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Brasil
Geandra Nobre, actriz, negra, favelada: “La liberación es un proceso doloroso”
Geandra Nobre vive en la Maré, el complejo de 16 favelas en Rio de Janeiro, habitado por 140.000 personas. Es una de las voces del teatro negro, una vía de expresión de los sectores más empobrecidos de Brasil.
El teatro negro nacido en las favelas de Rio de Janeiro incomoda, molesta y puede incluso irritar a quienes no comprendan, con la piel más que con la razón, los porqués de un apuesta artística tan contestataria como las biografías de intérpretes y espectadores. Es el caso de la Cia Marginal, nacida en la Maré en 2006. En una de sus obras, In-trânsito, que sucede durante dos horas en un viaje en tren urbano, durante parte del trayecto los espectadores tienen los ojos vendados y solo escuchan los sonidos del movimiento del vagón. En una estación se alojan en tiendas de campaña desde donde escuchan a los actores, pero no los pueden ver.
En las obras de Cia Marginal no solo se hace añicos el espacio físico tradicional del teatro cerrado, sino que los espectadores se convierten en parte activa y decisiva de la obra, moviéndose detrás de los actores, hablando y danzando. Los temas son los esperables para un grupo de teatro nacida en la favela: racismo, cultura negra, homofobia y lo que definen como ancestralidad. La seña de identidad es el cómo, lo que los teatreros denominan puesta en escena.
Su última pieza, Hoje não saio daqui, que trata sobre la vida de los angoleños que llegaron a la Maré, transcurre en el Parque Ecológico, donde la música en vivo suena desde altavoces incrustados en contenedores móviles. Cinco actores angoleños participan junto al elenco de Cia Marginal. Imposible imaginar semejante obra en un teatro cerrado con el público sentado. En 2019, la pieza fue elegida entre las diez mejores del año en Brasil.
Geandra Nobre vive en la Maré, el complejo de 16 favelas en Rio de Janeiro, habitado por 140.000 personas. Nació en Duque de Caxias, en la periferia norte de la ciudad. A sus 37 años es actriz profesional en Cia Marginal. “El teatro formaba parte de mi vida hacía tiempo. Comencé a los 16 años cuando todas mis relaciones estaban vinculadas a proyectos sociales. Acostumbro decir que el teatro me encontró a mí”.
Confiesa que al principio “odiaba hacer teatro”. Se trataba de en un proyecto municipal de salud que pretendía capacitar jóvenes para que formaran a otros jóvenes en temas como embarazo adolescente, el uso de preservativos y los cuidados respecto al sida. El teatro era una herramienta para ese proyecto para “desinhibir a los jóvenes a la hora de relatar sus experiencias”. Para la actriz, el teatro en aquella experiencia en la favela era apenas “un pasatiempo”, ya que no había interés en desarrollar la interpretación. “Era apenas una forma de mantener a los jóvenes ocupados, o una forma didáctica de hacerlos contar sus historias de vida”.
“No teníamos la pretensión de ser artistas, porque el campo artístico para la gente de la favela que no tiene dinero, es algo inaccesible”. En 2019, una de sus obras fue elegida entre las diez mejores del año en Brasil
Pero las razones de su rechazo al teatro se inscriben en una historia de racismo y exclusión. “Las profesoras que nos enseñaban, Isabel Penoni y Joana Levi, tenían un método de trabajo hacía pensar a los adolescentes. Era algo nuevo para mí y me incomodaba, ya que toda mi vida me habían colocado en una silla sin poder decir nada. La libertad que tenía me molestaba. Una sala con las sillas contra las paredes y los jóvenes en el centro me daba miedo, ya que la regla de la sociedad es pasarte información en forma de adoctrinamiento, sentado en la silla mirando hacia delante”.
Una de las profesoras, Isabel, se convirtió en directora del grupo cuando se formó la Cia Marginal. Desde el principio buscaban algo diferente, ya que la formación que llega a la favela, explica Geandra, “no te capacita para nada, no se trata de formación, es muy ingenua y muy superficial, trabaja con los jóvenes en una relación paternal, como si fueran tontos”.
El encuentro con Isabel y Joana fue decisivo, ya que estaban comprometidas en un trabajo más profundo que el que proponía el municipio y gestionaban las ONG. “No teníamos la pretensión de ser artistas, porque el campo artístico para la gente de la favela que no tiene dinero, es algo inaccesible”.
Me gustaría escuchar cómo es el trabajo corporal de las personas faveladas, sobre todo de las mujeres negras.
Hay un estereotipo que asume que los hombres negros y las mujeres faveladas tienen un cuerpo marginalizado, que es el cuerpo del traficante. En 2006 cuando creamos Cia Marginal, había muchas películas que hablaban de la cotidianeidad de la favela. Pero cuando es representada corporalmente, aparece siempre la cotidianeidad del traficante, de la joven embarazada que tiene que huir de la casa. Nuestra propuesta dentro del proceso de investigación corporal era que se intentase hacer un trabajo de descubrir tu cuerpo y no de reproducir los estereotipos sobre tu cuerpo.
Me sorprendió en la favela, un sábado por la noche, observar decenas de chicas jóvenes haciendo fila para alisarse el pelo.
La opresión ya viene en los medios de comunicación. Nunca vemos lo negro representado en la televisión. Miro la tele y no me veo. Esto es muy problemático porque solo te dejan la opción de ser blanco o blanca. Este proceso de comprometerse con la autoestima, porque las personas necesitan autoestima, pasa por dejarse el cabello natural, gustarse con el color de piel que tiene su cuerpo. Es un proceso muy duro, duro y difícil, porque todos los días estás expuesta a medios de comunicación que te niegan y te dicen que debes alisarte el pelo. Pero en los últimos años hay una movilización a través de plataformas como youtube en la que creamos nuestras formas de comunicarnos con nuestra identidad. Hay un movimiento muy fuerte de afirmación de la identidad y la autoestima. Esas mujeres que vemos en youtube hablando de sus cabellos, de sus ropas, contribuyen mucho porque no parte de mujeres “rebeldes” sino de mujeres que de alguna manera que empezaron a identificarse ahora. Sucede con mi familia que usan cabellos naturales cuando durante mucho pero mucho tiempo se lo alisaban.
Si vas creando autoestima vas potenciando la autoestima en los demás. Porque nos vemos representados en las otras, nos miramos. En ese proceso la televisión no va ser más el parámetro, sino aquella persona que está a mi lado
Tus palabras me conectan con las ideas de Fanon, cuando hablaba de la interiorización de la opresión por el oprimido. La liberación está inscrita en los cuerpos…
No podemos cambiarnos de cuerpo. En el cuerpo está inscrito el racismo, porque el hombre y la mujer blanca no tienen el mismo problema con sus cuerpos. Pueden ser gordos, delgados, altos o bajos, pueden llevar el cabello rojo o negro sin problema. Pero el cuerpo negro es problemático y busca igualarse con el cuerpo blanco. Nuestros cuerpos negros son más afectados, son cuerpos marginalizados, son los cuerpos que la policía asesina, siempre son los cuerpos más golpeados. Por eso nadie quiere ser negro, porque todo el tiempo está siendo golpeado.
¿Cómo vives el proceso de liberación? Imagino que está lleno de angustias, de llantos, de emociones densas, tanto en lo individual como en lo colectivo.
Si vas creando autoestima vas potenciando la autoestima en los demás. Porque nos vemos representados en las otras, nos miramos. En ese proceso la televisión no va ser más el parámetro, sino aquella persona que está a mi lado.
¿Cuales fueron las inspiraciones iniciales del grupo?
Hay una referencia a lo que llamamos los clásicos, como el Teatro del Oprimido, que es una referencia para nosotras, para trabajar la autoestima y la inversión de los roles. Pero fuimos creando nuestro propio método de trabajo, relacionado con trabajar nuestras memorias, nuestro cuerpo, un trabajo físico muy fuerte y una narrativa que no te coloca en situación de reproducir estereotipos. Las referencias existen, pero también nos referenciamos mucho en nuestra gente.
Para mí fue muy interesante descubrir el Teatro Experimental negro de Abdias do Nascimento, sus formas de trabajo en los años 40, mucho antes que llegara la educación popular de Paulo Freire. ¿Para ustedes la experiencia de aquel teatro negro tiene algún significado?
Sin duda. Es muy difícil en un proceso como el nuestro conocer autores negros y metodologías de autores negros. Hay intentos de recuperar la historia del negro, del movimiento negro que se refleja también de nuestra vida personal. Mira, si quiero contar la historia de mi familia, no consigo pasar de la tercera generación porque solo conozco hasta mi abuela. Somos yo, mi madre y mi abuela. La negación de la literatura negra se refleja en tu vida personal. Sucede lo mismo con el teatro negro de Abdias do Nascimento. Así como no conozco quienes fueron mis bisabuelos, de donde vinieron, cuál es el origen de mis apellidos, tampoco conocemos la historia del teatro negro porque fue borrada, como la historia e cualquier negro viene siendo eliminada cotidianamente.
En la Cia Marginal, no nos construimos como teatro negro, de forma explícita, a pesar de que la mayor parte del elenco somos negros y negras. Pero hay también no negros, lo que lleva a reflexionar que en nuestras favelas hay blancos, no blancos y negros, y nuestra directora es blanca. Tal vez podemos decir que la Cia Marginal hace un teatro negro y favelado.
Así como no conozco quienes fueron mis bisabuelos, de donde vinieron, cuál es el origen de mis apellidos, tampoco conocemos la historia del teatro negro porque fue borrada
¿Existe alguna relación entre el trabajo corporal en el teatro negro y la creación de un sujeto popular negro favelado?
Nuestro primer espectáculo se llamaba ¿Cuál es nuestro rostro. Se trata de un homenaje a las y los habitantes de Nova Holanda, las personas anónimas que construyeron el espacio llamado Nova Holanda. Porque no se homenajea a los anónimos, siempre a un fulano de tal, alguien de nombre importante. Esa es una de las características de Cia Marginal, fue uno de los espectáculos que más gustó, por esa narrativa, por contar la historia de esas vecinos y esos vecinos anónimos.
¿Cómo reacciona el público en la favela cuando asisten al teatro negro y favelado?
En estos 15 años de trabajo siempre nos presentamos en teatros fuera de la Maré, pero la gente siempre quiere que nos presentemos en la Maré. No hay ningún teatro ni hay cine, solo tres espacios gestionados por ONG, el Centro de Artes, el Galpón Bela Maré y un Lienzo Cultural, donde podemos hacer arte. Cuando nos hemos presentado aquí, es una catarsis. Porque los pobladores se identifican con el espectáculo. Nuestro penúltimo trabajo se llama Eles não usam Tênis Naique, que hace referencia a otro espectáculo Eles Não usam Black Tie, solo que nuestra narrativa aborda la cuestión generacional de un padre y su hija, y la historia sucede dentro de la favela en relación al tema del tráfico. Entonces aparece una identificación con los problemas, con el universo de las cárceles, con la identidad de la temática que está siendo abordada, con los cuerpos que están representando aquel espectáculo. Tienes una mujer negra sobre el escenario, soy una mujer negra actriz, entonces te ves a ti misma. Cuando ves actuar una mujer negra, también te estás viendo a ti. Siempre es muy emocionante para la gente, pero cuando se representa fuera de la Maré, a veces sucede una reacción pesada del público que no es favelado ni negro.
En la obra se lanza una pregunta: “¿Hay personas que nacen malas?”. En general el público siempre responde “sí”, presuponiendo que el que nace malo es el de la favela, el delincuente, el negro. Pero cuando hacemos la misma pregunta dentro de la Maré, la respuesta es un “no” colectivo
¿Cuál es la diferencia?
Al saber que somos de la Maré, el público espera un teatro de poca calidad. Esa es la primera reacción, pensar que el espectáculo será de baja calidad, algo que no sucede cuando se trata de grupos que no son de la favela, ya que nadie parte del presupuesto de que el espectáculo será malo. En 2018 hicimos una gira por Brasil con Eles Não usam Tênis Naique. Entonces salimos de la escala favela/no favela, centro de la ciudad, hacia una escala mucho mayor y en realidades muy diferentes. Siempre al final de las representaciones hay un debate. La gente lo que quería saber es cómo funciona el tráfico en la favela. En la obra se lanza una pregunta: “¿Hay personas que nacen malas?”. En general el público siempre responde “sí”, presuponiendo que el que nace malo es el de la favela, el delincuente, el negro. Pero cuando hacemos la misma pregunta dentro de la Maré, la respuesta es un “no” colectivo.
En estos 15 años de teatro, ¿has percibido cambios en el público?
Los cambios son muy lentos. Hay muchos cambios, pero por ahora en pequeña escala. Aquí en la Maré hay una valorización del espacio, se hizo mucho trabajo para reivindicar la condición de favelada. Porque cuando se dice favelado, parten del presupuesto de que no tienes educación, que vives en un lugar pésimo. No puede ser, el espacio donde vives debe ser valorado. No se trata de un espacio del que necesitas huir por la violencia, siempre te dicen que si pudieras salir de favela lo harías. Pero, ¿por qué voy a salir de la favela? Aquí es donde tengo mi espacio, es el lugar donde vive mi familia, aquí tengo mi historia de vida. En realidad, lo que tiene que salir de la favela es la violencia, sabes, porque son las cosas que hacen a la favela muy vulnerable. Lo que vengo viendo es que hay una afirmación de la identidad de favelado. Yo soy favelada y ser favelada es tener identidad, tener memoria, tener historia.
¿Hay otras actividades culturales que estén influenciando en la autoafirmación del favelado?
Nuestros padres estaban ocupados en el tema del agua, del saneamiento, de la vivienda. Aquella generación consiguió eso, estructuró la favela. La nueva generación está reivindicando su identidad. Entonces comienza a construir otros espacios, está hablando de teatro, pero tenemos música, danza, tenemos una seria de espacios que están contribuyendo para nuestra identidad.
¿Qué diferencias encuentras entre varones y mujeres en la favela?
La mujer negra es la base de una pirámide de violencias. Las mujeres son las que más sufren. Ellas son las que pierden a sus hijos. Cuando un hijo es asesinado por la policía, la madre muere con él. Por sufrir esa violencia tan pesada, surgen diferencias. Las mujeres negras tienen muchas dificultades para tener una relación estable. Porque en general los hombres no quieren tener relaciones estables con mujeres negras, y los hombres negros buscan mujeres blancas. En este contexto, muchos hombres terminan inclinados hacia discursos de odio como en el caso del bolsonarismo, y las mujeres, no quiero generalizar, sino solo observo, las mujeres son mucho más comunitarias y combativas.
Hace 15 o 20 años los sueños de los niños era ser jugador de fútbol o policía. ¿Hoy hay sueños nuevos?
Estamos viendo eso, que es posible ser lo que quieras o desees ser. Se empiezan a soñar otras cosas. Ahí las ONG tienen también su lado positivo, ayudando a los jóvenes a insertarse en la universidad, hacer el examen de acceso, que antes era inalcanzable. Soy la primera generación de mi familia que entra en la universidad. Tengo seis hermanos y ninguno lo consiguió. Eso influye en las niñas y niños, pensar en llegar a la universidad cuando antes era imposible.
¿Por qué voy a salir de la favela? Aquí es donde tengo mi espacio, es el lugar donde vive mi familia, aquí tengo mi historia de vida. En realidad, lo que tiene que salir de la favela es la violencia
¿Tienen relaciones con otros grupos de teatro negro y favelado?
Hay una red de grupos de favelas, pero no explícitamente de teatro negro. Creo que todavía hay muy pocos grupos de teatro negro, pero hay grupos de teatro de las periferias. La Cia Marginal, donde somos ocho personas, es un grupo muy diverso. Y esta diversidad también influye nuestra forma de hacer teatro. Trabajamos con las contradicciones que provienen de esta diversidad.