Cuidados
Usurbil, el pequeño pueblo guipuzcoano que está cambiando los cuidados

El Ayuntamiento, gobernado por partidos de izquierda desde 1987, impulsa un proceso abierto entre sus vecinos —propuesto por Emagin y guiado por la Fundación Matia— para decidir cómo quieren ser cuidados.

Mayte Sánchez descubrió en Suecia y Dinamarca que sus centros para la vejez olían a bollos y a colada recién hecha. “Olían a hogar, en vez de a institución”, resume la investigadora de la Fundación Matia, que dispone de seis residencias en Gipuzkoa. A su vuelta del norte de Europa, la fundación emprendió un viaje de no retorno: eliminaron dos habitaciones por pasillo y las reconvirtieron en cocina comunitaria y salón. Invitaron a que cada usuario decorara su habitación con sus propios muebles, excepto la cama, que debe ser buena y articulada, por lo que la pone el centro. Y establecieron una plantilla fija que no rotaba de planta en planta, sino que atendía siempre a las mismas personas a las que llamaba por su nombre, en vez del número de habitación. Crearon “unidades de convivencia”.

Los familiares quedaron satisfechos, los usuarios también, incluso los sindicatos y las instituciones (la Diputación y los respectivos ayuntamientos). Aquel viaje que comenzó en 2011 continúa en 2021. A final de año, la Fundación Matia inaugurará en Usurbil su primer centro diseñado y construido con esa visión: espacios privados de 30m2 con una mini cocina de cortesía (suficiente para preparar café), cocina comunitaria y salón para hacer vida social entre 8 y 14 personas envejecidas.

Tres edificios conectados y una planta baja con espacios comunitarios abierta al pueblo. Que la gente entre y salga. Que se llene de vida, que se comparta la vida. 

Agurtzane Solabarrieta es la alcaldesa de Usurbil (EH Bildu). Su objetivo para esta legislatura son los cuidados. ¿Quién no conoce el discurso tras un año de pandemia? Hay que poner la vida en el centro, darle importancia a los cuidados, reconocer el trabajo, etc. En Usurbil empezaron antes del covid-19. Una mañana de un miércoles de cada mes, 40 personas mayores paseaban por el pueblo con los chavales de la escuela. Otra semana, con los usuarios del centro de día, las otras dos, con sendas asociaciones del pueblo. Se turnaban para el acompañamiento del paseo en el que primaba la intergeneracionalidad. Para ello debieron ponerse de acuerdo un puñado de gente. 

“De arriba a abajo y colectivamente”, resume Solabarrieta. Así es cómo diseñan y van a seguir diseñando qué modelo de cuidados público-comunitarios quieren para el pueblo en un proceso participativo propuesto por la asociación Emagin que guiará la Fundación Matia a lo largo de un año. 

Pensamiento crítico feminista

La asociación Emagin fomenta el pensamiento crítico feminista. Participaron en un foro feminista compuesto por técnicas de igualdad, de desarrollo local y representantes de asociaciones antirracistas e, impulsadas por el Ayuntamiento de Hernani (Gipuzkoa), “decidimos hacer un diagnóstico con propuestas de acción para el régimen de cuidados en la comarca Beterri-Buruntzaldea”, explica Miren Arargunren, quien presentó ayer dicho estudio en las jornadas feministas de EH Bildu. Trasladaron una hoja de ruta a cada uno de los seis pueblos de la comarca y tres han recogido el guante.

En Hernani, han propuesto un acompañamiento a personas ancianas distinto al que ofrece Servicios Sociales, “para intentar hibridar lo público con lo comunitario y, en algunos casos, con lo cooperativo”, explica Aranguren. En Andoain, realizarán otro estudio centrado en las necesidades del municipio y en Usurbil, propusieron un proceso abierto de participación. 

De lo que planea Hernani, su alcalde, Xabier Lertxundi, suelta poca prenda, pero avanza que están preparando una licitación con mejoras salariales para las trabajadoras de ayuda al domicilio (52.000 anuales) y que disponen de la herencia de Josefina Rubio Tió, viuda del cineasta Antxon Ezeiza, quien en 2016 legó parte de su herencia a los municipios de Andoain, Errenteria, Hernani y Pasaia para hacer frente a la soledad de las personas mayores sin recursos económicos. “Lo que haremos está en consonancia con el legado que nos encomendó Josefina”, resume Lertxundi. 

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Dos herencias, una soledad

Las buenas historias están plagadas de detalles y coincidencias. Y en la de la comarca de Beterri-Buruntzalde coinciden dos herencias. Además de la de Josefina, Mayte Sánchez explica que la Fundación Maitia se creó en 1881, cuando Jose Matia Calvo falleció y estableció en su testamento que donaba 500.000 pesetas para que se fundaran dos asilos, uno en Cádiz y otro en Donostia. En 2010, con 130 años de historia, Matia se planteó la disyuntiva de seguir creciendo o generar conocimiento. Eligió lo segundo y crearon un instituto de investigación que dirigió Sánchez, que sufragó los viajes al norte de Europa, donde la investigadora comprobó que la demencia es más llevadera cuando se comparte cocina y se prepara la colada. 

Las feministas Estitxu Garai, Jule Goikoetxea, Lore Lujanbio y Zuriñe Rodríguez escribieron el ensayo Euskal demokrazia patriarkala, en el que establecieron un marco teórico feminista y concluyeron que los cuidados deben ser público-comunitarios. 

Y es en Usurbil donde el marco teórico y la práctica ha encontrado acomodo, un pequeño pueblo guipuzcoano donde viven alrededor de 6.300 personas y que desde 1987 gobiernan partidos de izquierda (HB, EH, EA, ANV, Bildu, EH Bildu). 2021 y 2022 serán los años en los que los vecinos estarán llamados a participar en un proceso abierto, que se presentará el 21 de abril, para decidir cómo quieren ser cuidados y cómo quieren cuidarse unas a otras —vejez, monomarentalidad, dependencia—. Usurbil fue el municipio que impulsó la recogida selectiva de basuras, conocido como el puerta a puerta, y disponen de una cooperativa agrícola para conectar a sus baserritarras con los vecinos, un supermercado donde hay más madera que tubos fosforescentes y donde se puede comprar producto local con la necesaria comodidad para el cliente y los precios que decide el productor.

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