posibilidades de rebeldía de las personas declaradas discapacitadas por el sistema neoliberal y cuestiona el concepto de inclusión, dibujándolo como una patraña. “Retratar en la novela un punto de vista contrario al del respeto al orden público era muy interesante para hablar de aquellos sujetos no normalizados como pueden ser las personas tachadas como discapacitadas: no son ciudadanas, no tienen los mimbres para ser ciudadanas ni para ser cívicas. Se las quiere integrar en el sistema ciudadanista y cívico pero las protagonistas de la novela no están socializadas en lo democrático”, decía Morales en una entrevista en El Salto en enero.

Literatura
Cristina Morales: “El ciudadano es el nuevo súbdito”

La novela Lectura fácil (Anagrama, 2018) aborda desde una perspectiva radical las posibilidades de rebeldía de las personas declaradas discapacitadas por el sistema neoliberal.


“El libro es un cubo de ácido dispuesto a verterse sobre las asfixiantes restricciones que impone la ‘normalidad’”, valoraba el escritor Gonzalo Torné en la web Ctxt. 

En sus primeras declaraciones tras la concesión del galardón, realizadas a la agencia Europa Press desde Cuba, la escritora mostró su “alegría” por ver el centro de Barcelona —“las vías comerciales tomadas por la explotación turísticas y capitalista, de las que estamos desposeídas quienes vivimos ahí”— lleno de gente protestando, en este caso por la sentencia condenatoria por sedición a los políticos y activistas catalanes en el juicio por el Procés. Y Morales dejó un titular memorable: “Es una alegría que haya fuego en vez de tiendas y cafeterías abiertas”.

Las reacciones no tardaron en llegar. Albert Rivera (¿quién?) pidió que la escritora prendiese fuego —camina conmigo— al cheque, estableciendo un curioso baremo por el que parece que solo pudieran recibir premios públicos quienes manifiestan opiniones políticas afines a las suyas, en lugar de quienes ayudan a ampliar los márgenes y cuestionan lo establecido con sus discursos o sus obras.


La ministra de Educación en funciones y portavoz del Ejecutivo, Isabel Celaá, también se refirió a las palabras de Morales. Lo hizo el 25 de octubre, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, diciendo en tono de reprimenda que “es sorprendente que hayan podido llegar a ser pronunciadas”. Celaá fue más allá y estableció una nueva categoría ciudadana al considerar que “habrán sentado mal no solamente al Gobierno sino a la ciudadanía de buena fe y buen criterio porque evidentemente nadie quiere ver, entiendo, a su propio país con llamas en algunas de las calles”.

Quedó la sensación, en cualquier caso, de que nunca se quiso entrar al fondo de las declaraciones de Morales —que poco tenía que ver con la independencia de Catalunya— y se montó un espectáculo pirotécnico de bajo presupuesto para tapar lo más sustancioso de las palabras de la escritora. En este capítulo, como en tantos otros, olía a humo porque había fuego.

Queremos tanto a Belén Gopegui

El 20 de marzo de 2019, la escritora y colaboradora de El Salto Belén Gopegui impartió una conferencia dentro del ciclo Ni ellas musas ni ellos genios, cuyo objetivo era cuestionar el modo en que se ha solido contar la historia del arte, del pensamiento o de la ciencia, siempre como fruto del genio de algunos individuos excepcionales, siempre hombres. Gopegui rechazó la sugerencia de las organizadoras, que le habían planteado que tratara la relación entre Rafael Sánchez Ferlosio —cuyo fallecimiento el 1 de abril es otra de las noticias insoslayables en el resumen del año— y Carmen Martín Gaite, y en su lugar pronunció una conferencia sobre su padre, Luis Ruiz de Gopegui, pero especialmente sobre su madre, Margarita Durán.

El texto, publicado por Random House bajo el título Ella pisó la Luna, ellas pisaron la Luna, es un manifiesto delicioso y firme, seguramente las 80 páginas más importantes que han salido de imprenta en 2019. Porque emociona, es memoria personal y colectiva, testimonio vital y herramienta para comprender lo que somos y lo que hacemos. Y también porque Gopegui lo firma desde donde lo firma y así lo explicita.

Antes de comenzar su conferencia, incluye una salvedad relativa a dos hechos: la privatización de la cultura y el patrocinio del ciclo por parte de un banco. Así, la escritora recuerda que “nuestro país padece los efectos de rescates injustos a los bancos, desahucios y otras acciones inaceptables amparadas por ellos”.

Y en el dilema sobre si usar o no todos los espacios posibles para difundir discursos que no se suelen escuchar, ella acude a las ideas de su madre: “Margarita pensaba que las personas no eran meros engranajes sino que podían intervenir a su modo para llevar a las instituciones más allá de sí mismas [...] Traigo aquí pues su convicción de que esa dialéctica entre personas e instituciones, entendida como lucha por parte tanto de las personas que están dentro como de las que están fuera, mejorará el mundo”.

A un centenar escaso de metros de donde pronunció la conferencia el 20 de marzo, Gopegui también participó, junto a otras comunicadoras, en la jornada de Escritoras contra el fascismo organizada por El Salto el 15 de junio en el centro social La Ingobernable, desalojado por el Ayuntamiento de Madrid el 13 de noviembre.


La imposibilidad de vivir de la escritura

A distintas alturas y en diferentes momentos de sus trayectorias, Cristina Morales y Belén Gopegui comparten el hecho de ser escritoras con nombre, reconocidas, en una profesión en la que solo el 16,4% de quienes se dedican a ella en España puede hacerlo de manera exclusiva, es decir, vivir de lo que escribe. Dicho más claramente: ocho de cada 10 escritores tienen que combinar este trabajo con otros para llegar a fin de mes.

Son cifras que ofrece el Libro Blanco del Escritor, elaborado a lo largo de los últimos dos años por la Asociación Colegial de Escritores de España (ACE) con la colaboración de CEDRO, la asociación de autores y editores de libros, revistas, periódicos y partituras que gestiona los derechos de propiedad intelectual de sus miembros, y del Ministerio de Cultura y Deporte, y presentado a principios de diciembre.

El 77 % de los 603 encuestados por este informe, con datos del periodo 2013-2017, percibe menos de mil euros al año en concepto de derechos de autor por la venta de sus libros. Seis de cada 10 personas que escriben obtuvieron en ese lustro ingresos brutos inferiores a mil euros en total, y dentro de este grupo, especifica el Libro Blanco, “hay un alto porcentaje, el 18,4%, que no ha cobrado nada”.

“La imagen que la sociedad tiene del escritor —se lee en el estudio— es la de un autor con cierta fama, con ventas más que significativas, con ingresos muy saneados, millonarios a veces, en concepto de derechos de autor y con una vida cosmopolita y llena de viajes, reconocimientos y premios”. Pero, continúa el Libro Blanco, la “abrumadora mayoría” no alcanza “el mínimo para su supervivencia” y ha de dedicarse a otras actividades profesionales, muchas veces no relacionadas con la literatura.

El estudio divide a los autores en cinco perfiles según los ingresos anuales por cobro de derechos: los pobres, los precarios, los mileuristas, los estables y los consolidados. Los pobres, con ingresos anuales inferiores a mil euros, son siete de cada diez, el 77,2%. Precarios y mileuristas, según la división de la ACE, hasta 5.000 euros, suponen el 12,9%. Estables solo son tres de cada cien escritores, quienes ingresan entre 5.000 y 10.000 euros al año. Y en el grupo de consolidados figura el 6,3%, quienes reciben más de 10.000 euros anuales.

El Libro Blanco del Escritor también apunta que la publicación de libros sin contrato es bastante habitual: uno de cada cuatro se edita de esta manera. Y señala otras irregularidades: el 14,3% de los contratos son ilegales, ya que no estipulan el porcentaje de derechos de autor a percibir, y es frecuente no recibir las liquidaciones (en un 22% de los casos).

El estudio, que la ACE califica como un primer diagnóstico, una radiografía “no del todo completa de la realidad profesional y laboral”, destaca el “olvido” de los derechos para obras audiovisuales en los contratos, que revertirían en ingresos para los escritores en caso de ver su obra en el cine o en la televisión. Más de la mitad de los autores (el 52,9%) desconoce si firmó o no esta cuestión, que en casi uno de cada tres casos supone ingresar apenas un 10% del total de derechos de uso pagado.

Los Acuerdos

No llegó a producir el escándalo que se barruntaba —cabe preguntarse por qué no— y quedó casi como el azucarillo que se derrite sin mucho ruido, pero El director, firmado por David Jiménez a partir de su experiencia de un año al frente de El Mundo y publicado en abril por Libros del K.O., tenía toda la pinta de convertirse en el fenómeno editorial de la temporada.

El adelanto que lanzó El Confidencial y el enganchón entre la periodista Ana Pastor y Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, en el programa El Objetivo a cuenta de unas presuntas amenazas del partido morado a la prensa que supuestamente aparecían en sus páginas —ni rastro de ellas— generaron ese salivar ante la aparición de un título prometedor que podría haber acarreado a la editorial una odisea como la que sufrió el año pasado con el secuestro judicial de Fariña, el libro de Nacho Carretero sobre el narcotráfico en Galicia. Porque lo que cuenta Jiménez es tremendo y afecta a terminales muy sensibles. Nada novedoso, a qué negarlo, para quien haya trabajado algún tiempo en la redacción de cualquiera de las principales cabeceras de prensa pero sí muy impactante para el resto, que en sus páginas puede confirmar intuiciones nunca hasta ahora presentadas en público como certezas por alguien que ha ostentado la mayor responsabilidad en una de las grandes fábricas de realidad —de sus marcos, de lo que se puede o no hablar y desde donde— en este país.

Lo que relata Jiménez resulta obsceno, por impúdico y por ser lo que permanece alejado del proscenio, oculto a la vista del espectador: la injerencia descarada y sin filtro de grandes empresarios y políticos en el trabajo cotidiano de un director de periódico. Las líneas editoriales y la información publicada como resultado de un intercambio de favores en las alturas y también de un juego de la silla en el que —ay— siempre gana el más poderoso. Quien paga manda, y quien manda quiere mandar más.

Lo más valioso de El director es que explicita la existencia de una serie de pactos tácitos, no escritos, entre los grupos de comunicación y las grandes empresas por los que ambas partes ganan y el lector pierde. Una suerte de fondo de reptiles de carácter privado, un sistema por el que Telefónica, el Banco Santander o El Corte Inglés, por ejemplo, devengan cuantiosos intereses en forma de coberturas amables como contrapartida por inyectar liquidez a las empresas informativas. “Son los pactos con los que el Ibex riega de dinero a los medios tradicionales, ofreciendo en publicidad y patrocinios más dinero del que les corresponde por audiencia. Pero esas empresas no son ONG, a cambio de esos favores esperan un trato amable y protección para sus directivos”, explicaba Jiménez a El Salto en una entrevista concedida la misma semana del lanzamiento del libro.

Medios de comunicación
David Jiménez: “El gran fracaso de la prensa fue convertirse en parte del sistema que debía vigilar”
David Jiménez dirigió ‘El Mundo’ durante 366 portadas. En ese tiempo conoció de cerca la existencia de acuerdos inconfesables entre la prensa y las empresas del Ibex 35 que ahora desvela en un libro, ‘El director’.

Queridas viejas

El 9 de noviembre de 2019, María Gimeno acuchilló un libro en el Museo del Prado. Era la vez número 18 que lo hacía, pero la primera en un escenario tan importante, tras haber llevado a cabo el ‘apuñalamiento’ en universidades, otros museos más pequeños o teatros. Y, además, el libro que acuchilló no era un título cualquiera sino La Historia del Arte de Ernst Gombrich, un volumen canónico de la disciplina. “Lo del Museo del Prado fue bestial, se llenó, 200 personas se quedaron fuera. Parecía un concierto de Iggy Pop y simbólicamente ha sido muy potente”, explicó a El Salto.

Lo que hizo, en realidad, fue una performance, un trabajo titulado Queridas Viejas que desarrolla desde 2014 y que ha ido evolucionando en contenido y a nivel formal, aunque siempre manteniendo el acuchillamiento del libro de Gombrich, una imagen poderosa. Con ella lo que quiere es abrir hueco, cortar esa historia del arte para incluir las páginas que faltan, las de las mujeres creadoras, en el lugar que les corresponde, junto a sus contemporáneos varones.

La intervención de Gimeno ilustra gráficamente una realidad a la que la asociación Mujeres en las Artes Visuales (MAV) ha puesto números: el papel secundario al que han sido relegadas las artistas y cómo sigue vigente hoy. En los 20 museos y centros de arte en España analizados por MAV, el número total de exposiciones individuales realizadas entre 2014 y 2019 fue de 718, siendo 221 de ellas de mujeres, un 31% del total. Es decir, solo una de cada tres exposiciones individuales es de una artista, cuando la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, en su artículo 26 impele a “los distintos organismos, agencias, entes y demás estructuras de las administraciones públicas que de modo directo o indirecto configuren el sistema de gestión cultural” a desarrollar actuaciones que promuevan “la presencia equilibrada de mujeres y hombres en la oferta artística y cultural pública”.

El violador eres tú

La canción del año llegó desde Chile y se ha escuchado en todo el mundo, como los grandes éxitos aupados por la promoción multinacional, pero sin serlo. Y sin ser exactamente una canción. O no solo. “Un violador en tu camino”, creada por el Colectivo Lastesis, un grupo de performance feminista de Valparaíso, se ha convertido en himno global contra las violencias machistas al ser replicado y adaptado desde todas las latitudes. “Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía” repite el estribillo de una letra que también señala: “El violador eras tú. El violador eres tú. Son los pacos, los jueces, el Estado, el presidente”.

Su irrupción se produce en un momento en el que Chile vive episodios de represión estatal —y de múltiples denuncias por abusos y violencia policial, incluyendo la sexual—, ejercida para sofocar las protestas contra el gobierno de Sebastián Piñera. Según los datos del Instituto Nacional de Derechos Humanos, desde el 17 de octubre hasta el 20 de diciembre se han producido 207 casos de violencia sexual ejercida por policías.

El 15 de noviembre, la cantante chilena Mon Laferte dejó una de las imágenes icónicas de este 2019, al abrirse el vestido durante la alfombra roja de los premios Grammy Latinos para mostrar un mensaje pintado sobre su cuerpo: “En Chile torturan, violan y matan”.


es triste morir para nada

El 24 de octubre de 2019 sucedió algo que debería haber ocurrido 40 años antes, como poco. La exhumación del cadáver del dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos, un conjunto monumental propiedad de Patrimonio Nacional construido con mano de obra de prisioneros políticos para honrar a los vencedores de la guerra civil. Un espacio público convertido en memorial del fascismo y mantenido así durante décadas.

Para sacar el cuerpo de Franco del Valle de los Caídos, recordaba el escritor Isaac Rosa en un artículo para El Salto, “ha hecho falta el esfuerzo de miles de personas: aquellas que desde hace décadas luchan por la memoria y contra el olvido, de aquellas que siguen buscando a sus familiares en las cunetas, las que siguen trabajando para llevar ante la justicia a muchos de los criminales que asesinaron y torturaron bajo el respaldo del régimen”.

Valle de los caídos
Así sacaron a Franco del Valle de los Caídos

Para sacar el cuerpo de Francisco Franco del Valle de los Caídos ha hecho falta el esfuerzo de miles de personas: aquellas que desde hace décadas luchan por la memoria y contra el olvido, de aquellas que siguen buscando a sus familiares en las cunetas, las que siguen trabajando para llevar ante la justicia a muchos de los criminales que asesinaron y torturaron bajo el respaldo del régimen.



“Yo habría matado a Franco, aunque nunca maté ni a una mosca”, decía esa misma semana Martín Arnal Mur en una entrevista publicada por El Salto. A sus 98 años, Arnal es el protagonista de una biografía desgarradora: empezó a trabajar como sirviente a los 12, a los 15 participó activamente en la colectividad agraria de su pueblo (Angüés, en Huesca), se empapó de sindicalismo libertario, vio cómo los fascistas se llevaban para siempre a dos de sus hermanos y se embarcó en un exilio hacia Francia del que no retornaría hasta la muerte del dictador. Al volver, se decepcionó. “Creía que cuando Franco muriese, morirían también el fascismo, la monarquía y toda esta gente. Pero fueron ilusiones perdidas”, recordaba Arnal, a quien le gusta escribir y se encuentra preparando un libro, que será su tercer título publicado.

Memoria histórica
Martín Arnal: “Yo habría matado a Franco, aunque nunca maté ni a una mosca”

Tras vivir casi 40 años exiliado en Francia, Martín Arnal Mur volvió a España al morir Franco. Y se decepcionó. En su larga biografía hay espacio para la derrota, el dolor, las ilusiones perdidas y la esperanza. La llama del anarcosindicalismo, la experiencia de la colectividad agraria en su pueblo en 1936 y el paso por los campos de concentración franceses forjaron una vida que es todo un monumento a la dignidad y a la memoria.


Y también dejaba Martín Arnal una reflexión llena de sabiduría y vida, con la que cerramos este resumen a lo que ha dado de sí 2019 en materia cultural: “Tendríamos que educar a los niños en las escuelas, hacerles ver que otro mundo es necesario, otra vida es necesaria. Entonces sí que sería una revolución social y económica que se podría hacer. Pero así de golpe y porrazo no podríamos porque las mismas armas que nos mataron ayer nos matarían hoy, otra vez. Y es triste morir para nada”.

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Destripamiento. Violación. Muerte. En geometrías variables y servidos en distintos grados de creatividad y detalle. ¿Programación del Festival de Terror de Sitges? No. Un día cualquiera en tu feed de Netflix o de Youtube.
#45265
30/12/2019 18:40

Pues a mí me recuerda a esto: They fuck you up: https://twitter.com/emesotomayor/status/1164295691696594949

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#45212
29/12/2019 16:55

Baia repasito más apañao... Personalmente me gustaría colocar en lo alto al 'tandem' Cristina Morales/Belén Gopegui.
Gracias por este resumen y por traernos estas lecturas, reflexiones, entrevistas de Salto en Salto.

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